Contra Llull no hay nada que hacer: el Real Madrid, a un paso de la final y el Barça, del abismo

Contra Llull no hay nada que hacer: el Real Madrid, a un paso de la final y el Barça, del abismo

Si ya de por sí el Real Madrid parece un punto competitivamente (lo ha parecido todo el curso) por encima del Barça, luego está Sergi Llull. Y su genialidad desatada. Sus triples fuera de guion que son puñaladas a la mente del rival. El segundo round dejó a los blancos a un paso de la final de la ACB y al Barça completamente sobre el abismo de una temporada aciaga. Viaja la semifinal al Palau con un 2-0 rotundo, un equipo lanzado y que ha logrado olvidar en cinco días la final de la Euroliga perdida, y otro completamente desquiciado sobre el diván de sus dudas. [Narración y estadísticas: 104-98]

Pero el hombre es Llull, en esta madurez estupenda en la que habita. Lejos del declive, luce su temporada más pulcra que las anteriores, pero llegada la hora de la verdad, siempre está ahí. En el primer partido asestó cuatro triples de carrerilla en menos de dos minutos, puro éxtasis para dar la puntilla a los azulgrana. Este viernes fue de principio a fin, eléctrico, contagiando al resto, una segunda parte poderosa para dejar al Barça tiritando.

Y eso que, como no podía ser de otra forma, fue otro Barça. O lo intentó. 48 horas atrás hubo síntomas de hasta desidia, de poca bravura, de conformismo ante el vendaval del rival. Ahora, conscientes del abismo, con un quinteto bien diferente, las cosas estaban más claras. Más ritmo, más valentía y, sobre todo, más inteligencia táctica. Eso se tradujo en el 3-9 de salida, con un Willy menos miedoso ante Tavares y un Madrid fallón.

Tavares tapona a Willy.

Tavares tapona a Willy.JUANJO MARTINEFE

La rápida reacción fue un 11-0, en una noche de ritmo algo alocado, aún sin dueño. Da Silva era el termómetro azulgrana y Vesely (24 puntos, su tope en ACB) y Jabari, sus mejores hombres. Pero el que no entra en ningún plan es Llull. Se maneja en plena efervescencia, lleno de confianza y disfrutón. Cuando anotó su segundo triple le dijo al banquillo que aguardara su cambio. Se fue al descanso con 13 puntos cuando el Madrid, que siempre tiene la buena costumbre de meter la última antes de ir al vestuario, volvía a mandar.

El Barça se fue diluyendo como un paracetamol en agua. Punto a punto, golpe a golpe. Hezonja, que en la primera mitad se había cogido un cabreo de los suyos, hacía de todo en la pista y Musa le acompañaba con sus puntos fáciles. Un mate de Tavares puso la máxima (67-53) y, aunque con el empuje de Joel Parra pareció el Barça rehacerse algo, ahí estaba Llull para clavar sobre la bocina una mandarina desde 10 metros. Otro mazazo psicológico.

En la recta de meta, el Madrid estaba ya lanzado como un sprinter. Con sus veteranos en pista, con Rudy peleón como si fuera un rookie y el Chacho rompiendo tobillos... Avanzaban los blancos con tres marchas más (llegaron a mandar por 17) y el Barça sin perímetro, sin rebote y sin defensa. Y desquiciado. A su temporada le pueden quedar dos días, un año para olvidar.

El siguiente cielo de Doncic en la final de la NBA: "las orejas de Dumbo", la conexión con Irving y el desafío de los Celtics

El siguiente cielo de Doncic en la final de la NBA: “las orejas de Dumbo”, la conexión con Irving y el desafío de los Celtics

Es como si no hubiera nada que se pudiera interponer entre Luka Doncic y el éxito. En él lleva instalado desde su niñez, pese a los enormes desafíos que siempre afrontó. Tras conquistarlo todo en Europa con el Real Madrid y dar el salto lógico a la NBA, llega la siguiente estación. A partir del jueves, con 25 años y en la que es su sexta temporada en la mejor liga del mundo, buscará su primer anillo. Lo hará con los Mavericks, a los que ha devuelto a las Finales 13 años después.

Para saber más

Enfrente estarán unos Celtics con ventaja de campo, que sólo han perdido dos partidos en todos los playoffs y que parten claramente favoritos. Pero es tal el estado de euforia y energía de los de Jason Kidd tras pasar por encima de los Timberwolves (4-1) -que a su vez eliminaron al campeón Nuggets en segunda ronda-, que cualquier cosa parece posible para Doncic y su compinche Kyrie Irving. Porque esa conexión con un talento como el del base, tantas veces incomprendido, es la clave del espectacular camino de los texanos en la postemporada.

"Ha sido increíble. Tenemos un buen equipo, pero lo más importante es que tenemos buenos tipos. Desde jugadores a entrenadores, pasando por toda la gente que rodea al equipo. Hemos estado juntos y hemos jugado a baloncesto. Hemos derrotado tres muy buenos equipos y sin tener ventaja de campo", reflexionó Doncic tras el triunfo en Minnesota.

Tras acabar quintos en temporada regular (el año pasado ni llegaron a los playoffs e incluso fueron multados por dejarse llevar para alcanzar una mejor opción en el draft), yendo claramente de menos a más y experimentado una gran mejoría tras los movimientos en la plantilla durante el mercado de invierno -llegaron dos interiores importantes como Daniel Gafford y PJ Washington-, los Mavericks han ido sobreviviendo a derrotas y lesiones durante unos playoffs salvajes en el que Doncic, lastrado en sus rodillas, ha ido de heroicidad en heroicidad.

