El jueves, la ausencia Fernando Alonso no pasó desapercibida en el Autódromo Hermanos Rodríguez, un circuito con un ambiente muy especial, donde este fin de semana cumple 400 Grandes Premios en la Fórmula 1. El asturiano, víctima de una indisposición que le venía minando desde el lunes, debió cancelar sus compromisos ante la prensa para ultimar su puesta a punto. Según las previsiones de Aston Martin, el GP de México resultará complicado para Fernando, que volverá a probar las actualizaciones aerodinámicas estrenadas en Austin.
“Durante los últimos días no me he sentido al 100% a nivel físico, pero espero estar bien el domingo. Además, este circuito tampoco es muy exigente en cuanto a la alta velocidad y las fuerzas G”, aseguró Alonso, de 43 años, expuesto a los rigores de una pista situada a más de 2.000 metros de altitud. Uno de los escenarios donde peores resultados ha obtenido, con tres abandonos en las cuatro últimas temporadas. De hecho, tras siete participaciones, su mejor posición en la meta fue el noveno puesto de 2021.
El viernes, el trabajo de Alonso al volante del AMR24 se ciñó a la segunda sesión libre, donde ocupó la undécima plaza, a 88 centésimas de Carlos Sainz, autor del mejor crono del día (1:17.699). Sin embargo, esos 90 minutos tampoco sirvieron para extraer demasiadas conclusiones sobre el monoplaza, dado que Aston Martin, al igual que McLaren, Mercedes, Ferrari y Sauber, optó por probar los neumáticos de Pirelli para el próximo Mundial. En la primera sesión, el equipo liderado por Mike Krack ya había previsto que su piloto probador, Felipe Drugovich, tomase el relevo de Alonso. El brasileño se sumó a una nómina de novatos que también incluía a Pato O’Ward, Andrea Kimi Antonelli, Oliver Bearman y Robert Schwartzman.
“La edad es sólo un número”
Sin embargo, la larga sombra de Alonso se hizo notar especialmente durante la rueda de prensa de los jefes de equipo, donde Christian Horner lanzó encendidos elogios en torno a su figura. “Tiene 43 años y sigue en gran forma, demostrando que la edad es sólo un número. Con las herramientas adecuadas estoy seguro de que estaría delante”, comentó el team principal de Red Bull, alabando “la longevidad, la competitividad, las estadísticas y el talento” del doble ganador de las 24 Horas de Le Mans. “Sus dos títulos mundiales no le hacen justicia. Debía haber ganado mucho más que eso”, puntualizó.
Asimismo, Horner confirmó que a comienzos de este mismo año, cuando Sergio Pérez no había firmado su renovación, mantuvieron conversaciones con Alonso para formar una dupla junto a Max Verstappen. “Flavio Briatore y él siempre andan evaluando el mercado, lo que demuestra lo hambriento y competitivo que es”, subrayó el británico, en referencia al mánager de Fernando. Esa opción junto a Mad Max parece haberse esfumado para siempre en Red Bull, que deberá mejorar sus prestaciones en México, donde el líder del Mundial se quejó de falta de potencia tras la primera sesión libre y sólo pudo completar cuatro vueltas en la segunda por un problema de motor.
Mucho más preocupante se presenta el fin de semana para Aston Martin. “Esperamos un fin de semana difícil, como el año pasado. Es un circuito duro para nuestro paquete, pero lo daremos todo”, advirtió Alonso. El asturiano, aunque suma 396 participaciones oficiales en el Gran Circo, estuvo presente de forma activa en tres más: GP de Bélgica 2001, GP de EEUU 2005 y GP de Rusia 2017. Asimismo, se inscribió en el GP de Bahrein 2016, aunque aquella vez en Sakhir no pudo subirse a su McLaren. Desde su debut en el GP de Australia 2001, Alonso acumula 105 grandes premios con Renault, 96 con Ferrari, 94 con McLaren, 44 con Alpine, 41 con Aston Martin y 16 con Minardi.
Contemplado de cerca, Niclas Füllkrug podría pasar por un peso pesado, con su célebre dentadura mellada, sus 189 centímetros y sus bíceps forjados hace un par de años, cuando ni siquiera jugaba en la Bundesliga. Sin embargo, el máximo realizador del Dortmund, autor de 15 goles en 42 partidos, nunca ha cruzado guantes con un rival tan propicio como Antonio Rüdiger, su gran amigo, el encargado de vigilarlo el sábado en Wembley. Füllkrug, uno de los últimos panzers del área, sabe que juega en un puesto en vías de extinción. Y que este fútbol moderno, tan previsible por momentos, le considera un vestigio del pasado.
