Las 97 cumbres de Nepal a las que nadie quiere ir: "El Everest es lo que tiene valor para quien quiere la foto"

Las 97 cumbres de Nepal a las que nadie quiere ir: “El Everest es lo que tiene valor para quien quiere la foto”

El Gobierno de Nepal ha elevado este año la tarifa para subir al Everest la próxima primavera: de 11.000 a 15.000 dólares. Las agencias de viajes ya preparan expediciones que, con ese permiso incluido, costarán como mínimo unos 70.000 dólares. La demanda, sin embargo, será igualmente altísima. Si el año pasado se marcó un nuevo récord con 517 permisos para turistas, no hay duda de que la próxima temporada se superará esa cifra.

El problema para el país es que la montaña más alta del mundo no da más de sí. Puede seguir aumentando los precios y otorgar unos cuantos permisos más, pero el colapso está muy cerca. Para una de las economías más pobres y menos desarrolladas del planeta, los ingresos que se generan en el Everest son esenciales, y su estancamiento, un problema. Por eso, este año Nepal ha expandido su táctica.

Mientras continúa explotando el techo del mundo a precio de oro, ofrece a los extranjeros la mayoría del resto de sus montañas -que son muchas- totalmente gratis. Si un montañero quiere ascender alguno de los 97 picos situados en las regiones más occidentales del país (77 en la provincia de Karnali y 20 en Sudurpaschim), podrá hacerlo a partir de ahora sin coste alguno. Antes tenía que pagar entre 2.000 y 5.000 dólares; ahora ni eso. En la lista figuran el trío formado por el Api, el Nampa y el Saipal -tres cumbres de más de 7.000 metros que forman una extraordinaria cresta- y muchos otros parajes, aunque de momento el interés es limitado.

La solución, otro mundo

Las autoridades locales aseguran que no ha habido un aumento significativo de las solicitudes, que en los últimos tiempos rondaban las 30 o 40 anuales por el conjunto de los 97 picos. Karnali y Sudurpaschim son regiones enormes que, entre ambas, suman unos cuatro millones de habitantes, pero sin turismo, más de la mitad de su población vive por debajo del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), y solo un 3 % tiene acceso a agua potable. Entre las dos presentan los peores indicadores de todo Nepal.

¿La solución? Seguramente no haya solución. Al menos, hasta que el mundo cambie.

«Solemos concebir las montañas como espacios libres, sin conflicto, de una pureza poética, pero en las montañas siempre se ha impuesto la ideología dominante del mundo. El inicio del alpinismo estuvo ligado a la Revolución Francesa; las primeras expediciones al Everest, al imperialismo británico; y ahora el montañismo es mayoritariamente neoliberal. No hay amor por la montaña. El Everest es lo que tiene valor para quien quiere la foto, y eso es lo que busca la mayoría de la gente», explica Pablo Batalla, montañero y autor de La bandera en la cumbre (Capitán Swing, 2025), un libro en el que reflexiona sobre la política en la historia del alpinismo.

Alrededor de la montaña más alta del mundo ha habido iniciativas de todo tipo, incluso un alpinismo con unos valores contrarios a lo que sucede hoy en día, pero un futuro distinto parece aún lejano: «Hay indicios de que el modelo actual está en decadencia y de que puede crecer un alpinismo ecologista, de proximidad, de kilómetro cero, de renuncia incluso, que valore las montañas cercanas. Pero, de momento, predomina otro orden».

Una autopista, la 'Golden Week' y 580 afectados, el último drama en el Everest: "Nunca sabremos qué ha ocurrido de verdad"

Una autopista, la ‘Golden Week’ y 580 afectados, el último drama en el Everest: “Nunca sabremos qué ha ocurrido de verdad”

En 2007, en la borrachera aperturista que para China supusieron los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el Gobierno entonces presidido por Hu Jintao presentó su proyecto estrella para el Everest. Primero construiría una autopista hasta el campo base norte de la montaña más alta del mundo y, después, un hotel con spa, un museo y un helipuerto. A 5.150 metros de altitud, una ciudad de vacaciones. Los vaivenes políticos en el país y las protestas en el Tíbet entre 2010 y 2012 hicieron que los planes se encogieran -ni siquiera se puso la primera piedra del resort-, pero igualmente se asfaltó una pista desde la ciudad de Shigatse hasta los pies del Himalaya. ¿El resultado?

El pasado viernes, una tormenta sorprendió a más de 500 senderistas en los caminos entre el Everest y el Cho Oyu, y durante varios días se realizaron labores de rescate, con un fallecido que lamentar. Fue una tragedia, una concatenación de adversidades, pero sobre todo fue la demostración de que no hace falta hollar el techo del mundo para estar en peligro. Basta con acercarse.

«China construyó infraestructuras con la intención de controlar el Tíbet, empezó a llevar allí a vivir población de la etnia mayoritaria y a montar una especie de parque temático turístico alrededor del Everest, el Cho Oyu, el Makalu y el Lhotse, los cuatro 'ochomiles' de la zona. En festividades como la Golden Week, su Semana Santa, miles de senderistas chinos sin experiencia ni aclimatación se plantan a 5.000 metros de altitud con un cortavientos y unas zapatillas de ciudad. Y luego caen dos metros de nieve en una tormenta y pasa lo que pasa», cuenta Sebastián Álvaro, montañero, escritor y director de Al filo de lo imposible en TVE durante 27 años, que conoce bien la zona porque allí rodó un documental sobre la mítica expedición de George Mallory y Andrew Irvine en 1924.

