El ciclista mallorquín Enric Mas no volverá a competir en lo que queda de temporada, tras confirmarse que sufre una tromboflebitis en la pierna izquierda, según ha informado su equipo, Movistar Team. El diagnóstico se ha producido tras las últimas consultas médicas y exploraciones a raíz de su abandono en el pasado Tour de Francia. Según los facultativos, la tromboflebitis podría tener un origen postraumático.
El tratamiento de la lesión que sufrió requiere reposo y ausencia de actividad física intensa, lo que, según el comunicado del equipo, "imposibilita su participación en competiciones durante el resto de la temporada". El equipo médico y técnico continuará realizando un seguimiento estrecho de su evolución, con el objetivo de garantizar una recuperación completa del corredor de 29 años.
Mas, uno de los referentes del ciclismo español, tres veces segundo clasificado en la Vuelta a España, no podrá estar presente en La Vuelta ni en otras citas del calendario internacional, cerrando así de forma anticipada su temporada de 2025.
¿Qué es una tromboflebitis?
La tromboflebitis es la inflamación de una vena, causada por la formación de un coágulo de sangre (trombo) en su interior. Este coágulo provoca enrojecimiento, hinchazón, calor y dolor en la zona afectada. Aunque puede ocurrir en venas superficiales (tromboflebitis superficial), lo que suele ser menos grave, también puede afectar a venas profundas (trombosis venosa profunda o TVP).
La TVP es más peligrosa porque el coágulo podría desprenderse y viajar a los pulmones, causando una embolia pulmonar, una complicación potencialmente mortal. Los factores de riesgo incluyen la inmovilidad prolongada, lesiones en las venas, venas varicosas, embarazo, obesidad y ciertos trastornos de la coagulación.
La nueva reina de Francia exhibe en la vitrina de su casa un tesoro incomparable: dos adoquines del Infierno del Norte. Pauline Ferrand-Prévot (Reims, 10 de febrero de 1992) cautiva por su ambición y asombrosa versatilidad. Nadie en la historia ha dominado como ella en todas las especialidades ciclistas, suma 12 títulos mundiales en carretera, mountain bike, ciclocross y gravel y un oro en los Juegos Olímpicos de París. Un palmarés que este domingo adornó con la apoteósica conquista de su primer Tour de Francia.
Ella enorgullece a un país que sumaba 35 años sin conocer la victoria en la Grande Boucle femenina, la última triunfadora fue Catherine Marsal, en 1990. La sequía masculina alcanza los 40 años, con Bernard Hinault en e 1985.
Este domingo, Pauline ascendió al primer peldaño del podio de forma majestuosa, tras imponerse con el maillot amarillo en la jornada de clausura tras un ataque en los últimos kilómetros en la llegada Chátel. Monumental triunfo ante la aclamación de un público entregado. Entre sus incondicionales sobresale el neerlandés Dylan Van Baarle, su pareja. Él también tiene 33 años y es ciclista. Ambos comparten equipo, el Visma de Jonas Vingegaard. Todo queda en casa. Pauline es una corredora muy polivalente. Dylan es un rodador de primer nivel, en 2022 ganó la París-Roubaix, la misma prueba que este año se anotó Pauline. Ninguna pareja de la historia cuenta en su casa con dos trofeos de la clásica más tremenda. «Ya puedo presumir de tener en casa dos joyas de Roubaix», dijo en la pasada primavera la campeona francesa, que convive con Van Baarle después de romper, en 2021, su relación con Julien Absalon, que también ejercía de mánager.
Pauline y Dylan forman un tándem envidiado. Ambos han participado en varias pruebas mixtas y casi siempre con resultados exitosos. En la Karcher Duo Extreme de Curaçao de 2023 ganaron con media hora de ventaja respecto a los segundos clasificados. Siempre que pueden comparten entrenamientos, como también hacen Tadej Pogacar y su novia, Urska Zigart. Las parejas de moda en esta nueva edad de oro del ciclismo.
