El reto brutal de Pogacar en la París-Roubaix: adoquines como guadañas, el infierno de Arenberg y el fantasma de Merckx

El reflejo del Caníbal como estímulo para mantener viva la llama de la ambición. Tadej Pogacar ha convertido la victoria en rutina y para seguir en alerta necesita combatir contra la historia y afrontar desafíos superlativos en los escenarios más hostiles. Sólo así se entiende su loco empeño en debutar hoy en la brutal París-Roubaix, la clásica más dura y peligrosa. Adoquines con filo de guadaña.
Riesgo extremo para el esloveno en un reto que angustia a los técnicos y jeques del UAE (pagan 60 millones por seis años de contrato). Ellos temen que una caída -algo intrínseco en esta descomunal prueba- o una lesión provocada por el martirizante traqueteo de los 30 tramos de pavés fracturen una temporada en la que se ha propuesto dominar en todas las clásicas y repetir triunfos en el Tour de Francia y el Mundial de ruta. Pero el cielo es para los valientes, asegura el corredor más impresionante de este siglo, que ya sólo se fija en el palmarés irrepetible de Eddy Merckx. Él sabe que es imposible igualar los registros del belga, pero se extra motiva en cada guerra.
En la París-Roubaix participa en desventaja antes rivales más expertos y que le superan en estatura y peso, características físicas que favorecen la estabilidad en el molesto baile por los tramos de adoquines. El pasado domingo arrasó en el Tour de Flandes, que también incluye zonas empedradas, pero aquéllas son más lisas debido al constante transito de coches; las de Roubaix son más ásperas porque esos caminos están destinado a vehículos agrícolas. Además, la Clásica del Infierno carece de esos muros en los que el esloveno descuelga a los rodadores.
Piedras y agujeros
Éste es un ejercicio de enorme potencia y desgaste físico, y más con la presencia de lluvia prevista para este domingo, carrera que emiten Teledeporte y Eurosport. Pero el agotamiento también es psicológico, porque siempre hay que permanecer atento para evitar caídas, averías y enganchones. La fuerza y la fortuna como aliadas supremas.
El belga Jasper Stuyven sostiene que la clave es mantener el impulso y la velocidad en cada tramo adoquinado. ''Hay que anticiparse a las piedras que sobresalen y los agujeros, correr concentrado de principio a fin, explica el ciclista del equipo Lidl-Trek, que sólo se ha caída una vez en sus 12 participaciones (incluidas etapas en júnior y sub'23).en la París-Roubaix y que acompañó a Pogacar en la fuga del esloveno en la etapa del Tour de Francia de 2022 que transitó por territorios de la reina de las clásicas..
La cita de este domingo consta de 259 kilómetros y de 30 tramos adoquinados, entre ellos destacan los de Arenberg, una recta interminable, oscura, una herida abierta de 2,3 kilómetros en pleno bosque. Es el sector 19º, a 95 kilómetros de la meta, la primera gran criba. Para superar el paso más temido es imprescindible entrar bien colocado. «Se trata de un muro invisible», advierte el belga Tom Boonen, plusmarquista, junto a su compatriota Roger de Vlaeminck, con cuatro victorias. Otros tramos de máxima exigencia (calificados con dificultad de cinco estrellas) son los de Mons-en-Pévéle, de 3.000 metros, sector 11º, y el Carrefour de l'Arbre, de 2,1 kilómetros, sector cuarto.
Triplete encadenado
Pogacar, en este marco sembrado de trampas, pretende ser el primer debutante que gane vestido con el maillot arcoíris, algo que no pudo conseguir Merckx. Al margen del primer ganador, el germano Josef Fischer (en 1896), el único debutante triunfador ha sido el italiano Sonny Colbrelli, en 2021, la primera edición tras el paréntesis de la pandemia del Covid.
Pogacar también quiere ser el pionero en subir al podio del velódromo de Roubaix tras encadenar triunfos en el Giro de Italia, Tour de Francia y Mundial de ruta. Con 26 años y siete meses, ya atesora ocho Monumentos (dos Tour de Flandes, dos Lieja-Bastoña-Lieja y cuatro Giro de Lombardía) y en este mes aspira a sumar dos más (París-Roubaix y Lieja) para alcanzar los 10 que Merckx tenía a sus misma edad. El Caníbal, en 1968, ganó la clásica siendo campeón mundial, pero lo hizo después de haber disputado dos ediciones. Lo mismo logró Bernard Hinault, en 1981, pero en su cuarta participación.
Desde 1981, con Hinault, ningún ganador del Tour de Francia se ha impuesto en la clásica más tremenda. Geraint Thomas es el último ganador de la Grande Boucle que participó en el prueba adoquinada, no consiguió terminar en 2018.
El gran adversario de Tadej Pogacar, será el espléndido neerlandés Mathieu van der Poel, que persigue su tercer título consecutivo, un hito sólo rubricado por el francés Octave Lapize, en 1909, 1910 y 1911, y el italiano Francesco Moser, en 1978, 1979 y 1980.