DEPARTAMENTO DE BOMBEROS DEL TÍBET.EFE

Según sus cálculos, las informaciones oficiales que hablan del rescate de cientos de personas en apenas 48 horas tienen que ser imprecisas porque «allí no hay equipos de alta montaña». «Nunca sabremos qué ha ocurrido de verdad», apunta. «Desde Tingri, el poblado más cercano, enviaron a unos cuantos bomberos que no tienen experiencia y que están superados por toda la gente que acude al campo base norte del Everest», analiza Álvaro. Y los datos le dan la razón.

Medio millón de visitantes

Tal y como se vanagloria el propio Gobierno chino, el año pasado se superó por primera vez el medio millón de visitantes en lo que llaman la «zona escénica del Everest», una cifra exagerada. Aunque tiene una superficie que duplica la española, el Tíbet apenas cuenta con tres millones de habitantes y sus servicios públicos son mínimos. No hay cifras de accidentes -mucho menos de fallecidos- pero es muy posible que haya habido desgracias anteriores en la región.

AFP

Lejos de la indignación mundial que provocan las colas en el techo del mundo, en los últimos años se han multiplicado las caminatas alrededor de la base y, con ellas, los peligros. «En el lado chino del Himalaya hay un altiplano que apenas tiene vegetación y en las agencias de turismo del país se vende como una zona amable para hacer caminatas. Los chinos van allí con muy poca conciencia y muy poca preparación. Y, de repente, se encuentran a 5.000 metros. Hay que pensar que el pico más alto de la Unión Europea es el Mont Blanc, que tiene 4.800 metros», subraya Sergi Unanue, dueño de la agencia Mundo Recóndito, vecino de Pekín durante un año y autor del libro Un sendero entre las nubes, sobre la Gran Ruta del Himalaya. «Hay un riesgo muy evidente al hacer que zonas tan extremas del mundo sean tan accesibles. De la parte china no se habla tanto porque no viajan tantos extranjeros, pero también ocurre en la parte nepalí», añade Unanue.

Mover el campo base, misión imposible

En el sur del Himalaya, en Nepal, también se ha intensificado la actividad a los pies de las grandes montañas, aunque no se han lamentado tragedias desde la avalancha que en 2015 causó la muerte de 22 personas en el campo base sur del Everest. Cada año se informa de entre tres y cinco fallecimientos por edemas cerebrales causados por el mal de altura, pero la siniestralidad es baja si se tiene en cuenta que anualmente unos 30.000 montañeros visitan la zona. Aunque ya son muchos, en Nepal difícilmente se vivirá la turistificación extrema que se da en China. Los presupuestos de los dos países no tienen nada que ver, la orografía de ambas zonas es muy distinta y los turistas proceden de lugares diferentes.

En la zona nepalí, mientras las agencias de viajes que dirigen los sherpas consideran que el negocio está en las alturas, los trekkings al campo base sur son mayoritariamente organizados por compañías extranjeras y sus clientes llegan más preparados. Suelen estar bien informados, contar con consejo y ayuda de estas empresas en cuanto a material o comida y normalmente invierten tiempo suficiente para aclimatarse -entre 10 y 12 días para hacer la ruta-.

Este invierno, el Gobierno de Nepal, presidido por Ram Chandra Poudel, anunció que había acabado la llamada «autopista al Everest», y numerosos medios internacionales así lo publicaron, pero no dejaba de ser una pista entre Katmandú y Surke, cerca de Lukla, un trayecto que los turistas ya solían hacer en avioneta. En principio, la zona es más segura, aunque la amenaza se cierne sobre el campo base sur en forma de deshielo. Por culpa del calentamiento global, el glaciar de Khumbu sigue fracturándose y eso aumenta el peligro sobre el campamento. Hay un proyecto para moverlo 300 o 400 metros más abajo, pero falta presupuesto y logística. No hace falta hollar el techo del mundo para estar en peligro. Basta con acercarse.

Djokovic sigue vivo: sobrevive a un mareo, a Munar y "al ambiente más difícil del tenis mundial" para llegar a cuartos en Shanghai

Djokovic sigue vivo: sobrevive a un mareo, a Munar y “al ambiente más difícil del tenis mundial” para llegar a cuartos en Shanghai

Novak Djokovic, por los suelos. No podía más. Acababa de perder un set ante Jaume Munar, estaba mareado, extenuado y medio lesionado. Los médicos del Masters 1000 de Shanghai entraron para ayudarle. ¿Y qué pasó después? En lugar de retirarse del torneo, desenlace lógico, el serbio se levantó, venció al español por 6-3, 5-7 y 6-2 y se clasificó para cuartos de final del torneo.

Tampoco sorprendió a nadie: de la supervivencia ha hecho arte. Aquel joven que resistía las sacudidas de Roger Federer y Rafa Nadal es hoy un veterano de 38 años que pelea contra el tiempo. Aguanta, aguanta y aguanta más allá del tenis. Por eso es el favorito en China. No hay otro torneo en el mundo, quizá no lo ha habido nunca, en el que la capacidad de substituir sea tan importante. Desde que la competición empezó la semana pasada, los partidos consisten en una lucha por mantenerse en pie bajo condiciones extremas y así será difícil eliminar a Djokovic. El resto es otra cosa.

