Pogacar, en la estela de los dioses

Pogacar, en la estela de los dioses

En la rica y variada carta ciclista, todos los platos, desde la 'haute cuisine' hasta el menú del día, cuentan a la hora de forjar una trayectoria y reunir un historial. Pero las auténticas jerarquías profesionales, las que conducen a la leyenda, las establecen las tres carreras de tres semanas (Tour, Giro, Vuelta) y, pongamos que 10, las grandes clásicas.

En qué número y de qué modo se ganan unas y otras establecen un escalafón que, por ese orden

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La ciencia detrás del histórico tercer Tour de Pogacar: track test, Big Data y "hasta el rozamiento del muslo con el sillín"

La ciencia detrás del histórico tercer Tour de Pogacar: track test, Big Data y “hasta el rozamiento del muslo con el sillín”

Cuando las multitudes le aclaman, le chillan y le ruegan en los largos pasillos que en cada salida se forman en el protocolo de la estampa de firmas, cuando rodean el bus del UAE Emirates, cuando le persiguen incluso en los hoteles de paso perdidos por Francia, a Tadej Pogacar se le intuye abrumado. Como los tímidos enfermizos, no sabe muy bien cómo reaccionar ante el fenómeno fan. Un brazo arriba, una media sonrisa. Él sólo es una estrella del rock encima de la bicicleta. Ahí sí, la transformación, los gestos, el colmillo, la inclemencia. El show.

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En Niza, bajo el sol del Mediterráneo, tan lejos del Arco del Triunfo parisino, el esloveno se hizo leyenda. Son tantas las comparaciones con los mitos del ciclismo, los récords devorados... El nombre más repetido es el de Marco Pantani, el último ganador del doblete Giro-Tour, hace 36 años. Sólo seis más lo lograron (Coppi, Anquetil, Merckx, Hinault, Roche e Indurain), pero lo más asombroso no es conseguirlo, es siquiera imaginar intentarlo en los tiempos del ciclismo moderno, donde ya no se avanza a base de riñones y coraje, donde todo lo marca la ciencia, los vatios, los esfuerzos y los descansos. Ahí, en los laboratorios, ha sido donde se ha fraguado lentamente la reconquista de Pogacar, una maquinaria que su director, Joxean Fernández Matxin, puso en marcha el mismo día después de que, por segundo año consecutivo, Jonas Vingegaard apartara a su pupilo del triunfo en la Grande Boucle.

«Un Tour lo perdí porque me equivoqué siguiendo los ataques de Roglic y Vingegaard [Galibier 2022], el otro porque lo corrí con la muñeca medio rota y una férula», contaba en la cima de Isola 2000 Tadej tras abrochar su tercer Tour e igualar a Thijs (1913, 1914, 1920), Bobet (1953 a 1955) y Greg LeMond (1986, 1989 y 1990). «Vuelvo a ser el viejo yo. Y todavía mejor». Pero, ¿cómo lo hizo?

Pogacar, celebrando su triunfo en la contrarreloj.

Pogacar, celebrando su triunfo en la contrarreloj.LAURENT CIPRIANI / POOLEFE

Es lo que Matxin llama «el backstage, todo lo que está detrás». Y, en el caso del genio de Komenda, se basa en tres pilares: aerodinámica, nutrición y rehabilitación. Los tres, como ese Joseba Elguezabal (el masajista vizcaíno) que le asiste en cada meta, tras cada esfuerzo, con acento español.

Tras la segunda afrenta de Vingegaard, con un bajón como nunca antes se había visto en el Col de la Loze, el fin de temporada de Tadej no fue todo lo exitoso que acostumbra. Apenas pudo sumar a su palmarés Il Lombardia, el último monumento del año. Ya ese octubre, en el primer pre stage del equipo en Abu Dhabi, Matxin le planteó una ambiciosa hoja de ruta hacia la reconquista: Giro y Tour. «Todo está analizado. No podíamos acomodarnos. Teníamos que controlar dónde habían estados la pérdidas y minimizarlas. Y aumentar nuestras fortalezas. Y para eso había que sacrificarse», explica el director del UAE a EL MUNDO.

El Puig

Tras las vacaciones con su novia Urska Zigar, Pogacar se puso manos a la obra. En enero ya estaba trabajando en el velódromo valenciano de El Puig, Porque ahí, en la aerodinámica, estaba uno de los puntos débiles detectados. «El año pasado nos metieron 1:38 en la crono [Combloux), son cosas que escuecen pero que te hacen despertar». El hombre destinado a mejorar aerodinámicamente a Pogacar es David Herrero, ex ciclista del Euskaltel, ahora uno de los biomecánimos más prestigiosos del pelotón. Que no sólo estudió en el túnel del viento y los track test (pista) la posición de Tadej en la cabra de contrarreloj, fue más allá. «Se trataba de ser aerodinámicos, pero confortables en la posición. Pogacar antes iba mucho más recto, más flexible. Ahora va más acoplado en momentos donde antes era erecto. Todo apoyado por el Big Data. Si vas 20 segundos con una capacidad de flujo del aire que te penetre mucho más...», explica Matxin. «Estudiamos hasta la posición en el grupo y la composición y ubicación del equipo, cómo usamos el draft (ir a rueda), saber que tú en ese momento estás recuperando y posiblemente tu rival no, él gasta más y tú menos», añade.

