Sin novedad en Mónaco: rotura de Fernando Alonso, tedio infinito y un punto para Carlos Sainz
Fue un experimento fallido, un remedio que agravó la enfermedad del tedio en Mónaco. No hubo asomo de espectáculo en las calles del Principado porque la norma de las dos paradas obligatorias resultó un disparate. Hubo que anotar la victoria de Lando Norris, por delante de Charles Leclerc y Oscar Piastri. Hubo que lamentar el abandono de Fernando Alonso, imán de todas las desdichas, y el punto pescado por Carlos Sainz, tras una argucia de Williams ante Mercedes.
Los dos preceptivos pit-stops impuestos por la FIA no cambiaron nada. Si acaso, lo hicieron a peor. De hecho, la única emoción genuina fue la generada por una espera. La antítesis del deporte del motor. Max Verstappen, líder postizo, suplicó por un safety car que le habría otorgado la victoria. Santa Devota no escuchó sus plegarias y en la última vuelta hubo de cumplir con el reglamento.
En la búsqueda de lo imprevisible, lo excepcional, la F1 se deshizo en la intrascendencia, en la nada. Sólo cuatro pilotos vieron la bandera a cuadros en la vuelta del líder. Nada hubo que rascar en un domingo donde Lewis Hamilton, cuando rodaba quinto, dobló a Isack Hadjar, que iba sexto. Si acaso los malos modos de George Russell, a quien consideran un gentleman, pero autor de una tropelía impropia de su rango.
'Virtual safety car' en la primera vuelta
Fue el decimosexto triunfo de McLaren en el Puerto de Hércules, el primero desde 2008. Un domingo infumable donde el triunfo de Norris sólo se vio comprometido en la salida. Una vez más, el aspirante al título patinó cuando no debía, aunque sí tuvo arrestos para contener a Leclerc en Santa Devota, apurando al límite la frenada. Gabriel Bortoleto, que se había animado con un exterior a Andrea Kimi Antonelli en la bajada de Loews, tropezó con las protecciones en Portier. La neutralización del virtual safety car para empezar con los pit-stops de Yuki Tsunoda, Pierre Gasly y Oliver Bearman.
Estos rezagados rodaban más deprisa que los líderes. Por delante solo sólo interesaba la posición, no el ritmo, así que Piastri prefirió dejarse caer a casi cuatro segundos de Leclerc. Mejor así que respirar aire viciado. Sin embargo, el protagonismo de ese grupo trasero sentó muy mal a Gasly, que a la salida del túnel se llevó por delante a Tsunoda. Aunque el francés tuvo que alcanzar el garaje con su rueda delantera izquierda a la rastra, el director de carrera se conformó con dobles banderas amarillas.
Hadjar, rival de Alonso por la quinta plaza, agitó el avellano en la vuelta 15, para montar blandos. El novato se vio favorecido por su compañero Liam Lawson, que venía formando un trenecito a su estela. Racing Bulls atinaba con su plan, porque el francés ya había completado su segundo pit-stop en la vuelta 21, sin dejar un hueco similar a sus rivales.
Sainz, por delante de Hulkenberg, el domingo en Mónaco.
Ya no pintaba nada bien el asunto para Alonso, que cumplió en la vuelta 17 para montar los duros. "Necesito que me expliquéis lo que estamos haciendo con la estrategia", lamentó el asturiano. Cuando le reclamaron mayor ritmo, su alarido casi rompe los auriculares de los ingenieros: "¡No puedo tirar ahora!".
Hubo de sacrificarse Sainz en una ingrata tarea, para favorecer en los posible a Alex Albon. Tras su alerón trasero se desquiciaban Russell y Antonelli. Tan disciplinado como de costumbre, debía abrir un hueco de parada para su compañero. Antes de cumplirse la mitad de la carrera, Carlos ya había sido doblado por Norris.
Pataleta y 'drive through'
Williams se guardaba otra sorpresa ante Mercedes, el rival que le suministra motor, caja de cambios y suspensiones. Sainz dejó pasar a Albon para ejercer de stopper ante Russell y Antonelli. Desquiciado, el líder de Mercedes se marcó un recto en la Nouvelle Chicane para quitarse de encima a Carlos. Una pataleta castigada por los comisarios con un drive through. Sainz, undécimo en la parrilla, se había aupado al top-10.
Apenas unos minutos antes, Alonso había encendido las alarmas en Aston Martin: "Creo que el motor está diciendo basta". Desde hacía tiempo, mientras entregaba una sangría de décimas en la recta de meta, algo sonaba raro bajo el capó. El AMR era el único coche que rodaba sin que nadie le estorbase, ni le incomodara. Entre Hamilton y Hadjar. A su paso por la Rascasse, una columna de humo se hizo ya visible. Otro drama para el bicampeón.