HECTOR RETAMALAFP

Con temperaturas siempre por encima de los 30 grados y una humedad superior al 80%, ya han sido varias las víctimas... y las que quedan. Aún restan partidos de octavos de final por disputarse y sólo siguen vivos tres tenistas del Top 10 del ranking ATP: el número cinco, Djokovic; el número siete, Álex de Miñaur; y el número nueve, Lorenzo Musetti. Se acabó. Con las ausencias desde el principio de Carlos Alcaraz y Jack Draper, el resto han caído, en su mayoría, por culpa de las condiciones meteorológicas.

El KO de Sinner

El mejor ejemplo fue la retirada de Jannik Sinner ante Tallon Griekspoor. El número dos del mundo —y vigente campeón del torneo chino— empezó a sentir calambres, intentó continuar, pero en el tercer set abandonó para evitar males mayores. Ahora está más lejos de Alcaraz en el ranking ATP —más de 1.000 puntos de desventaja—, y lo peor es que no fue por su culpa.

"Es el ambiente más difícil del tenis mundial, es peor que Estados Unidos en verano", aseguró el francés Arthur Rinderknech, muy crítico pese a sus buenos resultados: alcanzó los octavos de final, la mejor actuación de su vida en un Masters 1000. "Sabemos que hay mucha contaminación en las grandes ciudades de China, y eso probablemente no ayuda a respirar bien. Hay una capa de nubes que lo aplasta todo, pero además, cuando sale el sol, la temperatura sube rápidamente por encima de los 30 grados. Es muy difícil jugar", insistía Rinderknech, que subrayó los numerosos parones para que los médicos pudieran atender a jugadores como Emma Raducanu u Holger Rune, ambos mareados durante sus encuentros.

El propio Djokovic vomitó dos veces en su partido de tercera ronda ante Yannick Hanfmann: la primera, en una esquina de la pista; la segunda, en su banquillo. "La humedad que hay aquí es una locura, sinceramente. No recuerdo la última vez que jugué con una humedad como esta. Es lo que hay: es lo mismo para mí, para mi rival y para cualquier otro", comentó el serbio, que al mismo tiempo pedía algún tipo de protección a los responsables del circuito.

Y, extrañamente, era escuchado. Según informó este martes la ATP a Reuters, "se están evaluando medidas adicionales, incluida la aplicación de una política oficial sobre el calor, en consulta con jugadores, torneos y expertos médicos".

Como ocurre en el fútbol, el ciclismo, el atletismo o tantos otros deportes al aire libre, si los dirigentes del tenis se lo proponen, los partidos podrían cancelarse, reducirse o modificarse —añadiendo más pausas, por ejemplo— en condiciones climáticas extremas como las que se están viviendo estos días en Shanghái.Mientras tanto, eso sí, los jugadores deberán seguir resistiendo. Y en esas artes, no hay duda, Djokovic es el mejor.

Los días de Ricky Rubio contra los Boston Sexis o el Panatimankos: "Pasó de parar a Curry a defender a Antonio, que venía de dormir a las niñas"

Los días de Ricky Rubio contra los Boston Sexis o el Panatimankos: “Pasó de parar a Curry a defender a Antonio, que venía de dormir a las niñas”

Ya fue el Barça en la Liga Catalana y pronto vendrán el Real Madrid, el Unicaja o el Baskonia en la Liga Endesa, o el Cholet francés en la Champions League. Ricky Rubio vuelve al baloncesto de élite, a enfrentarse a rivales de élite; tras su parón por salud mental, regresa con el Joventut al lugar que le pertenece. Pero el año pasado jugó a un nivel distinto, muy distinto, exageradamente distinto.

"Lo habíamos visto defender a Curry o Harden y, de repente, estaba ahí defendiendo al Antonio, que había llegado tarde al partido porque le tocaba dormir a las niñas", relata Iaco Rocher, máximo anotador de los Peresala Legends, uno de los equipos de la liga privada municipal 2+1 en la que Rubio participó la temporada pasada. Cada semana jugaban sus amigos de toda la vida, como Josep Heredia, presidente de la Fundación Ricky Rubio, y él quería estar con ellos. No le importó pasar de jugar contra los Boston Celtics a hacerlo contra los Boston Sexis; de los Warriors a los Guarriors; de los Timberwolves a los Tinder Wolves. Ahí estaba, contra los Zaca de Banda, los Tiraos Libres, los Gitanos Mellaos, los Gatitos Rosas o el Panatimankos.

"Ya había venido alguna vez como espectador, porque el equipo de sus amigos, que se llama Una més i prou, juega en la liga desde hace muchos años. Nos sorprendió cuando vino como jugador, pero él solo quería pasárselo bien y no llamar la atención. No venía el Ricky exjugador de la NBA; venía el Ricky amigo de sus amigos", explica Rafa Sora, responsable de la liga 2+1, que ya cuenta con 35 años de historia, pese a no ser de gestión pública.

Las raras reglas del torneo

La competición tiene solera entre los aficionados al baloncesto de Barcelona porque la organización cumple. Se disputa entre semana, por la noche, en pabellones de las afueras -en La Verneda, el Besòs o Trinitat Vella-, pero hay decenas de equipos, premios en metálico y reglas muy adaptadas. Para no perder tiempo se juega sin descanso, con cambios al estilo balonmano, sin prórrogas -el ganador se decide con una tanda de tiros libres- y con canastas de cuatro puntos desde el propio campo.

El año pasado los campeones fueron los Chori Heat, pero el conjunto de Rubio logró su mejor clasificación de siempre: acabó quinto. Se clasificó para los ‘playoff’, ganó en primera ronda a los Panteras, pero cayó después ante los Carnal Steakhouse -un restaurante del Eixample-.