"Tiene esas orejas de Dumbo. Escucha todo. Escucha desde el aficionado que está en primera fila hasta el que está en la fila número 20. Si lo necesita, encuentra a esa persona que le puede motivar. Le pasaba lo mismo a Gary Payton. Él buscaba a ese aficionado que lo enchufaba, una vez lo encontraba estaba todo hecho. Los entrenadores solo tenían que sentarse", le elogió su entrenador tras el tercer partido de la serie ante Minnesota, donde el esloveno, que minutos antes había recibido una durísima falta de Rudy Gobert, decidió con una preciosa canasta prácticamente sobre la bocina ante el pívot francés. Sus promedios en playoffs son extraordinarios: 28,3 puntos, 9,1 asistencias y 9,6 rebotes, con un 33% en triples y seis triples dobles ya.

Doncic, defendido por Anthony Edwards.

Doncic, defendido por Anthony Edwards.DAVID BERDINGGetty Images via AFP

Además está la parte de liderazgo y nada como su compenetración con el excéntrico Irving, del que está sacando toda su calidad para llevar a los Mavericks a la tercera final de su historia y buscar emular lo conseguido por Nowitzki y el propio Jason Kidd en 2011. "¿Es este el mejor backcourt en la historia de la NBA?", se preguntaba estos días su entrenador. "Kyrie ha dado muchas vueltas, ha estado junto a grandes jugadores, y no le importa ser segundo. Eso no es tan fácil de encontrar en esta liga. Sabes que aparecerá cuando le necesites, y eso es lo que ha hecho este año con Luka. Es paciente, es tranquilo, y su energía es positiva. Le encanta Dallas, le encanta este grupo, hacer de mentor a los jóvenes, de eso trata ser un profesional", seguía Kidd sobre un Irving que ya fue campeón junto a LeBron James en los Cavaliers (2016) y que también brilla en lo estadístico 22 puntos y 5,2 asistencias con un estupendo 43% desde el perímetro. En los últimos 50 años, ninguna pareja de estrellas había cosechado hasta tres partidos de 30 puntos cada uno en unos mismos playoffs.

Doncic, que ya alcanzó las finales de la conferencia Oeste en 2022 (entonces cayeron contras los últimos Warriors campeones), ha elevado todavía más su leyenda en unas semanas en las que ha ido superando dos eliminatorias salvajes contra Clippers y Thunder (empezando ambas con derrotas) en seis partidos y arrasando a los Wolves de Anthony Edwards, a lo que ha vencido en las tres ocasiones en el Target Center, la última este viernes con su enésima exhibición.

Además de lo deportivo, está el salto económico que pronto protagonizará el ex madridista. Con un contrato hasta 2027 de 215 millones de dólares y al haber sido elegido por quinta vez consecutiva en el mejor quinteto de la liga (además de MVP de las finales de la Conferencia Oeste y tercero en las votaciones a MVP de la temporada), Doncic podrá firmar una extensión histórica en 2025 por la que se ingresará 346 millones de récord.

La amenaza sin descanso del Barça, las incógnitas en la plantilla y la conjura del Real Madrid: "Nos levantaremos"

La amenaza sin descanso del Barça, las incógnitas en la plantilla y la conjura del Real Madrid: “Nos levantaremos”

Para bien o para mal, el Real Madrid no tiene demasiado tiempo para lamerse las heridas de Berlín. Hubiera sigo igual en el caso de levantar la Duodécima, el Barça aguardaría en la vuelta de la esquina, 72 horas después del bocinazo final en el Uber Arena. "Lloraremos esta noche y nos levantaremos mañana", pronunció Chus Mateo lo que es el sentir de una plantilla enrabietada. Si hace un año la euforia de Kaunas pasó factura en la final de la ACB, el eterno rival, ahora en semifinales, se presenta como a la vez como amenaza y acicate.

Para saber más

Para saber más

Pero también como prueba de fuego de lo que puede terminar como una temporada de éxito o provocar una crisis. Aunque de eliminar al Barça aún le restará al Madrid la final -previsiblemente contra el Unicaja, que se las ve a partir del martes contra el UCAM Murcia, y sin factor cancha-, acabar reconquistando la Liga Endesa supondría un triplete lustroso tras la Supercopa y la Copa, acompañado del 'casi' de la final de la Euroliga. No hacerlo, sin embargo, se uniría al dolor de la derrota contra Panathinaikos y desembocaría en medidas quizá diferentes en la configuración de una plantilla que todavía tiene a muchas de sus piezas con la incertidumbre de no haber renovado.

El Real Madrid no ha tenido un año especialmente desafortunado con las lesiones. Más allá del grave percance de Deck en Valencia, Mateo ha llegado al tramo decisivo con la plantilla completa y habiendo podido dosificar esfuerzos durante el extenuante curso -"vamos a terminar con 90 partidos. No es fácil"-. Pero resultó llamativa la "falta de energías" ("nos ha faltado algo de fuerza, algo de físico") mostrada en las segundas partes de ambos partidos de la Final Four, donde, en total, anotó 57 puntos. Síntoma peligroso para lo que se viene, con un Barça que acude más fresco tras no haber participado en la cita de Berlín y finiquitar por la vía rápida al Tenerife el jueves en cuartos.

Y están las cuentas pendientes, especialmente las de la final de Copa, donde el equipo de Grimau estuvo más cerca del título de lo que pudiera parecer. El ambiente del WiZink el miércoles (20.30 h.), también será significativo del sentir de unos seguidores que fueron minoría en el Uber Arena. "Nos vamos a levantar de esta. Seguro que nuestra afición va a reconocer el esfuerzo", dijo Mateo. "Tenemos que usar esto como combustible ya que tenemos otro título por delante", recapacitó Campazzo.

Garuba y Lorenzo

Además de todo lo que va a suponer el choque deportivo contra un Barça consciente de la oportunidad de enderezar su propia temporada, está la batalla en los despachos del propio Madrid. Antes de la Final Four, varios de los que están en proceso de renovación se mostraron optimistas con su continuidad. Especialmente Edy Tavares, pero también Mario Hezonja, quien sorprendió mostrando claramente su intención de seguir e incluso bromeando con sus conversaciones con el presidente: "El señor Florentino me amenaza con que siga aquí. Ojalá...". Ambos fueron dos de los jugadores que rindieron a un nivel más bajo ante Panathinaikos, lastrado por las faltas y el poderío de Lessort el MVP de la Final Four 2023 y precipitado el croata, quien no dudó en entonar el mea culpa después.

