Pogacar hace historia con su quinta victoria seguida en Lombardía
Tadej Pogacar, a cuyo alrededor ha gravitado la entera temporada, cerró la suya con su quinto triunfo consecutivo en el Giro di Lombardia. Nadie ha sometido de ese modo a la reina otoñal de los Monumentos. Coppi también la sedujo cinco veces, pero no seguidas. Asimismo, nadie ha hecho podio en una misma campaña en los cinco Monumentos. Pogajar ganó el Tour de Flandes y la Lieja-Bastoña-Lieja, y fue segundo en la París-Roubaix y tercero en la Milán-San Remo. Lombardia ha sido su vigésima victoria del año y la 108 de su carrera. Y su décimo monumento.
Para saber más
Cuando compite, Pogacar ofrece algo muy parecido a una certeza que comienza por una frecuencia, prosigue con una costumbre y desemboca en una rutina. La carrera discurría con una cierta apacibilidad, en el sentido de que no ofrecía altibajos o sobresaltos, como si aguardara a que el esloveno tomase la iniciativa dónde y cómo decidiera. El UAE controlaba con Pogacar a rebufo.
Una escapada desde la mismísima salida con 14 hombres (Simmons, Matthews, Bilbao, Ganna, Vervaeke...) se había ido desgastando y perdiendo efectivos en el curso del trayecto de 241 kms., con 4.500 metros de desnivel, a lo largo de las sucesivas cotas, cortas y duras: Madonna del Ghisallo, Roncola, Berbenno... Entre unas y otras había también muritos, muretes y toboganes. Un infierno en un paraíso otoñal de bosques verdes, ocres, amarillos y rojos.
El UAE (Novak, Majka, en su última carrera profesional, Yates, Vine, Sivakov, Del Toro) seguía controlando, con Pogacar, abrigado tras su gente. En la Crocetta, Quinn Simmons, que había sido el alma de la fuga, iniciándola y sosteniéndola, dejó a sus compañeros. Y entonces la carrera se organizó con Simmons, bigotudo, patilludo, melenudo, campeón de Estados Unidos, "hippy" tardío, con el maillot recamado de estrellas, haciendo todo lo posible para que, cuando atacase Tadej, dispusiera de alguna ventaja que le concediese alguna oportunidad.
No la tuvo con todavía por delante la Zambla Alta (9,8 kms. al 3,3% de porcentaje medio) y La Ganda (9,6 al 7,1). Por detrás, Majka se entregaba a morir. Y moría. Lo reemplazaba Vine en el martirio. Y se inmolaba. Landa, que galleaba, humillaba de golpe la cresta. Y Roglic. Y Alaphilippe. Y Bernal. Y Pidcock. Y Carapaz (que se iría al suelo luego)... Quedaron aislados en vanguardia Pogacar, Evenepoel, Del Toro, Storer y los 19 años recién cumplidos de Seixas.
Y, de pronto, ¿dónde? Qué más da. ¿Subiendo o bajando? Es lo mismo. ¿En recta o en curva?. No importa. Súbitamente, donde fuera, estalló la tempestad de un solo hombre. Del único hombre posible. De un solo trueno. De un solo rayo. De Tadej Pogacar. Quedaban 36,6 kms. para la llegada. Pogi aceleró con esa su brutal suavidad. Evenepoel, que, escarmentado, ya ha aprendido todas las lecciones, ni lo intentó. Se hubiera abrasado a cambio de nada, a costa de gastar inútilmente unas energías que iba a necesitar más tarde.
Pogacar, por delante de Evenepoel, durante la prueba.AFP
...Y todo había acabado antes de acabar. Pogacar volaba, ángel con alas blancas: casco blanco, culote blanco, calcetines blancos, zapatillas blancas, bicicleta blanca y jersey blanco pintado de arcoíris como adorno colorista del cielo impoluto de toda victoria. Pogacar gana por aplastamiento con una sonrisa que endulza el esfuerzo y lo infantiliza.
Evenepoel, coloso secundario, fue otra vez segundo. Lo celebró. Ya que vencerle es una quimera, escoltar a Pogacar es un privilegio. Michael Storer fue un tercero doblemente feliz.