Una vuelta detrás de Esteban Ocon, y otra, y otra, y otra y al final Carlos Sainz acabó desesperado, abroncando a su equipo, cometiendo errores. Fue el mayor damnificado por el pelotón que organizó el francés detrás de Max Verstappen y Fernando Alonso y, al mismo tiempo, el piloto que más posiciones perdió respecto a la parrilla. De su cuarto puesto de salida al octavo puesto en meta. Y eso que su lugar era claramente el podio.
Desde el principio estaba claro que el español era más rápido que Ocon, pero entre los muros de Montecarlo no pudo superarle. Quiso hacerlo en la chicane y acabó chocando contra él. Quiso hacerlo en su primer paso por boxes y Ferrari erró el momento, demasiado temprano. Y quiso hacerlo finalmente bajo la lluvia y sufrió el trompo que le retrasó.
“Podíamos haberlo hecho mejor. La primera parada me sorprendió porque había cuidado mucho el neumático y podía haber aguantado, me metieron demasiado pronto. Luego volví a salir detrás de Ocon y me frustré. Fui víctima de la frustración, por eso fallé. Igualmente es mejor que me pase este año porque el coche no está donde queremos que esté”, aseguró Sainz.
Su resultado le llevó a perder un puesto en el Mundial -ahora es sexto por detrás de George Russell– y confirmó el mal año para Ferrari, entre sus problemas con la degradación, las estrategias erradas y los fallos de los pilotos. De hecho, pese a las decepciones, Sainz es el mejor piloto de la escudería, por delante de Charles Leclerc, que en su casa sólo pudo ser sexto.
Quedan semanas hasta Roland Garros y muchos partidos en el camino, pero Carlos Alcaraz ya sabe qué debe hacer para volver a ser campeón y qué no. Por primera vez en su carrera, este domingo levantó el trofeo del Masters 1000 de Montecarlo para confirmar su dominio de la arcilla y despejar sus problemas. Como ocurrió durante la semana, su victoria en la final ante el italiano Lorenzo Musetti por 3-6, 6-1 y 6-0 no fue espectacular, pero fue una victoria.
Si quedó claro que el número tres del mundo todavía no se encuentra al nivel que mostró el año pasado en París, también es evidente que pronto llegará. Triunfo a triunfo construye una confianza que le puede llevar a donde quiera. ¿A ganar 25 Grand Slam? Mejor primero pensar en ganar el quinto.
Porque últimamente los contratiempos de Alcaraz nacen de la precipitación y eso es extraño. En temporadas anteriores el español parecía inmune a la presión externa, a las exigencias del ranking, al peso de la historia, pero este año no es así. Quizá por las malas sensaciones sobre cemento o, como admitió, por la sanción a Jannik Sinner, anda precipitado y contra esas prisas debe luchar. Ante Musetti, necesitó templarse antes de vencer.
En el primer set jugó algunos de sus peores puntos del curso -sumó 12 errores no forzados casi consecutivos- y después, a partir del segundo set, se reencontró consigo mismo. Al final el partido se difuminó por los calambres del italiano, absolutamente exhausto. Por primera vez Alcaraz se proclamó campeón en Montecarlo, su sexto título de Masters 1000 y el número 18 en el circuito ATP.
VALERY HACHEAFP
"No es la manera en la que quería ganar. Me siento mal por Lorenzo. Acabar un torneo así no es fácil. Espero que no tenga un problema serio", comentó, de entrada, Alcaraz, que luego desveló ciertas dificultades: "Desde Miami he pasado un mes difícil, me ha costado enfocarme en lo importante. No quiero dar más detalles, pero ha sido así. Esta semana en Montecarlo he disfrutado como hacía tiempo que no pasaba".
El cansancio de Musetti
En dos de los cuatro partidos previos, Alcaraz había tenido que jugar tres sets, pero Musetti venía de dos palizas consecutivas ante Stefanos Tsitsipas y Álex de Miñaur y eso marcó la final. El italiano, un tenista en el mejor momento de su carrera, que este lunes se presentará a las puertas del Top 10 del ranking ATP, planteó el encuentro de la única manera posible: a la defensiva. Con las pocas fuerzas que le quedaban su intención era devolver las máximas bolas posibles y esperar a ver qué hacía Alcaraz. Si el español acumulaba muchos fallos, el título aún era posible.