Ferrand-Prévot se adjudicó el Tour de Francia tras imponer su fortaleza en la alta montaña. La clave estuvo en la victoria del pasado sábado en la cima de la Madeleine, culminación de la etapa reina. En el ascenso al emblemático puerto, atacó a falta de 11 kilómetros y en la meta superó en un minuto y 45 segundos a Sarah Gigante, en 3:03 a Demi Vollering y en 3:26 a Katarzyna Niewiadoma. Una renta que le otorgó el liderato con una ventaja de 2:37 minutos. Una renta que amplió en la dura jornada de este domingo, con cuatro puertos y final en la subida a Chatel, tras previo paso por el alto de Joux Plane. En el tramo final saltó para desprenderse de sus rivales y llegó a la cima con 20 segundos de adelanto sobre Vollering.
«Estoy increíblemente feliz con esto. Desde que decidí volver a las carreteras, mi objetivo era participar en el Tour de Francia Femenino y ganarlo algún día. Esta victoria es la prueba de que tomé la decisión correcta», dijo ayer Ferrand-Prévot, que en 2015 se convirtió en la primera ciclista en poseer simultáneamente los títulos de campeona mundial en ciclismo de ruta, de montaña y de ciclocross. Este año fue segunda en Flandes y tercera en la Strade Bianche. Un curso fantástico en pruebas de carretera tras permanecer alejada de esta especialidad durante siete años para volcarse en la mountain bike, en la que ha sido campeona en las especialidades de maratón (dos veces), clásica (cinco) y corta (dos). Pauline, la ciclista total.
Tras el abatimiento generado por el abandono en el Giro de Italia por la maldita caída en el sterrato camino de Siena y por el picotazo de la avispa en la salida de la decimoctava etapa, en Morgegno, Juan Ayuso encontró consuelo con su novia Laura y su perrita Trufa. La frustración se adueñó del ciclista de Jávea, desaparecido durante dos meses y que reaparece ahora con las heridas aún sin cicatrizar. Vuelve este sábado a la Clásica de San Sebastián, fortalecido físicamente pero sin cerrar el capítulo de su futuro en el poderoso equipo de Emiratos. Tiene contrato con el UAE hasta 2029, pero tanto ruido alrededor no garantiza estabilidad.
Ayuso sostiene que su intención es continuar en el grupo dirigido por Matxin, pero reconoce que no puede detener los permanentes rumores sobre su hipotética marcha. Es el nuevo referente del ciclismo español y a una escuadra como Movistar le vendría fenomenal su incorporación, aunque para ello debería abonar una elevada cláusula de rescisión y que el corredor tuviera intención de dejar el equipo, algo que ahora mismo no sucede. Juan se considera capacitado para ser un líder indiscutible, pero de momento quiere seguir compartiendo galones con Isaac del Toro y Joao Almeida en las rondas a las que no acude Tadej Pogacar.
El esloveno, tras arrasar en el Tour, se tomará un largo periodo de descanso y no participará en la Clásica de San Sebastián. Las apuestas del UAE serán Del Toro (segundo en el Giro) y Ayuso. El español asiste con el objetivo de afinar su preparación para la Vuelta (23 agosto-14 septiembre), prueba en la que compartirá jefatura con Almeida, que se recupera de una caída en el Tour.
«Sin prisas»
«Va a San Sebastián para recuperar la forma, sin prisas. No estará al 100%, pero sí que va con muchas ganas», afirman desde el entorno del corredor. «A Juan le han dado leña, pero él es fuerte. Se encuentra tranquilo y está entrenando bien», recalcan las mismas fuentes.
En San Sebastián pugnará, entre otros, con Marc Hirschi (último ganador), Oscar Onley (cuarto en el Tour), Giulio Ciccone, Julian Alaphilippe y Pello Bilbao. La carrera consta de 211 km, con seis puertos, entre ellos Jaizkibel, a 60 km de meta, y Murgil, 2,5 km con rampas del 10% a sólo siete para la meta.
En la planificación de la temporada de Ayuso también figuran Circuito de Getxo (domingo), Tour de Polonia, Vuelta a España, Mundial y Giro de Lombardía.
