La Liga deja un duro dilema para Xavi y Simeone: ¿Qué hacer frente al Madrid que viene?

La Liga deja un duro dilema para Xavi y Simeone: ¿Qué hacer frente al Madrid que viene?

Desde que el Madrid se proclamó campeón de Liga, cinco jornadas antes del final, ha marcado 16 goles en cuatro partidos, con tres victorias y un empate, y únicamente cuatro tantos encajados. No se jugaba nada, por lo que Ancelotti ha alternado titulares y suplentes, ya en la vigilia de la finalísima de Wembley. Suplentes como Brahim, nueva estrella de Marruecos; Joselu, internacional con España, o Güler, con maniobras y goles que indican que nos encontramos ante algo tan misterioso como grande. A ellos hay que añadir al suplente Modric, que no necesita definición.

La nueva condición del croata es una prueba de la creciente competitividad interna del equipo. Tan cierto es que tiene 38 años como que su fútbol sigue vigente, hecho que le acerca a una renovación más en el Bernabéu, especialmente ante el vértigo de un «no» de Kroos. El peso que han tenido ambos futbolistas en el mando del gran Madrid europeo del último decenio es lo más difícil de sustituir en el futuro, porque no hay réplicas en el mercado. Son al Madrid lo que fueron Xavi e Iniesta al Barça. Con más o menos fútbol, sin embargo, el Madrid ha reforzado su centro del campo con un perfil más físico y jugadores jóvenes, como Valverde, Camavinga, Tochuaméni o Bellingham. Piezas muy polivalentes, como se ha demostrado ante la plaga de lesiones que afectó a la defensa, sin que el club decidiera buscar alternativas.

La portería soportó la baja de Courtois con la aparición de Lunin, mientras que futbolistas como Carvajal o Vinicius encontraron su mejor versión para liderar a un Madrid capaz de resistir como de atacar. Hace años que no se recuerda una versión del equipo con menos puntos débiles. Puede ser que más brillantes, pero no tan sólidas.

Vinicius y el Balón de Oro

A ese equipo es al que llegará Mbappé, considerado el mejor jugador del momento, pese a su mediocre Champions. Vinicius está, hoy, un paso por delante en la carrera por el Balón de Oro. Haberse convertido en un icono contra el racismo también ayuda, aunque la Copa América que va a disputar pesa menos que la Eurocopa.

La llegada del francés convertirá a este Madrid en un equipo de otra dimensión, si se compara con sus grandes rivales en la Liga, puesto que tiene capacidad económica para realizar más operaciones, quizá la llegada de Davis. Es como si Florentino Pérez diseñará ya un Madrid de Superliga, en paralelo al nuevo Bernabéu, con una plantilla larga en la que hay estrellas y hay equipo. Pocos como Ancelotti para manejar el ecosistema. Eso no lo pone a salvo de las crisis ni garantiza títulos, pero dispara sus capacidades frente al resto.

El Madrid siempre ha estado a mucha distancia de la clase media de la Liga, pero el próximo año lo estará todavía más de Barcelona y Atlético, oponentes con los que habitualmente se juega los títulos. Los azulgrana no están únicamente en una crisis económica, también deportiva y de credibilidad. Hay formas y formas de ser segundo, importan el cómo y el cuándo. Xavi tiene jugadores para haber ofrecido más. No ha logrado estabilizar un equipo fiable, un año después de ganar la Liga, y se ha mostrado débil emocionalmente. Laporta, por su parte, parece un presidente de cómic.

LA CANTERA, PRUEBA DE VIDA

La prueba de vida es su cantera, con Cubarsí, Lamine Yamal y Fort como últimas apariciones. Ese mérito sí es atribuible a Xavi y puede justifiar su continuidad, ya que la tesorería del club no está en condiciones de competir en el mercado. Desde el ascenso de la 'Quinta del Buitre', está demostrado que las crisis son la mejor oportunidad para las canteras. En el Madrid, hoy, no hay necesidad de mirar hacia abajo, y también algo de pereza y falta de sensibilidad.

Pero además de los canteranos, el Barça necesita un plan estratégico claro a medio plazo, firme y sin dudas, aunque para ello hace falta un liderazgo del que carece. Laporta y Xavi han acabado el curso metidos en el camarote de los hermanos Marx.

