Era el mejor partido de esta primera jornada de la nueva Liga de Campeones. Nada menos que la final del curso 2022/23, ganada por el Manchester City con un gol de Rodri. El equipo de Pep Guardiola ha iniciado la Premier League con la autoridad acostumbrada y Haaland particularmente certero: nueve goles en cuatro partidos. El Inter asumió el papel en el que suele sentirse más cómodo, el mismo de la final de hace dos temporadas, en la que complicó mucho la vida a los británicos. Inzaghi se guardó a Lautaro Martínez de entrada, decisión sorprendente.
Tardaron 18 minutos los locales en rematar a portería. Lo hizo Haaland de cabeza tras un centro de Savinho. El extremo brasileño cuenta con la confianza de su entrenador, en el salto cualitativo tras el destacado aprendizaje en el Girona. Tocaba y tocaba el City, a la espera de encontrar alguna fisura en un Inter contemplativo, bien armado atrás. En el banquillo de casa estaban, entre otros, Walker, Doku, Foden y Gündogan, una muestra del calado de la plantilla.
Alternativas
Guardiola echó mano de los dos últimos tras el descanso, en lugar de Savinho y De Bruyne, que se fue con molestias. Buscaba alternativas ofensivas en un equipo demasiado plano, con dificultades para penetrar entre la aplicada defensa italiana. Este tipo de partido son un lugar común para el Manchester City, la mayoría de cuyos rivales fían sus opciones a que el tiempo transcurra sin que sucedan demasiadas cosas.
Ingresó Lautaro en el minuto 64 como relevo de Thuram. Sin modificar un ápice la partitura, Inzaghi intercambiaba piezas arriba a la espera de aprovechar cualquier eventualidad al contragolpe. Foden disparó al cuerpo de Sommer tras una precisa secuencia de pases a la que se sumó Gündogan. Poco después remató Guardiol, también neutralizado por el guardameta.
Entró Doku a falta de diez minutos en lugar de un Bernardo Silva en tonos ocres. Desconectado Haaland, el City, que suma 47 partidos sin perder en Champions en su estadio, trataba de afilarse con el extremo belga, que tampoco pudo procurarle opciones de remate. Tuvo una Gündogan, en un cabezazo que fue la última noticia seria de su equipo en el área rival.
Del resto de los partidos de la jornada de este miércoles, destaca la goleada del Celtic, 5-1 al Slovan de Bratislava, y la concluyente victoria del Borussia Dortmund en Brujas, 0-3.
Jimmy Murphy tocaba a Chopin, Grieg y Listz. «Le ayudaba a aquietar sus cavilaciones», escribe David Peace en Munichs (Contra, 2024), una recreación novelada del accidente del 6 de febrero de 1958 que acabó costando la vida a ocho jugadores del Manchester United, además de a otras 15 personas, entre integrantes de la tripulación, periodistas y directivos del equipo británico. Sobre Jimmy Murphy, uno de los supervivientes, segundo entrenador, cayó el peso de reflotar a un club devastado por la tragedia acaecida cuando el vuelo de British European Airways se estrelló frente a una casa abandonada en el tercer intento frustrado por despegar del aeropuerto de la ciudad alemana. El equipo regresaba de Belgrado, tras eliminar al Estrella Roja en cuartos de final de la Copa de Europa.
Jimmy Murphy afrontó el desafío de ocupar el vacío de Matt Busby, hospitalizado con heridas graves en la ciudad alemana. Busby ya era una leyenda. «Para mí, Jimmy Murphy es el héroe de esta historia, un hombre complejo que llevó adelante al equipo, hasta conducirlo incluso a la final de la FA Cup. Si él hubiera muerto, pienso que la historia del club habría sido muy distinta. Es una pena que la entidad no siempre haya reconocido su papel y al final le tratara de una manera muy pobre», explica Peace (Ossett, 1967) a este periódico a través del correo electrónico.
