Rúben Amorim, técnico del Manchester United, se ofreció a irse del club sin finiquito si así lo quiere la directiva y la afición.
"Si la directiva y los aficionados creen que no soy el hombre adecuado, me iré sin discutir y sin compensación", dijo Amorim después del encuentro. "Pero no voy a dimitir. Confío en mi trabajo", continuó.
El entrenador portugués perdió este miércoles la final de la Europa League contra el Tottenham Hotspur y ha firmado unos meses terribles con el United, que es decimosexto en la Premier League y no jugará en Europa el año que viene.
"No estoy aquí para defenderme en este momento. No es mi estilo. No tengo nada que darle a los fans, pero lo que pido es un poco de fe", apuntó.
Amorim, que llegó en sustitución de Erik Ten Hag, solo ha conseguido nueve puntos en Premier League desde noviembre, perdió tanto la FA Cup y la Copa de la Liga y se jugaba muchísimo en esta Europa League perdida contra el Tottenham.
La ausencia del United en la Champions League de la temporada que viene ni en ninguna competición europea tendrá un impacto de, como mínimo, 100 millones de libras en sus ya resentidas cuentas financieras.
Han acumulado pérdidas en los últimos cinco años y, según el club, de no haber llevado a cabo una política de recortes en el último año, habría entrado en bancarrota al final de este 2025.
GARNACHO, DUDA LA PRÓXIMA TEMPORADA
Alejandro Garnacho, atacante del equipo, dejó abierta la puerta a una posible salida este verano después de perder la Europa League.
"Obviamente esto es muy duro para todos", dijo el argentino en la zona mixta posterior al partido en San Mamés. "Nuestra temporada ha sido una mierda. No ganamos a nadie en la liga. Nos han faltado muchas cosas", agregó para definir la terrorífica temporada que llevan, perdiendo todos los títulos y sin la presencia en Europa la temporada que viene.
En lo individual, Garnacho no quedó nada contento con su participación en la final, en la que comenzó en el banquillo en favor de Mason Mount y no entró hasta la recta final de encuentro.
"Hasta que llegamos a la final, jugué en todas las rondas. Y hoy he jugado veinte minutos. No sé, voy a disfrutar del verano y ya veremoslo que pasa después", sentenció.
Garnacho tiene contrato con el United hasta 2028, pero ya estuvo en la rampa de salida el pasado invierno, cuando su club no veía con malos ojos dejarle salir ya que pretende ingresar entre 50 y 60 millones de libras por él y, al contabilizar como canterano de cara al 'fair play' financiero, sería un respiro importante para las cuentas del equipo.
La Liga Europa acudió al rescate del Tottenham, hundido en la Premier pero capaz de ganar ante el Manchester United su cuarto título continental en una noche donde se echó de menos el fútbol en San Mamés. Los londinenses volverán la próxima temporada a la Liga de Campeones, cuya final perdieron con el Liverpool hace un lustro. Esta vez no se les escapó la victoria, al derribar nuevamente a un rival al que han superado en sus cuatro partidos en el curso que concluye.
Se desangra el United, que llegaba invicto en el torneo al partido donde esperaba enmendar del mejor modo posible otra temporada nefasta. Una más desde que entró en esta profunda crisis en la que sigue sin ver la luz.
Un afilado centro al área de Sarr desde la izquierda lo peleó Johnson y acabó a la espalda de Onana con la colaboración de su compañero Shaw, casi en la frontera del descanso. Ese tanto terminó por decidir una final carente de atractivos.
Las dudas defensivas del Manchester United habían generaron dos situaciones de inquietud en el comienzo. Primero fue Onana quien se mostró falto de autoridad en una salida y poco después Maguire se metió en un lío por no conceder fuera de banda. Pero sería Diallo a la salida de un córner quien más cerca estaría del gol con su disparo cruzado.
Decidió Ruben Amorim prescindir de Ugarte y dejar a Casemiro como único medio centro defensivo. Buscaba más creatividad y dinamismo, no sólo de la mano de Bruno Fernandes sino también de Mount. Fue solo una pretensión. Más que reivindicar su buen papel en el torneo, tanto Tottenham como Manchester United encarnaban el más que deprimente devenir en su liga.