La ascensión resultó más que ardua, pero una década después, Füllkrug al fin ha hollado la cima. Esta final de Champions supone un desafío asombroso para un ariete que en mayo de 2022 -mientras el Real Madrid partía rumbo a la Decimocuarta en París- andaba luchando por el ascenso del Werder Bremen. Su ejemplar empeño guarda similitudes con el de Joselu. A los 31 años, dos después de su primera convocatoria con la selección absoluta, tantas horas de entrenamiento táctico y gimnasio han merecido la pena.
Füllkrug no alcanza las dimensiones de Jan Koller, aquel descomunal checo que hizo tambalear a Iker Casillas en febrero de 2003. Tampoco se siente demasiado cómodo con el balón en los pies. No obstante, su mera presencia en el área debería suponer toda una inquietud para Rüdiger, el central que minimizó a Erling Haaland. Sin embargo, a diferencia del City, que apenas quiso colgar balones, el mayor caudal ofensivo del Borussia se intuye en los centros hacia la frente de su ariete. "Me gusta Antonio porque, pese a su agresividad, es muy honesto. Cuando viene hacia ti parece que quiere matarte, pero eso también me gusta. Adoro jugar contra esta clase de defensas", admitió el pasado martes, tras el último entrenamiento previo al Media Day.
Desde que en agosto, ya iniciada la Bundesliga, pudo cerrar su traspaso, Edin Terzic ha confiado a Füllkrug la responsabilidad rematadora. Aprovechando las continuas lesiones de Sebastian Haller, poco a poco ha ido adaptándose al fútbol de transición de este Borussia. El gol al PSG en la ida de semifinales, dejando en mal lugar a Lucas Hernández, dejaría constancia de sus virtudes. Füllkrug no es sólo un fósil del fútbol de antaño. También ejecuta a toda velocidad. Incluso con la zurda, su pierna menos hábil.
Para saber más
Durante las semanas previas al Mundial 2022, la figura de Füllkrug fue cuestionada por los medios alemanes, estupefactos ante la inclusión de un delantero recién salido de la Bundesliga 2. Su golazo a España, pocos minutos después de saltar a la hierba, silenciaría las críticas, multiplicando el interés del Borussia. Una década después de la salida de Robert Lewandowski, en el Westfalenstadion contaban de nuevo con un rematador puro. Alemán, por más señas, lo que le conectaba con algunas leyendas del club.
Friedhelm Konietzka, por ejemplo, siempre será recordado como el autor del primer gol en la historia de la Bundesliga. Su peinado a cepillo le otorgaba un aire tan marcial que pronto le apodarían Timo, en honor al general soviético Semyon Timoshenko. De su adusto carácter se cuentan mil historias, aunque ninguna tan divertida como la de aquel 4 de diciembre de 1963, con un memorable 5-0 al Benfica. Pasada la media hora, Konietzka iba a anotar el primer gol, así que un espectador saltó al césped para colgarse de su cuello. El gesto poco amable de Timo sigue levantando carcajadas entre los fieles a la Südtribüne.
Aún más significado simbólico hubo que atribuir a Lothar Emmerich y Sigfried Held. Bautizados como los Gemelos Terribles, lideraron al Borussia hacia la Recopa de 1966, el primer título europeo de un club alemán. Emmerich, hijo de minero y nacido en Dortmund, se entendía telepáticamente con Held. Uno iniciaba por la izquierda y el otro, desde el corazón del área, rompía la red. Como Jadon Sancho y Niclas Füllkrug, por poner un ejemplo actual.