Herrero, que fue pupilo de Matxin en el Saunier Duval, analiza hasta «el rozamiento del material de la bicicleta, del muslo con el sillín, de un buje, de la cadena... Cuanta menos fricción haya, más rendimiento». Todo eso no dejó de aplicarlo Pogacar. En cada calentamiento y cada enfriamiento del Giro, utilizaba la bici de contrarreloj. En el mes entero que pasó concentrado en los Alpes Marítimos antes del Tour, hubo días que recorrió los puertos acoplado. Jornadas en las que, antes de partir, completaba en el rodillo rodajes suaves a 40 grados, un entrenamiento térmico para mejorar una de sus flaquezas reconocidas, el esfuerzo bajo el calor.

Pogacar, con sus compañeros.

Pogacar, con sus compañeros.Daniel ColeAP

La siguiente para de la mejora de Pogacar es la nutrición. Y ahí el hombre es Gorka Pérez, el nutricionista español del UAE, que ya contaba en EL MUNDO cómo medía «hasta los gramos de arroz del sushi» de sus ciclistas. «Valora el gasto calórico, el gasto en kilojulios de cada etapa para analizar proteína, carbohidratos, toda la alimentación a la perfección de cada uno. Con una App que ha desarrollado, sabe perfectamente todo lo que han gastado y todo lo que tienen que comer», dice Matxin. «El chef hace el menú customizado para cada corredor. Nadie pasa hambre. En muchos casos no se pueden ni acabar la dieta, pero están convencidos de que al detalle eso es lo que necesitan para recuperar, la gasolina que han gastado».

Otro de las grandes novedades en el entrenamiento de Pogacar fue la llegada en octubre del sevillano Javier Sola en sustitución de Íñigo San Millán (se incorporó al Athletic de Bilbao) como director del grupo de entrenadores. Matxin también destaca otra pata menos visible del entorno del campeón. Se trata de Víctor Moreno, especialista en rehabilitación de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Con una gran peculiaridad que adelanta en «un 50% los plazos de la recuperación»: el profesor se desplaza directamente a los lugares de residencia de los ciclistas del UAE. «Esto no creo que exista en ningún deporte. Cuando alguien tiene una lesión o una caída, tener que desplazarte a un centro de rehabilitación o a un hospital, es duro psicológicamente. Víctor acude a la casa de los ciclistas para que en su ambiente, con su familia, se recuperen más rápido la lesión. El año pasado estuvo en Mónaco con la rotura de muñeca de Tadej», desvela Matxin.

Todo eso, las ganas de venganza y el talento innato de Pogacar. Un cóctel para la historia del ciclismo.

Un potro salvaje hasta el final: Pogacar remata su histórico Tour arrasando en la contrarreloj

Actualizado Domingo, 21 julio 2024 - 20:39

En la Promenade des Anglais, el emblema de Niza golpeado por el brutal atentado de 2016, el paseo marítimo más antiguo del mundo, rodeado de villas exóticas y jardines, allí puso punto y final otro Tour para la historia, por primera vez lejos de un París concentrado en los Juegos Olímpicos. Allí se consagró Tadej Pogacar, voraz hasta el mismo último centímetro de su reconquista, un potro salvaje también en la durísima contrarreloj final que partía de Mónaco. [Narración y clasificaciones]

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Otra cuenta pendiente saldada. El esloveno no ganaba contra el crono en el Tour desde 2021 en Laval, el mismo año que lo conquistó por última vez. Bien sabía que ahí estaba su punto débil y se demostró a sí mismo que también se puede mejorar hasta arrasar. De principio a fin, dominó la tarde en la Costa Azul y entró en meta tras 45 minutos y 24 segundos de esfuerzo y éxtasis (44,5 kilómetros por hora) con los brazos en alto para romperse en un eufórico abrazo con sus compañeros y su staff del UAE Emirates. Levantando el pie en los últimos metros, aventajó en más de un minuto a Vingegaard y en 1:14 al especialista Remco Evenepoel, sus meritorios escuderos también en el podio.

Disfrutar para Pogacar es competir, aunque todo el trabajo está ya hecho. "Me pagan por ganar", argumenta, aunque en los primeros kilómetros de la contrarreloj, de su paseo triunfal por las carreteras que tan bien conoce, desde su lugar de residencia hasta Niza, anime al público y le pida más llevándose la mano al oído. Da igual, es tal su estado de plenitud, todo lo que ha trabajado este invierno la postura en la cabra tras la herida de Combloux el año pasado, que arrasa desde el amanecer, mejor tiempo ya en el col Col de la Turbie (8,2 kilómetros al 5,7%), más ventaja aún tras el muro de Eze, 24 segundos a Vingegaard, 51 a Evenepoel...

