Roberto Bautista, Bernabé Zapata, Albert Ramos y Marcel Granollers, completan el equipo de David Ferrer, que también se medirá a Corea del Sur y Chequia.
David Ferrer charla con Davidovich.EFE
Arranca en Valencia la fase de Grupos de la Copa Davis para un equipo español que participa sin Carlos Alcaraz pero que confía en sus opciones para terminar entre los dos primeros del grupo C para obtener un billete para la Final a Ocho de Málaga. El desafío será complicado, ya que entre los rivales se encuentra Serbia, liderado por Novak Djokovic. Los otros adversarios son y Chequia y Corea del Sur.
David Ferrer, que estrenará en Valencia la capitanía del equipo español, ha otorgado el liderazgo del equipo a Alejandro Davidovich. «Tengo muchas ganas de saltar a la pista porque es una ilusión que tengo desde pequeño y ademas poder jugar en casa», asegura el tenista. El resto del equipo español lo componen Roberto Bautista (volverá a competir tras siete semanas de baja) Bernabé Zapata, Albert Ramos (suplió la baja de Alcaraz) y Marcel Granollers, informa Efe.
La fase de grupos arrancó ayer con el enfrentamiento entre Corea del Sur y una Serbia que no podrá contar con Djokovic, que el lunes aún se encuentra en Nueva York atendiendo a los compromisos publicitarios y a los medios de comunicación tras ganar el Abierto de Estados Unidos, su 24º Grand Slam.
Los checos, «muy peligrosos»
España debuta hoy ante Chequia, en un enfrentamiento que, a priori, se antoja decisivo para obtener una de las dos primeras plazas del grupo. Los checos cuentan en su equipo con tenistas que Ferrer calificó como «muy peligrosos», como Jiri Lehecka y Adam Pavlasek, que jugarán los dos partidos de individuales en un equipo que completan Tomas Machac, Jakub Mensik . El gran duelo de este grupo llegará el viernes con el enfrentamiento entre España y Serbia, en el que, con toda probabilidad el equipo balcánico ya podrá contar con Djokovic en un equipo integrado además por Laslo Djere, Miomir Kecmanovic, Dusan Lajovic y Hamad Medjedovic.
El equipo español concluirá su participación el domingo ante Corea del Sur, el rival menos potente del grupo, que cuenta con Soonwoo Kwon, un jugador muy competitivo, como ya demostró el año pasado en Valencia al derrotar al canadiense Felix Auger-Aliassime. Los asiáticos completan su equipo con Yun Seong Chung, Seongchan Hong, Jisung Nam y Minkyu Song.
Los encuentros comienzan cada jornada a las 15:00 horas. Cada día se disputan tres partidos: dos individuales y un dobles.
Ave, César, los que van a ganar te saludan. El César de la Champions no es el César de Roma, al que ofrecían su muerte delincuentes y gladiadores en el coso del Capitolio. La gente del Madrid no piensa jamás en la muerte, ni siquiera con los dos pies en el cadalso, como volvió a estar ante el Bayern, porque su único 'memento mori' es la victoria, la cumpla la estrella de Vinicius o la buena estrella de Joselu en su 'momento Champions', en su 'momento Mbappé'. [Narración y Estadísticas, 2-1]
Una transformación indescifrable la de este antidivo como indescifrable es este equipo. De Lisboa a Kiev, el rastro de sus conquistas es como el perímetro de un imperio, la Roma del fútbol. El apolíneo templo de Wembley aguarda, pues, al Madrid de los increíbles, al Madrid Imperator.
La vida y la muerte, la victoria y la derrota juegan con nosotros, nos escogen, pero no hay nadie a quien el destino quiera tanto como al Madrid, como prueban sus 14 triunfos en 17 finales, no siempre en partidos dominados, en ocasiones asediado, como en Saint Denis o en el Etihad, y al borde de la eliminación, que es como estaba en el Bernabéu cuando Neuer, dueño de un acto pletórico, fue un niño en el patio del colegio. Joselu, el más pillo de la clase, lanzó el balón a la esperanza, a dos minutos del final, y a Wembley, cuando todos mueren menos el Madrid.