El cuarto Tour no fue el más asombroso. Será recordado como el de la madurez, quizá como el Tour en el que Tadej Pogacar que tocó techo, en rendimiento pero también en ilusión. Nadie con 26 años había conquistado cuatro veces la Grande Boucle, a ninguno de los que alguna vez lo hicieron (Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain y Froome) se le comprobó tampoco tan sorprendentemente hastiado. El nuevo Pogacar no ataca para ganar las tres últimas etapas seguidas, como en 2024. El nuevo Pogacar se conforma con vigilar de cerca a su inseparable Jonas Vingegaard. También con superar con una veteranía impropia las adversidades: ni le inmutó la pérdida temprana de su mejor gregario (Joao Almeida) ni los impactos de su propia caída en Toulouse.
El esloveno fraguó el éxito con el que iguala a Froome en algunos momentos tan estudiados como prematuros. La primera semana del Tour 2025 pareció hecha a su medida, una sucesión de esas clásicas que cada vez le motivan más. En el periplo por el Norte de Francia, Pogacar se dedicó a divertirse, a vencer (Rouen, Muro de Bretaña), a ponerse a prueba con el único ciclista que es superior a él en algo (Van der Poel) y en golpear mentalmente a Vingegaard: en los Pirineos se plantó con más de un minuto de ventaja, labrado fundamentalmente en la contrarreloj de Caen.
A continuación, el golpe maestro llegó en Hautacam. El único día malo del líder del Visma lo aprovechó Pogacar para lo que tan prematuramente era una sentencia del Tour, corroborada al día siguiente en la cronoescalada de Peyragudes. Sorprendentemente ahí, con cuatro victorias parciales y una superioridad demoledora, apareció el Pogacar nunca visto. El joven hambriento e indomable dejó paso al 'veterano' con calculadora. De ahí a París se dedicó a marcar a un Vingegaard al que ya sólo iba a rematar con sus acelerones sin piedad en los últimos metros. El Pogacar más inapetente dejó pasar tres lugares icónicos en los que levantar los brazos: Mont Ventoux, La Loze y La Plagne. Esa última jornada alpina, el pasado viernes, confesó que iba «contando los kilómetros» para acabar. Lo nunca visto.
«ha mantenido su nivel»
El invierno de Pogacar no fue esta vez de reinvención, como el anterior, en el que cada mañana se levantaba en la afrenta del Tour 2023, el segundo perdido consecutivamente ante Vingegaard. Entonces trabajó cada detalle de su posición aerodinámica (ya jamás volvió a perder con el danés una crono), su resistencia en las jornadas maratonianas de montaña... Entonces cambió de entrenador, de Íñigo San Millán (ahora en el Athletic) a Javier Sola. «Hicimos muchos cambios y la diferencia es evidente hoy. Tadej simplemente ha mantenido su nivel», admitía estos días en L'Équipe Jeroen Swart, el director de rendimiento del UAE desde 2019. «No ha habido ninguna novedad en concreto. Hemos insistido en la posición, en la aerodinámica, el skin suit (ropa de competición), el casco, la posición del cuello, la entrada y salida de curva... El convencimiento de que lo has hecho todo perfecto, para no tener remordimientos», desvela Joxean Fernández Matxin en EL MUNDO.
Pogacar, ganador en Hautacam.ASO
La revolución fue el calendario. Y no es baladí. En vez del Giro, como en 2024, y desafiando toda lógica y consejo, Pogacar se aventuró en lo impensable, afrontar las clásicas europeas de primavera, terreno hostil. «Ahí no está en su habitad natural. Pero es una forma de motivación. Realmente es un campo que en el que un ganador de Tour nunca tuvo espacio. No veo a Vingegaard disputando una Roubaix. Le hizo cambiar el chip. Ya es un ganador de dos Flandes. Y la primera Roubaix queda segundo. Es el espíritu de no ser un prototipo de ciclista. Strade Bianche, San Remo... Eso a él le motiva», detalla Matxin.
Para esas clásicas de un día Pogacar varió su entrenamiento también. Trabajó más en el gimnasio, ganó masa muscular para adquirir mayor explosividad, aunque no perdió peso. De hecho, la versión 2025 del esloveno es la más estilizada que se recuerda, producto del «paso del tiempo». «Eso es un proceso natural. Cuando le conocí de amateur no me parecía ni ciclista. Ahora tiene músculo, definición... Hasta se le intuyen venas en sus piernas. Trabaja mucho con Víctor Moreno, especialista en rehabilitación», cuenta Matxin. «Comenzó sus sesiones de montaña más tarde en la temporada, lo cual siempre es un riesgo, ya que pasar del entrenamiento clásico al entrenamiento en altura requiere un período de asimilación. Esto podría haber tenido un efecto negativo en el Tour, pero nos alegra ver que no ha sido así», puntualizaba Swart.
