Concluye primero de grupo de la Champions tras derrotar por 5-1 a los escoceses. Se adelantó gracias a dos penas máximas y sufrió una que paró Courtois, bien señaladas por la árbitra Frappart
De penaltito en penaltito continúa la vida del Madrid, sea en la Liga como en Europa, sea cabreado o con la boca cerrada. Es el nuevo fútbol, que elimina la voluntariedad de las manos en las áreas y ve penaltis por todas partes con mira telescópica. Demasiados. Todos suman, pero mejor los goles de verdad, los de Asensio, Vincius o Valverde, que de penaltito.
La primera árbitra que dirigía en el Bernabéu, Stéphanie Frappart, obró con la pulcritud de sus homólogos masculinos, aunque acabó por convertirse en ‘Penalty woman’, al añadir a dos manos del Celtic en su área otra pena máxima, esta contra el Madrid, por un derribo de Mendy, que fue con un riesgo excesivo pero pudo tocar el balón. Encontró la mano dura de Courtois. Con penaltitos o penaltis, nada cambió la jerarquía ni el devenir del juego, en el que fue incisivo y preciso el Madrid, campeón de su grupo con una goleada final y defensor del honor de LaLiga en la Champions, aunque sus presidentes se deshonren todos los días.
EL MUNDIAL, ASENSIO Y BENZEMA
La advertencia en Leipzig y el último acto frente al Girona, buena parte al ritmo de un carro, propiciaban una reacción, justo cuando el primer puesto europeo estaba en juego. No apremiaba el nivel del rival, apremiaba la coyuntura, en unas semanas en las que la inminencia del Mundial empieza a dosificar los pies de las estrellas. Benzema, que jugó media hora, es una de ellas. Al contrario, afila la de los que pugnan por un puesto. Asensio es el mejor ejemplo, entre los más dinámicos del Madrid. Partió en la banda, pero se movió por todo el frente de ataque. Fue vertical, al contrario que otras ocasiones, y buscó el último pase. El disparo es su fuerte, como demostró en el tercer gol, al primer toque, pero el balear quiere gritar que hace más cosas, ser aquel jugador que lo puso en la agenda del Madrid. Más que Ancelotti, puede que en su mente esté, hoy, Luis Enrique.
Como puso de manifiesto en la primera hora en el Celtic Park, este Celtic dirigido por un australiano de origen griego y plagado de japoneses, mantiene las constantes de un lenguaje común, junto al espíritu escocés que jamás desfallece, el mismo que el mostrado por sus aficionados en la capital, pero la diferencia de calidad es implacable. El único gol, de Jota en la falta del desenlace, premió su entusiasmo. Jugó del mismo modo después de sus errores en el área, al separar las manos sus jugadores aunque no fuera con intención alguna. La primera vez, a los cinco minutos, transformada por Modric. La segunda, antes de la media hora, por Rodrygo.
Fueron acciones más claras que la mano de Asensio ante el Girona que sacó a Ancelotti de su inteligente abstinencia ante los colegiados, pero manos que, convertidas en penas máximas, castigan en exceso. Lo suyo sería que la evolución del VAR acabe por licuarlas. Si no, esto es otro fútbol. Hay gestos que obedecen a la naturalidad del movimiento, no a las intenciones.
VINICIUS Y VALVERDE
Los dos goles no amilanaron al Celtic, fuera de Europa pero sin dejar de disfrutar hasta el último minuto. O’Riley sabe manejar al equipo y Reo y Maeda le ponen pimienta, pero no gol. Consiguieron posiciones de remate que demuestran algunas lagunas en los ajustes defensivos del Madrid, pero Courtois respondió con la solvencia acostumbrada. En el penalti, lanzado por Juranovic, su mano fue de acero templado. El lanzamiento estaba centrado pero con dureza.
La ventaja y los espacios concedidos por un rival que no se achica, dieron al Madrid alternativas, momentos para las carreras de Valverde o el guitarreo de Rodrygo. Con el balón en movimiento, Vincius había dispuesto de los remates más claros, a pase de Asensio y de frente al arco, pero con falta de precisión en la definición. En el segundo tiempo, el brasileño llegó a tiempo de encontrar un gol reparador porque su rendimiento se ha resentido. Valverde, en plena eclosión, los necesita menos, pero si le enseñas el paradón, mata. Como el Madrid en Europa, con o sin penaltitos.