LaLiga Santander
Barcelona 1 Celta 0
El equipo azulgrana, ante la semana en que se jugará su futuro deportivo, económico e institucional ante Inter y Real Madrid, gana en la agonía al Celta (1-0)
El Barcelona ha dejado de disfrutar. Ya no confía en su fútbol, sino en sus miedos. Lewandowski se ha detenido ante el primer puesto fronterizo, y Xavi Hernández, abrumado por las bajas, retuerce piezas y esquemas con la esperanza de que el laberinto tenga más salidas de las que se intuyen. Al suplicio de San Siro que le dejó malherido en la Champions le siguió una agónica victoria frente al Celta. Ter Stegen lució un rosario atado al pie ante Iago Aspas. El triunfo, al menos, permite a los azulgrana alcanzar el clásico contra el Real Madrid al frente de la clasificación. Aunque no exista otro hilo conductor que el desconcierto. [Narración y estadísticas]
Y eso que en el primer tiempo el Barcelona fue un equipo mucho más cuerdo. Algo tuvo que ver que su fútbol no dependiera del pandemónium de Dembélé para que fueran Pedri y Gavi quienes bailaran a su antojo. Imponiendo el canario la elegancia de su vals, y el sevillano la fortaleza de su corazón, el equipo azulgrana se demostró que esa debe ser la única vía. Cuando ellos dejaron de encontrarse, el Celta se las apañó para acomplejar a los azulgrana. Mal síntoma. El Barcelona se jugará su estabilidad deportiva, económica e institucional el miércoles en un duelo sin retorno frente al Inter.
Porque todo en este Barcelona cuelga de la contradicción. Está a una derrota frente a los nerazzurri de regresar al subsuelo continental, pero encabeza la Liga. Con una deuda de 1.000 millones de euros como losa. De acuerdo. Pero con una capacidad para hipotecarse suficiente como para mantener viva la llama de la ilusión. Una antorcha que prende Joan Laporta frente a ese puñado de compromisarios que bendice todo lo que se les presenta tras una pantalla de ordenador. Le gusta decir al plenipotenciario presidente que su Barça no lo sostiene ni un estado, ni un magnate. También que el club es «propiedad de los socios». Mientras tanto, bancos y fondos de inversión prosiguen con su avance por los intestinos de la entidad. En el fútbol, ya saben, todo depende de cómo articules el relato.
Piqué y Alba, de condenados a titulares
Poca gracia debió hacer a los capitanes que Laporta, ante una semana clave para el futuro del club, les señalara por no querer recortarse el salario. Tanto los que habitan en el despacho como los que dirigen el vestuario piensan poco más o menos lo mismo, que tanto Piqué como Jordi Alba deberían buscarse la vida cuanto antes. Aunque con una gran diferencia. A Xavi Hernández le juzgarán por sus resultados, no por sus guiños a la presidencia. Y ante el amontonamiento de piernas en la enfermería, necesita ahora el entrenador echar mano de los condenados. Y el precio es alto.
Piqué, así, fue titular frente al Celta y de ahí quizá no lo muevan frente al Inter o el Real Madrid si Koundé no se repone. Hizo cuanto pudo ante el acoso celeste. Jordi Alba, silbado con saña, compareció de inicio, dándose la retorcida circunstancia de que en el once formaron tres laterales zurdos. Marcos Alonso ejerció de central, mientras que Balde volvió al lateral derecho. Todo enrevesado.
El principal responsable de que el Barcelona dejara sin aliento al Celta en la primera media hora fue Gavi. No tardó en conocerlo Larsen, a quien le dio por aprovechar su imponente cuerpo para ponerse a avanzar por el campo rechazando rivales. Hasta que Gavi se hartó y, como un David sin honda, tiró al suelo al Goliath noruego.
Coronaron los azulgrana ese buen primer tramo de la noche con el gol inaugural. Alba lanzó a Gavi y éste se apresuró en llegar a la línea de fondo para centrar. Unai Núñez rechazó hacia el centro y Pedri no tuvo más que embocar a la red. Y ya está.
La ventaja del Barcelona provocó el efecto contrario al esperado, más allá de que el árbitro Munuera Montero negara a Raphinha un penalti de Javi Galán. El lateral del Celta dejó clavada la pierna izquierda frente a la progresión del brasileño. Pero el colegiado, con discutible criterio, respondió al extremo que se había tirado.
La desconexión de Lewandowski
Con Lewandowski tan desconectado como en el Giuseppe Meazza, y Ferran Torres haciendo del error su única razón de ser, el Barça comenzó a temblar de lo lindo frente a un Celta que se agigantó en el segundo acto.
Los gallegos no solo le quitaron el balón al Barça, sino también el orgullo. Entre Ter Stegen y Marcos Alonso achicaron agua, a Larsen le anularon un gol por fuera de juego de Galán y, ya en el añadido, Paciencia tiraba al palo antes de que el árbitro volviera a anular la jugada por lo mismo.
Los hinchas del Camp Nou recibieron el final del partido como si, de repente, hubieran sido liberados de una camisa de fuerza. Aliviados, pero perdidos.