Es seguro que será la última lucha por la ACB de Rudy Fernández, pero tampoco se descarta que lo sea para otros dos veteranos como Sergio Rodríguez y Fabien Causeur. La continuidad de Poirier tampoco parece garantizada y vuelven a sonar los nombres de Lorenzo Brown un Usman Garuba que regresaría tras su periplo NBA y que, además, proporcinaría una plaza de cupo nacional de las que el Madrid anda necesitado.

Muchas incógnitas sin resolver. Evidentemente, todo hubiera sido más sencillo en los despachos con la Euroliga conquistada. Y menos presión en la cancha en el desafío de la Liga Endesa.

Del “es mi culpa” de Hezonja a la “confusión” con el arbitraje de Chus Mateo: así fue la triste noche del Madrid en Berlín

Actualizado Lunes, 27 mayo 2024 - 00:48

Un año atrás, la euforia era colosal en Kaunas. La canasta de Llull bien lo valía. Dos años atrás, la tristeza era enorme en Belgrado. Esta vez en Berlín, tercera final seguida (no obviar el mérito) tocó otra vez la rabia por la derrota, por lo que se le escapó de las manos a un Real Madrid que se imaginó bien temprano con la Duodécima, cuando mediado el segundo acto mandaba alegre y pletórico por 14 ante el Panathinaikos. Ahí ya habían aparecidos los problemas sin embargo, como larvas que luego pudrirían la fruta, las faltas de los interiores como primer síntoma.

Para saber más

Para saber más

Estaban avisados con Mathias Lessort, que ya en el WiZink (28 puntos), en la que entonces era la primera derrota del Madrid en Euroliga, allá por finales de febrero, había dominado la pintura. El francés es un portento. Tan poderoso como Tavares y Poirier y quizá más rápido aún. Cuando el africano cometió la segunda falta no habían pasado ni cuatro minutos y Chus Mateo se cogió tal cabreo con los árbitros que vio una técnica. A Poirier no le fueron mucho mejor las cosas. Acabó expulsado y también vio una técnica por protestar en la segunda parte.

Al entrenador madridista, que se mostró "orgulloso" de sus jugadores en todo momento, le extrañó mucho esta circunstancia. No fue una queja radical contra el arbitraje de Rocha, Belosevic y Difallah, pero sí disparó con intención. "Las faltas nos han sacado sin duda del partido. Estoy confuso con el arbitraje. Pronto nos pusimos con faltas con los grandes. Durante el año en Euroliga no nos había pasado. Facu también tuvo muchas faltas, pero en su caso fue cierta frustración (acabó eliminado con cinco). Una técnica a Vince que también le cargaron. Pero son cosas del juego. Hay que saber asumirlo. Seguramente no fue el mejor día en ese aspecto para nosotros. No me quejo, pero uno espera que el nivel sea un poco parejo a la hora utilizar las manos", explicó el entrenador, al que Ataman, como bromeó en la previa, acabó impidiendo meterse en el club de técnicos con dos Euroligas seguidas.

No hubo demasiadas excusas en las entrañas del Uber Arena, donde retumbaban los cánticos enfervorecidos de los aficionados griegos, reyes de Europa 13 años después. "Mentalmente no ha habido problema. Lo hemos intentado, como siempre, hasta el final. Cuando nosotros estábamos acertados, ellos respondían. No nos han dejado encadenar acciones en ataque. Han sido mejores, han estado más acertados y han merecido ganar", admitió un Llull que esta vez comprobó como el héroe era un viejo rival, un jugador con tantas cosas en común con él, el MVP Kostas Sloukas. "No supimos encontrarle solución a la intensidad en defensa que le metieron. Fuimos muy previsibles en ataque, no movimos muy bien la pelota... Podríamos haber jugado un poco más en el interior también. Eso nos ha hecho no ser eficaces en el ataque. Ellos atacaron bien, tuvieron paciencia", reconoció un Facundo Campazzo que lo intentó todo.

Coincidieron las palabras del argentino con una de las claves que también criticó Mateo. Sus jugadores no supieron conectar con sus pívots. "Después del descanso, empezamos a perder el control. No jugamos con la misma disciplina que al principio. Tenemos que crear de dentro a afuera. Pensamos que el camino fácil era jugar sólo de forma perimetral. Y nuestro baloncesto es ganar primero en la pintura. Perdimos cierta agresividad. La zona nos dio un resultado momentáneo, un efecto. Pero Sloukas metió dos tiros importantes", expuso.

La segunda parte fue un completo desastre. El Madrid pasó de 56 en la primera a sólo 26, siete apenas en el tercer cuarto. Un guion parecido al del viernes contra Olympiacos, aunque ahí los blancos lograron mantenerse. Esa precipitación en el perímetro tuvo una cara visible. Mario Hezonja lanzó tantas veces sin sentido. Y sin acierto, uno de siete desde el perímetro. Junto a Yabusele, fue el más señalado. Eso sí, el croata, siempre tan duro en sus declaraciones, no dudó en culparse a sí mismo. "La derrota ha sido culpa mía totalmente, he perdido un título muy importante para mi equipo. Absolutamente. Es la verdad y hay que decirlo como es. En baloncesto si no metes canastas no vas a ningún lado. Se puede hablar de defensas y todas estas mierdas que parecen muy guapas para internet, pero si no metes, no puedes hacer nada. Pero hoy he perdido un título muy importante para mi club. Siempre hablo de corazón. Lo grandes jugadores ganan torneos", dijo en Onda Cero a David Camps.

El amargo adiós europeo de Rudy Fernández

Actualizado Lunes, 27 mayo 2024 - 00:13

Era una conjura por Rudy y por Deck. Por la leyenda que se despedía y por el compañero caído. Pero el adiós fue triste para el balear, incapaz de ser revulsivo esta vez, derrotado en su último partido en Europa.

