Ejercicio de excelencia y temple: el Real Madrid tumba a Olympiacos y buscará la Duodécima

Actualizado Viernes, 24 mayo 2024 - 23:50

Fue como si el Real Madrid llevara toda la temporada o toda la vida aguardando este día. Una noche de Berlín para el recuerdo ya, un ejercicio de excelencia tan elevado que sólo un fracaso el domingo en la final contra Panathinaikos (20.00 h.) podría empañarlo. Pero en el Uber Arena no hubo mañana para los de Chus Mateo, sólo una batalla que afrontar con los ojos inyectados en pasión. Buscará hurgar en su propia historia y volver a levantar dos Euroligas consecutivas, como en el 68, tras despedazar al Olympiacos, ese querido enemigo otra vez frustrado por el blanco. [87-76: Narración y estadísticas]

Para saber más

Para saber más

Pugnará por su duodécima Copa de Europa, la cuarta de las últimas 10, por la segunda de Chus Mateo, la cuarta de Rudy, Chacho y Llull y tantos otros hitos. Por agrandar una leyenda que se explica en movimiento y en hambre. Y también en resistencia cuando el rival, a la desesperada, intentó sin suerte la remontada en la segunda mitad.

Porque se puede definir gráficamente la perfección en el baloncesto en los 10 minutos con los que amaneció el Real Madrid en el Uber Arena. Habla de la mentalidad de un equipo nacido para estas cumbres. Llegados a la hora de la verdad, el colmillo, la determinación, el coraje. Ese extraño cosquilleo llamado miedo en el rival. Todo eso es parte del ADN y no se entrena.

Las finales se ganan, dice el tópico. Cuando se quiso dar cuenta, el Olympiacos, el fiero colectivo que defiende mejor que nadie en Europa, el que ganó el quinto en el Palau, el que dejó al Barça en menos de 60 puntos en los dos últimos partidos de la serie de cuartos, estaba tiritando en el Uber Arena, pese a lo rojo de la mitad de las tribunas. Le llovían los triples, cinco casi seguidos entre Hezonja y Musa, Campazzo repartía asistencias como un tahúr y Tavares dominaba las pinturas, la propia y la ajena, como en sus mejores días. Resultó un torbellino. Más madera con la aparición de Yabusele, que había dejado su sitio en el quinteto a Eli Ndiaye para cumplir con las tradiciones, como lo fue el canterano en los dos partidos de la pasada Final Four.

La segunda unidad no bajó la guardia y la distancia se disparó con dos triples del Chacho mediado el segundo cuarto. Chus Mateo recurrió a Causeur, en el ostracismo últimamente, siempre con el corazón a punto en estas citas el veterano francés. Mientras, el factor psicológico Llull aguardaba en el banquillo. Por si había conato de remontada, pues en la memoria lejana aparecía un primer cuarto casi calcado, el de la final de Londres 2013 (27-10 entonces), la única de las cuatro que Olympiacos ha ganado al Madrid.

Llull, ante Fall, durante el partido en Berlín.

Llull, ante Fall, durante el partido en Berlín.ODD ANDERSENAFP

Apareció el capitán y llegó una máxima de frotarse los ojos (54-29). Era el acierto (9 de 13 en triples), pero, principalmente, eran las ganas, la energía de dominar de manera apabullante el rebote: el Madrid le dejó apenas seis en toda la primera parte al Olympiacos, sólo uno en todo el segundo acto. Sólo un triple de McKissic, el único potable en los griegos, sobre la bocina, dio algo en lo que creer a sus desesperados aficionados, que un rato habían visto cómo el eterno rival regresaba a toda una final continental.

Apareció el alma del Pireo, porque los de Giorgios Bartzokas son mucho más de lo que habían demostrado. Ahora sólo quedaba morir matando, jugar sin red. Entre el segundo y el tercer acto, un parcial de 2-14 que les arrimó para despertar a sus incondicionales. Un empujón más (66-56) con Williams-Goss y, sobre todo, Alec Peters, que anotó 14 puntos en ese tramo, donde el Madrid ya no dominaba el rebote y donde Musa y sus puntos fáciles y Llull y sus canastas de guerrero suponían casi toda la resistencia.

