Las llamadas de Piqué o Busquets no convencieron al ‘Máquina’, apodo con el que viejos compañeros de equipo y de la selección, como Casillas, llaman a Xavi Hernández desde los primeros encuentros en la sub 17. Tampoco el viaje exp
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Se acabaron los temores para España, temores que nacían del colapso de la Federación tras el caso Rubiales. La puesta en marcha de un proceso electoral por el que la institución tendrá presidente el 16 de diciembre ha sido suficiente para que la FIFA confirmara, en su Congreso, la concesión del Mundial 2030 a España, Marruecos y Portugal, con un numero de partidos que se disputarán en Argentina, Paraguay y Uruguay, por tratarse de la edición del centenario del torneo. En el mismo acto, conducido de forma virtual por Gianni Infantino desde Zúrich, se ratificó la celebración de la edición de 2034 en Arabia Saudí, país en el foco por la vulneración de los derechos humanos. El sistema para hacerlo no fue por votación, sino por aclamación, imposible de medir y realmente controvertido.
España volverá, pues, a tener un Mundial 48 años después, aunque en esta ocasión compartido. La mayor parte de la competición se disputará en su territorio, donde han sido inicialmente evaluados con éxito 11 estadios, o sus proyectos en construcción, de nueve ciudades (Santiago Bernabéu, Metropolitano, Camp Nou, RCDE Stadium, La Cartuja de Sevilla, Estadio Gran Canaria, La Rosaleda, Anoeta, Riazor, Nueva Romareda y San Mamés). Lo que España desconoce es si uno de sus recintos será la sede de la inauguración y la final. El Bernabéu, que albergó el desenlace del torneo en 1982, entre Italia y Alemania, parte como favorito, aunque para la cita compiten, asimismo, Camp Nou y el Gran Estadio Hassan II, con capacidad para 115.000 espectadores, en construcción en Casablanca.
Tánger, Agadir, Rabat, Fez y Marrakech serán las otras sedes de Marruecos, país que entró a formar parte de la candidatura en la recta final, pero con una gran influencia sobre la FIFA, al haber sido su cuerpo diplomático clave en la negociación con Arabia para que el país del Golfo no optara al 2030 a cambio de asegurarse la cita de 2034. Los avances en el desarrollo del fútbol realizados en el país del Magreb son muy valorados en Zúrich. La adjudicación de los partidos a las sedes y por tanto de la inauguración y la final será tomada por FIFA, por lo que es el gran recinto de Casablanca, con capacidad para 115.000 espectadores, es un potente rival para el Bernabéu, inicialmente favorito. La débil posición de la Federación española, debido al deterioro de su imagen, no ayuda. La capacidad que en el pasado tenían los comités organizadores es testimonial desde 2022, cuando FIFA decidió asumir la mayor parte de las competencias.
El Mundial lo completan tres sedes en Portugal (Estadio Alvalade y Estadio do Sport en Lisboa, y O Dragao en Oporto). Para los encuentros que deberán celebrarse en Sudámerica para conmemorar el Centenario del Mundial, cuya primera edición fue en Uruguay en 1930, han sido designados los estadios Monumental de Buenos Aires, Defensores del Chaco y Nuevo estadio Nacional en Asunción, y el Centenario de Montevideo. La decisión ha provocado dudas por las diferencias de clima, al ser invierno en los meses de junio y julio en el cono sur. La candidatura es, pues, el resultado de equilibrios logísticos, políticos y emocionales. Todas estas sedes están sujetas a cumplir los requisitos de FIFA en cuanto a construcción y reformas.
Del calvario a la Cartuja, del padecimiento al altar, transita este Madrid, como si lo hiciera a caballo de un presente que es su propia historia. Gana y gana, convenza o no convenza, se sobrepone a sus malos días y a los peores días de algunos de sus jugadores. Como Alaba, al que todo lo que le tocaba, acababa en la red de Lunin. Rüdiger, su sustituto, lo redimió con el tanto de la clasificación. Como Vinicius, negado para el gol, pero alumbrado para asistencias que son goles envueltos en papel de Papá Noel. La Real Sociedad asistió a ese destino que no se comprende, sólo se padece, y ahora aguardan Atlético o Barça, que hoy encienden el Metropolitano, para un duelo que sumará un título para el vencedor y una tragedia para el perdedor, sea quien sea.