La participación de Rubio fue intermitente. A algunos partidos acudía, a otros no. Y, cuando lo hacía, tampoco quería lucirse lo más mínimo. "Iba andando, pero es normal. En el primer partido se puso a correr, robó tres o cuatro bolas seguidas, se dio cuenta y volvió a andar. Se dedicaba a dar asistencias a sus amigos, pero no siempre acababan en canasta. Quizá se la daba solo a un amigo y el amigo tiraba una piedra", relata Rocher, que ya se había enfrentado a los amigos de Rubio cuando eran pequeños. Porque, en realidad, muchos de los participantes en la liga 2+1 se conocen de las categorías inferiores de los equipos de Cataluña: el Barça, la Penya, el Sant Adrià, el Sant Josep, el Mataró... Algunos llegaron a jugar en Segunda FEB o Tercera FEB; la mayoría lo dejaron por la universidad o el trabajo.

"A veces digo que hacemos una obra social. La liga es para aficionados que aman el baloncesto, pero no pueden jugar en un equipo federado. Es curioso, porque hay algunos que vienen un poco flipados porque han jugado en Primera FEB y Ricky hacía todo lo contrario. Solo podemos hablar maravillas de él", proclama Sora, que, como dirigente de la liga, tuvo que enfrentarse a una minicrisis.

La crisis por la prensa

A mitad de la temporada pasada se viralizó un vídeo de Rubio jugando en la liga -con pantalón largo y sudadera-, lo publicaron todas las televisiones y llegó a haber cámaras en la puerta del pabellón para grabarle de nuevo. ¿Qué pasó? Dejó de aparecer.

"Quería pasar desapercibido a toda costa y estuvo varias semanas sin jugar, hasta que se calmaron las cosas. Lo hablé con los miembros de su equipo y me dijeron que no había problema, que sabían que no era cosa de la liga. De hecho, me dejaron publicar alguna jugada suya en nuestro Instagram para promocionar la competición", cuenta Sora, que ya había visto a otros ex ACB en su liga, como Quique Andreu, Carles Marco o Moussa Diagné, pívot del UCAM Murcia que tiene un primo en un equipo. "Este año no se han apuntado más equipos, no ha habido un efecto Ricky, pero tampoco lo buscábamos. Vino, se lo pasó bien y todos contentos", resume el responsable de la liga 2+1, el refugio de Rubio antes de volver al baloncesto de élite.

El riesgo de respirar en los rocódromos: "Tienen los niveles de contaminación de las autopistas en megaciudades chinas"

El riesgo de respirar en los rocódromos: “Tienen los niveles de contaminación de las autopistas en megaciudades chinas”

Todos hacia arriba, un sueño en vertical. Justo después de la pandemia, España se llenó de aficionados a la escalada, en una moda que aún hoy se mantiene porque lo tiene todo. La apertura de decenas de rocódromos -en los últimos seis años se ha pasado de 152 a los 366 actuales-, referentes como el campeón olímpico Alberto Ginés, los hermanos Pou o Alex Honnold, el empuje del marketing de marcas punteras, innovaciones como el autoasegurador y, sobre todo, unos notables beneficios físicos. Pocos deportes mejoran a la vez la fuerza, la resistencia y la flexibilidad.

Pero la tendencia también tiene su lado oscuro. Con cientos de miles de practicantes en España -hay 300.000 licencias entre montañeros y escaladores-, la escalada indoor esconde un riesgo para la salud aún poco estudiado y menos combatido: la pésima calidad del aire en los rocódromos.

«Los niveles de contaminación que hemos medido se encuentran entre los más altos jamás documentados a nivel mundial. Son comparables a los de las autopistas de varios carriles en megaciudades de China», explica Thilo Hofmann, científico ambiental en la Universidad de Viena y director de un estudio pionero en la materia. Junto a investigadores de su centro y de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), Hofmann recolectó muestras en una decena de rocódromos de Austria, Suiza, Francia y España entre febrero de 2023 y junio de 2024. El análisis reveló que el aire puede ser tóxico. ¿Por qué?

Desde hace décadas se sabe que el magnesio que se utiliza para mejorar el agarre puede ser irritante y, por tanto, peligroso para personas con problemas respiratorios. Pero el nuevo problema viene de otro lugar: de los pies de los escaladores. O, más concretamente, de sus pies de gato. La suela de la mayoría de estas zapatillas se fabrica con caucho y libera micropartículas cada vez que contacta con una presa. Cada ascensión genera polvo, y más polvo, y más polvo. Una exposición esporádica es inocua; una continua, potencialmente problemática.

El estudio de Viena y la EPFL llegó a registrar valores de inhalación de hasta 48 ng/kg/día, lo que en una persona de 70 kilos supone absorber 3,4 microgramos diarios de compuestos químicos del caucho. Anilina, difenilguanidina, benzotiazol y hasta 6PPD: todas ellas toxinas que se acumulan en el organismo de los escaladores más asiduos, los instructores y los trabajadores de los rocódromos.

El ejemplo de los campos de hierba artificial

«Las suelas de las zapatillas de escalada se parecen a los neumáticos de los coches. Tienen aditivos químicos que las hacen más resistentes y duraderas, pero también son tóxicos», expone Anya Sherman, científica ambiental de la Universidad de Viena que, junto a Hofmann, impulsó el estudio publicado en la revista Environmental Science and Technology Air. Hofmann y Sherman compartían afición por la escalada y de una conversación entre ambos surgió la idea de analizar la contaminación ambiental de los rocódromos.