Al Bayern le quedan las quejas, y seguramente con razón, por un polémico final en el que se hizo un lío incomprensible el colegiado Marciniak, al pitar antes una acción que debería haber dejado continuar y en la que el balón acabó en la red de Lunin. Para eso está el VAR. Pero la realidad es que el equipo bávaro perdió el partido por sus errores en los momentos de temblor del Bernabéu que nadie sabe explicar. Ni Tuchel ni Guardiola. Nadie.
EL MIEDO A LOS ERRORES
Al Bayern le gustan las mismas cosas que al Madrid. Le gusta correr. Si algo le importaba, sin embargo, es que no lo hiciera el rival, porque cuando eso sucede, el Bernabéu es como un desfiladero por el que no se desboca simplemente un equipo de fútbol. Es un alud, un alud blanco. Las precauciones mandaban, pues, sobre los atrevimientos, con dos futbolistas más capaces de estar en su sitio frente a un ataque posicional que los que lo hicieron en la ida. Se trataba de De Ligt y Pavlovic. Tuchel no tenía prisa ni obligaciones por el resultado, y tenía miedo.
También Ancelotti, que no tuvo reparo en reconocerlo, pese a las bromas de Carvajal. Ningún inteligente esconde el miedo. Lo siente, lo observa, lo analiza y lo combate. Ancelotti no podía hacerlo como Tuchel en el Bernabéu, por lo que lo hizo mediante la seguridad en los pases.
Una pérdida era un apretón del rosario, y en esto es mejor mirar a la pelota que al cielo. Cuando eso ocurre, mal asunto. El Madrid sabía que debería llevar el peso del juego y la instrucción es que siempre empezara en Kroos, un tipo con aspecto de no perder nunca las llaves de casa. Asegurar las transiciones y arriesgar solo cuando el balón llegara a Vinicus y Rodrygo.
El show de Vinicius
Vinicius, en un lance del juego.MariscalEFE
Lo hizo Vinicius nada más sonar el silbato y perder la primera pelota el Bayern. Levantó los brazos y se dirigió a la grada en busca de la acústica que provoca el techo cerrado del Bernabéu. Estaba inyectado, quizá demasiado, pero era lo que el momento pedía. Vini, centrado o en la banda, iba a demostrar quién es, y quién es en la Champions, lo que no ha podido hacer Mbappé, ya eliminado.
Empezó por un lanzamiento al palo que Rodrygo remachó al cuerpo de Neuer. Nada más empezar la segunda parte buscó el uno a uno en la izquierda. Ni Laimer ni Kimmich, dos jugadores excepcionales, pudieron, ni por separado ni juntos, frente al brasileño. Otra vez Rodrygo desperdició el regalo de su compatriota, pero Vini no paró hasta provocar lo mejor de Neuer y, finalmente, lo peor, su error fatal.
La segunda consigna de Ancelotti era cerrar las bandas a Sané y Gnabry, en las que Carvajal y Mendy empezaron por no ceder ni un palmo. Gnabry encontró un aclarado gracias a Musiala en el arranque, aunque mal solucionado. Poco después fue al banquillo, lesionado, para dejar su lugar a Davies. Diablo por diablo, era más diablo en segundo, como demostraría con el 'zigzag' y el latigazo que cambiaba el decorado.
Musiala y el diablo Davis
Que se equivoque el contrario, pensaba Tuchel, al que no le importaba un partido largo, larguísimo, mientras estuviera en la eliminatoria. Renunció a cualquier tipo de presión alta y esperó a que aparecieran los espacios. No llegarían para el Bayern hasta la segunda parte y cuando eso ocurrió aparecieron Musiala y Harry Kane.
Pocos se mueven igual en ese territorio. Tuchel cambió la posición de Musiala, de la banda, donde jugó en Múnich, a la mediapunta. Lo poco que el Bayern podía filtrar con intenciones partía de sus botas, muy poco durante el primer tiempo. Apenas una volea de Kane pudo encontrar el equipo alemán en ese tramo, un pobre balance ofensivo.