Pero eso sólo funcionó en el primer set. El ímpetu de Alcaraz le llevó a regalar ese periodo inicial de una manera incomprensible y a complicarse la final. Para su éxito, todo tuvo que cambiar en el segundo set. Como le reclamaba su entrenador esta semana, Samuel López, de entrada se centró en poner la pelota en la pista y después realmente empezó a jugar. Ahí Musetti intentó darle respuesta, pero ya no podía. Su propio cuerpo se rindió y si acabó el tercer set fue por orgullo.
En el minuto 92, segundos antes del desastre, ningún aficionado del Barcelona hubiera creído que en sus desvelos aparecería el león Álex, la hipopótamo Gloria o el rey lémur Julien y mucho menos el jefe de los pingüinos chiflados, los culpables del todo. A esas alturas de la vuelta de las semifinales de Champions ante el Inter, con 2-3 en el marcador, la afición azulgrana ya no quería marcha, marcha. Pero el defensa italiano Francesco Acerbi apareció en el área pequeña, se anticipó a Ronald Araujo, marcó el gol que llevaba el partido a la prórroga y celebró con sus tatuajes al aire. Unas alas en la espalda, un millón de frases por todos los lados y, entre la amalgama de tinta en su cuerpo, los personajes de Madagascar, la película de animación de DreamWorks que triunfó en 2005. Delirios de juventud.
A Acerbi le apodaban ‘Leone’, en algún momento quiso tatuarse varios leones famosos, de Mufasa a Álex, y un personaje llevó a otro, nadie sabe muy bien por qué. Tampoco se conocen los motivos de las ausencias de la cebra Marty y la jirafa Melman, como tantas otras cosas de Acerbi.
DANIEL DAL ZENNAROEFE
Un futbolista tan peculiar como controvertido, tan ejemplificante como criticable. Que este martes, a sus 37 años, marcara su primer gol en Europa, un gol para la historia, sólo es un episodio de una vida muy vivida.
La muerte de su padre y el cáncer
Formado en el Brescia y el Pavía, Acerbi pasó su juventud al borde del amateurismo en Italia, jugando incluso en la Serie D y no debutó en la Serie A hasta los 23 años. Puro central ‘azzurri’, duro y bueno en el juego aéreo, su carácter y su zurda le llevaron del Chievo al Milan, pero la élite le vino a buscar en el peor momento. Cuatro meses antes de convertirse en ‘rossoneri’ en 2012 había muerto su padre y, con la pérdida, cayó en el alcoholismo.
"No me respetaba, no respetaba mi trabajo, ni a quienes me pagaban. A menudo llegaba al entrenamiento 'achispado', sin haberme recuperado de los efectos del alcohol. Físicamente me encontraba bien porque siempre he sido fuerte. Me valía con dormir un poco para rendir", confesó sobre aquella época en una entrevista con la revista 'L'Ultimo Uomo'. Por suerte lo rescató la medicina, aunque no fue un tratamiento de desintoxicación, si no una quimioterapia.
Después de fracasar en el Milan fue traspasado al Sassuolo y en el reconocimiento médico le detectaron un cáncer testicular. Fue operado y llegó a jugar pocas semanas después, pero una recaída le obligó a parar durante meses y, entonces sí, a replantarse su carrera, sus adicciones, su vida.
"El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por tenerlo. Descubrí que estaba enfermo en julio de 2013, nada más llegar al Sassuolo. Me operaron y seguía comportándome como un no profesional fuera del campo. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió de nuevo la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado. Sin la enfermedad habría acabado jugando en la Serie 'B' o, tal vez, me habría retirado. Estoy satisfecho de la persona en la que me he convertido a pesar de todas mis deficiencias", afirmaba al mismo medio quien, tras su regreso a los campos de fútbol, ya empezó un ascenso lineal.
Fuera de la selección
Titular en el Sassuolo hasta llegar a debutar como internacional por Italia, en 2018 le fichó la Lazio de Simone Inzaghi, celebró su primer título -la Coppa de aquella temporada- y en 2022 se fue con Inzaghi al Inter. Ya habitual en la Italia que ganó la Eurocopa de 2021, aunque suplente de Bonucci y Chiellini, el año pasado protagonizó una polémica que le apartó temporalmente de las convocatorias.