«Empezamos a hablar del residuo negro que queda en las presas por culpa de la abrasión de las suelas. De cómo los escaladores lo retiran para mejorar el agarre y lo lanzan al aire. Y pensamos que había que examinarlo», cuenta Sherman, que al igual que Hofmann reclama más investigaciones sobre el tema.

Hace sólo una década se empezó a estudiar el uso del caucho en superficies como los campos de fútbol de césped artificial o los parques infantiles y los resultados fueron tan evidentes que ya existe legislación en su contra. La Comisión Europea prohibió en 2023 el uso de este material como relleno y en los próximos ocho años deberá sustituirse. Lo mismo podría ocurrir con las suelas de los pies de gato. «La comunidad científica lleva muy poco tiempo prestando atención a los aditivos derivados del caucho y todavía no conocemos todos sus efectos», concluye Hofmann, que espera que en el futuro el aire de los rocódromos sea un aire limpio.

"Se requiere más investigación"

La cadena de rocódromos Sputnik, consultada por EL MUNDO, quiso rebajar el alarmismo creado por el estudio al señalar que se tomaron muestras de pocos recintos y que "las implicaciones del caucho para la salud aún no se han investigado a fondo". "En Sputnik se cumple con la normativa vigente y se garantiza una ventilación superior a lo exigido, gracias a sistemas de climatización en funcionamiento continuo, desestratificadores que favorecen la circulación del aire y una estricta limpieza y sustitución de filtros", comentan desde la empresa que tiene locales en Alcobendas, Las Rozas, Berango, Chamberí y Legazpi.

Tu frecuencia cardiaca vale oro en la deep web: "Los datos bancarios han perdido valor, lo realmente valioso son tus datos de salud"

Tu frecuencia cardiaca vale oro en la deep web: “Los datos bancarios han perdido valor, lo realmente valioso son tus datos de salud”

Los tenistas Jannik Sinner e Iga Swiatek, el piloto Charles Leclerc, la esquiadora Mikaela Shiffrin o la plantilla del Manchester City. Todos creyeron estar utilizando un dispositivo inofensivo cuando en realidad exponían datos muy sensibles. Según una investigación reciente del medio estadounidense Hunterbrook Media, el Gobierno de China habría accedido a la información de la diadema FocusCalm, un wearable de entrenamiento mental que mide las ondas electroencefalográficas de sus usuarios. Con ella en la frente, Sinner y compañía analizaban los picos de estrés o desconcentración de sus entrenamientos; al mismo tiempo, abrían la puerta de sus cerebros a diversas empresas del país asiático. Ninguno de los afectados ha denunciado públicamente el robo, FocusCalm ha negado cualquier injerencia y el escándalo no ha ido a más, pero sirve como señal de alerta mundial. ¿Realmente sabemos qué importancia tienen nuestros datos biomédicos?

Hoy en día se utilizan en todo el mundo 543 millones de unidades de wearables -incluyendo relojes inteligentes, pulseras de actividad y auriculares- que en conjunto generan más de un billón de datos anuales. El ritmo cardíaco, la saturación de oxígeno, la temperatura corporal, la presión arterial, los niveles de glucosa, los patrones de sueño e incluso el grado de estrés son indicadores de salud al alcance de cualquiera. Con una pulsera de apenas 40 o 50 euros se puede acceder a un chequeo completo.

«Los aficionados al deporte lo utilizan para optimizar sus entrenamientos, pero a nivel hospitalario las posibilidades son inmensas. Estos dispositivos ya están sustituyendo a los molestos monitores Holter, por ejemplo, y podrían hacer mucho más. Un wearable con electrocardiógrafo puede saber si el usuario está sufriendo un infarto y, si en el futuro pudiera avisar automáticamente a Emergencias y enviar la geolocalización, salvaría su vida», explica Ricard Martínez, director de la Cátedra de Privacidad y Transformación Digital de la Universitat de València y miembro del grupo de expertos sobre derechos digitales del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital. «Estos dispositivos suponen una oportunidad, pero también tienen sus peligros», añade. Tapamos el PIN al sacar dinero en el cajero o arrancamos la etiqueta de una caja de compra online, pero publicamos en abierto los latidos de nuestro corazón. Realmente desconocemos el valor de esos datos.

Un expediente de salud, 250 euros

«Para los data brokers [compañías dedicadas a recopilar información online] y para el mercado negro, hay datos como el DNI, el domicilio o incluso la cuenta bancaria que ya han perdido valor porque están muy expuestos. Los datos de salud, en cambio, son muy valiosos porque están más protegidos», señala Samuel Parra, abogado experto en protección de datos y fundador de la firma ePrivacidad. Un estudio de la empresa de ciberseguridad estadounidense Trustwave reveló que en la deep web los números de una tarjeta bancaria se podían comprar por apenas cinco dólares; un expediente sanitario, en cambio, costaba más de 250 dólares.

«Tendemos a pensar que nuestra frecuencia cardíaca no le interesa a nadie porque con ella no nos pueden robar ni manipular, pero nada más lejos de la realidad. Una aseguradora puede utilizar nuestros datos de salud para aumentarnos la prima, por ejemplo. Con ellos una clínica privada puede detectar que sufrimos una dolencia y ofrecernos publicidad sobre un test concreto o directamente un tratamiento», analiza Parra, que da en el clavo: los datos biomédicos suponen la cuadratura del círculo del control del consumidor.