Pogacar, en el podio de Niza, con Vingegaard y Evenepoel.

Pogacar, en el podio de Niza, con Vingegaard y Evenepoel.MARCO BERTORELLOAFP

Otro triunfo más que celebra en las calles de Niza, donde muestra a la cámara uno, dos y tres dedos, los de su cuenta en el Tour, a uno ya sólo de Chris Froome, con 25 años. Ganó seis etapas y la general del Giro y poco más de un mes después repite en el Tour (el último que lo hizo fue Cavendish, un sprinter, en 2009). Eso no lo consiguió ni el mejor Eddy Merckx. Son ya 16 en su cuenta de la Grande Boucle. «Llevo dos años escuchando que vivimos la mejor era del ciclismo y estoy de acuerdo. Con Remco (Evenepoel), Jonas (Vingegaard), Primoz (Roglic) y otros que vienen por detrás, creo que podemos divertirnos mucho», dijo el esloveno, que se marcó el siguiente objetivo: «Quiero ser campeón del mundo»

Fue también un domingo de despedidas, la del histórico Cavendish y sus 35 victorias en 17 Tours, la de Romain Bardet, que lo recordará para siempre con ese amarillo de la primera etapa de Rimini. Una última crono para el homenaje al maillot verde de Girmay y para el de lunares rojos de Carapaz, héroes de países pequeños que han sonado bien fuerte en el Tour.

Y un cierre en el que los españoles no pudieron mejorar sus puestos en la general. Mikel Landa (séptimo en la etapa), pese a su gran inicio de crono en el puerto, acabó cediendo más tiempo con Joao Almeida y finaliza quinto. Y Carlos Rodríguez, hundido, tampoco recuperó con Adam Yates y es séptimo, peor que hace un año.

¿Debió dejar ganar Pogacar a Vingegaard en el Col de la Couillole?: “En el ciclismo no se frena”

Actualizado Domingo, 21 julio 2024 - 08:59

El 'caníbal' Tadej Pogacar gana hasta por inercia, porque los astros se alinean y le favorecen y una etapa que no entraba en sus planes con el Tour ya resuelto se la ponen en bandeja a su poderío incontenible. «¿Temes por tu popularidad?», le preguntan en sala de prensa por aquello del repóker (fueron seis etapas en el Giro, nadie había conseguido al menos cinco en ambas el mismo año), de resultar un 'abusón', de tumbar otra vez al ya derrotado Jonas Vingegaard. «Los sprinters no dejan pasar la oportunidad de ganar. Si puedes, tienes que ir a por la victoria siempre. Me pagan por ello», argumenta quien ha vestido 38 veces el maillot de líder entre Giro y Tour, una más que Eddy Merckx en su doblete de1970.

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Su explicación basta y los hechos le respaldan. Haber levantado el pie ante Jonas en la meta del Col de la Couillole -volvió a batir el récord de la subida, más de dos minutos y medio más rápido que Richie Porte en 2017- hubiera resultado humillante para el rival que respeta y teme. «Queríamos ir tranquilos hasta el final, pero Soudal quería intentar sacar tiempo a Vingegaard o ir a por la etapa... y, al final, eso jugó a mi favor», sigue el líder, que sólo espera ya en la contrarreloj de Niza que todo vaya tranquilo, que no haya sustos para poder festejar su reconquista. «Con una victoria y el maillot amarillo habría bastado, la verdad. Pero en el ciclismo no se frena».

"En cierto modo, esperaba que Pogacar me diera la victoria de etapa. Pero la carrera fue difícil, sabía que no tenía posibilidades en el esprint, estaba al límite. No le culpo en absoluto. Probablemente, yo hubiera hecho lo mismo", se rinde Vingegaard, vacío tras sacar todo el tiempo posible a Evenepoel y recuperado tras la etapa del viernes que fue "uno de mis peores días en bicicleta".

Valiente Enric

Fueron los protagonista del día, otra vez. Pero había otros dos tipos que le disputaron los focos. Enric Mas y Richard Carapaz fueron los últimos de la escapada, engullidos a falta de dos kilómetros por la locomotora que comandaba Vingegaard. El ecuatoriano (ha firmado un Tour memorable vistiéndose de amarillo, ganando una etapa y logrando la clasificación de la montaña) y el español no se entendieron, a 'palos' en la ascensión final, sin conseguir anularse y sin mantener la distancia con sus perseguidores tampoco.