Pero es como si toda esa ilusión de combatir con Van der Poel y los especialistas le hubiera abandonado donde se siente tan superior, el Tour. «A veces me pregunto qué hago aquí después de tres semanas. Luego, sientes cómo la gente te grita en la carretera y piensas que no se está tan mal», contaba él mismo estos días, mientras se situaba justo detrás de Froome en la lista de etapas vestido de amarillo (59).
Pogacar, con Vingegaard y Lipowitz, en el podio final.AFP
La incógnita que deja este Tour va también en cuanto a su rendimiento. El propio Swart deslizaba que quizá Tadej ha tocado techo. «Creo que está en su mejor momento. La pregunta ahora es cuánto tiempo podemos mantenerlo a este nivel, y ya no es cuestión de edad, sino principalmente de motivación. Con Tadej, lo más importante es mantener el entusiasmo. Le encantan las novedades, como intentar la París-Roubaix o intentar ganar la Milán-San Remo», deslizaba.
Wout van Aert, vencedor de la etapa, fue, por así decirlo, el hombre del día. Tadej Pogacar, vencedor del Tour, fue, en compañía del belga, también el del día. Pero, en gloriosa soledad, el de la semana, el del mes y el del año. Aunque ya no corriese más en lo que queda de temporada, el Tour, por encima de sus otros éxitos estacionales, que no son ni serán pocos, lo ha entronizado en 2025.
Es un ciclista de época. De todas las épocas, peleando a codazos contra Hinault y Coppi para adelantarlos en el conjunto de sus trayectorias y continuar persiguiendo a Merckx, en la grandeza inmarcesible de la del belga. Pogacar es hasta ahora un corredor para la historia. Merckx, para la eternidad. Pogacar, para la fama. Merckx, para la inmortalidad. En una comparación puntual, orientativa, en absoluto concluyente, Pogacar ha ganado su cuarto Tour a los 26 años. Merckx se llevó el suyo a los 27. Pero también es cierto que Eddy le lleva a Pogi algunas ventajas en otros dominios. Veremos en qué pinta el futuro.
Amenazaba lluvia (llovió a cántaros) y la organización decidió tomar los tiempos en el cuarto paso por el circuito de los Campos Elíseos antes de las diversas ascensiones por la empinada y pedregosa colina de Montmartre. Y, descendiendo de nuevo, con la meta en los mismos Campos. No tenía por qué, y mucho menos en un peligroso circuito como un espejo húmedo. No había necesidad. Pero, en un ejemplo de inmensa dignidad profesional, Tadej, en las distintas subidas a Montmartre, 1,1 kms. al 6% de gruesos adoquines con anchos intersticios, una especie de clásica urbana, rompió la carrera. Luego la destrozó. Su fuerza y su determinación formaron un grupo con él mismo, Van Aert, Mohoric, Jorgenson, Trentin y Ballerini. En la última ascensión trató de irse de los demás. Pero fue Van Aert, poderoso, resurrecto, quien lo consiguió para llegar en solitario.
Avanzaba con menos de 20º, un anticipo del otoño, el precoz crepúsculo parisino bajo una nube negra. Pero el sol textil del "maillot" de Tadej Pogacar iluminaba el panorama. El Tour rendía armas al joven portento esloveno, y éste rendía homenaje a la vieja "Grande Boucle". Ambos, agradecidos, se engrandecían mutuamente. Ambos, satisfechos, se enriquecían con su entrega recíproca. Todo triunfo prestigia a la persona y el escenario. Y no hay en el ciclismo un escenario más imponente que el Tour. Y no hay ciclista más brillante que Pogacar.
Según sus palabras y, en definitiva, algunos de sus momentos en carrera, casi más intuidos que comprobados, Tadej, también Rey de la Montaña, ha acabado "fundido". Faltaría más. Pero quién lo diría viendo también algunos de sus comportamientos. Estaría exhausto, sí. Pero menos que el resto. Su descanso es el cansancio de los demás. Su fatiga, la agonía de los otros. Todos, Pogacar en especial, estaban contentos. Unos, los menos, por triunfadores aquí o allá, de esto o aquello. Todos, por supervivientes. Cualquier carrera profesional expide el certificado de ciclista. El Tour añade el de héroes.