Si un alto número de empresas, especialmente gigantes como Google o Meta, ya conocían nuestra edad, peso y altura, dónde vivimos, con quién convivimos, dónde trabajamos, cuánto cobramos, cuánto gastamos y cientos de datos personales más, ahora también saben cómo nos encontramos: si hacemos ejercicio, si sufrimos hipertensión, si dormimos mal, si estamos nerviosos... El perfil ya es completo.

«Hace unos años Google compró Fitbit por 2.100 millones y poco después absorbió la fabricación de sus pulseras. No querían su servicio, querían sus datos», recuerda Martínez, que añade su preocupación por el uso de estos dispositivos: «Si vemos un indicador como la tensión arterial de manera descontextualizada podemos pensar que es irrelevante. Pero si lo mezclamos con otros, su valor es altísimo. Realmente vale una pasta. ¿Cuánto pagarían las mutuas privadas por saber exactamente qué personas con altas rentas padecen hipertensión?».

¿Cómo protegerse?

La legislación europea de protección de datos establece medidas concretas para este tipo de información y exige una justificación para almacenarla y tratarla. El problema es que, como siempre, la ley guarda la trampa. Aunque los reguladores son cada vez más exigentes -de ahí la histórica multa de la Comisión Europea a Meta por 200 millones el pasado abril-, la justificación más común sigue siendo el consentimiento. Según un estudio de la Universidad de Dublín publicado este verano en la revista británica Nature, las empresas de wearables exponen documentos larguísimos, con una media de 6.113 palabras, para acceder a todas las funciones de sus aplicaciones, y los usuarios igualmente los aceptan. ¿Alguien los lee? Rara vez.

«Tendríamos que utilizar los wearables con la misma prudencia con la que usamos el coche. Los fabricantes deben ser responsables, pero también los consumidores. Siempre habrá imprudentes, pero la mayoría tenemos que ser conscientes del peligro», concluye Martínez, que apunta incluso a un estudio previo de las opciones del mercado. El mismo análisis de la Universidad de Dublín detectó una gran diferencia de riesgo de exposición entre algunas compañías chinas y la mayoría de las europeas. Quizá nadie haya robado los datos de salud de Sinner, Swiatek, Leclerc, Shiffrin o los jugadores del Manchester City, pero igualmente deberíamos procurar proteger los nuestros.

Isabel Sánchez-Arán, la española que desciende a 96 metros de profundidad: "Si no bajo más es porque me duelen los oídos"

Isabel Sánchez-Arán, la española que desciende a 96 metros de profundidad: “Si no bajo más es porque me duelen los oídos”

Cierren los ojos cuando acaben de leer esto. Imagínense en las profundidades del mar. En la más completa soledad, sin nadie alrededor ni artilugios como ayuda. Con toneladas de agua encima. ¿Seguirían bajando? Isabel Sánchez-Arán lo hace. Más abajo, más abajo, cada vez más abajo. En el pasado Mundial de apnea llegó hasta los 96 metros para colgarse dos bronces: uno en la modalidad de inmersión libre, donde se desciende sin aletas tirando de un cabo guía, y otro en la de peso constante, donde se usan aletas.

A sus 40 años es la plusmarquista española en varias categorías. Por ejemplo, puede dar casi cinco largos en una piscina olímpica —230 metros— sin salir a respirar. Y eso que, no hace tanto, era una profesora de instituto que pasaba los veranos en el desierto de Tabernas, en Almería. Unas vacaciones lo cambiaron todo.

¿Puede explicar lo que siente allí abajo?
Es difícil. Estoy en un estado absoluto de concentración, como en una meditación, muy presente en lo que estoy haciendo. La apnea es como cualquier otro deporte en el que no tienes margen de fallo, en el que dependes de un único intento. Es algo casi místico. Pero, al mismo tiempo, soy consciente del peligro. A 90 metros hay unos 10 bares de presión, cuatro veces la presión con la que se inflan las ruedas del coche. El cuerpo está al límite.
¿De qué depende bajar más o menos?
De muchas cosas, pero la más importante es la compensación de los oídos. Si no bajo más no es porque me ahogue, sino porque me duelen demasiado los oídos. Cuando te sumerges, el aire del interior de los oídos se comprime, se produce un efecto vacío: el tímpano se mete hacia dentro y duele mucho. Para compensar, debemos añadir aire utilizando todo el sistema orofaríngeo: la garganta, las amígdalas, la lengua. Es muy técnico. Y necesitas una relajación total. Si te pasa algo, no te va a salir.
¿Qué quiere decir?
Que en la apnea es imposible hacerlo bien si no estás bien. Puedes engañar a los demás, hacerles creer que estás perfectamente, pero a ti mismo no te puedes engañar. Si hay algo que te inquieta, si no estás alineada contigo misma, tu cuerpo no te va a dejar bajar.

Entonces, ¿no pasa miedo?
El miedo es completamente natural, es un mecanismo de defensa, pero debes tenerlo trabajado. Entreno para estar tranquila cada vez más abajo, para ampliar mi zona de confort. Pero es normal sentirlo, especialmente en la subida, cuando ya te empiezan a entrar ganas de respirar. Simplemente hay que integrarlo y no darle importancia. El miedo es un monstruo que crece si lo alimentas.
¿Hasta qué punto es peligroso?
Hay mucho riesgo, pero poco peligro, porque los protocolos de seguridad son muy estrictos. Hay situaciones difíciles en la descompresión, pero no es lo habitual. Tristemente, la gente relaciona la apnea con cosas extremas que se ven en YouTube, pero no son representativas. Me encanta la profundidad, pero no quiero jugarme la vida.