Para saber más

Para saber más

Un 24 de octubre de 2006, con el verdinegro de la Penya, aquel fenómeno de pelo ensortijado que unas semanas antes había sido campeón del mundo con España en Saitama, debutaba en una competición en la que se iba a convertir en leyenda. Inició su cuenta en Badalona, precisamente contra el equipo con el que anoche en el Uber Arena dijo adiós, enfrente entonces de tipos como Batiste, Diamantidis, Siskauskas o Becirovic ante el que iba a ser campeón en Atenas, en una histórica Final Four para el baloncesto español con el Unicaja y el Tau presentes. Ese amanecer de Rudy, a las órdenes de Aíto García Reneses y con Ricky Rubio como compinche, aportó 14 puntos. Desde entonces, con el impás de sus años en la NBA y ya siempre con el blanco del Madrid, un total de 348 partidos divididos en 14 temporadas hasta Berlín, en la competición que conquistó tres veces. Cerrando con amargura un círculo inolvidable.

Rudy se despidió tras 10 minutos en cancha y tres corajudos robos que no sirvieron de mucho. Entre puñados de recuerdos, entre los 20 máximos anotadores y asistentes históricos, el quinto con más triples (594), el tercero que más balones robó (367, sólo por detrás de Diamantidis y Calathes) y tantas cosas de esas que no cuentan en la estadística. Imprescindible de la era Laso, de las finales perdidas y dolorosas de Londres o Milán, pero también actor principal en la de 2015 en Madrid y reconvertido en un líder de la experiencia, los intangibles y la defensa en la de 2018 en Belgrado y el año pasado en Kaunas. Curiosamente, esta temporada, aún más replegado en sus labores de inteligencia, pero no menos clave, apenas sumó un par de canastas de dos en toda la fase regular de la Euroliga, donde no fue nunca titular. Eso sí, pasó más por el perímetro con 20 triples.

Aportando «las ganas de ganar» y apretando a sus compañeros «cuando hace falta». «Son capaces de entrenarse pese a las mil batallas que llevan en sus piernas. Los tres se han adaptado a un calendario de 90 partidos transformando sus cuerpos. Han modificado su juego cuando han cambiado sus características físicas. Es para quitarse el sombrero. Chapeau», se rendía su entrenador, consciente del legado que deja Rudy, de ese ambiente de 'Familia' que ha trasladado desde la selección.

Cumplidos los 39, repleto de 'cicatrices' y problemas físicos, el balear afrontó esta despedida en Berlín -aquí alzó hace dos años el Eurobasket con España-, «como si fuera la primera». Y no pudo culminar su tarea. Eso sí, todavía le quedan un par de misiones. Desde el miércoles, la búsqueda de otro título liguero, para lo que el Madrid, con ventaja de campo, deberá derrotar a un descansado Barça en semifinales. Y a partir del 1 de julio, si el físico respeta, llevar a la selección hasta los Juegos en el torneo Preolímpico que se disputa en la Fonteta. En París serían sus sextos Juegos, lo que ningún jugador de baloncesto hizo jamás. Y cumplir así la promesa que le hizo a su padre.

El Panathinaikos arrebata el trono al Real Madrid y es campeón de Europa 13 años después

Actualizado Domingo, 26 mayo 2024 - 23:13

Se le escapó la gloria al Real Madrid en Berlín, esquiva esta vez, arrebatada por un histórico de vuelta. Tuvo que ser el Panathinaikos, 13 años después de su última Euroliga, ante quien cediera el trono el equipo de Chus Mateo. Ante ese Ergin Ataman que empieza a ser el ogro particular. Se derritió inexplicablemente el Madrid, sin referentes ni ideas ni pulmones, en una segunda mitad que le costó carísima. Los griegos, con un imperial Kostas Sloukas y apoyados en la fervorosa marea verde, son campeones de Europa por séptima vez. [80-95: Narración y estadísticas]

Para saber más

Para saber más

Las Final Four guardan misterios difíciles de resolver. Como que un equipo que amanece con 36 puntos en un cuarto se queda en 26 en toda la segunda mitad, nueve canastas en juego. Un suicidio explicado en la defensa del rival, en su agresividad que no fue capaz de igualar el Madrid, falto esta vez de héroes, horrible y señalado Hezonja, superados sus dos gigantes por el francés Lessort y Campazzo y compañía por los dos americanos eléctricos de Ataman, Jerian Grant y, sobre todo, Kendrick Nunn.

Fue una muerte paulatina la del Madrid, pero igual de dolorosa. Pretendía, al fin, acabar con ese maleficio que indica que desde hace 56 años no es capaz de enlazar dos Euroligas seguidas. Y ahí seguirá, con el honor eso sí de haber disputado las tres últimas finales, de seguir siendo temible pese a todo. Ahora el rey es verde, como en los tiempos de Obradovic.

Pero nada fue así en el comienzo, que se asemejó al de la semifinal contra Olympiacos del viernes. Como si en estas batallas en las que la mayoría duda, el Madrid encontrara el patio de su recreo. Y eso que el ambiente en el Uber Arena, teñido de verde, era feroz en contra. Pero cómo explicar que un chico tímido y sin apenas protagonismo, un canterano llegado de niño desde Senegal y al que su entrenador ha decidido colocar como titular en los cuatro partidos de las dos últimas Final Four anote ocho puntos de carrerilla, incluidos dos triples. O que en el primer acto, pura adrenalina y rock and roll, los blancos se dispararan a 36 puntos de récord, la perfección ofensiva, pese a que Tavares pronto se tuviera que ir al banco con dos faltas con fuerte cabreo (y técnica) de Chus Mateo.

Sloukas y Ataman levantan el trofeo en Berlín.