A sus 41 años, después de un vida de perseverancia, a Mavi García, la gran referente del ciclismo femenino español durante la última década, el destino le tenía guardado un precioso episodio. En la segunda etapa del Tour, en la meta de Quimper, logró una victoria inolvidable. Un valiente ataque a falta de 10 kilómetros que logró sostener ante el empuje del pelotón y todas sus favoritas.
"Me da vida. Llevo bastantes años haciendo esto, iba siendo hora de retirarse. No lo estaba pasando bien este año, estaba siendo muy difícil y esto me da un plus de energía muy, muy grande", comentó la ciclista del Liv-AlUla-Jayco, que en la primera etapa, el sábado, sufrió una caída que la retrasó en la general.
Mavi García, en el podio.JULIEN DE ROSAAFP
Mavi, una ciclista que llegó desde el duatlón y que luce en su palmarés cinco campeonatos de España en ruta (2016, 2020, 2021, 2022 y 2023) y cuatro en contrarreloj (2018, 2020, 2021 y 2022) se convierte en la primera español en ganar una etapa en el Tour de France Femmes avec Zwift desde que hace cuatro años cambió de denominación.
Se impuso en una etapa que partió de Brest, puro rompepìernas. Y se anticipó a las favoritas con un ataque antes de la última cota del día, el Chemin de Trohéir, un kilómetro al 5,5%. Ante los titubeos del sprint del pelotón ella no cesó en su empeño y aventajó a Lorena Wiebes y Kim Le Court, la nueva líder de la carrera.
Mavi, con esta victoria, se convierte en la ciclista de mayor edad en ganar una etapa en el Tour. A sus con 41 años, seis meses y 25 días, la española bate el récord anterior de Annemiek van Vleuten (39 años, nueves meses y 23 días, en La Super Planche des Belles Filles, en 2022).
El primer español en la clasificación general del Tour de Francia se detiene con naturalidad en la salida de Nantua, casi en la misma orilla de un lago con aguas azules de película, donde pasa desapercibido. «Es algo que no me llama nada la atención. Estoy con mucho retraso en la general, es anecdótico», despeja quien, hace unos días, en conversación con este medio, también regateaba el significativo hecho cuando todavía estaban en carrera tanto Carlos Rodríguez como Enric Mas: «Para mis aspiraciones personales no es el momento». Cristián Rodríguez, almeriense de El Ejido, ha sido un ciclista siempre bajo el radar.
Y así, sin hacer ruido, conseguirá este domingo en París acabar en la 20ª posición, a más de hora y media de Tadej Pogacar eso sí. Y eso que todos sus esfuerzos se centraron en ser la sombra y la ayuda en la montaña de su líder, Kevin Vauquelin, séptimo y primer francés. Y eso que la enfermedad le golpeó con dureza durante la última semana. «He pasado unos días complicados, tomando antibióticos. No he conseguido estar a mi nivel. Pero me he agarrado al máximo», admite quien ya luce mejor cara.
Para el aficionado no especializado, el otro Rodríguez es un ciclista un tanto misterioso. Un escalador que pronto tuvo que emigrar a Italia para ser profesional (Willier), que después volvió para correr tres temporadas en el Caja Rural y que, con las mismas, en 2021 se fue a Francia (TotalEnergies primero, Arkéa - B&B Hotels después) para no regresar. «Fue lo mejor que pude hacer. En Francia estoy súper bien y no sé si volveré, porque aquí se me valora más. Cuando voy a España siempre me piden más, no me valoran lo que hago. Es un poco raro», protestaba estos días.