Lo que empezó como un serial de sobremesa, en el que no pasaba nada salvo por el gol de Barrenetxea y la pequeña revolución de Endrick, acabó a ritmo de thriller gracias al inconformismo de la Real Sociedad. Imanol nunca perdió el pulso al partido, ni en ventaja ni en desventaja, para llevar a su equipo muy por encima de su nivel este curso. Para muestra, el gol. Ha sido su problema durante toda la temporada y en el Bernabéu marcó cuatro, dos de ellos de Oyarzabal, aunque uno en colaboración con Alaba. No fue el día del austríaco, al que Ancelotti sustituyó ya en la prórroga, después de tanta calamidad. El italiano no quería más penaltis, no más tentar a la suerte, y echó el resto, todo lo que tenía, con Modric, Brahim y Güler.
Cinco goles en 20 minutos
Al tiempo añadido, otro más para el Madrid tras el que afrontó ante el Atlético en la Champions, se llegó después de que, en el segundo tiempo, la Real se pusiera en ventaja, Bellingham y Tchouameni volvieran a dar la iniciativa a los locales y Oyarzabal, en el tiempo añadido, hiciera posible la prórroga. Cinco goles en 20 minutos.
En el mismo tiempo tras iniciarse el choque, únicamente Barrenetxea encontró la red. Un balón peinado de Oyarzabal cayó a la espalda de Lucas Vázquez, mal posicionado, como Asencio. El realista encontró el campo abierto, avanzó y batió a Lunin. Nada que reprochar al ucraniano, aunque esas acciones de uno contra uno constituyen una de las especialidades de Courtois. La titularidad en la portería en Sevilla es otra de las decisiones que deberá tomar Ancelotti.
La ventaja de un gol en la ida hizo que el italiano administrara esfuerzos en el equipo en un curso largo y cargado. La vuelta de las semifinales era el partido número 50 del Madrid, con la final de Copa, la Liga, la Champions y el Mundialito por delante. Una barbaridad. La suplencia inicial de Mbappé y Rüdiger tenía que ver con ello, pero la eliminatoria exigió otro ejercicio de estajanovismo. Hasta que el cuerpo aguante.
Endrick, en el Bernabéu.Bernat ArmangueAP
Las competiciones tienen sus propios idilios. Como los amores. El de esta Copa es un joven de 18 años que habitualmente viaja en el vagón del equipaje del todopoderoso Madrid. Lástima que el desenlace lo encontrara fuera. Ancelotti, que lleva toda la vida en esto, sabe que el fútbol tiene cosas que es mejor no analizar, sólo dejarse llevar. Como los amores. Le faltó hacerlo hasta el final. Veremos cómo acaba el torneo en la Cartuja, pero de momento ha elegido a su Míster Copa. Es Endrick, con cinco goles.
Pronto sabremos si en la final, el 26 de abril, Ancelotti se deja llevar. Difícil. Endrick apareció por Mbappé en el Bernabéu, pero Mbappé está aquí para jugar finales, para la gloria y para los apuros, aunque, ayer, no le señalara el destino. Atlético o Barça le esperan en la misma medida en la que le temen.
Endrick marcó en Anoeta y lo volvió a hacer en el Bernabéu en el primer momento crítico del choque, después de que Barrenetxea adelantara a la Real Sociedad y hurgara en un problema sistémico ya del Madrid, en un día, además, de defensa experimental. Asencio era el líder, junto a un Alaba en tiempo de regreso, más Lucas Vázquez y Camavinga en las bandas. El francés regresaba al lateral izquierdo, el lugar por donde debía progresar Kubo, muy activo hasta que acabó fundido. El francés logró frenarlo en muchas fases, pero no pudo con Pablo Marín en la llegada que propició su centro y el gol en propia puerta de Alaba que volvía a igualar la eliminatoria y abría el fuego del segundo tiempo.
Un inicio de cálculo
El Madrid partió el duelo con sentido del cálculo, no con voluntad de vértigo, pero eso casi nunca se cumple en la Copa, que brinda las mejores emociones. El conjunto de Imanol lo aprovechó para tomar la iniciativa, con presión adelantada, posesión de sus centrocampistas, muy cómodos, y repliegue rápido para no dejar espacios al Madrid. Cuando pudo hacerlo el equipo blanco, llegó el empate. Vinicius lanzó un pase al espacio y Endrick tomó la ventaja sobre Elustondo, que había sustituido al lesionado Aguerd, para elevar sobre Remiro con una vaselina. Un gol de categoría, como el pase.
Nunca sabremos que habría pasado si hubiera seguido en el campo, en unas áreas agitadas y muy vulnerables a balón parado, como probaron los goles de Tchouameni, Rüdiger o el segundo de Oyarzabal. Cualquiera quiere estar en esa fiesta. Ahora aguarda la fiesta de verdad.