ACOMODADOS EN EL ATLÉTICO

El liderazgo del Atlético no está en cuestión, porque es mesiánico. Simeone no puede justificarlo todo con la clasificación para la Champions, sobre todo en un año en que su capacidad para comprimir la competitividad del equipo se ha visto en cuestión en varios partidos.

El Simeone de otros tiempos no se reiría tras un 1-4, como el encajado frente a Osasuna, aunque no haya nada en juego. En el Madrid es al revés, porque cada minuto de alternativa es una oportunidad. Alguien tiene que hacer sentir lo mismo a los futbolistas del Atlético, que han pasado del potro al sofá.

El Simeone del pasado tampoco se resignaría. Ni el Xavi de otros tiempos, cuyas palabras de que el Barça no estaba para competir con el Madrid irritaron a Laporta. El punto de partida es difícil, pero ambos deben exigir más y exigirse más a sí mismos. Míchel no dejó de hacerlo tras ser goleado en el Bernabéu y la clasificación del Girona para la Champions es su título.

Courtois cumple ante el Alavés en una noche de retos personales del Madrid

Courtois cumple ante el Alavés en una noche de retos personales del Madrid

Queda un reto que no es un reto cualquiera. Es el reto. Es la Champions. Es el Grial que da sentido a la historia del Madrid. Ancelotti toma decisiones para afrontarlo con las mayores energías y la menor desconexión, al alternar futbolistas y alineaciones, y los jugadores aprovechan estos partidos de vigilia para alcanzar algunos retos personales. [Narración y estadísticas, 5-0]

El mayor es el de Courtois, titular por tercera vez desde la consecución del título, y con la intención de demostrar que es el de antes, el que sujetó la Decimocuarta en París como un náufrago sujeta el último cabo.

Cumple el belga, con tres porterías a cero, aunque de momento ante la tropa de la Liga. Para hacerlo con más garantías necesitaría rivales más peligrosos. Sólo la ceja de Ancelotti sabe lo que piensa el italiano ante el gran dilema de Wembley: Lunin o Courtois.

También Vinicius quiere aprovechar cada gol, dos ante el Alavés, porque siente que está en la carrera del Balón de Oro, y eso tiene su cosa si llegara a ser Mbappé quien le aplaudiera con el trofeo en el Bernabéu. Hasta Bellingham vuelve al gol, quién sabe si a tiempo de un Pichichi extraño, y también Güler, el último del pelotón. La temporada puede tener premios para todos, no sólo colectivos, pero si les dan a escoger uno, todos pedirían el mismo.

Paradas ofreció Courtois y al gol llegaron Bellingham, casi sin quererlo, y Vinicius, queriéndolo más que ninguno, frente a un Alavés al que le faltaba la tensión de jugarse la vida. Los de Luis García Plaza han hecho bien su trabajo, salvados mucho antes del final.

También el Madrid, en su caso con la consecución del título, pero cuando la calidad se libera de la presión, las diferencias son todavía mayores. Como Cádiz o Granada, sea con suplentes o titulares, el Alavés fue goleado por el talento sin cadenas. No son cadenas que ponga el entrenador, lo hacen las circunstancias.

Lo poco que el Alavés pudo enseñar ofensivamente lo hizo nada más empezar y en el desenlace. Primero en una acción de Hagi sobre la línea. Samu recibió en el área pequeña y Courtois reaccionó abajo con una doble intervención. El Bernabéu le ha cogido cariño a Lunin porque valora el sentido de la justicia, pero en ese instante la duda se movió como una ola por la grada. Volvió en sendos remates de Hagi y Samu.

Este Hagi tiene buen pie aunque no sea el gran Hagi, conocido como el Maradona de los Cárpatos, de pasado madridista y azulgrana. No es el padre, pero habría firmado la maniobra de su hijo en el segundo tiempo que provocó, esta vez sí, una intervención, mano abajo, de las sobresalientes de Courtois.

El belga está, aunque no sabemos hasta dónde está. El dilema va a perseguir a Ancelotti hasta Wembley con mucho ruido alrededor, debates, tertulias y encuestas. Quedan dos partidos de Liga, en Villarreal y ante el Betis en el Bernabéu. De sus elecciones en la portería se desprenderán más pistas.