Cristián Rodríguez, durante el Tour.Arkea
En su palmarés apenas lucía el exótico Tour de Ruanda, pero este 2025 está resultando redondo para Cristián. Al Tour llegó tras el segundo puesto, unos días antes, en la Clásica de Andorra (sólo por detrás de Mattias Skeljmose y por delante de Enric Mas y Esteban Chaves). A finales de mayo había firmado su primer triunfo en Europa, la Mercan'Tour Classic Alpes-Maritimes, una dura clásica de montaña en la que alzó los brazos en solitario. Toda una reivindicación a sus 30 años que se ha visto reforzada en esta su cuarta participación en el Tour (el año pasado fue cuarto en la etapa de Bolonia). Y para quien, a estas alturas, no tiene equipo para la próxima temporada.
Los problemas económicos del Arkéa -sus dos principales patrocinadores no seguirán-, hicieron que Rodríguez fuera liberado de su contrato hasta 2026. Tras unas semanas de incertidumbre, no parece sin embargo que al almeriense le vayan a faltar pretendientes. «Algo hay, a ver si se cierra estos días», confesaba ayer con media sonrisa quien espera estar en una semanas en la salida de la Vuelta desde el Piamonte.
Han pasado 27 años desde que el Tour no tiene al menos a un español entre los 15 primeros clasificados, aunque en 1998, por el abandono de varios equipos por el caso Festina, ni siquiera uno llegó a París. En realidad son 44 años, desde que en 1981 Alberto Fernández terminó el 21º. Rodríguez, que esta vez antecede a su compañero Raúl García Pierna (26), se queja de un edición «bastante rara» -«no hemos tenido mucha suerte. Carlos Rodríguez se cayó dos días, Enric ha tenido problemas. La gente que verdaderamente viene a disputar la general»- y cree que, tras sus espléndidos Pirineos (entró 10º en Hautacam), «si me hubiese respetado la salud hubiese podido estar en el Top 15 y más cerca de Vauquelin».
En lo que llevamos de siglo, España sólo se había quedado una vez sin representación en el top10 final: fue en 2022, cuando Luis León Sánchez acabó 12º. En esta edición ni siquiera un español ha podido acabar una etapa entre los cinco primeros, algo que no sucedía desde 1950. La caída de ayer de Iván Romeo, pura fatalidad cuando intentaba atacar camino de Pontarlier, fue el síntoma de la crisis. Cristián Rodríguez será recordado en una edición que confirma un vacío.
La fatalidad de Iván Romeo es la de todo el ciclismo español, tan malencarado con el Tour, como si el hechizo pretérito hubiera sido roto. Valiente, poderoso a sus 21 años, protagonista en la fuga del día, la que iba a triunfar en Pontarlier bajo la lluvia, el vallisoletano se fue violentamente contra la acera en una curva a falta de 20 kilómetros. [Narración y clasificaciones]
Una caída fatal, traicionado por el ímpetu que le honra. Se levantó como un resorte, pero el del Movistar, con su maillot de campeón de España hecho pedazos, estaba herido, por fuera y por dentro, la rabia de quien lo ha intentado todo. El shock se adueñó de una fuga. En esa misma curva también cayó Gregoire, pero logró recomponerse. En mitad del caos, el sprinter Kaden Groves lanzó un ataque que le iba a llevar en solitario hasta la meta de Pontarlier. Una victoria única a añadir a las siete que posee en la Vuelta y las dos del Giro. La tercera para su equipo, el Alpecin de los retirados Philipsen y Van der Poel.
Desde el lago de Nantua y sus aguas azules de postal, donde los ciclistas ya calentaban en el rodillo bien temprano, no hubo respiro. En el Macizo del Jura aguardaba el último botín, tantos tipos desesperados, sin nada que echarse a la boca, poco más que sufrimiento durante tres semanas. Tal fue el ansia que la fuga del día tardó en conformarse. En ella estaba Jegat, al que le gritaban que no era bienvenido, pues hacía trabajar por detrás al Jayco para defender la décima plaza de Ben O'Connor. Migajas.
Iván Romeo, durante la etapa, antes de su caída.MARTIN DIVISEKEFE
Ahí estaba ya Iván Romeo, tan activo en su Tour de debut, la Grande Boucle que jamás olvidará. Ya por la mañana le señalaban en el autobús del Movistar, jornada rompepiernas con cuatro pequeñas cotas, ideal para sus características de rodador y su hambre de primerizo.