¿Cuál es el límite humano?
No lo sabemos. La apnea está muy relacionada con la ciencia. Antes se pensaba que el ser humano no podía bajar más de 30 metros; luego se amplió ese límite a 50; ahora estamos más allá de los 100 metros. Gracias a la apnea se han descubierto fenómenos como el reflejo de inmersión o la migración de la sangre. Seguimos bajando a profundidades donde nunca ha estado el ser humano.
¿Cómo empezó en la apnea?
De casualidad. Siempre me atrajo el mar. Me crié en Elche, aunque mi familia es de Almería, del desierto de Tabernas, y pasaba allí todas las vacaciones. Estudié Magisterio, era profesora de idiomas, pero en un viaje con unos amigos hice un bautizo de buceo y me encantó. Fue una experiencia orgásmica. Me hice instructora, luego probé la apnea y, al final, me acabé liando la manta a la cabeza: dejé el trabajo y me centré en competir.
¿Y ahora puede vivir de ello?
Estuve mucho tiempo peleando y la cosa funciona desde hace tres años. Combino la competición de alto nivel, el apoyo de mis patrocinadores y las clases como instructora en mi club, el club Apnea La Caretta, de L'Estartit, en la Costa Brava, que es también donde entreno. La apnea es un deporte minoritario, pero es lo que me apasiona.
Los secretos sobre Putin que reveló Strava o cómo sus guardaespaldas corrían alrededor de una mansión que no era suya

Los secretos sobre Putin que reveló Strava o cómo sus guardaespaldas corrían alrededor de una mansión que no era suya

Una mañana, después de un turno nocturno, Martin salió de su trabajo en la ciudad sueca de Solna, se subió a su bicicleta, encendió su reloj de última generación, pedaleó hasta su casa en Estocolmo y, al llegar, publicó su ruta en la popular aplicación Strava. Acababa de mostrar a sus amigos y conocidos que seguía en forma: sus ritmos eran realmente rápidos. También acababa de desvelar al mundo entero dónde se encontraba la oficina secreta del Servicio de Seguridad de su país.

Según reveló en julio pasado el periódico sueco Dagens Nyheter, hasta siete escoltas del primer ministro Ulf Kristersson -entre ellos Martin, de nombre ficticio- publicaban diariamente su actividad geolocalizada en Strava: más de 1.400 entrenamientos que permitían a cualquiera conocer la dirección exacta del domicilio del político, detalles concretos de sus viajes a lugares tan sensibles como la frontera de Ucrania con Polonia, Israel o la base militar en Malí, e incluso recorrer los pasillos secretos del Palacio de Drottningholm, la residencia permanente del Rey y la Reina de Suecia.

Pocas cosas ilustran mejor la escasa concienciación sobre el peligro de los relojes y pulseras inteligentes que la exposición continua de la ubicación de guardaespaldas, militares y policías a través de Strava. Desde que en 2018 un tuitero descubriera la estructura de bases militares de Estados Unidos en Siria y Afganistán gracias al mapa de calor de la aplicación, se han sucedido numerosos escándalos similares. El año pasado, el periódico francés Le Monde reveló los llamados StravaLeaks, con los que demostró que líderes como Emmanuel Macron, Donald Trump o Vladímir Putin habían estado en riesgo por culpa de los wearables de sus escoltas.

El presidente ruso, de hecho, siempre ha negado poseer un suntuoso palacio a orillas del mar Negro cuya existencia destapó en 2021 el activista fallecido Alexéi Navalni, pero Le Monde pudo confirmar que pasa allí largas temporadas gracias a los entrenamientos de sus guardaespaldas. El periódico galo también acreditó que dispone de una lujosa casa de campo en la república rusa de Carelia, en la frontera con Finlandia, además de otros muchos detalles de su vida privada.

La propia Strava, consciente del riesgo, ha tratado de reforzar su política de privacidad. En los últimos años ha introducido herramientas para ocultar el punto exacto de inicio y final de las rutas, ha permitido limitar la visibilidad de los entrenamientos a grupos cerrados e incluso ha lanzado guías específicas para cuerpos de seguridad y fuerzas armadas. Aun así, algunos servicios secretos como el estadounidense han optado por la vía más drástica: prohibir directamente a sus empleados el uso de wearables en servicio o en instalaciones sensibles.

Los expertos consultados coinciden en que, aunque estas medidas ayudarán, llegan tarde y que, siendo masivo el uso de relojes y pulseras, la única solución posible para mejorar su seguridad es la sensibilización de quienes los utilizan.

Alcaraz discute con el árbitro, hace desaparecer a Fritz y suma en Tokio su octavo título de la temporada

Alcaraz discute con el árbitro, hace desaparecer a Fritz y suma en Tokio su octavo título de la temporada

¡Abajo la modestia! Carlos Alcaraz ha descubierto la perfección. Ocho títulos en ocho meses lo avalan; él mismo lo reconoce. Su tenis brilla tanto que sólo cabe preguntarse si, a sus 22 años, puede superarse. Quizá sea imposible. Ya es su mejor temporada, ¿Será 2025 la temporada de su vida? La Historia apenas le ofrece espejos —el Federer de 2006, el Nadal de 2013, el Djokovic de 2015—, y sólo queda esperar. Es posible que la convierta en inigualable, con un Masters 1000 -no estará en Shanghai, sí en París-, las ATP Finals y la Copa Davis todavía en juego.