Luca BrunoAP
El defensa del Nápoles Juan Jesus aseguró que había recibido insultos racistas de él ("me dijo vete negro, solo eres un negro"), aunque semanas después Acerbi no fue sancionado por falta de pruebas. Este martes, en la vuelta de las semifinales ante el Barcelona, después de frenar varios ataques azulgranas, encararse con Iñigo Martínez y con quien se le pusiera delante durante más de 90 minutos, marcó el gol de su vida. Para siempre, entre la afición culé, quedará el recuerdo de su físico ideal.
Ya es sabido: Arabia Saudí quiere adueñarse del deporte a toda prisa. Primero fue la Fórmula 1, con un Gran Premio propio y una oferta para comprar el Mundial. Luego el fútbol, con los fichajes de Cristiano Ronaldo, Karim Benzema o Neymar. Después el golf, con la creación del LIV Golf y el acuerdo con estrellas como Jon Rahm. Recientemente el boxeo, con las últimas veladas de Tyson Fury y Anthony Joshua. ¿Y qué toca ahora? El tenis.
Antes del Masters 1000 de Madrid de mayo, la ATP, la WTA y varios de los torneos más grandes del mundo deben decidir si se venden al archimillonario fondo soberano del país árabe (PIF) o si siguen su propio camino. La primera opción es más fácil: el dinero todo lo simplifica. La segunda opción es romántica: el deporte mantendría su independencia. ¿Qué se decidirá? Nadie sabe. Pero parece que Arabia Saudí se saldrá con la suya.
La vía más idealista es demasiado compleja. Desde hace varios meses, los cuatro Grand Slam trabajan para crear un circuito nuevo llamado Premier Tour que otorgue más importancia a los Masters 1000 y blinde el calendario: habría 14 torneos para los 100 primeros y las 100 primeras del ranking y el resto, los actuales ATP 500 y ATP 250, quedarían reservados para jóvenes y aspirantes. Con ello, se aseguraría a las televisiones más duelos entre los mejores del mundo, se evitaría la actual sobresaturación de partidos, se pondría orden en el actual caos organizativo y se avanzaría en la fusión entre ATP y WTA. El problema, como siempre, es el presupuesto.
Para desarrollar el proyecto se necesitan inversores, que todos los torneos ganen más que ahora y, entre otras cosas, convencer a los jugadores. El circuito masculino genera 270 millones de euros anuales por los 105 millones que genera el circuito femenino y unirlos podría suponer un perjuicio para los tenistas.
Millones para todos
Por eso la oferta de Arabia Saudí se supone vencedora. Según informaba esta semana 'The Telegraph', el PIF ha ofrecido 2.000 millones de dólares a la ATP, la WTA y a los organizadores de torneos para crear un circuito unificado de hombres y mujeres con premios abundantes para todos. Como en el Premier Tour sólo jugarían los y las 100 mejores, se ordenaría el calendario, se multiplicarían los beneficios y se obtendría un deporte igualitario, pero habría una diferencia: los Grand Slam no estarían al mando.
Podrían unirse al proyecto, sí, pero no serían los impulsores y está por ver su importancia en el calendario. El sábado pasado, en los primeros días del Masters 1000 de Indian Wells, el actual presidente de la ATP, el ex jugador Andrea Gaudenzi, se reunió con los responsables de los Masters 1000 para explicarles la propuesta e invitarles a responder lo más rápido posible. La propuesta de Arabia tiene 90 días de caducidad y el tiempo corre.
Ahora es el momento de las negociaciones,. La ATP ya había firmado un extenso patrocinio con el PIF, varios eventos ya tenían empresas saudíes como sponsors y muchas estrellas ya han sucumbido ante los encantos saudíes. Rafa Nadal, embajador del país, es el gran ejemplo, pero Novak Djokovic, Carlos Alcaraz, Daniil Medvedev, Jannik Sinner y Holger Rune también habían aceptado jugar un torneo de exhibición allí el próximo otoño.
En realidad, en el tenis, de momento, sólo ha aparecido una voz realmente contraria a Arabia Saudí. Craig Tiley, el responsable del Open de Australia, era el ideólogo del Premier Tour y ahora su proyecto, su figura e incluso su Grand Slam están en riesgo. Arabia Saudí siempre ha querido un Masters 1000 y si acaba montando su propio circuito organizará un torneo en invierno, cuando el clima allí es más aceptable. Si eso ocurre, el evento de Melbourne podría volver a perder su relevancia, su prestigio, su cartel. En definitiva, como le pasó antes a otros deportes, el tenis está ahora en la encrucijada: o venderse a Arabia Saudí o seguir su propio camino.