Sloukas y Ataman levantan el trofeo en Berlín.ODD ANDERSENAFP

El Panathinaikos, como Olympiacos, volvió a encontrarse con un rival lanzado ya desde el amanecer. Eso no es casualidad. De nuevo el plan Mateo, al que sostenía un estupendo acierto, inspiradísimo Dzanan Musa. La máxima llegó tras un par de buenas canastas de la segunda unidad -el Chacho y Causer para el 41-27-, pero el soufflé blanco fue bajando a la vez que Lessort se adueñaba de la pintura. Coincidieron cuatro triples fallados, un robo en primera lídea de Jerian Grant (con antideportiva de Musa) y el subidón de las tribunas. Un parcial de 2-12 y la irrupción de un factor inesperado, pues Lucas Vildoza apenas cuenta para Ataman. Pero el argentino bien conoce a Campazzo. Fue su némesis, acercó a los helenos (46-45), aunque el propio Facu y Musa, con dos triples, volvieron a estirar la cuerda antes del descanso de una noche apasionante, la primera parte con más puntos de una final.

Si Sloukas (nombrado MVP) había cerrado el segundo cuarto, también abrió el tercero. Era el héroe. El veterano llegado este verano desde el eterno rival para devolver al equipo a estas cumbres. El PAO, con Juancho Hernangómez insertadísimo en su pujanza, importante en la intendencia griega (anulando a Yabusele), se estaba subiendo a las barbas de un Madrid cada vez más sufriente. Tavares y Campazzo cometieron la tercera bien rápido y un triple de Nunn al fin dio la vuelta al marcador (56-58).

El Madrid se encontraba de repente totalmente incómodo, sin recordar los resortes que le habían hecho poderoso, sin soluciones con los tres veteranos juntos en cancha, ni canastas (¡siete puntos en todo el tercer cuarto! su peor registro en toda la temporada), con un Hezonja desesperadamente errático, los pívots colapsados (cuarta de Poirier tras una técnica) y Ataman cada vez más seguro.

Las penetraciones valientes del Chacho eran oxígeno momentáneo en una selva de intensidad, pero cuando Lessort hizo la cuarta y Ataman optó por Mitoglou al cinco, fue el griego el que puso la máxima con un triple, extendida por Grant para encender todas las alarmas (65-73). El Madrid optó por la zona para cambiar la tendencia y Llull contestó los dos triples de Sloukas, en un duelo 'old fashion'. Una de las pocas canastas que el PAO concedió en transición, un mate de Tavares, arrimó al Madrid cuando ya visualizaba la orilla (76-79).

Pero ya no hubo más Madrid. Ya no hubo arrebato final, como tantas otras veces. Faltó frescura y talento. Dos hachazos de Nunn, un tipo que fue estrella en la NBA, y el temple del mágico Sloukas hicieron claudicar al rey en Berlín.

La pócima de Sergio Rodríguez en su idilio con las Final Four: “Pasármelo bien y mucha adrenalina”

Actualizado Sábado, 25 mayo 2024 - 22:44

Ese «cuerpecillo» del Chacho, como lo definió cariñosamente Chus Mateo el viernes en la euforia tras la semifinal, ha vuelto a llegar dispuesto a todo a la hora de la verdad. Han pasado 13 años de su primera Final Four -los mismos desde que el Panathinaikos ganara su última Euroliga, aquella del Sant Jordi- y 14 desde que fichara, por primera vez, por el Real Madrid. Se fue y volvió. Y ni él hubiera soñado que este último baile al que aún no quiere poner fecha de caducidad (aunque su retirada a final de este curso es algo que a nadie extrañaría) hubiera resultado tan asombroso. Pepu Hernández solía hacer un juego de palabras con el nombre de quien fue su pupilo en el Estudiantes y en aquella selección campeona del mundo en 2006. Con las mismas letras que forman el nombre de Sergio también se puede escribir riesgo. Pero hace tiempo que el veterano base es más bien todo lo contrario; es absoluta fiabilidad.

Para saber más

Para saber más

"Es mi sexta final. A tratar de disfrutarlo", cuenta a EL MUNDO justo antes del entrenamiento del Madrid el sábado en el Uber Arena, con su calma habitual.

¿Cómo haces para mantenerte físicamente sin que parezca que pasan los años?
Con las cosas que me han ido bien en momentos anteriores, eso me ayuda. Más o menos es lo mismo, cosas que han ido bien. Pero también estar muy mentalizado de trabajar durante el año. El acoplarte al equipo, a los compañeros. Los años de cambio son más movidos, los que repites como este las rutinas son más fáciles.
Tu temporada y la pasada han sido muy parecidas en el rendimiento, con ese subidón durante el playoff y la Final Four.
Pero ha sido un año diferente este. El año pasado el equipo tuvo muchos cambios. Como era normal, la adaptación de todos es diferente. Este año ha ido más rodado, bien desde el principio, hemos entendido cómo iba la temporada y los momentos en los que había que estar bien. Y cuando juegas en el Madrid hay que culminar con los títulos.
¿Muchas diferencias entre Olympiacos y Panathinaikos?
Sí. Olympiacos tiene una gran defensa, son muy competitivos, muy físicos. Panathinaikos tiene talento, jugadores desequilibrantes... Tienen mucha calidad. Nuestros partidos contra ellos en temporada son una referencia extraña, hubo bajas en ambos en el primero y el otro, que perdimos en casa, fue justo después de la Copa, no estuvimos al nivel. Será complicado y diferente.
Llevas toda tu carrera dando la sensación de que lo estás pasando genial jugando al baloncesto. Este domingo, si fuera la última, no será diferente, ¿no?
Claro. A pasármelo bien. Y con mucha adrenalina. Estamos todo el año trabajando para este momento. Hay que estar muy concentrados.
¿Hubieras imaginado que tu vuelta al Real Madrid resultara tan exitosa?
Sabía donde venía. Al equipazo que había, con jugadores muy determinantes. Hemos trabajado bien. El año pasado nos llevamos la Euroliga, este otra final ya y queremos hacer lo mismo.