De momento, la única certeza es que sólo tiene un rival: Jannik Sinner. El resto sigue a una distancia exagerada. Si Taylor Fritz le había derrotado hace unos días en el ambiente distendido de la Laver Cup —un torneo de exhibición con ínfulas—, este martes el número uno del mundo lo arrolló en la final del ATP 500 de Tokio. El marcador, un doble 6-4 en una hora y 32 minutos, es hasta benévolo: el español fue superior.

Con el reciente tropiezo en mente, Alcaraz apareció en la pista central del Ariake Tennis más tenso que de costumbre. Si en otras ocasiones eligió otras armas, esta vez su revés fue el golpe que más daño le hizo a Fritz, aunque le costó adelantarse. Una bola de break. Y otra. Y otra. El español desaprovechó hasta cinco —algunas con todo a su favor— antes de lograr su primera rotura, en una progresión que le tocó el ánimo.

"No has jugado al tenis"

En ese primer set, antes de sentenciar, llegó incluso a tener una extraña discusión con el juez de silla, el irlandés Fergus Murphy. Algo inhabitual en él. Antes de un servicio recibió un warning por pérdida de tiempo y, en el siguiente cambio, no dudó en recriminárselo: "¿Tú ves normal que yo acabe un punto largo en la red y luego apenas tenga tiempo para ir a por las pelotas, sin tiempo para descansar? ¿Lo ves normal o no? Ok, no has jugado al tenis en tu vida". Murphy guardó silencio.

El incidente pudo descentrarlo y llevarlo a cometer errores, pero ocurrió todo lo contrario. Poco después elevó su nivel, encarriló el triunfo y se lanzó a por el título. Con Fritz aquejado de unas molestias en el muslo derecho, Alcaraz ya era campeón. Una genialidad aquí, otra allá. El público japonés se deleitaba con su tenis y hasta celebró que en el segundo set un despiste le costara un break y le obligara a prolongar el espectáculo un rato más.

"He disfrutado de cada segundo del torneo, excepto de los minutos en los que estuve tirado en el suelo. Estoy muy contento con el nivel que he mostrado aquí en Tokio pese al problema que sufrí en el primer partido en el tobillo. Me siento en mi mejor momento, sin duda", comentó el español, que al acabar el partido se quitó el vendaje del tobillo en señal de alivio. Después de vencer en Róterdam, Montecarlo, Roma, Roland Garros, Queen's, Cincinnati y el US Open, suma otro título, el octavo del año. Ya es su mejor temporada, ¿Será 2025 la temporada de su vida?

Paula Badosa no volverá a jugar este año: "Seguiré encontrando la manera de volver"

Paula Badosa no volverá a jugar este año: “Seguiré encontrando la manera de volver”

Esta vez fue una rotura en el cuádriceps izquierdo. Antes fueron dolencias en el abdomen, en el cuádriceps derecho y, entre otras muchas cosas, la maldita fractura en la vértebra L4, que ya se ha vuelto crónica. A sus 27 años, en plena madurez tenística, Paula Badosa sigue luchando contra su propio cuerpo. A veces este le da un respiro, como a principios de este año, cuando alcanzó las semifinales del Open de Australia. Pero, la mayoría de las veces, la atormenta. Este martes, tras varias semanas de suplicio, tras retirarse del WTA 1000 de China, la española anunció que no volverá a jugar hasta 2026 para intentar recuperarse de todos sus dolores.

«No importa cuántos obstáculos se crucen en mi camino, les prometo esto: seguiré luchando, seguiré empujando y seguiré encontrando la manera de volver», sentenció en un comunicado en sus redes sociales la actual número 18 del ranking WTA.

Su carrera, una vez más, pende de un hilo. Hace dos años, la espalda ya la dejó en el dique seco durante varios meses, la hizo caer más allá del Top 100 mundial y la obligó a replantearse su futuro. Entre infiltraciones, ella misma se dio un ultimátum: o funcionaban o lo dejaba. Y funcionaron. Pero ahora vuelve a estar en las mismas. Su posición depende de poder estar en el primer Grand Slam del año: si no defiende los puntos obtenidos en Melbourne, saldrá de los puestos de honor del circuito y se verá de nuevo en rondas previas y torneos clasificatorios.

«No podría hacer esto sin las personas que siguen creyendo en mí. Su apoyo me sostiene cuando todo se vuelve pesado y su fe me da valor cuando aparece la duda. No hay un sentimiento más grande que entrar en una cancha de tenis y verlos allí, respaldándome. Esa energía, ese amor... Es algo por lo que nunca podré agradecer lo suficiente», proclamó la jugadora que llegó a ser número dos del mundo en 2022.

La española cierra su temporada con sólo 31 partidos jugados: 18 victorias y 13 derrotas. Después de un inicio espléndido, su retirada por lesión en el Mérida Open fue el preludio de una concatenación de desdichas: también se retiró del WTA 1000 de Miami y en Berlín, cayó en primera ronda de Wimbledon y no pudo disputar la gira estadounidense, incluido el US Open. Tras su regreso con España en las finales de la Billie Jean King Cup, Badosa llegaba con ilusión a la gira asiática del tramo final de temporada pero en Pekín volvió a perder contra su propio cuerpo.