El Madrid había perdido la chispa en pos de la agonía. En su mente se había encendido el botón rojo de la resistencia, de acercarse al final y olvidar el baloncesto, con lo peligroso que eso resulta. El tiempo estaba de su parte pero no las sensaciones (31 puntos en toda la segunda mitad). Williams Goss hacía daño ante sus ex compañeros, como si tuviera cuentas pendientes. Pero cuando se arrimó a ocho (77-69), también las fuerzas abandonaron ya al Olympiacos. Chus Mateo le dio la muleta al Chacho y, con el remate de Musa, bajó los brazos a una noche de perfección y sufrimiento.

[embedded content]

Rudy, Chacho y Llull, un trío para la eternidad ante su última Final Four juntos: "Como si fuera la primera"

Rudy, Chacho y Llull, un trío para la eternidad ante su última Final Four juntos: “Como si fuera la primera”

Una vida juntos. Tres isleños, dos baleares y un canario, unidos por el talento y el destino. Carreras cruzadas para Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y Sergio Llull, quienes un 9 de octubre de hace 13 años disputaron por primera vez un partido defendiendo la misma camiseta (en el Palacio, contra el Fuenlabrada, victoria y 34 puntos del tridente) y cuya parada final, antes de los playoffs ACB, será en el Uber Arena de Berlín, la quinta Final Four juntos, del trío del que todos hablan, los veteranos, los que marcan la diferencia y no sólo en la cancha. Los guardianes de las esencias, los que, como dice su entrenador, «lideran con el ejemplo».

Para saber más

«Como si fuera la primera», proclama el que 100% no estará en otra Final Four más. Sin pronunciarlo, Rudy confirmó que están siendo sus últimos partidos como profesional. Cumplidos los 39 años, resistiendo al paso del tiempo y las lesiones, el de Palma mira sus desafíos finales, su cuarta Euroliga, su séptima ACB y sus sextos Juegos como nadie hizo jamás (acumula ya 11 medallas con España), palmarés de vértigo.

Y también hace repaso, de los debuts y de las herencias. De lo que ahora intentan dejar como legado al resto. «Los que vienen nuevos ven que esto es una familia y el escudo va por delante de cualquier cosa. Para eso estamos los veteranos», admitía estos días un Rudy que, mirando al porvenir del club, al impostergable relevo generacional, compara la identidad del vestuario blanco con la de España. «Cuando llegué en 2004 me arroparon y me hicieron saber la filosofía de la selección. Es parecido a lo que intentamos hacer aquí. Lo dijo Ancelotti, todos nos sentimos una familia, fútbol femenino, masculino y baloncesto», explicaba antes de partir hacia Alemania.

Uno de esos alumnos aventajados fue Luka Doncic, quien hace poco más de un año, cuando el trío de veteranos se erigía en protagonista en la remontada insólita de cuartos ante el Partizán de Obradovic, se rendía a sus maestros en redes sociales. «Me encantan los viejitos», bromeó igualmente otro ex compañero, Andrés Nocioni. Aquel fue el penúltimo baile, coronado con la Undécima en Kaunas. Han pasado 11 años desde que los tres juntos disputaron su primera Final Four, en 2013 en Londres, donde precisamente perdieron la final contra Olympiacos.

El lockout y Laso

El destino les había hecho coincidir de blanco primero. Fue durante el lockout de la NBA en 2011, cuando Rudy fichó temporalmente por aquel Madrid de Pablo Laso que daba sus primeros pasos (él terminó ese curso en Denver y regresó). No disputó aquella Supercopa en Bilbao por lesión y esa mañana de octubre contra el Fuenlabrada (unos días después, en Charleroi, jugaron juntos su primer partido en Euroliga, también con victoria) fue el capítulo iniciático de un libro extraordinario.

Después, coincidieron en cuatro Final Four más y levantaron tres. Si alzan la de Berlín entraran en un selecto grupo y sólo serán superados por Dino Meneghin (siete títulos) y Clifford Luyk, Aldo Ossola y Alvertis (cinco).

Llull ha disputado 10 de las últimas 13 Final Four -«intentamos cuidarnos un poquito más que el resto»- y Rudy, que no estuvo en 2011, nueve. El Chacho las mismas, aunque repartidas con el CSKA (también fue campeón) y el Armani Milán. También con la selección compartieron una trayectoria de aventuras y éxitos. De la primera vez que coincidieron, en los Juegos de 2012, hasta el 2016. Protagonizaron los tres un periodo en el que lograron cuatro medallas en cinco veranos: la plata olímpica en Londres, el bronce continental en Eslovenia, el oro de Lille y el bronce en los Juegos de Río, con el único traspié del Mundial patrio de 2014.