«Le hemos cuidado para que llegara bien. Y se siente cómodo en las Final Four», le elogia su entrenador, que hace un año, mismo escenario, le comparó con un torero: «Cuando saca la muleta y se pone a torear...». En un par de semanas Sergio Rodríguez cumplirá los 38 y esta es su novena Final Four. En abril nació Roberta y la familia ya es más que numerosa con Carmela, Greta y Sergio. Todos están en Berlín "menos la pequeñita". El Chacho se conoce y se encuentra fresco. Hace más de una década que sigue la misma rutina física, la que comenzó con Joaquín Joan, el preparador de Pau Gasol y tantos otros. «Todo está planificado desde septiembre», cuenta quien decidió poner punto y final a sus veranos con la selección (154 partidos y siete medallas, entre ellas un oro Mundial y otro Europeo y la plata olímpica de Londres) tras los Juegos de Tokio con la vista puesta en lo que está sucediendo, alargar su carrera. Y en noches como la de este domingo (20.00 h.) ante el Panathinaikos, final inédita, en la que el Madrid buscará su Duodécima Euroliga y volver a ganar dos seguidas más de 50 años después.

Sergio Rodríguez, el viernes, contra Olympiacos.

Sergio Rodríguez, el viernes, contra Olympiacos.CLEMENS BILANEFE

Sergio ha hablado estos días de «aceptar los roles», pero también de esa sensación «tan buena y bonita de cuando ganas, que quieres perseguirla continuamente». Desde que volvió al Madrid, tras su temporada en los Sixers y su paso por CSKA (campeón de Europa en 2019) y Armani (Final Four 2021), ha calcado su hoja de ruta. El año pasado disputó 40 partidos en Euroliga, casi 15 minutos de promedio, 4,9 puntos y 4,4 asistencias. Pero lo mejor lo dejó para el final. El quinto partido contra el Partizán en el WiZink será siempre recordado como uno de los más plenos de su carrera: 19 puntos y seis asistencias para poner en pie al WiZink. En la Final Four de Kaunas también estuvo cumbre, 12 puntos y cinco asistencias al Barça y 15 y nueve en la final contra Olympiacos.

Este año, a pesar de la llegada de Facundo Campazzo, lo ha vuelto a hacer. 31 partidos en Euroliga, 15 minutos por noche, 4,2 puntos y 4,3 asistencias. Pero en el momento clave... «Tengo la confianza de entender que el equipo confía en mí», decía antes de partir a Berlín. Superior en la serie contra el Baskonia y estupendo el viernes ante el Olympiacos, donde Chus Mateo le otorgó los mandos en los últimos minutos cuando los griegos trataban de remontar y había que congelar el tiempo. Sin perder la magia. La noche en el Uber Arena se cerró con asombro, una preciosa asistencia por la espalda del Chacho a Dzanan Musa para terminar con todo.

Rudy dirá hoy adiós a la Euroliga, Llull seguirá y el Chacho... "Jugadores tan buenos mentalmente son capaces también de programarse o de sacar energías nuevas, frescas, desde la pura motivación y desde la capacidad de saber cuándo es el momento para sacar lo mejor", resumía mejor que nadie ayer Sergio Scariolo en Berlín, en declaraciones a Gigantes.

Ergin Ataman, el excéntrico y polémico entrenador que vuelve a amenazar al Real Madrid y que fracasó con Musa: “Tuvimos algún roce”

Actualizado Sábado, 25 mayo 2024 - 17:10

Ergin Ataman es genio y figura, un entrenador siempre rodeado de polémica, un tipo sonriente y confiado también, que el sábado llegaba a la rueda de prensa oficial de la Euroliga acompañado, cómo no, por su hijo Sharp. El ya no tan pequeño de 13 años ha ido siempre de la mano de papá, siempre en primera fila, en cada viaje ya fuera del Efes o ahora con el Panathinaikos, a la vera de las estrellas del equipo, día lectivo o no. "Conoce todo lo que pasa en el vestuario. Me sigue a todos los lados y habla mucho conmigo sobre los partidos", dice de él su padre, al que incluso le hace el 'scouting' de los rivales.

Para saber más

Para saber más

Ergin es odiado y amado y en esa ambivalencia se siente feliz. Le ha costado lo suyo llegar a la cima, pero ya es una leyenda tras los dos títulos logrados con Efes, el último en la final de 2022 ante, precisamente el Real Madrid. El miércoles, a su llegada al hotel de Berlín, los aficionados del Fenerbahçe le recibieron con algún altercado. "Un pequeño incidente con gente pequeña", despejó después con su sorna habitual. La misma que le llevó a despedirse del Palau hace tres años recordando a la afición culé sus dos títulos cuando fue expulsado: "Soy el campeón". O la que le hizo prometer hace meses que "llevaría la séptima estrella al OAKA".

Sus críticas a los árbitros y las consiguientes sanciones por ello ya no sorprenden a nadie. El último conflicto ocurrió durante la serie de cuartos contra el Maccabi, la que permitió a los griegos volver 12 años después a la Final Four. Tras perder el primer partido en el OAKA dijo que se iría del club si no conseguían el objetivo. Luego arremetió contra los colegiados y no se presentó a la rueda de prensa y la Euroliga le sanción con 35.000 euros en total. También después de un rifirrafe contra los de Tel Aviv les acusó de amenazarle. "Alguien del staff de Maccabi, no sé quién porque no llevaba la acreditación, me dijo: 'Ya verás en Israel. Ya verás lo que te hacen los sionistas'".

