El clásico del miedo fue para el Real Madrid (96-91). En una noche en la que sólo en el desenlace fue capaz de plasmar su superioridad, como si todas sus dudas le vinieran una y otra vez a la mente, derrotó a un Barcelona igual de inseguro y tan mermado como digno y luchador, ahogado en la orilla del Palacio. Un completísimo Alberto Abalde fue el líder silencioso, junto a Campazzo y Hezonja, en el primer paso blanco para evitar la debacle en la Euroliga.
Todas las urgencias se posaron sobre la pista del Palacio. Una batalla más trémula que efectiva tras días de reflexión después del fracaso copero, de puesta de pilas con los que no se fueron a las ventanas FIBA con sus selecciones y muchas, muchas cuentas. Ser cabeza de serie para los playoffs, lo que casi siempre fue lo normal, es casi una quimera para Madrid y Barça. Lo demás tampoco será sencillo. La conclusión es que la Final Four de Abu Dhabi está bien lejos.
Chus Mateo, ya con Dennis Smith Jr. nada menos que de vuelta a Estados Unidos, amaneció con dos novedades. Usman Garuba, quien apenas contó en la Copa, y Rathan-Mayes, que ni siquiera fue convocado, en el quinteto. Se trata de pasar página y de avanzar con los que quedan, aunque el canadiense poco participó después. Joan Peñarroya pocas cábalas podía hacer con apenas nueve piezas sanas (el último en caer ha sido Juan Núñez). No había acabado el primer cuarto y ya estaba en pista, debut con el primer equipo, el canterano Raúl Villar -hermano del internacional Rafa, ahora en el Lleida-.
Llull culmina con una bandeja, ante el Barça.EFE
Pese a esos apuros y a un fortísimo cabreo inicial del técnico catalán con el arbitraje (le iba a durar toda la noche, tal es la presión que tiene encima), el Barça aguantó el tipo. Con coraje y mucho más acierto que el Madrid, que avanzaba sin más, como si atisbara una superioridad que no era. Jabari Parker, Justin Anderson y, especialmente, un entonadísimo Joel Parra, llevaron a su equipo con ventaja a vestuarios.
Sólo Campazzo había parecido consciente de lo que se jugaba en este clásico de entreguerras. Se percibía la inseguridad, que atenazaba a casi todos los protagonistas. Otros tienen tanto talento que flotan sobre la pista. Como Jabari, un bailarín en el infierno. Un tres más uno de Abalde pareció ser el toque de la caballería, el que iba a hacer espabilar definitivamente al Madrid. Otro del gallego, la siguiente mella a un Barça que daba muestras de debilidad por primera vez. Su capacidad de resistencia estaba empezando a menguar. Otro de Dzanan Musa (a pase de Abalde, cinco asistencias), el siguiente, de la nada, de Hezonja… (35 puntos para los Brates, que esta vez sí aparecieron). Y hasta Bellingham (estaba media plantilla del equipo de fútbol), en pie (69-58).
Pareció el éxtasis, pero al Barcelona aún le restaba aliento. Más con un Madrid que no es plenitud, que cometía fallos flagrantes, que no dominaba el rebote y que erraba más tiros libres de los aconsejables. Metu y Brizuela eran ahora su corazón, agarrándose al partido como un escalador a la pared. Lo iban a llevar al límite para que sólo los detalles le enterraran. Una penetración de Campazzo, dos tiros libres de Abalde, un salto inicial (tras un balón dividido que fue una auténtica guerra) que ganó Tavares… Son demasiados los duelos que los azulgrana han perdido en el filo este curso.
La victoria fue celebrada, un alivio, y la derrota escoció a un Barça frustrado. Porque realmente lo peleó. Pero iguala a ambos en la tabla. Lejos de los puestos nobles de playoffs y también de la excelencia.