El Mallorca y la Real se enredan en el miedo y el error

El Mallorca y la Real se enredan en el miedo y el error

La Copa mola a partido único. Esa adrenalina del todo o nada activa a los equipos y genera duelos vibrantes donde no hay hueco a la especulación. Pero se muere en semifinales cuando da una segunda oportunidad. O al menos eso ocurrió entre el Mallorca y la Real Sociedad, que se dejaron los deberes pendientes de resolver para el Reale Arena. [Narración y estadísticas (0-0)]

Son Moix se vistió de infierno y el miedo acabó por imponerse. Todo el estadio estaba convencido de que no perder ya era ganar. La isla entera había interiorizado el mensaje de Aguirre y concibió el duelo como un largo partido de 180 minutos. Y a eso se jugó.

El Mallorca no iba a renunciar a dañar a la Real, pero sobre todo iba a protegerse mucho. En la primera parte se volvió un equipo pegajoso, incómodo, un bloque de cemento que dejó a los donostiarras con dos tiros a puerta, uno cruzado y tímido de Brais en el arranque y un intento de cabeza de Sadiq a centro de Barrenetxea casi al filo del descanso. No había por qué desesperarse, pero Imanol cabeceaba en la banda. El tempo lo marcaba el Mallorca y ni Barrenetxea ni Kubo, que recién llegado de la Copa Asia se llevó hasta un caño de Copete, estaban ejecutando el plan previsto. Y así no había forma de derribar el muro.

Escaramuzas y espesura

Sin perder ni un segundo el orden, el Mallorca comenzó poco a poco a lanzar a sus demonios. Apareció primero Abdón en el punto de penalti para enganchar un centro tenso de Gio González. Contras rápidas de los carrileros, porque Jaume Costa también encontró a Dani Rodríguez en el área para que estrellara su disparo en Le Normand. Pero ese ímpetu debían controlarlo, porque la Real entendió el envite y empezó a encontrar desde las orillas a Sadiq.

Fueron simples escaramuzas en una primera parte tan plana que el primer córner llegó en el minuto 43. Más espabilaron en la segunda mitad, donde ambos equipos buscaron dar un paso adelante y el partido se abrió.

La Real necesitaba sostenerse con la pelota, amasando el juego para encontrar la grieta de un Mallorca que no se incomodaba. Es su realidad y sobrevive en ella. Es más, encontraba la imprecisión de los vascos y no le costaba morder, recuperar para acelerarse por las bandas y buscar a Abdón, que engatilló la mejor ocasión con un disparo ajustado al palo de Remiro.

Enseñar el colmillo

La respuesta no tardó y la dio Sadiq con tres errores con los que soñará. Tuvo el partido en sus remates. Primero se la puso, otra vez, Barrenetxea y, con Greif vencido, empujó con el estómago sin encontrar portería. Después no pudo cazar el rechazo del portero al golpeo de Brais y la tercera fue Kubo quien le regaló una pelota al corazón del área y se la dejó atrás lo justo para no fusilar al meta eslovaco.

Fueron tres timbrazos que hicieron entender a la Real que debía enseñar el colmillo. Era el momento y Aguirre, que lo entendió, se protegió con piernas frescas y encomendándose a Muriqi. Se veía más capaz de aguantar lo que tenía ganado, que era una eliminatoria viva, que de ponerse en ventaja. La Real los encerró, pero no fue suficiente para tumbarlos. Balas de fogueo que dejan la final abierta a 90 minutos.

kpd