El ciclismo se inclina ante Pogacar, heroico campeón del mundo tras un ataque a 100 kilómetros de meta

El ciclismo se inclina ante Pogacar, heroico campeón del mundo tras un ataque a 100 kilómetros de meta

Los colores del arcoíris son los de la bandera de Eslovenia. Y plasmado en la tela y dibujado en el cielo sonríe el juvenil rostro de Tadej Pogacar. Todo el mundo sabe quién es este demonio con cara de ángel. Se esperaba que atacase. Y, además, que lo hiciera desde lejos. Pero cuando, a falta de ¡100 kilómetros! para la llegada, cuando se cruzó ese Rubicón, demarró como demarra él, sin levantarse del sillín, pilló a la gente por sorpresa.

Se fue y sólo se le unieron Bagioli y Simmons. No pudieron seguirlo ni a rueda. Perplejos, aturdidos, desconcertados, anonadados, estupefactos, los demás favoritos tardaron, primero, en comprender la maniobra, luego en asimilarla y, finalmente, en reaccionar. Y ya, incluso tan sumamente lejos, era demasiado tarde. En cuatro pedaladas, llegó Pogacar a un selecto grupo de escapados (Vine, Cattaneo, Lipowitz, Nielsen, De Plus, Sivakov, Foss…) del que se descolgó Tratnik para esperar a su jefe y ayudarlo a incorporarlo a la fuga, ahora con 17 elementos.

¿No era una locura? Por muy bueno que fuera, que lo es, Tadej, ¿no había atacado demasiado pronto? ¿Hasta dónde sus fuerzas podían sustentar su osadía? ¿Hasta cuándo su capacidad se alzaba a la altura de su valentía? Mientras nos lo preguntábamos, él seguía volando. Bélgica (Evenepoel) se aprestó a la caza. Países Bajos (Van der Poel) no asomaba la nariz. Dejaba la tarea a los belgas. Luego ya todo anduvo manga por hombro y cada cual a lo suyo.

A falta de 78,5 kms., Pogacar volvió a atacar en el Zürichbergstrasse (1,1 kms. cn un promedio del 12% y una pendiente máxima del 16%). Mató a todos menos a Sivakov, compañero de equipo en el UAE. El grupo, que que se quebraba, que se reunía, y en el que figuraba Enric Mas, y al que se incorporaría Roger Adrià, avanzaba a tirones de Evenepoel, Healey, Van der Poel, OConnor, GauduPogacar y Sivakov lo hacían a ritmo con una ventaja mantenida de unos 40 segundos.

La carrera estaba en su punto culminante. O, especialmente, Evenepoel y Van der Poel, que se marcaban, alcanzaban más o menos pronto a Pogacar, que arrastraba en su estela a Sivakov, o la tenían perdida. Sin llegar a atacarlo, Pogacar dejó a Sivakov, que cayó por consunción, por agotamiento y al que devoró el grupo, ya una tropilla. Empezaba una nueva carrera. Pogacar, que llevaba el dorsal número 22, su mismo número de victorias este año, contra el resto del mundo. Y ya no había ni más análisis ni más elucubraciones. Era Pogacar frente a todo lo demás, todos los demás. O le pillaban, los que fueran, uno, dos o tres, o no. Y punto.

No le pillaron. Llegó a la meta con más de medio minuto de ventaja sobre Ben O’Connor, ligeramente adelantado a sus compañeros de fatigas. Mathieu Van der Poel accedió al bronce. Enric Mas, octavo, último del grupo, completó una gran actuación, muy a su manera. Siempre está ahí, pero no puede rematar. Pogacar es ya campeón del mundo. Loor a un coloso, a un genio en la plenitud de la inmensidad de un talento único en un deporte a su medida, a su altura, a su servicio, a su merced.

España había empezado con el pie izquierdo y terminó con una cierta dignidad sin posibilidades. Pello Bilbao, nuestro máximo exponente junto a Ayuso, sufrió una dura caída a falta todavía de 230 kms. Siguió, pero ya sin esperanzas. Acabó retirándose. Por su parte, poco después, Landa, que también se había caído, se bajaba en boxes.

Victoria, a los 26 años, número 86 de Pogacar enfrentado triunfal a todos los huracanes y a las furias que le perseguían sin llegar a revolverle el flequillo. Iguala a Eddy Merckx (1974) y Stephen Roche (1987) como vencedores en la misma temporada del Tour, el Giro y el Mundial. Si se retirara mañana mismo, ya habría hecho historia con letras de oro sobre lecho de diamante en el ciclismo. Pero no ha dicho su última palabra, ni pronunciado su último discurso, ni interpretado su último recital.

El ciclismo y él se engrandecen mutuamente. Él yergue la cabeza ante su deporte, y el ciclismo la inclina ante su rey.

kpd