GP de EEUU
Verstappen suma su decimotercera victoria, por delante de Hamilton y Leclerc, en una carrera donde Russell embistió al autor de la ‘pole’ y el asturiano sufrió un terrible accidente.
No conviene enfadar a Max Verstappen, sediento de gloria incluso cuando ya ha sobrepasado cualquier expectiva. Nadie debe exacerbar al bicampeón. Ni Lewis Hamilton, en busca de su primera victoria del año, ni la propia Red Bull, que puso a su líder en una situación crítica con un calamitoso pitstop en la vuelta 36. Nada menos que 11 segundos de déficit en el Circuito de las Américas, donde el neerlandés, enrabietado, se rehízo para sumar su decimotercera victoria del año, con la que iguala el récord de Michael Schumacher (2004) y Sebastian Vettel (2013). Tras 19 carreras, este 68,4% de éxito, resulta aterradoramente esclarecedor.
Nada pudo hacer Hamilton, que en la vuelta 34 lanzó un órdago con el undercut, liderando de forma virtual. Para mayor escarnio de Mad Max, Charles Leclerc también le había ganado por la mano en el pit-lane. Tan furioso andaba que los ingenieros de Christian Horner debieron bajarle los humos: “Estamos en esto juntos, así que concéntrate, porque queda mucho por delante”. Picado en el orgullo, el bicampeón se lanzó como un poseso a por Leclerc. Y por mucho que se resistiera el monegasco, tuvo que ceder paso en la curva 12. Desde allí, Verstappen aceleró hacia Hamilton, algo tierno en su defensa. El gran jerarca de la F1 pudo rendir homenaje a Dietrich Mateschitz, fundador de Red Bull, fallecido el sábado.
Lejos de la gloria, casi a años luz, había quedado Carlos Sainz, autor de una errática salida desde la pole. En la primer curva, cuando cerraba el ángulo en busca de más tracción, su Ferrari sufrió la embestida de George Russell. El problema iba más allá de un pinchazo o un abollón en la aerodinámica. Riccardo Adami, ingeniero de pista, había detectado de inmediato la fuga de agua en el radiador. “Es increíble. No sé ni lo que ha pasado”, admitió Carlos, cuya pesadumbre tampoco debió de disminuir al conocer la sanción de cinco segundos a Russell, la más leve al alcance de los comisarios.
Plan E para Leclerc
El piloto de Mercedes ni siquiera se daba por aludido mientras batallaba con Sergio Pérez por la tercera plaza, en una reedición de su gran pique de Paul Ricard. Tras cumplir el castigo, durante su primer pit-stop, se reincorporaría a pista noveno. Dejar fuera de combate al autor de la pole, con un bloqueo fuera de lugar, no le había resultado muy gravoso.
Con ese descorazonador panorama en Ferrari, Leclerc al menos recuperó seis posiciones en 12 vueltas para colocarse sexto, con una brillante maniobra ante Sebastian Vettel. Mientras sus rivales pasaban por boxes, el monegasco llegó a acercarse a tres segundos del tercer puesto de Hamilton, evidenciando que la degradación de sus neumáticos marchaba mejor de lo esperado. Eso sí, cuando le comunicaron que su estrategia debía ceñirse al Plan E, tras descartar los cuatro anteriores, debió de sonreír con sorna.
Si faltaban alicientes, más allá del susto de Nicholas Latifi por una racha de viento, la excursión por la grava de Valtteri Bottas atrajo todos a un tiempo. Ese safety car favorecía, entre otros a Leclerc y Fernando Alonso, que aprovecharon para renovar su calzado. Un espejismo para el asturiano, que en la vuelta 22 sufrió un terrible accidente. Cuando se disponía a sobrepasar a Lance Stroll en la recta de atrás, el canadiense se interpuso en su camino.
Con el único apoyo de las ruedas traseras y el morro apuntando hacia el cielo, bastante hizo Alonso minimizando el impacto lateral contra el muro. Cuando se interesaron por su estado, aún no le llegaba un hilo de voz: “Maniobró muy tarde”. Sin más reproches, al menos registrados, contra su próximo compañero en Aston Martin. Esa inaudita torpeza, merecedera de severo castigo, ensuciaba la carrera del canadiense, que incluso había osado atacar a los favoritos.
Con el alerón delantero destrozado y la geometría del coche totalmente alterada, Alonso bastante hizo con alcanzar el garaje. Continuar en carrera parecía, simplemente, un milagro. Pero Alonso aún reunió el coraje de adelantar a Kevin Magnussen, justo cuando su espejo izquierdo se caía a pedazos. Quería cazar los puntos, manteniendo de paso a raya a Lando Norris, estandarte de McLaren, gran rival en el Mundial de Constructores. Sólo cumplió una de las premisas, pero este séptimo puesto debe llenarle de orgullo.