Cristina Gutiérrez y una hazaña contra toda lógica

Cristina Gutiérrez y una hazaña contra toda lógica

Hace sólo seis semanas, Cristina Gutiérrez (Burgos, 1991) ni siquiera sabía que iba a participar en el Rally Dakar al volante del mejor coche en la categoría Challenger. Sin embargo, a última hora, Red Bull decidió confiarle un Taurus, el vehículo ligero que marca las diferencias en la segunda división del raid más duro del mundo. Cristina sólo había probado el prototipo durante algunos test y desconocía su comportamiento sobre las impredecibles condiciones del desierto saudí. Con tan exiguo bagaje, el plan más sensato hubiese sido seleccionar los esfuerzos y limitarse a aumentar su palmarés de victorias de etapa. Ella ya tenía asegurada su plaza para el Dakar 2025 en la categoría reina al volante de un Dacia, con Sébastien Loeb como compañero.

Cristina, tercera en la general del Dakar 2022 y cuarta en 2023, partía en inferioridad ante Mitch Guthrie Jr., el piloto que había perfilado cada detalle del Taurus T3 Max, vencedor de cinco etapas durante la última edición. Además debería resistir las acometidas de los Goczal, una familia de pilotos polacos con el padre Marek, el tío Michal y el muy talentoso Eryk, convertido el año pasado en el ganador más joven de la historia del Dakar (18 años y 70 días). Por si no bastase, viejos zorros del desierto como el chileno Chaleco López y el doble campeón mundial Rokas Baciuska, también afilaban los colmillos.

La burgalesa, escoltada de nuevo por Pablo Moreno Huete, que ya había ejercido de copiloto en 2019, 2020 y 2023, pronto sufrió los rigores de las dunas. Durante la cuarta etapa perdió la tracción delantera y fue penalizada con 17 minutos por saltarse varios puntos de control. Desde entonces, quiso mantener las distancias con Guthrie, que asumió el liderato en la sexta jornada.

El vuelco de 2023

Cuatro días más tarde Gutiérrez sufrió dos pinchazos que la obligaron a levantar el pie durante la segunda mitad de la especial. Ese miércoles llegó bastante desalantada al bivouac de Al Ula, porque el liderato ya quebaba a 28 minutos. De hecho, su único plan para las tres últimas jornadas pasaba por mantener la consistencia y no cometer errores. El viernes, antes de tomar la salida en Yanbu, contaba con 28 minutos de déficit, porque la víspera únicamente había podido limar tres al intocable Guthrie.

Y de pronto, una rotura en el turbo del líder obró el milagro. Desde la meta, Cristina contaba los minutos que perdía su compañero. “Cuando me han dicho lo que estaba pasando me han entrado los nervios y he empezado a sentir palpitaciones”, admitió. Se repetía el vuelco de hace 12 meses, cuando una avería de Baciuskas a 50 kilómetros de la meta obró el milagro para Eryk Goczal y Oriol Mena.

Tras más de 5.000 kilómetros al volante, la tensión y la fatiga pasaron factura a Cristina, incrédula frente a los micrófonos. “No me lo creo, no sé lo que está pasando, es surrealista, estoy muy emocionada”, balbucéo. Se había convertido en la primera mujer, desde Jutta Kleinschmidt (2001), que subía a lo más alto del podio del Dakar.

kpd