Ha sido un Tour distinto para el balear, siempre tan criticado. «Me pagan por pelear la general, así que iremos a por ello en La Vuelta», auguró en la televisión francesa, donde acudió tras ser ganar el premio a la combatividad del día, atacando de salida. Y explicó que él y Carapaz fueron «como el gato y el ratón» y que hubo «poca cooperación» antes en el grupo de 10 que conformó la fuga. «En todo caso, hemos rozado la victoria», concluyó. Despojando de la pelea por los puestos nobles del Tour -en la crono final peleará por Meintjes por la 19ª posición- a las primeras de cambio, su tercera semana ha sido al ataque, tercero en Superdévoluy, quinto ayer. Pero valiente al fin. Tras abandonar los dos últimos Tours, se marcha, al menos, con un sabor menos amargo esta vez. «He disfrutado de esta etapa y de este Tour, descubriendo un ciclismo totalmente diferente al que había experimentado hasta ahora. He podido ayudar a mis compañeros: a Gavirira en los sprints, a otros buscando la escapada... y hoy me han ayudado a mí», admitió.

Este domingo, la crono final desde Mónaco a Niza (casi 34 kilómetros bastante duros, incluido un puerto de Segunda, La Turbie), ya tiene poco que resolver. El podio es inamovible y la lucha por el cuarto puesto al que aspiraba Mikel Landa la defendió Almeida. Carlos Rodríguez, por debajo de lo esperado, debe remontar un segundo a Adam Yates para finalizar sexto.

Pogacar no deja ni las migajas: abrocha su tiranía en el Tour con un repóker histórico

Actualizado Sábado, 20 julio 2024 - 19:12

"Esperamos disfrutar de la etapa", había pronunciado Pogacar 24 horas antes, abrochado el tercer Tour de su palmarés en Isola 2000, el de la reconquista. Pero cómo dejar pasar la gloria cuando entre todos la ponen a tu alcance. Cómo tener clemencia cuando eres, indiscutiblemente, el más fuerte. Por las carreteras donde entrena desde su residencia en Montecarlo, en una etapa con cuatro puertos que fue un viaje de placer para él, el líder volvió a levantar los brazos, por quinta vez este Tour, ganando el mano a mano en la meta a Jonas Vingegaard. Una tiranía que necesita explicación, pues, efectivamente, esta vez no fue buscado. [Narración y clasificaciones]

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Hace un año, derrotado doblemente días atrás en la contrarreloj de Combloux y el col de la Loze, Pogacar se llevó el triunfo un sábado como éste en los Vosgos. Una despedida agridulce que no tuvo Vingegaard. Había atacado el danés en el último puerto, harto de los movimientos de un Evenepoel que soñaba con birlarle el segundo puesto. Le había pedido una colaboración a Tadej que no encontró y le había llevado hasta el sprint final con relativa comodidad. Y no hubo piedad.

Bajo el sofocante sol de Niza, su Vieux Port abarrotado en la salida, los más valientes hacían cábalas para su última ocasión, tantos y tantos con la cartera vacía a estas alturas. Una oportunidad inesperada en los Alpes Marítimos, donde se auguraba que la batalla entre Pogacar y Vingegaard siguiera viva, el penúltimo episodio de un guion perfecto a la espera de la contrarreloj final del domingo.

Pero todo se acabó más pronto de lo previsto en este Tour por el abrumador dominio del esloveno, que este domingo en la Costa Azul, en este inédito final de Tour que nunca olvidará, celebrará su reconquista, la tercera corona que le iguala a Louison Bobet y Greg Lemond, a solo una ya de Chris Froome. Prometió tregua y así fue por su parte. Pero tampoco iba a perdonar un repóker histórico: el último en lograr algo así fue un sprinter, Kittel, en 2017.

Enric Mas, durante la fuga del día.

Enric Mas, durante la fuga del día.Daniel ColeAP

Y no había casi nadie entre los necesitados como el Movistar, cinco años persiguiendo una etapa que se resiste (desde Nairo Quintana en Valloire), especialmente en este Tour en el que tanto lo intentaron (sobre todo con Lazkano y con Gaviria en los sprints), en el que bien temprano se quedaron sin ninguna baza en la general con la dimisión de Enric Mas. "Como un niño" dijo el balear que se sentía últimamente, tercero en Superdévoluy, y desde el mismísimo Col de Braus, bien temprano, agresivo en la búsqueda de la escapada del día. Protagonista sin éxito: fue premiado con el premio al combativo y acabó quinto en la Couillole.

Había logrado marcharse Enric pronto, junto a Kelderman y Almirail, aunque en la ascensión al Col de Turini se les unieron ocho peligrosos compañeros, entre ellos el siempre amenazante Carapaz -asegurando matemáticamente su maillot de la montaña para completar un Tour extraordinario- y Marc Soler, liberado por Pogacar. Contaron con el permiso del UAE, aunque ya al final del puerto el Soudal Quick Step tomó la responsabilidad, anticipando sus intenciones finales. Lo había pronunciado Mikel Landa en la salida: "La cuarta plaza está a mi alcance. Joao está muy fuerte, pero la etapa es muy dura hoy y con mucho calor. Voy a probar suerte".