Destacado autor de novela negra, nuestro interlocutor, residente en Tokio, es también un gran aficionado al fútbol. Entre sus obras ajenas a este deporte figuran la tetralogía Red Riding Quartet, editada en España por Alba, la trilogía Tokyo Redux (Hoja de lata), y GB84, en la misma editorial, donde afila el bisturí para novelar el pulso colosal entre los mineros del Reino Unido y Margaret Thatcher, entonces inmisericorde primera ministra.
Latido político
Dentro o fuera del fútbol, Peace nunca ha disimulado un latido político en cuanto escribe. «Munichs es una novela sobre el norte de Inglaterra y su clase trabajadora», afirma, incorporándola, además de a las obras citadas, a una secuencia donde también están Red or dead (Faber and Faber, 2013), no editada en España, sobre el Liverpool de Bill Shankly, y Maldito United (Contra, 2013), alrededor de la histriónica figura de Brian Clough y su breve paso por el Leeds.
Hay un eco espectral en este relato de 449 páginas que le ha exigido un severo trabajo previo de documentación. «El proceso de creación es siempre el mismo. Consulto con detalle en la biblioteca pública periódicos y libros relevantes de no ficción mientras construyo la narrativa de la novela dramatizando la verdad tan poderosamente como puedo».
En Munichs habitan los vivos y Los Muertos, siempre evocados en letras versales. El espíritu de James Joyce y The Dead, adaptada al cine por John Huston, otorgan un vuelo singular a esta historia. «Dublineses [el libro de relatos al que pertenece The Dead], y en particular Los Muertos, han sido una gran influencia en la escritura de este libro. Para mí, en mi trabajo y en mi vida, Los Muertos es una presencia constante», afirma.
Geoff Bent, 25 años, Roger Byrne, 29, Eddie Colman, 21, Mark Jones, 24, David Pegg, 22, Tommy Taylor, 26, Liam Whelan, 22, y Duncan Edwards, 21, éste último ingresado durante dos semanas en el Recht der Isar Hospital de Múnich, perdieron la vida como consecuencia de aquel accidente. «Incluso hoy mantienen un estatus mitológico. Diría que se debe a que murieron tan jóvenes, con un potencial ilimitado. Representaban el futuro perdido y un mundo que pudo haber sido». Aquella generación había ganado las dos Ligas precedentes con una media de 22 años. Jóvenes y talentosos, exhibían además un enorme grado de compromiso sentimental con el club, ajenos a los cantos de sirena que venían desde Italia y otros clubes.
Peace nació nueve años después de la tragedia. Su padre le contó la historia cuando era un muchacho. «Él había visto jugar muchas veces a los Busby babes ante el Huddersfield Town, nuestro equipo, y también estuvo en en el último partido que disputaron en Inglaterra en 1958, contra el Arsenal. Era un año más joven que Duncan Edwards y el accidente tuvo un efecto profundo sobre él, como sobre mucha gente». La narración de aquel encuentro, del 1 de enero de 1958 -«un partido que viviría para siempre, en el recuerdo y la imaginación»-, ganado por el Manchester United en Highbury por 5-4, ejerce de prólogo en el libro, antes de que, mediante continuos saltos en el espacio y en el tiempo, se gradúe la acción dramática. «Quería que el libro fuese una experiencia viva para el lector, devolviéndole a 1958».
Un fútbol distinto
El fútbol de entonces poco tenía que ver con el de hoy. Parte de la magia de Munichs se encuentra en su capacidad para transmitir la estrecha vinculación entre los aficionados y sus ídolos de carne y hueso, cercanos, integrantes de un mismo hábitat social. «Antes del desastre, los Busby Babes ya eran célebres, pero todavía iban a los cines locales y las salas de baile y vivían en alojamientos compartidos», apunta Peace.
Adiós a Duncan Edwards, un extremo izquierdo audaz y relampagueante, la figura que mejor encarnaba el aura de los muchachos de Busby, forjados por Murphy en las categorías inferiores. Munichs, cuyo plural pretende denunciar el uso que aún hacen algunos aficionados de equipos rivales en tono de burla, es dolor, pérdida y culpa, pero también lucha y redención, liderada ésta por la inmensa figura de Bobby Charlton.