Hicieron camino los 13, con Tim Wellens y Matteo Jorgenson como favoritos y la lluvia como elemento animador. Justo antes del accidente, en la última cota del día, Iván lo intentó con toda su fuerza. Estuvo a punto de lograrlo, de irse en solitario, pero al menos seleccionó el grupo aún más. Mientras guardaba fuerzas para otro arreón, en una curva a derechas traicionera a la que entró pasado, cayó y con él todas sus ilusiones. Una lección que no olvidará a quien el Tour aguarda en el futuro, el proyecto de un corredor de época.
«Tadej, ¿estás aburrido o cansado?». La última pregunta de la conferencia de prensa en la estación de esquí de La Plagne, con frío, niebla, lluvia y una grisura completamente otoñal, despertó la media sonrisa de Pogacar, abrigado hasta arriba. Porque la sensación, tanto en la ascensión al último puerto hors categorie de este Tour de Francia, como después en su actitud, era de desgana. O de misión cumplida. Tan lejos de los alardes y el colmillo de hace no tanto. «Obviamente, estoy cansado. No ha sido un Tour fácil. Me han atacado por izquierda y derecha todo el tiempo», reconoció.
Un momento antes, el líder, al que un miembro de seguridad poco atento casi tira al suelo tras cruzar la línea de meta- había confesado también que en La Plagne, donde probó a falta de 14 kilómetros con un ataque no demasiado sostenido que no logró descolgar a Jonas Vingegaard, «iba contando los kilómetros hasta París», guardando algo de fuerza por si alguien le contraatacaba. Incapaz de acercarse demasiado a Thymen Arensman, el tipo que les iba a birlar una etapa que hubiera supuesto un broche de oro para Pogacar o un pequeño alivio para Vingegaard, ambos arruinados por su decepcionante marcaje.
«Se acabaron las montañas», se le escapó al final de otra de sus respuestas. Ni siquiera se mostró demasiado ambicioso cuando le cuestionaron sobre la jornada del domingo en París, donde la inclusión, como en los pasados Juegos Olímpicos, de la ascensión a Montmatre (por partida triple) pondrá pimienta a una etapa siempre destinada al champán, el paseo del amarillo y a la victoria al sprint. Tadej suspiró (otra vez) y admitió que lo único que le preocupa, de momento, es el sábado, media montaña entre Nantua y Portarlier, jornada destinada a la escapada. «Después, ya veremos».
Pogacar, tras la etapa de ayer en La Plagne.LOIC VENANCEAFP
El otrora glotón Pogacar, el de las seis victorias de etapa en 2024, abrochó su cuarto Tour en una jornada que no pasará a los libros de historia, que no se podrá comparar con las gestas en este escenario de Laurent Fignon (doble ganador, en 1984 y 1987) o Miguel Indurain, que se marcó un alarde para defender el que sería su quinto Tour, en 1995, de la emboscada de Alex Zulle. Lejos Tadej del gusto por la épica que siempre le ha acompañado. Y eso que el UAE Emirates parecía convencido desde el inicio de que era el día propicio (más tras el recorte que sufrió el trazado en la previa por un brote contagioso que afectó al ganado vacuno del Col de Saisies) para la quinta muesca de Tadej, para un bonito colofón tras no haber podido levantar los brazos en las tres anteriores jornadas montañosas. Así lo puso en suerte Tim Wellens. Sin embargo, tras no hacer camino en su primer demarraje («quizá demasiado pronto») y después de no encontrar colaboración en sus compañeros de viaje -tampoco en un Vingegaard que ni siquiera lo intentó-, Pogi se dio tregua.
Sólo fue el acelerón de Florian Lipowitz en la lucha por el podio, tras vez cómo Oscar Onley perdía comba, el que acercó al trío al bravo Arensman, roto tras cruzar la meta apenas dos segundos antes que Tadej y Jonas: «Son los ciclistas más fuertes del mundo, casi extraterrestres, y yo soy un simple humano. No puedo creer que les haya ganado», acertó a decir el neerlandés, uno de los grandes nombres propios de este Tour.