En el Col de la Couillole todo empezó a resolverse. De los fugados, Carapaz y Mas eran los más poderosos y no tardaron en demostrarlo. Y por atrás, Landa culminó el trabajo de sus compañeros con un ritmo al que sólo pudieron engancharse los cinco mejores del Tour. Pero lo del Soudal resultó un suicidio, una jugada nefasta. El zarpazo posterior de Evenepoel, sin demasiada fe, eliminó al vitoriano, que pronto comprobó diluidas todas sus opciones del cuarto puesto por el poderío diésel del Almeida. Mucho peor Carlos Rodríguez: eliminado a las primeras de cambio, perdió hasta su sexta plaza en la general en favor de Adam Yates.

Cuando Remco lo volvió a intentar, Vingegaard dijo basta, sacó toda su rabia de campeón y se marchó en compañía de un Pogacar al que le estaban poniendo entre todos el triunfo en bandeja. Los dos dioses del ciclismo pronto dieron caza a Mas y Carapaz, que no resistieron el ritmo mortal del danés. Y en los últimos metros, exhausto el del Visma, no hubo piedad por parte del líder, que remató a falta de 200 metros. Hubiera sido más humillante no ganar su quinta etapa, la 16ª victoria en el Tour a los 25 años.

El récord de Indurain destrozado por Pogacar en Isola 2000 y las lágrimas de Vingegaard: “Había emociones que necesitaban salir”

Actualizado Sábado, 20 julio 2024 - 01:36

Después de ganar el Giro hace mes y medio, de las infatigables 19 etapas del presente Tour (17 defendiendo el maillot amarillo), de ascender sólo ayer el Col de Vars y la elevadísima Cime de la Bonette a 2.802 metros (lo más alto de una gran vuelta), Tadej Pogacar subió a 25,3 kilómetros por hora los 16.100 metros de Isola 2000 (7,1% de desnivel medio). A pesar de que no le hacía falta por su ventaja en la general. A pesar de que Matteo Jorgenson y los restos de la escapada del día estaban tres minutos por delante. A pesar de todo, lo hizo cuatro minutos más rápido que Miguel Indurain y Tony Rominger hace 29 años.

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Lo logró engullendo rivales, como poseído, dejando demasiado atrás y demasiado pronto a Jonas Vingegaard, en 38 minutos y 13 segundos. En 1993, la única meta anterior en Isola, la subida fue un kilómetro menos, y el suizo y el español lo hicieron en 41:49, cuatro kilómetros por hora más lento. Y eso que Pogacar exploró sus límites -«me quedé un poco vacío en los dos kilómetros finales y cuando apeté para pasar a Jorgenson me dejó las piernas muertas», reconoció cuando le preguntaron por qué miraba tanto atrás al final- en esta ascensión que tan bien conoce. No sólo porque resida en Montecarlo, también porque, consciente de que todo se iba a jugar aquí, pasó el mes entero entre Giro y Tour recorriendo estos puertos una y otra vez. «Fue una concentración muy dura, sin jornadas sencillas ya que teníamos que subir todos los días. Mis compañeros y yo ya habíamos hablado de las ganas que teníamos de correr esta etapa, y la hemos hecho como habíamos dicho, marcando un buen ritmo hasta el momento en que he atacado. Ha sido perfecto», dijo el líder, que al fin se abrazó (primero con mascarilla, luego ya sin ella) con su novia, la ciclista Urska Zigart, en meta.

Pero fue precisamente ahí donde se produjo la imagen del día. El larguísimo y emocionante abrazo de Vingegaard con su esposa embarazada. Las lágrimas incontenibles tras el esfuerzo, brotando del siempre gélido danés, quizá recordando en esos instantes en los que ya era consciente de que no iba a enlazar su tercer Tour seguido, el calvario que atravesó tras su accidente en la Itzulia en abril para siquiera poder intentarlo. «Volví a ver a Trine y fue un momento duro. De una forma u otra, había muchas emociones que necesitaban salir», confesó quien ya está a más de cinco minutos en la general, una distancia enorme, similar a la 2021, cuando también quedó segundo tras el esloveno.

Pogacar, feliz por su victoria.

Pogacar, feliz por su victoria.Stephane MaheAP

«Supongo que estos dos últimos años seguidos sin vencer han encendido cierto fuego dentro de mí y quiero aprovechar al máximo este Tour», pronunció un Pogacar que, aunque perdió el maillot de la montaña en favor de Carapaz, sacó bandera blanca al fin y prometió tregua para la montañosa jornada del sábado. Con su tercera victoria de etapa de amarillo, logra una hazaña no vista en el Tour desde 1984, cuando Laurent Fignon se impuso de líder en La Plagne, Crans-Montana y Villefranche-sur- Saona.

Jonas, por su parte, reconoció que en su cabeza estaba atacar en «la Bonette, a unos 10 kilómetros de la cima», pero que sus piernas «no estaban ahí» y corrió «por el segundo lugar» con Evenepoel. Eso sí, el líder del Visma no quiso poner excusas: «No estoy decepcionado con la historia que hemos tenido en los últimos tres meses. Vine al Tour a ganar».