Pruebas para Wembley

Courtois fue titular en un once que, hoy, sería el titular en Wembley, salvo por Rüdiger, que se quedó en el banco para dar minutos a Militao. El brasileño podría acompañar al alemán en la finalísima, pero jamás dejarlo fuera, después de un año colosal. Camavinga, por su parte, apunta a esa titularidad ante el Borussia Dortmund, dada la lesión de Tchouaméni. Son distintos. Menos defensivo y menos posicional, Camavinga aporta, en cambio, un dinamismo muy valioso, especialmente en clave ofensiva. La acción en la que centró para que Vinicius marcara es una prueba de dónde le gusta llegar.

El francés fue el primero en abandonar el campo para dejar su sitio a Güler, alguien que va a tener que exprimir su calidad en el futuro. La tiene. También gol, como volió a demostrar al cerrar la goleada. Hace falta tiempo para saber si tiene todo lo demás para hacerlo, porque este Madrid se va a poner muy caro.

Vinicius insistió, siempre profundo y asistente, especialmente a Rodrygo, pero también aliado de nuevo con el gol. Bellingham le asistió para batir a Owono de tiro cruzado. Era el cuarto tanto del Madrid, no tan potente, sin embargo, como el disparo con el que Valverde logró el tercero. Si no fuera por el tiempo ausente por lesión de Vinicius, quizás Bellingham, que abrió el marcador con un centro-chut, no pugnaría por un Pichichi que estaría cerca del brasileño. Con Vini los debates son otros.

Del Bosque, el último "servicio al fútbol" en una selección con más tramposos que campeones

Del Bosque, el último “servicio al fútbol” en una selección con más tramposos que campeones

La reputación ha preocupado siempre a los hombres que pretendían trascender, porque el poder y la riqueza, por sí solos, no lo consiguen. La grandeza necesita a la reputación. Napoleón la comparaba con un gran ruido que podía hacer caer leyes y naciones. Para Abraham Lincoln era como la sombra de un árbol, porque la reputación no define a una persona, sino al conjunto de los pensamientos que inspira. La sombra de Vicente del Bosque es alargada, c

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Ave, César de Europa: el Madrid lleva el imperio de la fe hasta Wembley

Ave, César de Europa: el Madrid lleva el imperio de la fe hasta Wembley

Ave, César, los que van a ganar te saludan. El César de la Champions no es el César de Roma, al que ofrecían su muerte delincuentes y gladiadores en el coso del Capitolio. La gente del Madrid no piensa jamás en la muerte, ni siquiera con los dos pies en el cadalso, como volvió a estar ante el Bayern, porque su único 'memento mori' es la victoria, la cumpla la estrella de Vinicius o la buena estrella de Joselu en su 'momento Champions', en su 'momento Mbappé'. [Narración y Estadísticas, 2-1]

Una transformación indescifrable la de este antidivo como indescifrable es este equipo. De Lisboa a Kiev, el rastro de sus conquistas es como el perímetro de un imperio, la Roma del fútbol. El apolíneo templo de Wembley aguarda, pues, al Madrid de los increíbles, al Madrid Imperator.

La vida y la muerte, la victoria y la derrota juegan con nosotros, nos escogen, pero no hay nadie a quien el destino quiera tanto como al Madrid, como prueban sus 14 triunfos en 17 finales, no siempre en partidos dominados, en ocasiones asediado, como en Saint Denis o en el Etihad, y al borde de la eliminación, que es como estaba en el Bernabéu cuando Neuer, dueño de un acto pletórico, fue un niño en el patio del colegio. Joselu, el más pillo de la clase, lanzó el balón a la esperanza, a dos minutos del final, y a Wembley, cuando todos mueren menos el Madrid.

Al Bayern le quedan las quejas, y seguramente con razón, por un polémico final en el que se hizo un lío incomprensible el colegiado Marciniak, al pitar antes una acción que debería haber dejado continuar y en la que el balón acabó en la red de Lunin. Para eso está el VAR. Pero la realidad es que el equipo bávaro perdió el partido por sus errores en los momentos de temblor del Bernabéu que nadie sabe explicar. Ni Tuchel ni Guardiola. Nadie.