Durante casi cinco semanas en Nueva Zelanda y Australia, Luis Rubiales nunca manejó otra opción en su cabeza. España, por primera vez en la historia, iba a proclamarse campeona del mundo de fútbol en categoría femenina. Lo repetía a modo de mantra. Con una convicción casi suicida. Así que sus colaboradores, entre la prudencia y el estupor, optaron por seguirle la corriente. Las futuras campeonas, con quienes había mantenido notorias discrepancias, también empezaron a observarle con creciente simpatía. En aquel verano de 2023, el ex presidente de la Federación ejercía como único enlace entre el vestuario y su técnico, Jorge Vilda. Porque ese vínculo se había roto tiempo atrás. Y no había reconciliación posible. Sin embargo, tras cada victoria en el Mundial, el entusiasmo de Rubiales empezaba a resultar más y más contagioso. De algún modo, cautivador. Su apuesta por el fútbol femenino, esta vez sí, era firme. Así se lo había repetido mil veces a Jennifer Hermoso. Con ella mantenía una relación muy estrecha, basada en la camaradería. En un visceral modo entender el fútbol y la vida. Sin embargo, el 20 de agosto de 2023, sobre el césped del Stadium Australia de Sydney, Rubiales propinó un beso no consentido a Hermoso que puso patas arriba el fútbol español y por el que, a partir de hoy, deberá rendir cuentas en la Audiencia Nacional. Se le acusa de dos delitos: agresión sexual y coacciones. La Fiscalía pide para él una pena de dos años y medio de cárcel.
En el banquillo del Juzgado Central de lo Penal, presidido por el magistrado José Manuel Clemente, también se sentarán Jorge Vilda, ex seleccionador femenino, Albert Luque, ex director deportivo de la selección masculina y Rubén Rivera, ex responsable de marketing de la selección. A los tres se les imputa un delito de coacciones, por el que podrían ser condenados a un año y medio de cárcel.
Según la denuncia de Hermoso, Vilda, Luque y Rivera intentaron subestimar la importancia de lo sucedido, presionándola para que no tomase medidas legales. Respecto al beso de Rubiales, Jenni admitió haberse sentido «vulnerable y víctima de una agresión, un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento por mi parte». Así definía, el 25 de agosto de 2023, los hechos. Sin embargo, sólo unos minutos después del beso, ni Hermoso ni su entorno más cercano, incluido el sindicato FutPro, mostraban alarma alguna. ¿Qué sucedió en esos seis días para que la capitana cambiase el discurso? Tras consultar con varios testigos, EL MUNDO ha querido reconstruir, paso a paso, aquellos hechos.
«Estoy para lo que me pidáis»
Para comprender de forma más precisa lo que pasó aquel domingo en Sydney hay que remontarse unos días atrás. En concreto, hasta el acceso de España a las semifinales, donde se mediría a Suecia. «Estoy para lo que me pidáis. Si queréis que vengan más familiares, adelante», contó Rubiales a sus jugadoras. Aquello suponía otro paso en el plan de conciliación por el que ellas tanto habían peleado. El que les igualaba en derechos a otras selecciones de la elite.
Porque desde el inicio del torneo, Irene Paredes e Ivana Andrés, dos de las líderes, pudieron convivir en el hotel de concentración con sus parejas y sus hijos: Mateo, de dos años, y Jara, de apenas unos meses. Rubiales se había involucrado personalmente para que todas dispusieran de una bolsa económica destinada al desplazamiento de sus familiares. Aunque en el inicio del torneo ese reparto resultó algo caótico, con el paso de las semanas se hizo más flexible. De igual modo, las malas caras de los primeros días dieron paso a un ambiente más cálido. Salvo un par de excepciones, el equipo apreciaba el golpe de timón de su presidente.
Sin embargo, el clima interno distaba del ideal. Baste el caso de Misa Rodríguez, relegada a la suplencia tras el 0-4 ante Japón. A partir de ese momento, la guardameta rompió cualquier relación con Vilda. Sin olvidar la clásica rivalidad de clubes trasladada a la selección. Ivana Andrés, capitana, y Misa Rodríguez, jugadoras del Real Madrid, observaban con recelo a las del Barça, con siete titulares en la final ante Inglaterra. Cuando las azulgrana pidieron permiso a Ivana para que Paredes alzase la copa, la madridista se negó en rotundo. Ella había seguido con Vilda durante el plante de Paredes y otras 14 compañeras en 2022. «Si algo nos enseñó aquel Mundial es que, a diferencia de lo que suele decirse, un equipo con un vestuario roto sí puede alcanzar el éxito», explica a este periódico un ex trabajador de la RFEF.