Cuando este verano fue fichado por el decaído Panathinakos, parecía una apuesta realmente arriesgada. No era la primera vez que Ataman, que también es seleccionador turco, entrenaba fuera de su país -tuvo una etapa en Italia, en el Montepaschi Siena al que llevó a la Final Four y en la Fortitudo Bolonia-, pero mezclar su personalidad con la del igualmente inflamable Dimitrios Giannakopoulos, presidente griego, no parecía una buena idea. Y tampoco el comienzo del curso fue alentador, pese a los millonarios refuerzos -entre ellos Kostas Sloukas, arrebatado al eterno rival-, pero la reacción de la segunda parte de la temporada fue estupenda, 17 victorias en los últimos 22 partidos para acabar segundos, sólo por detrás del Real Madrid al que mañana en el Uber Arena intentarán impedir el back to back. "Chus quiere ganar dos veces consecutivas. Pero no quiero darle ese récord porque fui el último en lograrlo en la Euroliga. Entonces, esa será otra motivación para mí", bromeó ante su colega.

La vida de Ataman y sus bravuconadas -llegó a decir que su Efes podría disputar los playoffs de la NBA- bien podría dar para una una película. Su abuelo materno fue Ministro de la Guerra en Turquía y sus familiares por parte de padre son poderosos empresarios dedicados a la fabricación de calcetines para Turquía y para Italia (de ahí su dominio del idioma). Él sería el villano de ese guion y seguramente le encantaría verse en el papel.

Pero más allá de todo lo que le rodea, también están sus éxitos deportivos. Ha ganado casi 30 títulos y lo que logró en el Efes está a la altura de los mejores equipos de la historia de la Euroliga. Aunque también tiene sonoros fracasos y uno de ellos estaba este sábado sentando a su vera en el Uber Arena. Cuando Dzanan Musa regresó renegado de la NBA fue a parar a las órdenes de Ataman y aquello no funcionó bien. "Gané la Euroliga, pero no le di mucho tiempo. Fue un error. Lo perdimos. Espero que no se quiera vengar en la final", trató de templar gaitas con el bosnio. El propio Dzanan recordó aquella temporada 2020/2021, la anterior al fichaje por el Breogán que le cambió la vida. "Llegué a mitad de temporada y no podía esperar jugar mucho. Conoces el carácter de Ergin y el mío. Tuvimos algún roce en la cancha y fuera. Pero todo es respeto entre nosotros. Ganamos el título ese año. Hizo un trabajo increíble. Y aprendí mucho de Shane [Larkin] y Vasa [Micic], me ayudaron mucho a estar en esta posición", explicó el alero del Madrid.

Los 20 minutos mágicos en los que el Real Madrid acabó con el Olympiacos: “ritmo y rebote”, la cerveza de Chus Mateo y el “cuerpecillo” del Chacho

Actualizado Sábado, 25 mayo 2024 - 01:47

"No dudes de que me voy a tomar la cervecita. Y mañana, ya tocará analizar a Panathinaikos". Chus Mateo estaba especialmente satisfecho en las entrañas del Uber Arena. Cada vez desprende más seguridad en sí mismo y no es para menos. El domingo ante Panathinaikos (20.00 h.) puede ganar su segunda Euroliga en dos años. El inicio de semifinal del Real Madrid fue una oda al trabajo previo, al plan de partido tan milimétricamente diseñado por el técnico madrileño. Esta vez, gracias a finiquitar tanto la serie de cuartos contra Baskonia como la de ACB contra Gran Canaria por la vía rápida, tuvo más tiempo si cabe para preparar la cita más importante de la temporada. Y el 28-10 de salida lo demuestra.

Para saber más

Para saber más

El entrenador blanco resumió las claves. La entrada de Eli Ndiaye (titular como en la pasada Final Four), con Hezonja al tres, respondía a una misión fundamental. Controlar el rebote junto a Tavares. Eso es el maná del baloncesto blanco, la clave para poder correr, para herir a la mejor defensa de Europa, la misma que había dejado en menos de 60 puntos al Barça en los dos partidos finales de la serie de cuartos, el quinto en el Palau incluido. No había nada al azar. "Hemos entendido perfectamente lo que teníamos que hacer para batir a Olympiacos. Controlar el ritmo del partido y correr después del rebote", resumió Mateo, que reconoció que ese acierto inicial (cuatro de cuatro para empezar) le dio "ventaja".

Otro elemento fundamental fue el de anular a los gigantes del rival. Ahí, pletóricos Tavares y Poirier, en una pintura que estuvo repleta de agresividad -"la verdad que me han dado muchos palos, pero sabíamos que iba a pasar eso", concedió el africano-. Otro dato estadístico difícil de creer. Entre Moustapha Fall, Nikola Milutinov y Moses Wright sólo lanzaron una vez a canasta en todo el partido. "Es verdad que no tuvieron asistencias. Pero para jugar contra Tavares y Porier... hay que estar mejor preparado mentalmente. Esos primeros minutos nos han costado demasiado", resumió Giorgios Bartzokas.

La entrada temprana de un Causeur que no venía contando, la posterior de Llull, Campazzo dividiendo la zona y optando ora por el pick and roll, ora por el pase abierto a la esquina. Todo estaba previsto en la pizarra. El Olympiacos sólo pudo atrapar seis rebotes en la primera mitad, uno en el segundo acto. En la segunda, en plena remontada a la desesperada, cogió 25, 11 ofensivos. "Hemos tenido la mala suerte de jugar contra el Madrid en una gran momento. Su talento, su experiencia, su plantilla y la dirección de su entrenador. No empezamos como deberíamos. Metieron los tres primeros triples y cogieron confianza. No diría que estábamos asustados, pero no hicimos el mejor acercamiento a este partido", reconoció un rato antes un apesadumbrado Bartzokas.

Chus Mateo celebra la victoria contra Olympiacos.

Chus Mateo celebra la victoria contra Olympiacos.CLEMENS BILANEFE

Cuando Llull puso la asombrosa máxima (54-29), la primera parte de la hoja de ruta estaba completada. Incluso mejor que en los planes previstos. Hacer 56 puntos al descanso a Olympiacos resulta una quimera. También estaba claro que los griegos, con su carácter, iban a intentar regresar. Y ahí, de nuevo, el temple de Mateo. "Sabíamos que no era suficiente. Hemos seguido luchando y sabíamos que podían volver. Cuando nos golpeaban con triples y rebotes ofensivos, hemos estado juntos y hemos sido capaces de controlar el ritmo al final con dos bases y el reloj corriendo", explicó el entrenador blanco, que elogió especialmente a dos hombres.