EL MIEDO A LOS ERRORES

Al Bayern le gustan las mismas cosas que al Madrid. Le gusta correr. Si algo le importaba, sin embargo, es que no lo hiciera el rival, porque cuando eso sucede, el Bernabéu es como un desfiladero por el que no se desboca simplemente un equipo de fútbol. Es un alud, un alud blanco. Las precauciones mandaban, pues, sobre los atrevimientos, con dos futbolistas más capaces de estar en su sitio frente a un ataque posicional que los que lo hicieron en la ida. Se trataba de De Ligt y Pavlovic. Tuchel no tenía prisa ni obligaciones por el resultado, y tenía miedo.

También Ancelotti, que no tuvo reparo en reconocerlo, pese a las bromas de Carvajal. Ningún inteligente esconde el miedo. Lo siente, lo observa, lo analiza y lo combate. Ancelotti no podía hacerlo como Tuchel en el Bernabéu, por lo que lo hizo mediante la seguridad en los pases.

Una pérdida era un apretón del rosario, y en esto es mejor mirar a la pelota que al cielo. Cuando eso ocurre, mal asunto. El Madrid sabía que debería llevar el peso del juego y la instrucción es que siempre empezara en Kroos, un tipo con aspecto de no perder nunca las llaves de casa. Asegurar las transiciones y arriesgar solo cuando el balón llegara a Vinicus y Rodrygo.

El show de Vinicius

Vinicius, en un lance del juego.

Vinicius, en un lance del juego.MariscalEFE

Lo hizo Vinicius nada más sonar el silbato y perder la primera pelota el Bayern. Levantó los brazos y se dirigió a la grada en busca de la acústica que provoca el techo cerrado del Bernabéu. Estaba inyectado, quizá demasiado, pero era lo que el momento pedía. Vini, centrado o en la banda, iba a demostrar quién es, y quién es en la Champions, lo que no ha podido hacer Mbappé, ya eliminado.

Empezó por un lanzamiento al palo que Rodrygo remachó al cuerpo de Neuer. Nada más empezar la segunda parte buscó el uno a uno en la izquierda. Ni Laimer ni Kimmich, dos jugadores excepcionales, pudieron, ni por separado ni juntos, frente al brasileño. Otra vez Rodrygo desperdició el regalo de su compatriota, pero Vini no paró hasta provocar lo mejor de Neuer y, finalmente, lo peor, su error fatal.

La segunda consigna de Ancelotti era cerrar las bandas a Sané y Gnabry, en las que Carvajal y Mendy empezaron por no ceder ni un palmo. Gnabry encontró un aclarado gracias a Musiala en el arranque, aunque mal solucionado. Poco después fue al banquillo, lesionado, para dejar su lugar a Davies. Diablo por diablo, era más diablo en segundo, como demostraría con el 'zigzag' y el latigazo que cambiaba el decorado.

Musiala y el diablo Davis

Que se equivoque el contrario, pensaba Tuchel, al que no le importaba un partido largo, larguísimo, mientras estuviera en la eliminatoria. Renunció a cualquier tipo de presión alta y esperó a que aparecieran los espacios. No llegarían para el Bayern hasta la segunda parte y cuando eso ocurrió aparecieron Musiala y Harry Kane.

Pocos se mueven igual en ese territorio. Tuchel cambió la posición de Musiala, de la banda, donde jugó en Múnich, a la mediapunta. Lo poco que el Bayern podía filtrar con intenciones partía de sus botas, muy poco durante el primer tiempo. Apenas una volea de Kane pudo encontrar el equipo alemán en ese tramo, un pobre balance ofensivo.

La estirada del Madrid en el segundo y el desgaste acumulado los permitieron y fue Musiala el primero que provocó lo mejor de Lunin en un disparo a quemarropa. Estaba claro que el Bayern había encontrado caminos hasta enconces cerrados. Kane se unió a su compañero para encontrarlos. En el caso del inglés hablamos de un delantero centro que es mucho más, con movimientos y cambios de juego propios de un centrocampista cuando se retrasa unos metros. Cumple ese rol en el equipo bávaro como en la selección inglesa. La acción en la que cedió para la carrera de Davies fue un ejemplo.