Pero si desilusionante pareció Pogacar, que no escondió tampoco que el Tour se le está empezando «a hacer largo» -«con el tiempo que hace, la ceremonia de después... Sólo quiero ir al autobús y darme una buena ducha caliente»- Vingegaard no pareció para fiestas. Siempre a rueda, como si defendiera algo, apenas se permitió el lujo de no quedar esta vez por detrás de su Némesis: había sido superado en las últimas nueve etapas de montaña por Tadej. No lo conseguía desde su triunfo en Le Lioran, durante el pasado Tour. También, por primera vez, le sacó algo de tiempo: los dos segundos de la bonificación. «Intenté aprovecharme en la última subida y estaba más centrado en ganar la etapa que en ganar tiempo. Es una pena que Arensman estuviera allí, claro», explicó brevemente el danés en meta.
El último capítulo entre Pogacar y Vingegaard en este Tour fue el más desconcertante. En La Plagne, bajo la lluvia, un desesperante marcaje entre los dos colosos propició el triunfo de Thymen Arensman, su segunda victoria de etapa en esta edición, osado y ambicioso como nadie el neerlandés del Ineos. Resultó una subida tediosa, en la que el líder apenas amagó con un par de acelerones y el aspirante ni se movió hasta que faltaban 300 metros y ya Arensman, agónico, levantaba los brazos casi sin creérselo. [Narración y clasificaciones]
Fue la primera vez en todo el Tour que el danés se permitió el lujo de entrar por delante de su Némesis y, sin embargo, no dejó de ser un nuevo fracaso para él. Sin victoria de etapa y sin la valentía suficiente para haber probado a Pogacar, para haber quemado todas sus naves en la última oportunidad. Lo que prometía La Plagne quedó en humo, apenas la lucha por el tercer cajón del podio como emoción, con Florian Lipowitz triunfante ante Oscar Onley (le sacó 41 segundos en los dos últimos kilómetros), dos perlas que marcarán el porvenir.
Cuesta asumir a este 'nuevo' Pogacar, el que ha labrado su cuarto Tour conteniendo sus instintos, asestando un par de golpes en los Pirineos y controlando después a su rival Vingegaard. ¿Dónde queda el de los ataques de lejos sin mirar atrás? El recorte de la etapa anunciado la noche previa pareció una estupenda invitación. Hace un año firmó seis victorias de etapa y bien pronto acumuló cuatro en esta edición. Pero el esloveno no levantó los brazos en las tres últimas etapas de montaña, ni en Superbagnères ni en dos enclaves icónicos, Mont Ventoux y La Loze. Tampoco lo iba a hacer en La Plagne.
Y eso que bien temprano los Visma (Benoot, Jorgenson, Kuss...) se despeñaron del pelotón, evidenciando que esta vez no había "plan maravilloso" para atacar al líder. El UAE, por su parte, con Tim Wellens al frente, puso un ritmo fortísimo que arruinó las intenciones de Primoz Roglic de ser protagonista desde lejos, como también intentó en la previa.
El esloveno del Bora coronó junto a Lenny Martínez y Valentin Paret-Peintre el durísimo Col du Pré, pero su renta era escasa. Peor en la siguiente cima, pues al UAE le echó una mano el Uno-X, interesado en el desfallecimiento de Vauquelin. La ventaja del trío fue de apenas 40 segundos. Tras un larguísimo descenso en el que apareció la lluvia, Roglic y todos los demás fueron engullidos por el trabajo de Wellens.
La suerte estaba echada en las faldas de La Plagne, otra subida mítica donde leyendas como Laurent Fignon, Miguel Indurain y Alex Zulle dejaron su sello en el pasado. Tras un par de kilómetros de trabajo del Decathlon para favorecer en la general a Felix Gall -Roglic pronto se dejó llevar-, el parón lo aprovechó el pletórico Thymen Arensman y, a falta de 14 kilómetros, la potencia de Pogacar se desató para su primer zarpazo.
Le aguantó Vingegaard con suficiencia y volvió Arensman, que insistió hasta irse en solitario. Su valentía iba a tener un estupendo premio en la cima. Porque de los de atrás se adueñó una rara calma, con el neerlandés siempre a no más de 30 segundos. Tiró Felix Gall hasta asegurar su quinto puesto y luego Pogacar puso un ritmo conservador. Cuando Onley perdió comba, fue el turno de Lipowitz. Sólo quedaba el ataque por el triunfo de Pogacar o Vingegaard. Que no llegó, sólo un acelerón postrero y condenado al fracaso del danés.