La venganza de Pogacar: resuelve el Tour en los Alpes en otra asombrosa exhibición

Actualizado Viernes, 19 julio 2024 - 17:13

Voilà! El golpe de gracia de Tadej Pogacar llegó en los Alpes, allá donde sufrió los dos últimos veranos, donde se dejó dos Tours y se hizo de carne y hueso ante Jonas Vingegaard. Un remate en forma de exhibición en los cielos de Isola 2000, sin la piedad que tuvo Indurain con Rominger en 1993. Tantas cuentas pendientes para esta reconquista del esloveno que ya es un hecho con diferencias de otra época, a falta de la eléctrica jornada del sábado y de la contrarreloj del domingo en Niza. [Narración y clasificaciones]

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En la Costa Azul se coronará Tadej, el imbatible, que alzó los brazos en la estación de Isola, tan poderoso en altitud, fatiga y calor, como si los días y las palizas de la tercera semana no contaran para él. Despejando cualquier incógnita. Los puños arriba y la reverencia, la rabia y la sonrisa, los mechones de su cabello asomando por el casco amarillo. Y el contraste con las lágrimas del caído, de un Vingegaard consciente de que todo se había acabado, abrazado a su mujer embarazada en la meta.

Son cuatro años golpeándose, una pelea de estilos y de orgullo, un bendito combate que ha engrandecido al Tour. La memoria llevaba al Granon y a la Loze, donde Pogacar dijo hace un año: "Se acabó, estoy muerto". Qué diferencia esta vez, tan pleno él, tan herido su rival que ni pudo salir esta vez al acelerón, que no ataque, del líder.

Ocurrió a nueve kilómetros del final. Como él había anticipado, "la mejor defensa es un buen ataque", y la Grande Boucle, si es que había alguna duda, resultó sentenciada. Vingegaard, que hace tres meses estaba inmóvil en una cuneta del País Vasco, se puso a rueda de Evenepoel -bien escoltado por un Mikel Landa que seguirá peleando con Joao Almeida por el cuarto puesto- para minimizar pérdidas. Marcó al que ahora es su oponente por el segundo puesto en la general. La diferencia en meta fue de 1:42 con la pareja.

Estas cumbres de los Alpes Marítimos habían sido una de las pocas etapas que el danés pudo reconocer después de su accidente en la Itzulia, pero también es territorio Pogacar (vive en Mónaco) y el propio Evenepoel había estado concentrado dos semanas antes del Tour. Pero quizá ya ni el propio Vingegaard ni su equipo confiaban.

El Visma Lease a Bike, otrora tirano incontestable, optó por una extraña táctica que anticipaba lo que iba a ocurrir. Mandó por delante bien pronto, ya la ascensión al Col de Vars, a los dos mejores hombres que tenía, Kelderman y Matteo Jorgenson, y dejó aislado a su jefe mientras los UAE hacían la selección en el grupo. Buscando el triunfo de etapa, hicieron camino junto a Carapaz (nuevo líder de la Montaña), Hindley, Simon Yates y el español Cristian Rodríguez (sin rastro de los Movistar), atravesando el temible Bonette, la carretera más alta jamás afrontada por una gran vuelta, los 2.802 metros por los que Federico Martín Bahamontes pasó dos veces primero en los años 60.

Iba a ser el norteamericano el último en ser engullido por el ciclón de amarillo, a dos kilómetros de meta, como antes lo habían sido Carapaz y Yates, que apenas resistían 100 metros a la rueda de la locomotora. Es la 15ª victoria en el Tour de Pogacar, la cuarta en esta edición, la que sentencia su tercera corona en la mayor ciclista del mundo, el año que también ganó el Giro. Como Pantani.

El Tour “especial” de Mikel Landa, ángel de la guarda de Evenepoel y mejor español: “Remco ya va entendiendo el ‘landismo'”

Actualizado Jueves, 18 julio 2024 - 23:27

«Es una relación guay», cuenta Mikel Landa, mirando de reojo a quien, exigencias de la prensa, acaba de desprenderse de su vera. Porque el binomio que forma con Remco Evenepoel en carrera se traslada a cada control de firmas, a dúo el veterano y el novel desde el bus del Soudal Quick-Step hasta el estrado, una improbable relación que comprueba en este Tour su éxito. Camino de los 35 años, con tantas carreras a sus espaldas, con el mito del landismo ya para siempre, el vitoriano ha encontrado en el equipo belga que le firmó hasta 2025 un reto inesperado. El que puede ser el último capítulo de su carrera se podría titular: «Tutela a una estrella».

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El pasado verano Mikel recibió una llamada personal de quien estaba dispuesto a afrontar por primera vez la Grande Boucle, pese a que tantos sospecharan que Evenepoel no sería capaz de soportar la alta montaña con los mejores. Y Landa, que ya en el pasado tuvo que escoltar a otros líderes -a Chris Froome en el Sky o a Fabio Aru en el Astana-, aceptó el envite de buena gana. Hoy, su líder se muestra pleno a la espera de las dos terribles etapas de los Alpes que decidirán el Tour y él, que no pierde de vista al joven belga, se sitúa tan cerca de los puestos nobles de la general que está a un paso de repetir las dos mejores actuaciones de su carrera, los destellos de su plenitud. En 2017 y en 2020 acabó cuarto, la primera vez a tan sólo un segundo del podio de Romain Bardet.