Ancelotti buscó entonces en el banquillo soluciones, con Joselu y Brahim, como soldados de reemplazo que siempre están en su sitio, dispuestos para la misión. El cazagoles que llegó sin jerarquía para llevar el 9 las encontró en el miedo ajeno, por dos veces, para citarse con el sorprendente Borussia Dortmund en la final del 1 de junio y llevar más allá los límites de este imperio que pocos comprenden y tantos aman.

La Liga de Bellingham y del banquillo

La Liga de Bellingham y del banquillo

La Liga del Madrid empezó como la Liga de Bellingham, en formato Cristiano, y los que tenían que saltar del banquillo. Lo hizo ya en San Mamés, en la primera jornada, donde marcó el inglés y se lesionó Militao. Una estrella que asomaba y un banquillo que no fallaba, la ecuación perfecta para un equipo, siempre que sea manejada con temple, como es el caso de Ancelotti. Los resultados avalan al italiano, el tipo que mejor convive con la crítica con

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El mejor alemán juega en el Madrid

El mejor alemán juega en el Madrid

Si frente a un equipo alemán el mejor futbolista alemán juega en el Madrid, hay poco más que añadir. Kroos ordenó a sus jugadores y hasta a los contrarios como lo hace un profesor cuando entra en clase. Se acabó el descontrol, las carreras y los papelitos. Cada uno en su sitio. Kroos los colocó a todos. A los suyos, con la pelota; a los rivales, sin ella. Puso el equilibrio que el Madrid necesitaba en un arranque caótico y puso el desequilibrio n

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La Champions de los antigalácticos: el peso de los Rüdiger o Lucas Váquez en la historia del Madrid

La Champions de los antigalácticos: el peso de los Rüdiger o Lucas Váquez en la historia del Madrid

El primer galáctico del Madrid era quien más odiaba la palabra «galáctico». «No vuelva a pronunciarla. Esa palabra hizo mucho daño al Madrid». La última charla con Alfredo Di Stéfano, que a pesar de ser presidente de honor recibía en la modesta zona de veteranos del Bernabéu, mostraba cómo el inexorable deterioro que el paso del tiempo había provocado en su cuerpo, no había hecho mella alguna en su pensamiento, en sus principios. Repetía Di Stéfa

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Un gol terapéutico de Güler en Anoeta acerca el alirón del Real Madrid en la Liga

Un gol terapéutico de Güler en Anoeta acerca el alirón del Real Madrid en la Liga

Un rostro taciturno anticipa cada acción de Arda Güler, que por momentos trae el recuerdo de aquel Özil indescifrable y hasta desesperante, pero exquisito. Hay algo futbolístico y algo cultural en la semejanza. Esos tipos no siempre sobreviven bien en el Madrid, un club inyectado, como si las dudas que inspiran fueran sospechosas. Veremos qué sucede con el joven turco, de 19 años, que llegó al Madrid cojo y no ha acabado de encontrar su lugar. De esa forma saltó a Anoeta, con aspecto de despistado o con un aspecto que no sabemos interpretar. El gol que definió la victoria, encontrado gracias a la buena decisión de Carvajal, una más, es la mejor terapia.

Güler tuvo su oportunidad como titular por primera vez en la Liga, porque los titulares se quedaron en el banquillo. Los titulares de Múnich, se entiende, que es donde el Madrid se juega lo mejor de la temporada. El título que la justifica ya está ganado. La Liga es ya para el Madrid dejar pasar el tiempo. También para el Barça, que empieza su futuro como si regresara al pasado. Anoeta era, pues, una estación de paso, aunque éstas se encuentran repletas de oportunidades para los menos habituales. Jugó Carvajal porque está sancionado en la Champions. Lo hizo Militao para saber si podrá hacerlo y repitió Modric en el once porque no empezará en el Allianz. Parece un pecado, pero es el pecado del tiempo.

Buen rendimiento de Militao

Militao acompañó a Nacho, con Kepa en la portería, frente a una Real punzante, con la presión alta y Barrenetxea y Javi Galán profundos, más el hiperactivo Kubo por la derecha. Para Fran García, que acabó por ver una tarjeta amarilla, fue un tormento. Ancelotti no contó con ninguno de los atacantes que utilizará el martes y alineó a Brahim y Joselu, además del jugador turco.