Vilda, durante el calentamiento previo a la final ante Inglaterra.AFP
La gravedad del asunto habría desesperado a otro presidente, pero no a Rubiales. En realidad, aquellos manejos le parecían peccata minuta. Al fin y al cabo había sido él, socialista de cuna, hijo del alcalde de Motril, quien pactó con Gerard Piqué una comisión de 24 millones de euros por el traslado de la Supercopa a Arabia Saudí. Era su peculiar modo de entender la presidencia. Después de mil escaramuzas con Javier Tebas, presidente de LaLiga; después de tantos devaneos con Pedro Sánchez para organizar el Mundial 2030; después de grabar en secreto sus conversaciones con José Guirao, ministro de Cultura y Deporte; después de la fiesta en un chalet de Salobreña con una decena de «chicas de imagen»; después del espionaje a David Aganzo, presidente del sindicato AFE, Rubiales se sentía invulnerable. Dos meses antes ya había gozado con la Nations League, un logro menor. Ahora necesitaba otro título a escala planetaria: el Mundial femenino.
Aferrado a su incombustible optimismo festejó desde el palco de autoridades el gol de Olga Carmona, maldijo el penalti errado por Jenni Hermoso y descontó, uno a uno, los 13 minutos de tiempo añadido. Tras el pitido final, la tensión se le iba a desbordar del modo más obsceno: una mano en los testículos ante la atónita mirada de la Reina Letizia y la Infanta Sofía. Pocos metros más allá, en la zona VIP donde se sentaban los representantes de clubes, federaciones territoriales y la gente de FIFA y UEFA, nadie iba a percatarse. La mayoría se enterarían al día siguiente.
«No descarto que lo llevara pensado, como muestra de lo cercano y cariñoso que era»
Entre tanta euforia, Rubiales bajó a la hierba. Las campeonas desfilaban hacia el podio, donde Gianni Infantino, presidente de la FIFA, y la Reina entregarían el trofeo. Una a una fueron pasando. Al llegar Jenni, ante casi nueve millones de españoles frente al televisor, Rubiales le lanzó un beso en la boca. «No descarto que lo llevara pensado, como muestra de lo cercano y cariñoso que era», apunta una fuente federativa.
Unos minutos más tarde ya se había formado un pasillo a modo de besamanos. «Cuando fuimos a felicitarle, el clima era de cachondeo, de cero importancia. Algunos le recordaban lo sucedido entre Iker Casillas y Sara Carbonero», rememora otra asistente, del círculo de Hermoso. Una anécdota para la mayoría de radios y televisiones que lo recogieron casi en directo. Mientras en el vestuario continúan con la broma («¡Presi, que nos casamos!») un tuit de Pablo Echenique, a eso de las 16:25 horas, hace saltar las alarmas en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.
En el Airbus A350 de Iberia
«¿Esto de Rubiales no va a tener consecuencias penales?», se preguntaba el ex portavoz parlamentario de Podemos. La red X, a petición de la FIFA, iba a retirar su vídeo por una cuestión de derechos televisivos, aunque Echenique no cejaría en el empeño. «Aquí el fotograma del posiblemente delictivo acto de Rubiales. A ver si la FIFA me tumba esto también». Casi de inmediato, Yolanda Díaz, número dos del Gobierno en funciones, e Iñigo Errejón se sumaron a la censura.
Jenni, que había transmitido un directo por Instagram siguiendo la broma, decide atender una llamada de la Cadena COPE. Más chistes. El equipo viaja desde el hotel al aeropuerto y los responsables de prensa de la RFEF empiezan a detectar en las redes sociales un efecto de bola de nieve. Rubiales, cegado por el éxito, no da al tema trascendencia alguna. Tampoco ante los micrófonos de Juanma Castaño: «No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos, de verdad. Es un pico de dos amigos celebrando algo... no estamos para gilipolleces».
Según el escrito de la Fiscalía, durante ese vuelo Rubiales se dirigió a Jenni «para que accediese a hacer una manifestación pública conjunta» durante la escala en Doha. «Es verdad que hubo gente que habló con ella, pero sin ningún tipo de presiones para que grabara el vídeo», explica otro de los presentes. Mientras el escándalo alcanzaba ya cada rincón del planeta, en el interior del Airbus A350 de Iberia se sucedían escenas que rozaban lo grotesco. Con Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del Real Madrid, en pijama por los pasillos; con las campeonas rechazando cualquier petición para colaborar; con Vilda aún pendiente de su hija, que dos horas antes de despegar había sido hospitalizada por un leve problema gástrico; con los brindis de cava, las porciones de tarta y las miradas de inquina; con el secretario de Estado, Víctor Francos, tranquilizando a Rubiales: «No te preocupes, que a la ministra portavoz [Isabel Rodríguez], le vamos a decir lo que tiene que contar»...
