Chelsea 0 – Real Madrid 2
Doblete de Rodrygo bajo la mirada del Rey Emérito mientras Militao será baja para semifinales tras ser amonestado
El único régimen con el que puede asociarse sin debate alguno al Madrid es la Copa de Europa, la Champions, en blanco y negro o color, en dictadura como en democracia. Stamford Bridge es otro de los lugares donde impone su ley y su orden que tantas veces es un orden distinto, incomprensible, camino del encuentro, si se cumple la lógica, con el entrenador que tanto debe a Joan Laporta. Pep Guardiola entrena al Manchester City, pero es Barça en carne y hueso. Un Barça, hoy, en llamas por un vídeo del Madrid que lo recuerda con el brazo en alto, en respuesta a la soflama populista de su escapista presidente. Tomar las armas del que ofende siempre produce más ofensa, y más con algo que produjo tanto dolor y enfrentamiento. Al Madrid le va mejor en el campo, en su verdadero régimen, en la Champions.
La semifinal para la que se clasificó en Stamford Bridge, bajo la mirada del Rey Emérito, invitado en el palco, tuvo también en un ex azulgrana al hombre que pudo dar esperanza al Chelsea, ese desesperanzado rico al que tanta joya convierte en extravagante. A Marc Cucurella se le apareció Polifemo en el área. Era Courtois, el primer mástil de un Madrid que no necesitó ser el mejor para ganar también en la vuelta de los cuartos, pero fue suficiente para esperar su momento, ejecutado por Rodrygo, un jugador que aparece y desaparece, sutil, huidizo, y que tiene con la Champions el mismo idilio que su equipo. Las remontadas del año pasado lo demostraron. En la nueva titularidad está el premio de Carlo, el justo.
A Frank Lampard correspondía cambiar dinámicas, pero lo que hizo fue cambiar a dos estrellas. Joao Félix, indolente en Chamartín, empezó en el banquillo a cambio del brioso Gallagher. En calidad no son comparables; en compromiso, tampoco. Desapareció también del once Sterling y en su lugar entró Havertz, un futbolista pletórico, que dio problemas, pero no trajo el gol. Como ninguna de las individualidades en dos partidos completos. Dramático. Las buenas paradas de Kepa no sostienen nada respetable.
Por lo demás, el técnico inglés optó por utilizar la misma línea de cinco en defensa, aunque con bajas de sus titulares, como Koulibaly, y lanzar a Kanté a la zona de interiores. Por ahí le llegó al Madrid el mayor peligro, ya que al asociarse con James era demasiado para Camavinga. Vinicius no ayuda. Está para otra cosa. A ese lugar llegó Kanté en la primera oportunidad de cambiar la eliminatoria, en el arranque. Solo ante Courtois, lanzó fuera. Al inicio de la segunda parte, volvió al mismo lugar. Militao evitó el gol. Vinicius necesitaba que el Madrid se estirara, pero permanecía atrasado, más especulativo de lo habitual, a pesar de los gestos de Ancelotti en la banda. Cualquier gol podía hacer creer al Chelsea. Llegó antes Rodrygo, que lanzó al palo, y cuando Modric le sirvió el gol, Vini equivocó la pierna.
El partido había entrado, ya en el desenlace de la segunda mitad, en un intercambio de golpes que se prolongó, dada las necesidades del Chelsea. Era más que nunca el todo o nada de Lampard. En esa tesitura, nadie corre como el Madrid. El liviano Rodrygo salió lanzado, se libró de Chabolah en un gesto. Sobre la línea envió a Benzema. El balón siguió para Vinicius, que esta vez eligió lo mejor. Rodrygo marcó de frente. La eliminatoria se había acabado. Entonces fue el momento para Joao Félix. Estos cuartos han dado la razón a Simeone. Toca humildad. Toca correr.
En el Madrid lo hacen todos y mucho más cerca del final, cuando los espacios aparecen. Valverde lo había hecho en la primera mitad sin que su esfuerzo encontrará fruto. Ahora volvió a llegar al área del Chelsea, que ya era un queso gruyere, después de que los cambios de Lampard hicieran al equipo ininteligible. Rodrygo volvió a ser su beneficiario, mientras en Stamford Bridge se cantaba «¡Viva España!» y los supporters se marchaban.
La semifinal a la que accede el Madrid puede ser el mejor partido de clubes que puede presenciarse, si el City hace valer el 3-0 de la ida, hoy, en Múnich. La única pega es la baja de Militao, amonestado en Stamford Bridge, sobre todo si el duelo es ante Haaland. Lo es por lo futbolístico, ya que opone la cultura del juego que personifica Guardiola contra la cultura de la fe, de la mentalidad, que encarna como nadie el Madrid. Jugar y creer, creer y jugar. Eso es el fútbol. La contaminación va a ser grande, en mitad de este guerracivilismo que insistirá, si llega el caso, en pedir a Guardiola una posición. Una pena, porque si el City no falla estamos ante una semifinal descomunal, que no necesita miserias.