Era una final singular por la deriva de ambos equipos a lo largo de la temporada. Es harto infrecuente que la disputa de un título continental tenga como protagonistas a dos supervivientes en la Premier League, lastrados por un casi infame número de derrotas, incapaces también de asomar la cabeza en cualquier otro torneo doméstico.
Una sangría incesante
Ahí estaba el United, con una historia que admite escasas comparaciones en el fútbol mundial, sometido desde la marcha de Alex Ferguson a una incesante suma de contratiempos en todos los frentes, perdido el sitio en las islas y en Europa. Similares urgencias afrontaba el Tottenham, sin el halo legendario de su rival, pero también con honores dentro y fuera de Gran Bretaña y recursos para ocupar un espacio menos sombrío del que le había tocado.
Tardó Amorim en mover el banquillo y buscar soluciones a un marcador que el Tottenham interpretó como una buena excusa para acomodarse en su propio terreno, sin el carácter reactivo que manifestó con la igualada a cero. Una pelota frontal que no supo despejar Vicario la sacó sobre la línea en un soberbio escorzo Van de Ven cuando casi se celebraba el remate de Hojlund entre los seguidores del United.
Entraron Garnacho y Zirkzee a falta de 20 minutos para la conclusión. El técnico portugués no alteraba el sistema, sólo cambiaba hombre por hombre a un delantero y a un media punta. A una situación mucho más difícil había hceho frente el United en su partido de cuartos contra el Olympique de Lyon, cuando remontó dos goles en contra en la prórroga ante el Lyon estando con un hombre menos.
Con poco, el Tottenham se aproximaba a su primer título europeo desde que en 1984 ganó por segunda vez la Copa de la UEFA. Cuenta también con la Recopa ganada en 1963. Corto de imaginación, diluido Bruno Fernandes, su principal fuente de talento, el United se dedicaba a poner centros sobre el área ante un rival cada vez más convencido de hacer buena su propuesta. Sólo la entrada de Son, ausente del equipo inicial por sus problemas físicos, ponía algo de chispa en el atrincherado grupo de Postecoglou.
Resistió el Tottenham hasta el cabezazo de Shaw que despejó Vicario, ya en los estertores de la prolongación. Aún habría para un remate de Casemiro, pero la victoria se la llevó el Tottenham, resarcido de sus penurias ante un United que se sume en las tinieblas.
No estará el Athletic, ya clasificado para la próxima Liga Campeones tras una brillante temporada. Aún hay un llanto contenido en Bilbao por la ausencia de su equipo en una fecha para la que había trabajado desde que se conoció que San Mamés sería la sede de la final de la Liga Europa. El título se lo disputarán este miércoles (21.00 h., Movistar) dos grandes del fútbol británico venidos muy a menos. El Manchester United, que aniquiló al conjunto de Ernesto Valverde en semifinales, y el Tottenham Hotspur, que, al igual que su adversario de esta noche, busca fuera de las islas la redención en un curso nefasto.
El glorioso United tricampeón de Europa, colosal protagonista de páginas heroicas, como las que nos hablan de su renacimiento tras el desastre aéreo de Múnich, en 1958, que acabó con buena parte de una generación llamada a todo, es hoy décimosexto en la Premier League, después de sufrir el pasado fin de semana ante el Chelsea su decimoctava derrota. Justo detrás en la clasificación aparece el Tottenham, que viene de perder contra el Aston Villa su vigesimoprimer encuentro en el campeonato.
Sólo la tradición que llevan detrás unos y otros, mucho mayor la del equipo que ahora entrena Ruben Amorin, permite sostener un cartel seriamente devaluado por sus prestaciones no ya en este ejercicio, sino a lo largo ya de unas cuantas temporadas. Cierto es que en el torneo que nos ocupa se han defendido con dignidad. El United, cuyo último éxito europeo se produjo en esta competición, en 2017, con José Mourinho, aparecerá en San Mamés invicto en la presente edición, con nueve victorias y cinco empates. El Tottenham, que cuenta con una Recopa y dos Copas de la UEFA y perdió ante el Liverpool la final de la Liga de Campeones de 2019, aparece con sólo dos derrotas y cuatro triunfos en los últimos cinco partidos.
