Venían los corazones rojiblancos aquejados ya de estrés postraumático de la batalla del miércoles. Faltaba saber la respuesta al miedo generado de estar hace cinco días aspirando a tres competiciones y poder estar fuera de dos en un suspiro. La respuesta del organismo es lucha o huida. Tocó lucha. La batalla en el Metropolitano comenzó en un duelo de trincheras para luego convertirse en una guerra a campo abierto. Una oda a la liga. El empate era el resultado más justo, pero Lamine no lo quiso. Pese a su discreto partido, el extremo culé y la suerte quisieron dar un golpe a la liga y quitarse a un rival. Queda mucho, pero anímicamente fue un mazazo redondeado por Ferran. [Narración y estadísticas, 2-4]
Los primeros cinco minutos de encuentro fueron un monólogo barcelonista. Se jugaron en los 30 metros más cercanos a Oblak. Los ataques eran tan fulgurantes que al público ni siquiera le dio tiempo a acusar una clarísima ocasión de Lamine que se fue tocando el poste. La velocidad de la pared con Olmo cogió a los asistentes despistados, como si la grada percibiera la realidad en 24 fotogramas y el ataque culé fuera a 50.
De director estaba Pedri, y más tras la ausencia repentina de De Jong por un problema estomacal. Lo del canario este año está siendo de Óscar. El juego del Barça ofensivo, pero también defensivo, pasaba por sus botas. Ordenaba la presión de su equipo cuando no tenían el balón y todos le buscaban cuando estaban en fase ofensiva. Mejoraba cada pase en cualquier región del campo y cortaba las líneas de salida del Atlético las veces que los rojiblancos conseguían superar la presión blaugrana.
Su espejo en la parte rojiblanca debía ser De Paul. Decimos debía porque el argentino estaba pesado en el campo. Fallando pases que no acostumbra y causando pérdidas peligrosas. Tenía excusa el argentino y no sólo por el descanso, poco, que ha tenido tras el duelo de Champions. Venía de un golpe en el duelo ante el Getafe del que no ha podido recuperarse del todo por el calendario exigente de la escuadra del Cholo.
Más allá de la dureza física, se vivía también algo de cansancio mental por la semana de polémica en torno al penalti de Julián. Y hablando de penas máximas, estuvo permisivo De Burgos con un agarrón de Íñigo a Llorente en una gran arrancada del lateral rojiblanco. Está el arbitraje en un estado de nervios insoportable con el tema de las manos, pero los agarrones pasan sin pena ni gloria en cada partido. Como mutis se hizo también el colegiado con un golpe de Koundé a Giuliano en una falta que podría haber sido la segunda amarilla.
Julián y Giulano celebran el primer gol del equipo rojiblanco.EFE
De hecho, fue el defensa galo el que se comió el saque de Oblak en el que se originó el gol del Atlético de Madrid. Reinildo le ganó el salto para prolongar a Griezmann y éste puso una banana a Giuliano que dejó el balón para que la Araña picase otra vez. Todo ocurrió en el 45, en el que más duele recibir un gol. Algo impensable tal y como comenzó el duelo, pero nadie sabe como el Cholo que un partido tiene dientes de sierra. Y en los bajos hay que intentar no cortarse.
Si echaba de menos el respetable a Griezmann, el francés apareció para dar esa comba que valió el primer tanto. Hizo una primera parte bastante discreta. Pero Simeone sigue confiando en sus destellos, cada vez más esporádicos, aunque siempre igual de efectivos.
Estrellas postreras
Para el que no pasan los años es para Lewandowski, que apareció en un momento clave para el Barça. Lo hizo medio minuto después del segundo del Atlético, una nueva contra rojiblanca bien conducida por Gallagher y bien definida por Sorloth. Parecía que el partido terminaba ahí, pero el polaco se revolvió con el balón y contra la suerte para perforar la portería de Oblak. Un parpadeo le duró la alegría al Atlético. Comenzaron los minutos locos tras 70 de control. Malo para el Atlético, bueno para el Barça. Así lo demostró Ferran, que tiene algo con el gol. Se adelantó a la defensa dormida del Atlético para poner la testa e igualar el marcador. Estos Atlético- Barça últimamente son un espectáculo.
Llegaban los dos equipos en estados de ánimo diferentes a este duelo. Los rojiblancos de una derrota inesperada en Liga y la polémica y dolorosa eliminación de Champions. El Barça afrontaba este encuentro tras 17 partidos sin perder y en cuartos de la máxima competición europea. El último rival que había conseguido vencerles, por cierto, fue un tal Atlético de Madrid en Montjuic. En el Metropolitano murió en la orilla. Lo acarició, pero Lamine dijo no con algo de suerte ya que su disparo pegó en Reinildo y despistó a Oblak. 17 años tiene la criatura. Ferran redondeó el marcador, pero el golpe fue de Yamal. Y la liga pudo perder un contendiente.