No era de esperar, pues, un Madrid a fuego. Pese a la motivación que representaba para los menos habituales, todos se sienten jugadores del Madrid, y el Madrid está ya en otra cosa, una vez pasado el clásico con éxito y levantado el dique de puntos sobre el Barcelona.

El equipo de Imanol lo quiso más y puso más, aunque también contaba con bajas. Se juega Europa el conjunto realista. Ello provocó que Kepa tuviera que emplearse a fondo, en especial con buenas manos bajas a disparos de Kubo o Turrientes, otro de los productos de Zubieta que es interesante seguir. La hierba mojada endemoniaba cada pelota y aumentaba la dificultad para los porteros. Turrientes es poderoso físicamente, vertical desde el centro del campo y carga la pierna a la primera. Antes del descanso lanzó alto un disparo muy potente; después, colocó bajo para una estirada del portero madridista, al que Lunin observaba desde el banquillo. Nunca ha sentido el ucraniano tanta jerarquía estando sentado.

Le faltaba a la Real la finura del último pase que dejara a algún jugador en posición de gol claro. la única vez que lo hizo, había falta previa sobre Tchouaméni que el VAR se encargo de indicar con acierto a Munuera Montero. En ese lugar se echa de menos a David Silva, uno de los mejores que hemos visto en esa especialidad. Anoeta lo homenajeó como merece antes del partido.

La llegada de Carvajal

El Madrid, en cambio, necesita mucho menos. Apenas había llegado con claridad cuando una progresión de Carvajal le llevó al lugar clave para el centro. El lateral del Madrid lo hizo al primer toque y ello restó tiempo a los defensas para posicionarse. El balón en perpendicular no fue detenido por ninguno, como si se produjera un fallo defensivo en cadena. Güler llegaba para rematar un centro limpio a la red de Remiro. La sonrisa apareció en su rostro hasta entonces crispado, en especial después de haber sido amonestado nada más empezar. Fue la razón por la que Ancelotti decidió sustituirlo por Vinicius pasada la hora, ya que el turco no rehuye el choque, pese a su aparente fragilidad.

La necesidad llevó a la Real a aumentar el ritmo sobre el área de Kepa, donde ya había entrado Rüdiger. y Militao no se dejaba nada, una señal de su recuperación. Volvió entonces a aparecer el compromiso defensivo del Madrid, reforzado por los cambios en una línea de cinco hombres, fórmula que le ha llevado a las semifinales de la Champions y acerca su alirón en la Liga.

Los brazos en cruz de Bellingham cierran la Liga ante el Barcelona en el Bernabéu

Los brazos en cruz de Bellingham cierran la Liga ante el Barcelona en el Bernabéu

Esto se ha acabado después de un clásico de circunstancias en el que el Madrid no necesitó del mejor Madrid, sólo de su espíritu, frente a un Barça que no es capaz de sujetar sus goles, ni en Montjuïc ni en el Bernabéu, ni en la Champions ni en la Liga. Continúa en su Sinaí, en una travesía del desierto que pronto abandonará Xavi. El abrazo a Ancelotti es el abrazo del adiós. Los brazos de Bellingham, en cambio, acabaron en cruz. Al inglés corresponde la estampa de esta Liga, que queda sentenciada de la misma forma que empezó, aunque este último acto le deba casi todo a un antidivo, Lucas Vázquez, como a los del Etihad. En ese equilibrio entre el brillo y el trabajo está el éxito de este Madrid, un campeón virtual en casa camino de otro Grial. [Narración y Estadísticas, 3-2]

Lamine Yamal arrancó de la misma forma y en el mismo lugar en el que se fue del campo ante el PSG con la cara de quien pregunta qué he hecho yo. Marcar la diferencia. En el Bernabéu, que ya le había aplaudido vestido de rojo, continuó para quitarle la razón al entrenador por su errática decisión en la Champions. Si alguien así se va del campo, vayámonos todos. Su juventud, como la de Cubarsí, es la única prueba de vida que deja este Barça, obligado a reinventarse frente a un Madrid robusto, por juego, por caja y por estadio.