El primero fue Hezonja y su actitud defensiva. Chus se rompió con el croata cuando este se lanzó al suelo con todo a robar una balón. "Es bonito verlo jugar en ataque. Cuando lucha en defensa, para mí es algo grande, cuando roba un balón... Muestra su carácter. Cuando hacen algo para el equipo me hace sentir orgulloso", dijo. Y el otro es Sergio Rodríguez, fundamental en esos instantes de amenaza helena. Acabó con ocho puntos y cuatro asistencias y todo el saber hacer que atesora en su veteranía. En la que posiblemente sea la última Final Four de su carrera. "Es una maravilla ver al Chacho con su cuerpecillo, cómo va sacando pases. Nunca ha tenido un físico extraordinario, pero se mantiene bien. Nos da clases magistrales. Es una gozada poder coincidir con él. Estoy encantando. Le hemos cuidado para que llegara bien. Y se siente cómodo en las Final Four", elogió al tinerfeño.

Ejercicio de excelencia y temple: el Real Madrid tumba a Olympiacos y buscará la Duodécima

Actualizado Viernes, 24 mayo 2024 - 23:50

Fue como si el Real Madrid llevara toda la temporada o toda la vida aguardando este día. Una noche de Berlín para el recuerdo ya, un ejercicio de excelencia tan elevado que sólo un fracaso el domingo en la final contra Panathinaikos (20.00 h.) podría empañarlo. Pero en el Uber Arena no hubo mañana para los de Chus Mateo, sólo una batalla que afrontar con los ojos inyectados en pasión. Buscará hurgar en su propia historia y volver a levantar dos Euroligas consecutivas, como en el 68, tras despedazar al Olympiacos, ese querido enemigo otra vez frustrado por el blanco. [87-76: Narración y estadísticas]

Para saber más

Para saber más

Pugnará por su duodécima Copa de Europa, la cuarta de las últimas 10, por la segunda de Chus Mateo, la cuarta de Rudy, Chacho y Llull y tantos otros hitos. Por agrandar una leyenda que se explica en movimiento y en hambre. Y también en resistencia cuando el rival, a la desesperada, intentó sin suerte la remontada en la segunda mitad.

Porque se puede definir gráficamente la perfección en el baloncesto en los 10 minutos con los que amaneció el Real Madrid en el Uber Arena. Habla de la mentalidad de un equipo nacido para estas cumbres. Llegados a la hora de la verdad, el colmillo, la determinación, el coraje. Ese extraño cosquilleo llamado miedo en el rival. Todo eso es parte del ADN y no se entrena.

Las finales se ganan, dice el tópico. Cuando se quiso dar cuenta, el Olympiacos, el fiero colectivo que defiende mejor que nadie en Europa, el que ganó el quinto en el Palau, el que dejó al Barça en menos de 60 puntos en los dos últimos partidos de la serie de cuartos, estaba tiritando en el Uber Arena, pese a lo rojo de la mitad de las tribunas. Le llovían los triples, cinco casi seguidos entre Hezonja y Musa, Campazzo repartía asistencias como un tahúr y Tavares dominaba las pinturas, la propia y la ajena, como en sus mejores días. Resultó un torbellino. Más madera con la aparición de Yabusele, que había dejado su sitio en el quinteto a Eli Ndiaye para cumplir con las tradiciones, como lo fue el canterano en los dos partidos de la pasada Final Four.

La segunda unidad no bajó la guardia y la distancia se disparó con dos triples del Chacho mediado el segundo cuarto. Chus Mateo recurrió a Causeur, en el ostracismo últimamente, siempre con el corazón a punto en estas citas el veterano francés. Mientras, el factor psicológico Llull aguardaba en el banquillo. Por si había conato de remontada, pues en la memoria lejana aparecía un primer cuarto casi calcado, el de la final de Londres 2013 (27-10 entonces), la única de las cuatro que Olympiacos ha ganado al Madrid.

Llull, ante Fall, durante el partido en Berlín.

Llull, ante Fall, durante el partido en Berlín.ODD ANDERSENAFP

Apareció el capitán y llegó una máxima de frotarse los ojos (54-29). Era el acierto (9 de 13 en triples), pero, principalmente, eran las ganas, la energía de dominar de manera apabullante el rebote: el Madrid le dejó apenas seis en toda la primera parte al Olympiacos, sólo uno en todo el segundo acto. Sólo un triple de McKissic, el único potable en los griegos, sobre la bocina, dio algo en lo que creer a sus desesperados aficionados, que un rato habían visto cómo el eterno rival regresaba a toda una final continental.

Apareció el alma del Pireo, porque los de Giorgios Bartzokas son mucho más de lo que habían demostrado. Ahora sólo quedaba morir matando, jugar sin red. Entre el segundo y el tercer acto, un parcial de 2-14 que les arrimó para despertar a sus incondicionales. Un empujón más (66-56) con Williams-Goss y, sobre todo, Alec Peters, que anotó 14 puntos en ese tramo, donde el Madrid ya no dominaba el rebote y donde Musa y sus puntos fáciles y Llull y sus canastas de guerrero suponían casi toda la resistencia.

El Madrid había perdido la chispa en pos de la agonía. En su mente se había encendido el botón rojo de la resistencia, de acercarse al final y olvidar el baloncesto, con lo peligroso que eso resulta. El tiempo estaba de su parte pero no las sensaciones (31 puntos en toda la segunda mitad). Williams Goss hacía daño ante sus ex compañeros, como si tuviera cuentas pendientes. Pero cuando se arrimó a ocho (77-69), también las fuerzas abandonaron ya al Olympiacos. Chus Mateo le dio la muleta al Chacho y, con el remate de Musa, bajó los brazos a una noche de perfección y sufrimiento.

[embedded content]