Es evidente que por su peso histórico llama mucho más la atención la hasta la fecha incontenible hemorragia del Manchester United desde la jubilación de Alex Ferguson tras 26 temporadas en las que ganó 38 títulos. Ni la Copa de la Liga de 2023 ni la FA Cup ganada hace dos cursos al Manchester City colman los anhelos de un club opacado desde hace tiempo por el Liverpool y por sus vecinos de Maine Road, hasta la implosión de la formidable obra de Pep Guardiola.
Crisis en todos los frentes
Desde que a finales de 2023 la familia Glazer vendió el 25% de las acciones a Jim Ratcliffe, el presidente de la petroquímica Ineos ha tratado de atenuar la crisis económica del club, aplicando 450 despidos y con medidas como el fin de la pensión de 2,16 millones de libras anuales que recibía Ferguson como embajador. Pero la distancia entre la masa social y la clase dirigente desde que los magnates estadounidenses compraron el Manchester United en 2005 no deja de crecer, agudizada por la deriva deportiva y la crisis institucional.
Un equipo cuyo jugador más relevante en los últimos partidos ha sido, a sus 33 años, el ex madridista Casemiro, autor de dos tantos en las semifinales y con opciones para volver a la selección brasileña con la llegada de Carlo Ancelotti, busca ganar por primera vez en cuatro encuentos al Tottenham esta temporada, levantar la copa y hacerse con una plaza en la próxima Liga de Campeones.
«La gente verá a nuestro equipo de otra manera si gana la Europa League, ya que hacerse con un título europeo es importante», dijo este martes Amorim en conferencia de prensa. «Nada va a cambiar nuestra temporada, pero ganar hoy puede ayudarnos a tener esa sensación para construir un futuro».
Al otro lado, los Spurs del técnico griego Ange Postecoglou. «Siempre gano cosas en mi segunda temporada. Nada ha cambiado. No digo las cosas salvo que crea en ellas», comentó en conferencia de prensa el hombre que se hizo cargo del equipo en 2023. «Es un momento histórico. Llevo diez años en el Tottenham y quiero ganar este título. Va a ser un día muy importante y estoy convencido de que lo vamos a lograr», manifestó su capitán, el delantero coreano Son Heung-min.
En Marrakech, en Berlín, en Monterrey o en mallas. La nueva vida de Xavi Hernández es el descubrimiento de la 'dolce vita' por parte de alguien que, a sus 44 años, y pese a la fama y el dinero, no sabía lo que era disfrutar de un fin de semana con amigos y familia desde que era un niño, según confiesa en su entorno. El fútbol cría mucho pobre niño rico. «¡En esto del fútbol el dinero es una burrada!», solía decir cuando vestía de corto e invitaba a sus amigos de Terrassa. Entonces, coqueteaba con la presión. Como entrenador, la padeció hasta extremos preocupantes para su salud mental, por lo que, cerrado el ciclo en el banquillo azulgrana, se propuso una descompresión de verdad, sin declaraciones ni rencores. Ni en la despedida ni ahora que el Barça de Hansi Flick vuelve en la tabla a la misma casilla que el Barça de Xavi.
En la gala del 125 aniversario que precedió a la derrota en Montjuïc ante Las Palmas, Xavi no faltó, acompañado por su esposa, Nuria Cunillera. Leo Messi, pese a haber concluido la MLS, intervino por vídeo, como Carles Puyol o Pep Guardiola. Tampoco evitó las despedidas de Andrés Iniesta o Sergi Roberto, aunque dijo no a todas las propuestas de los medios de comunicación. Cuando escenificó su propio adiós, tras ser despedido por Joan Laporta, explicó que sería un aficionado más en el estadio. Hasta ahora, en cambio, no ha acudido a Montjuïc. Está donde debe estar, pero no allá donde pueda levantar suspicacias.
Los buscadores de gestos vieron más en el rostro de su mujer que en el del propio Xavi mientras en la platea del Liceo escuchaban en vídeo las palabras Guardiola. La comparación, como jugador y entrenador, siempre persiguió al personaje y obsesionó a su entorno, que llegó a referirse al «guardiolismo sociológico» como origen de las críticas hacia el técnico.