«Murphy, que no había viajado, creía que debería haber estado en el avión. A Busby le persigue la culpa por haber llevado al Manchester United a Europa y por no impedir al piloto hacer un tercer intento de despegue. Charlton también sufre, en su condición de superviviente, sin poder explicarse por qué vivió mientras algunos de sus amigos morían», explica el autor del libro.
Diez años después, el equipo liderado por Charlton, que había estado cerca de dejar el fúbol, George Best y Denis Law, fallecido el pasado día 17, vencía 4-1 al Benfica para ganar la primera de sus tres Copas de Europa, la primera de un club británico. Ya no eran los Busby Babes, sino los Diablos Rojos, rebautizados por su hacedor. Al frente seguía Matt Busby. Tras recibir la extremaunción, había escapado del destino de Los Muertos.
"Uno tras otro iban convirtiéndose todos en sombras. Mejor pasar con valentía a aquel otro mundo, en toda la gloria de alguna pasión, que marchitarse y apagarse lúgubremente con los años".
Cauto, templado, como nos tiene acostumbrados a lo largo de su dilatada carrera, más allá de las lógicas expresiones de entusiasmo cuando la ocasión así lo sugiere, Rafael Nadal no hizo valoraciones hiperbólicas de la victoria frente a Alex de Miñaur, ponderando, eso sí, el valor de poder jugar y competir. «Hace unos días era difícil pensar que pudiera estar en tercera ronda. He aguantado más de dos horas y jugar delante de esta gente es una pasada», comentó frente a los medios de comunicación, poco después de concluido el encuentro.
Fueron varias las menciones al indesmayable respaldo de los aficionados, que calificó de «bonito», «emocionante». «Nunca podré agradecer el cariño y el apoyo que recibo aquí. Siempre te queda la ilusión de vivir días así. Que sea aquí, en casa, significa mucho. He tenido muchos momentos especiales aquí, desde la victoria en la final de 2005 ante Ivan Ljubicic, pero éste de hoy también es inolvidable, más aún cuando es uno de los últimos».
A continuación, ya en el análisis del encuentro y de la victoria, explicó: «Tampoco nos dejemos llevar por la emoción de un partido. Hay muchas cosas que ajustar. He estado competitivo. Los últimos tres días han sido un pelín mejores. Hay que ver cómo me recupero. Hay cosas que aún no puedo hacer como me gustaría, con apoyos más potentes. Lo prioritario sigue siendo que no me ocurra nada en lo que queda de torneo». Siempre atento al todavía amplio margen de mejorar, dijo: «Me gustaría jugar más la bola de lado a lado. En el segundo set he podido girar más el revés hacia su derecha. Necesito jugar con táctica, largo y alto».
Recobrar confianza
Todo pasa por recobrar seguridad, sin prisa, pero celebra encarar el quinto partido en las dos últimas semanas, algo que no había sucedido desde que abandonó las pistas en enero de 2023. «Las perspectivas las marcará mi día a día. Tengo que recuperar la confianza en mi cuerpo y en mí mismo a nivel tenístico».
Las preguntas recurrentes, a menos de un mes para el inicio del torneo, rondan alrededor de Roland Garros, el Grand Slam que ha ganado en 14 ocasiones y al que no pudo acudir el pasado año por encontrarse toda la temporada fuera de las pistas. «Los que competimos también vemos el deporte desde una perspectiva global, no sólo desde un estado emotivo. Esto es sólo un partido y estoy lejos de aspirar a cosas importantes, pero no quiere decir que no tenga ilusiones y esperanzas».
Reiteró que el torneo parisino significa para él mucho más que ningún otro y que no irá a disputarlo si no se encuentra capacitado para aspirar a algo importante. «Es el torneo más importante de mi carrera y estará siempre en mi corazón. Sólo iré si puedo saltar a la pista y soñar. En caso contrario, no tiene sentido. Además, es al mejor de cinco sets. Es diferente. He de acudir con la esperanza real de que mi cuerpo responda a las demandas. Si no es así, no estaré».