Rudy y el Chacho fueron ya campeones del mundo en 2006 y Llull y Rudy lo hicieron en 2019. Existencias entrelazadas, como cuando el Chacho y Rudy jugaron a la vez en los Blazers. Pero hambre intacta, a pesar de que si se suman todos sus títulos, la cifra asusta: han ganado 90, casi tantos como años (112) entre los tres. «La sensación es tan buena y bonita cuando ganas, que quieres perseguirla constantemente. Pones mucho esfuerzo, quieres que merezca la pena. Eso es lo que nos mantiene», explicaba el base esta semana, sin aclarar todavía si se retirará al final de la presente temporada (en unos días cumplirá 38 años): «No he profundizado en la decisión que tomaré. Puedo tener una idea, pero lo que pase en Berlín no será decisivo. Quiero estar centrado en competir bien y disfrutarlo».

Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y SergioLlull, antes de su primera Final Four.

Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y SergioLlull, antes de su primera Final Four.

«Son los que guían y transmiten a los jóvenes cómo funciona esto», había dejado dicho su entrenador, quien sigue contando con los tres en cada partido, situaciones críticas o momentos de sentenciar, casi siempre al comando de la segunda unidad. A los tres esta temporada han respetado las lesiones. O, evidentemente, si hay que jugarse la última bola. Para eso, no hay dudas, Llull. «Me la volvería a tirar. No me voy a esconder en esos momentos», proclamaba, recordando la histórica canasta ante el gigante Fall de hace un año en Kaunas, tan presente para todos este viernes en la pretendida revancha de Olympiacos.

Olympiacos aparta al Barça de la Final Four de Berlín

Olympiacos aparta al Barça de la Final Four de Berlín

Actualizado Miércoles, 8 mayo 2024 - 23:30

Nunca había logrado un equipo visitante imponerse en un quinto partido de la Euroliga y, en apenas unas horas, esa estadística se rompió doblemente. Venció el Fenerbahçe en la pista del Mónaco y se impuso también el Olympiacos al Barça en el Palau, en un partido en el que los azulgrana sólo fueron por detrás en los cinco últimos minutos. [Narración y estadísticas (59-63)]

De nada sirvieron las destacadas actuaciones de Laprovittola y Ricky Rubio, casi siempre providencial en las recuperaciones. La tardía pero oportuna explosión anotadora de McKissic, unida a las buenas actuaciones de Papanikolau y Milutinov, acabó por condenarlos a una derrota.

Todo lo que había en juego quedó más que patente en un primer cuarto con un tanteo impropio. El Barça se las arregló para llevarse el primer asalto por 12-9. Brilló, sobre todo, un Laprovittola que recuperó sus mejores sensaciones y fue vital también la irrupción de Ricky Rubio, con una lectura de juego que le permitió desesperar al conjunto griego con sus robos de balón.

El arranque del equipo de Grimau en el segundo periodo pareció empujar a los azulgrana a romper por primera vez claramente el duelo con un parcial de 6-0 que les permitió ponerse nueve arriba (18-9). Olympiacos, lejos de desesperarse, encontró la manera de apretar de nuevo las cosas, con un ataque eminentemente coral. El triunfo parcial, en este caso, caería del lado de los de Bartzokas (15-16).

Parcial de 2-15

Olympiacos, no obstante, haciendo gala de una mentalidad de hierro, confirmó su aparente recuperación forzando el empate al límite del final del tercer cuarto, tras responder con contundencia a un intento de escapada que tuvo a Vesely, Laprovittola y Abrines como protagonistas. Canaan, sobre todo, y Petrusev fueron los grandes argumentos para no sólo evitar que los azulgrana volvieran a sentirse cómodos sobre la pista, sino que propiciaron además que todo quedara pendiente de un último cuarto no apto para corazones débiles.

Un periodo en el que a los azulgrana les temblaron las rodillas en el peor momento. Con un parcial de 2-15, en el que brilló un al final inspiradísimo McKissic, los griegos lograron un 49-57 que acabó por convertirse en una losa demasiado pesada para los de Grimau, por mucho que, en un conato de arreón final parecieran capaces de volver a meterse en el partido, y que acabó por cristalizar en una derrota final por 59-63.