Cuando Rubiales descubre que Jenni se niega en rotundo a comparecer junto a él, pierde los papeles. En Doha tuvo que ofrecer, solo ante la cámara, unas disculpas que sonaban a hueco. Aquel vídeo tuvo un efecto bumerán.
«En mitad de la negociación con Junts, a Pedro Sánchez le venía muy bien que se hablara de otra cosa»
Después de 22 tortuosas horas en el aire, la fiesta en la madrileña explanada del Parque del Rey tampoco despejaría los nubarro. Mientras atronaban los acordes de Juan Magán, Vicco o Camela, Francos y Rodríguez intentaban jugar, entre bambalinas, un papel de mediadores. Rubiales no quiso aparecer, convencido de que la celebración sólo correspondía a las campeonas. Un año antes, tras el éxito de la Nations League, ya había seguido desde casa los actos organizados en el WiZink Center.
Rubiales y Vilda, durante la recepción a las campeonas en La Moncloa.AFP
Él ansiaba su momento a la mañana siguiente en La Moncloa. Sin embargo, Pedro Sánchez se lo negó. Más allá de un frío apretón de manos a la llegada, el presidente del Gobierno no quiso ninguna foto con él. Durante el posado de grupo, Rubiales fue relegado a una esquina. Por aquellos días, Sánchez empezaba a negociar los votos de Junts para la investidura. «Le venía muy bien que se hablara de otra cosa, así que exprimió al máximo nuestro problema», apunta uno de sus ayudantes.
Los adeptos a la causa
Según quienes vivieron junto a Rubiales aquel final de agosto, los días siguientes en Las Rozas fueron «muy difíciles». Los gabinetes de crisis se sucedían en la tercera planta del edificio principal de la Ciudad del Fútbol. Por el despacho del presidente -más de 100 m², con terraza incluida- desfilaron los adeptos a la causa: su amigo Nene -imputado junto a él en la operación Brody-; Antonio Gómez-Reino, director de relaciones institucionales; Chema Timón, jefe de Gabinete, y su padre, Luis Rubiales López. Sin olvidar a los seleccionadores, Luis de la Fuente y Jorge Vilda o algunos presidentes de las territoriales. La inmensa mayoría, con la excepción de su padre, le animaba a resistir.
Hasta Ibiza, tratando de ablandar a Jenni, habían viajado Rivera y Luque. «Si en este momento le ayudaba seguramente le podría conseguir un puesto en la Federación», razona Marta Durántez, fiscal del caso, aportando algunos mensajes donde el ex futbolista del Deportivo acusa a Hermoso de «mala persona» y la desea «que se encuentre muy sola en la vida». A tenor de otras filtraciones, los contactos entre la jugadora y Rivera también incluían Whatsapp de diversa índole: «Rubén, puedes decir a tu mujer que no tengo bikini. Que me ha preguntado y le he dicho que sí tenía, jaja».
A última hora del martes 22, la Federación convocó una Asamblea Extraordinaria para el viernes 25. Según los más fieles a Rubiales, este fue su mayor error. Y lo atribuyen a la recomendación de Alejandro Blanco, presidente del COE, que pretendía escenificar el apoyo de todos los estamentos del fútbol. En cualquier caso, tras interminables conversaciones, el núcleo duro convence a Rubiales para que dimita en la Asamblea. El jueves 24, él mismo activa la maquinaria con la que dar por hecho su adiós. Llama al Consejo Superior de Deportes para informar de todo. La inmediata filtración de Francos no sólo le enfurece, sino que le impulsa a un último y triple salto mortal. «¡No voy a dimitir!, ¡no voy a dimitir!, ¡no voy a dimitir!».
Sólo su padre y otra persona, que no ha podido ser identificada por este diario, sabían de la pirueta. Después, tomó a sus hijas, las montó en su coche y puso rumbo a Valencia. Al mediodía del sábado 26, la FIFA, comunicó por mail a la RFEF que suspendía provisionalmente a Rubiales «mientras se tramita el expediente disciplinario». Aquello se tradujo en tres años de inhabilitación. Hasta ahí alcanzó la justicia deportiva. Hoy llega el turno de la justicia ordinaria.