El fulgurante arranque del Barça de Flick las volvió propiciar, pero ante la primera crisis, después de lograr un punto de nueve posibles, la clasificación habla claro: en la jornada 15 el equipo azulgrana tiene los mismos puntos que la temporada pasada (34) y cuatro menos que en la anterior, cuando Xavi levantó la Liga. El silencio, sin embargo, continúa. Xavi aceptó la petición que le hizo Flick de tener una cita, algo que tras su llegada al Madrid también hizo Carlo Ancelotti con Vicente del Bosque, mediante Fernando Hierro. Tipos listos. Fue en casa de Xavi y la familia se limitó a difundir la imagen juntos, a la que el club no dio difusión.
Imagen antes de una fiesta en redes sociales.
De Xavi se sabe más por la intensa actividad de su pareja, profesional de la comunicación, en las redes sociales que por sus iniciativas. Quienes velan por sus intereses futbolísticos han llegado a advertir que quizás tanta exposición podría resultar excesiva, dar a entender que se ha separado excesivamente del fútbol, pero Xavi insiste en que permanece conectado y sigue partidos constantemente, incluso del torneo qatarí.
Las imágenes de viajes o escenas familiares, junto a sus hijos Asia y Dan, o con amigos son habituales. Por Europa, en Marruecos, por una playa o entre tacos y tequila en México, donde acudió para jugar un partido de leyendas y decidió quedarse unos días, acompañado de Héctor Moreno. Se conocieron cuando el mexicano jugó en el Espanyol, volvieron a encontrarse en Qatar y, hoy, Xavi es padrino de su hijo Bruno. El catalán ha llegado a aparecer hasta con unas mallas de gimnasia, poco antes de asistir a un cumpleaños en el que los invitados debían ir disfrazados.
No a las ofertas
Desde el momento en que dejó el club, Xavi tuvo claro que quería tomarse un año sabático. Sentía que tenía una deuda con su familia. En su hoja de ruta figura volver a entrenar la próxima temporada a un club importante europeo. La primera vez que el ex técnico azulgrana dijo que no continuaría en el club, hace ya casi un año, las personas que rigen sus intereses ya recibieron llamadas. Representado por Arturo Canales, agente de Gerard Piqué, es su socio Fernando Solanas quien está más cerca del técnico. El Manchester United empezaba entonces a hacer prospecciones de futuro, un casting para explorar candidatos a suceder a Erik ten Hag. Las partes no aclaran si en ese momento o después se produjo una oferta en firme, pero el elegido, finalmente, fue el portugués Rúben Amorim, entrenador de nueva generación, más joven que Xavi, que estaba detrás del éxito del Sporting de Portugal.
Tras el despido, hubo más llamadas, pero todas obtuvieron la misma respuesta. Algunas llegaron de equipos y selecciones más exóticas, aunque Xavi ha descartado experiencias similares a la que tuvo en Qatar. Quiere entrenar en Europa, en la elite. Durante su paso por el Al-Sadd, encontró un hábitat muy cómodo para su familia en la Perla, zona exclusiva de Doha donde vive la mayoría de desplazados occidentales. Eso influyó en las dos veces que dijo «no» al Barça, al margen de la desconfianza en los dirigentes y su pacto con el opositor Víctor Font. La situación no cambió con Laporta, cuya primera opción no era el de Terrassa, pero un tercer «no» era un desafío excesivo al destino.
Xavi y su mujer, en Marrakech.
La prioridad de Xavi no es económica, debido al patrimonio forjado durante su carrera y gestionado a través de una sociedad limitada creada ya en su etapa como futbolista. La sociedad posee más de 60 activos, principalmente propiedades inmobiliarias, repartidos en pisos, casas, locales, aparcamientos u oficinas en distintas localidades de Cataluña, algunas de ellas en las zonas más exclusivas.
El entrenador catalán piensa en un proyecto deportivo que pueda moldear a su gusto, junto a buena parte del staff que le ha acompañado hasta ahora, especialmente su hermano Óscar, su segundo en el banco azulgrana. El resto depende de la receptividad del mercado, algo en lo que confía que pese más su pasado y el fútbol que representa que el áspero final en el Barça. Pero eso será mañana. Por ahora agota la efímera 'dolce vita'.