«Esta vez venía con otra idea», razona en EL MUNDO quien, además, es el mejor español en la general, siete segundos de ventaja a Carlos Rodríguez, a 27 del portugués Joao Almeida por el cuarto puesto. «El plan era el de desconectar en alguna etapa y ayudar a Remco en la montaña. Pero día a día me he ido metiendo en la general [en Plateau de Beille entró sólo por detrás de los tres «inalcanzables»] y ahora toca aguantar ahí», admite el vitoriano, quien ha estado acompañado buena parte del recorrido en este Tour por su familia.

¿Qué ha descubierto en un joven como Remco, 10 años menor que usted?

"La verdad es que es un chico muy muy ambicioso. El talento que tiene le empuja a ser así de ambicioso. Y es muy curioso. Le gusta saber cosas, mejorar. Se deja aconsejar. Me pregunta bastante cuando tiene dudas".

"Priorizaré ayudarle"

En la escala de fanatismo del presente Tour, el tercer escalón de decibelios de cada salida y en cada meta lo marca Evenepoel, el debutante llamado a interponerse en la tiranía a dos que protagonizan Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar. El tercer beatle se siente cada vez más cómodo en la Grande Boucle, hasta el punto de desafiar el segundo puesto del danés, de castigar sus supuestas flaquezas como intentó en Superdévoluy el miércoles. Este viernes, la etapa reina, será definitiva para todos. Y en la temible Cime de la Bonette (casi 23 kilómetros al 6,8% de desnivel), el punto más alto alcanzado jamás por la carrera (2.800 metros), a su vera estará seguro Landa, en su «Tour especial». «Pogacar parece que está dominando. No sabíamos muy bien cómo llegaba Vingegaard, pero es cierto que le ha dado un buen golpe en la general. Incluso en la moral. Pero creo que todavía queda Tour. El Visma no se va a dar por vencido y va a plantear una carrera dura, estoy seguro. Porque tienen que intentarlo, todo o nada. Estaremos atentos», vaticina el español, que en unas semanas, como jefe de filas del Soudal, disputará la Vuelta a España.

«Era un proyecto nuevo en el Soudal, disputar un Tour, intentar estar en el podio con Remco. De momento, estoy muy contento de cómo está yendo», explica quien no descarta ni siquiera intentar buscar la oportunidad de ganar la que sería su primera etapa (ya ganó varias en Giro y Vuelta). «Siempre que Remco me necesite, priorizaré ayudarle. Pero bueno, mientras pueda mantener esta posición o mejorarla un poco, lo intentaré, claro que sí».

¿Cómo se está encontrando en esta labor tutelar?
Me siento cómodo en este papel. Ya en el pasado trabajé para grandes líderes, pero cuando te sientes valorado y escuchado como ahora, se hace mucho más a gusto.
¿Y ya sabe Remco lo que es el landismo?
[Ríe]. No ha hecho falta explicarlo. Él ya lo va sintiendo a veces. En los Pirineos, me dice: '¡Joder! cuánta gente hay aquí animándote'.

Premio para el infatigable Campenaerts antes de que el Tour llegue al puerto más alto de Francia

Actualizado Jueves, 18 julio 2024 - 18:00

Acude el Tour a su cielo, a rendir pleitesía a Federico Martín Bahamontes en los 2.800 metros de altitud de la Cime de la Bonnette, donde el toledano pasó en cabeza dos (1962 y 1964) de las cuatro veces que la carrera pisó su punto más elevado, la carretera más alta de Francia. Será este viernes la etapa de la verdad en los Alpes, los casi 23 kilómetros (al 6,8% de media) del coloso, pero antes también el Col de Vars, Hors Categorie, 18,8 al 5,7%, y después, para acabar, Isola 2000, otro monstruo (16,1 al 7,1%).

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Allá donde Tadej Pogacar perdió sus dos últimos Tours, ahora se relame el esloveno, la venganza de quien se siente al fin superior a su Némesis. Todo son dudas en torno a Jonas Vingegaard, sin las piernas ni la confianza, tampoco el equipo de antaño. Pero, ¿quién se fía? Dictarán sentencia los Alpes, también el sábado con el final en el Col de la Couillole, los mismos por los que ya transcurre un Tour que dio su última oportunidad a los fugados. Y que tampoco aprovechó el Movistar.