La estirada del Madrid en el segundo y el desgaste acumulado los permitieron y fue Musiala el primero que provocó lo mejor de Lunin en un disparo a quemarropa. Estaba claro que el Bayern había encontrado caminos hasta enconces cerrados. Kane se unió a su compañero para encontrarlos. En el caso del inglés hablamos de un delantero centro que es mucho más, con movimientos y cambios de juego propios de un centrocampista cuando se retrasa unos metros. Cumple ese rol en el equipo bávaro como en la selección inglesa. La acción en la que cedió para la carrera de Davies fue un ejemplo.
Ancelotti buscó entonces en el banquillo soluciones, con Joselu y Brahim, como soldados de reemplazo que siempre están en su sitio, dispuestos para la misión. El cazagoles que llegó sin jerarquía para llevar el 9 las encontró en el miedo ajeno, por dos veces, para citarse con el sorprendente Borussia Dortmund en la final del 1 de junio y llevar más allá los límites de este imperio que pocos comprenden y tantos aman.
La terrible hambruna en la Franja de Gaza pasa factura al mercado de fichajes. La ideología, la política y la guerra condicionan todos los sectores, y el fútbol no es una excepción. El conflicto entre Israel y Hamás marca el futuro del delantero Shon Weissman (Kiryat Haim, Haifa, 1996). El fichaje del goleador judío ha sido rechazado por el Fortuna Düsserldorf después de la presión ejercida por los aficionados del club alemán ante el posicionamiento mostrado por el jugador en los últimos años sobre la represión de Israel a la población gazatí.
Bild informó el martes que el futbolista, tiempo atrás, había publicado en sus redes sociales varios mensajes tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, en el que murieron 1.219 personas y que dio paso a la ofensiva de Israel en Gaza, que ha provocado ya más de 60.000 muertos. Bild recordó que Weissman pidió en redes a Israel que «borrara Gaza del mapa» o que «lanzara 200 toneladas de bombas» sobre este territorio palestino. «No hay inocentes (en Gaza), no necesitan ser advertidos», habría escrito en otro mensaje. Weissman borró posteriormente las publicaciones y las atribuyó a un error en un momento de gran carga emotiva. Pero los hinchas del club de Düsseldorf no olvidaron el pasado y señalaron que esos comentarios fueron «irrespetuosos y discriminatorios, contrarios a los principios que Fortuna representa y trata de promover».
Después de descartarse su fichaje, el delantero indicó que no modificará su pensamiento sobre el conflicto. «Seguiré portando con orgullo la bandera de mi país allá donde juegue», dijo. También recalcó que no permitirá que se le considere un incitador al odio.
«Soy hijo de una nación que está de luto por los horrores del 7 de octubre. Ese día negro sigue siendo una herida para mí como miembro de una familia israelí y como atleta que representa a mi país», expuso Weissman en referencia al asesinato de cientos de israelíes a manos de Hamas. «Es posible y necesario oponerse al daño a personas inocentes en ambos lados, pero no permitiré que se me retrate como alguien que incitó al odio», añadió el delantero, que actualmente milita en el Granada, en la Segunda División española.
Weissman agregó que sigue «comprometido» con «los valores de la humanidad, el espíritu deportivo y el respeto mutuo». «Nadie externo puede entender realmente por lo que hemos pasado. La lealtad no se debate, especialmente cuando tu pueblo aún está enterrando a sus muertos», sentenció el delantero de 29 años, que ha disputado 33 partidos con Israel y que esta semana se marchó a Düsserdorf para pasar la pertinente revisión médica con el Fortuna. «Estoy profundamente agradecido por el apoyo que he recibido de personas que realmente me conocen y seguiré portando con orgullo la bandera de Israel donde juegue», subrayó.
El futbolista judío ya escuchó protestas de los hinchas del Granada cuando fichó por el club, en enero de 2023. El Granada está dispuesto a desprenderse del delantero porque su marcha aligeraría la masa salarial del club. Semanas atrás, el delantero tuvo ofertas de clubes griegos y chipriotas, pero no se llegó a ningún acuerdo.
Weissman no es el único jugador que ha visto afectada su carrera por esta guerra. En 2023 Maguncia, club de la Bundesliga, despidió al neerlandés de origen marroquí Anwar El Ghazi por varias publicaciones en redes, un despido que la justicia alemana consideró injustificado, informa Afp. Noussair Mazraoui, ex defensor de Bayern Múnich y ahora en Manchester United, tuvo que pedir disculpas tras pedir en redes la «victoria» para «nuestros oprimidos hermanos de Palestina».