Camavinga sufrió a Lamine Yamal porque el azulgrana tiene la velocidad que hace sufrir a cualquiera. Con una tarjeta cargó al francés, al que Ancelotti había decidido volver a colocar en el lateral, en un cálculo de puntos y de esfuerzos en el que lo único que había que hacer era no perder. La Liga estaba mentalmente ganada y había que poner lo mejor en la Champions. Ahora, con 11 puntos de ventaja sobre 18 posibles, lo está virtualmente.

DEPRIMIDO Y DESESPERADO

El Barça no se encuentra en ninguna de esas situaciones. Está entre deprimido y desesperado. La victoria en el Bernabéu era la única forma de mantener viva una quimera y de no convertir lo que resta de temporada en un tormento. Le queda la queja, con o sin razones, en el penalti o sobre la línea de gol, ayer en el Bernabéu, pero eso no le ofrece coartada para sus errores. está donde merece.

Los equipos hechos para los títulos no saben jugar por nada. Los jugadores, tampoco, y menos los implicados en la Eurocopa y Copa América que vienen. Un mal asunto para Xavi. Ya dijo que se va, ya sabe que se va, con Rafa Márquez preparado en el piso de abajo, pero la forma de acabar puede ser todavía peor si los futbolistas no se entregan con la profesionalidad debida. Veremos.

Esa desesperación convertida en necesidad llevó al Barcelona a imprimir una presión altísima nada más salir. Obtuvo frutos frente a un Madrid contemplativo, en el que Lucas Vázquez volvía a la derecha después del estajanovista esfuerzo de Carvajal en Manchester. Camavinga en la izquierda y Tchouaméni como central auxiliar un día más. Modric y Kroos volvían a encontrarse en la titularidad como tiempo atrás. El croata, en su mejor versión.

Error de Lunin

Encontró frutos el Barça, aunque el fruto que buscaba llegaría a balón parado. Es paradójica la eficacia que el Madrid mostró bajo el bombardeo de córners en el Etihad y, en cambio, el primer balón volado en paralelo a la portería acabó en la red después de un error de bulto del último héroe de la Champions. Lunin hizo una salida en falso y Christensen remató antes de que venciera la parábola. Pudo llegar otro en el área local en un balón que se paseó ante la mirada de los defensas de Ancelotti. Después del extremo ejercicio de concentración realizado ante el City, es posible que se produjera una descomprensión también en lo mental. Posible y humano.

La falta de tensión defensiva, de hecho, llevó al Madrid a tener que sobreponerse por dos veces a los goles del Barcelona. Si en la primera parte fue un balón parado, en la segunda fue un centro de Lamine Yamal el que encontró a todas las piezas fuera de sitio. Ferran Torres jugó al engaño ante Lunin y su rechace lo cazó Fermín, uno de los cambios de Xavi que entró a fuego en el partido. Acierte o no, Fermín siempre percute.

Acierte o no, Lucas Vázquez siempre cumple. Esta vez, no obstante, hizo mucho más que cumplir, al ser clave en las dos acciones que permitieron al Madrid materializar los dos empates y sujetar la Liga con holgura. Primero, al ser objeto de un penalti con dosis de pillería por parte de Cubarsí; después, al llegar al área como le gusta para rematar a la red de Ter Stegen. Como socio para transformar la pena máxima o para recibir la asistencia tuvo a Vinicius, 'titularísimo' también en los días de cálculo. A Lucas le quedaba una, la asistencia en el 91 a un Bellingham que fue como un Cristo resucitado siempre en el día más señalado. Su estampa es la del título.

El Real Madrid gana o pierde, pero con el alma de quien nunca muere

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La resistencia no es la cualidad que más se asocie al Madrid, amo del vértigo y de las transiciones. No hay resistencia posible en el alto nivel de la Champions sin un control emocional superlativo, el que se necesita para pasear por el contorno de un cráter. El Madrid lo tiene, sea para lo que sea, también para aquello en lo que no tiene costumbre, con sus héroes o con sus antidivos, Lunin, Rüdiger, Nacho, Carvajal y hasta Lucas Vázquez. Fueron

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