La jornada desde Gap, salida clásica de la Grande Boucle (hasta 26 veces), ya bajo el sol de justicia, era un caramelo para los aventureros. Porque en el pelotón pronto se hizo la calma, cuando en la primera de las cinco cotas de tercera del día, el Col de Festre, una treintena de escapados logró su objetivo. Entre ellos, tres españoles (Lazkano, Aranburu y García Pierna). Y Movistar, con tres representantes (también contaban con Muhlberger), en búsqueda de acabar con su mal fario de seis años. Por la mañana, en el bus del equipo, Anemike Van Vleuten compartía sabiduría con el presidente de la compañía, José María Álvarez-Pallete. Pero no hubo forma.

Porque, en el momento clave, de nuevo faltó atención. Tras numerosos intentos, el definitivo iba a ser el del veterano Michal Kwiatkowski, en la misma cima de la última cota, a 40 kilómetros de la meta. Sólo le siguieron Matteo Vercher y Victor Campenaerts. El rodador belga, el último romántico del pelotón, asumió la responsabilidad, infatigable siempore. Se entendieron a la perfección y ya nadie pudo pararlos hasta la meta.

Oier Lazkano se tuvo que conformar con la quinta plaza, en el grupo perseguidor junto a Jai Hindley, entre otros. "Todavía hay muchas cosas que aprender. Nunca antes estuve en una grande en una fuga tan numerosa, las había visto por televisión, pero a 180 pulsaciones no se ve todo tan claro y es difícil manejarte en ella", admitió el vitoriano.

El triunfo, poderoso en el sprint, fue para el belga del Lotto Dstny, que se estrenaba en el Tour a sus 32 años. Una victoria llena de emoción y lágrimas, que compartió en la pantalla de su teléfono con su hijo Gustaff, nacido hace un mes en Granada, cuando estaba de concentración con el equipo en Sierra Nevada.

La búsqueda del Movistar, seis años sin una etapa en el Tour: “Estas dos últimas semanas han sido duras”

Actualizado Miércoles, 17 julio 2024 - 23:40

Se acumulan los años y las frustraciones, la tradición del azul español en el pelotón del Tour que no se traduce en éxitos. Es como una maldición la del Movistar, seis años ya de la última victoria, la de Nairo Quintana en Valloire. Y persiguen con empeño el desquite, especialmente en este Tour que pronto contempló a su líder, Enric Mas, lejísimos de la lucha que siempre mantuvo en la clasificación general.

"Hay días que lo paso mal pensándolo, pero en etapas como hoy (por el miércoles) disfruto como un niño pequeño de poder correr así", dijo en la meta de Superdévoluy el balear, tercero tras Richard Carapaz y Simon Yates, tarde su reacción cuando se desataron las hostilidades en el Col du Noyer en la numerosísima fuga en la que se habían insertado dos Movistar, él y Alex Aranburu (acabó 10º el campeón de España).

El histórico Movistar, que dirigen en este Tour Chente García Acosta y Pablo Lastras, presume de siete victorias en la general del Tour, siete triunfos por equipo (fueron líderes los primeros días) y nada menos que 34 etapas desde aquella iniciática de Ángel Arroyo en el Puy de Dôme, en 1983 (la siguiente fue también para el abulense, el año siguiente en Morzine). Pero desde Nairo... Y no será por el empeño. Especialmente en esta edición, con el infatigable Oier Lazkano en su estreno. Hasta en cinco fugas estuvo el vitoriano. También Aranburu y Javier Romo dieron al palo en los caminos blancos de Troyes. Ahora es el turno de Enric Mas, que nunca ganó una etapa en la Grande Boucle.

"Es una pena grande, porque el equipo ha hecho un súper trabajo. Han sido 120 kilómetros para formar el grupo decisivo, una auténtica locura. Hemos estado atentos, en todos los cortes teníamos gente y al final nos hemos podido meter Alex", describió el líder del equipo, que el Tour pasado se tuvo que retirar después de sufrir una caída en la primera etapa, en el País Vasco (también abandonó en 2022).

"En el Col du Noyer simplemente no ha habido piernas. Hemos gastado todos mucho para poder estar adelante en la fuga; ya habéis visto qué grupo éramos. Una pena no haber ganado, pero el equipo está súper bien y hemos corrido con gusto", añadió en meta, para hablar de sí mismo, de la condición de quien rozó el podio años atrás (6º en 2021, 5º en 2020) y ahora es 21º a casi una hora de Pogacar. "Este Enric no es nuevo, va siendo poco a poco el Enric de antes, y me refiero a fuerzas y piernas. Espero poder progresar y seguir así, y que estas dos semanas pasadas malas tengan una explicación, porque ha sido duro para el equipo y para mí. Hoy hemos encontrado algo del Enric de antes", concluyó.

El Movistar el miércoles perdió a una de las que habían sido sus grandes bazas en este Tour. Fernando Gaviria se retiró para preparar su participación con Colombia en los Juegos, en la pista. El sprinter colombiano había rozado la victoria en Turín (segundo) y Dijon (tercero), aunque ya no había terreno para él. Sí para el resto, especialmente este jueves camino a Barcelonnette, media montaña marcada en rojo por los técnicos del equipo.