Desde 1860 hasta la semana pasada se han disputado 468 majors de golf con 233 ganadores diferentes. Ninguno de ellos había sido capaz de traspasar la barrera de los 20 golpes bajo el par hasta que Xander Schauffele dio este domingo, con su victoria en el PGA Championship de Valhalla, un gigantesco salto a la historia estableciendo el registro de -21. Nunca antes un jugador de golf había dominado de tal manera a un campo de golf en un torneo del Grand Slam. Y no es una cuestión de una preparación más benévola del escenario ni de unas condiciones húmedas durante la semana que motivaron unos greenes más receptivos.
Todo condiciona, pero el análisis es mucho más amplio y global. En los últimos meses, las alarmas del golf han sonado, el deporte ha evolucionado hasta un nivel en el que la mejoría en los resultados de los profesionales se ha descontrolado. En el Open Championship de 2016 Stenson ganó su duelo al sol con Mickelson haciendo -20, Dustin Johnson conquistó el atípico Masters de Augusta en noviembre de 2020 también con -20 y Cam Smith dominó en 2022 la mítica 150 edición del Open en St. Andrews con idéntico resultado. Los tres establecieron el récord tras superar la anterior cifra de -16 que Rory McIIroy y Brooks Koepka lograron, respectivamente, en las ediciones de 2011 y 2107 del US Open.
Quiere esto decir que en los últimos 12 años se han firmado los mejores seis resultados más bajos de la historia de los majors. Si nos referimos a las miles de rondas individuales que se han disputado a lo largo de la historia en los grandes las cuatro más bajas (62 golpes) se han suscrito todas desde 2017.
La conclusión parece bastante clara: el nivel del golf profesional ha mejorado escandalosamente en los últimos años, los campos se están quedando cortos, y los jugadores cada vez afinan más en todos los aspectos del golf. En el siglo pasado, solo cinco lograron la extraordinaria gesta de bajar de los 60 golpes en los principales circuitos profesionales, un hito que hasta entonces parecía una quimera. Hoy, la épica de firmar 18 hoyos por debajo de los 60 golpes se extiende a 20 rondas más. Solo en el último año y medio, hubo una tarjeta de 57 golpes, otra de 58, y cinco de 59.
Atletas con avances en todos los frentes
Son varios los factores que propician esta mejoría. Por un lado la mayor preparación de los competidores. Tanto física como mentalmente, el jugador de golf es un atleta. Exceptuando algunos ejemplos, están casi desterradas las imágenes de jugadores barrigudos o fuera de forma, estampa habitual de muchos de los campeones del pasado. Ahora se estudia la biomecánica, la nutrición, todos los detalles se cuidan para que el cuerpo humano saque su mayor rendimiento físico y cada músculo que interviene en el complejo swing de golf vaya al límite.
Aunque sin duda es la tecnología aplicada al material del golf lo que verdaderamente ha revolucionado este deporte. Hasta tal punto que los dos principales organismos que lo rigen, la USGA y el Royal and Ancient se han puesto de acuerdo para decir basta. En los últimos años se han ido imponiendo limitaciones en las longitudes de las varillas de los palos, o en el coeficiente de restitución de las cabezas del los drivers (el efecto palanca que pueden llegar a producir), pero no es suficiente. Los profesionales siguen alcanzando distancias estratosféricas, golpeando a la bola con materiales con mayor indulgencia hacia los errores humanos, la bola cada vez obedece más a exigencias de los jugadores y en consecuencia cada vez se juega mejor al golf.
El siguiente paso llegará en 2026, cuando USGA y R&A pretenden imponer el control sobre la bola de golf. A estas horas continúan las pruebas para lograr limitar la tecnología de la bolas y evitar que en ningún caso se pueda rebasar la distancia de 317 yardas.
En los experimentos se calcula que se reducirá la distancia de los profesionales entre 15-20 yardas, con lo cual se conseguirán mayores complicaciones para darle efectos a la bola. De momento la medida entraría en vigor de forma voluntaria, a través de una regla local que los organizadores podrían utilizar o no en sus torneos, aunque sin duda es el primer paso de lo que viene y el inicio de la lucha real contra los resultados.