La lucha paralímpica de Ivan Corretja: "Dicen que antes del accidente yo era mejor tenista que mi hermano y es mentira"

La lucha paralímpica de Ivan Corretja: “Dicen que antes del accidente yo era mejor tenista que mi hermano y es mentira”

"¿Sabes qué? Todos los días conduzco por esa misma carretera, paso por esa misma curva, y no siento nada especial. Si voy con alguien le digo: 'Mira, ahí me la pegué yo'. Conozco al chico que me atropelló e imagino que no será un buen recuerdo para él. Me gustaría que supiera que no le guardo ningún rencor".

La madrugada de la verbena de San Juan de 1987, Ivan Corretja cruzaba la Arrabassada, la carretera que conecta Barcelona y Sant Cugat con subida y bajada el Tibidabo. Iba en moto, de paquete. Estaba a punto de cumplir 15 años y, gracias a un viaje de sus padres, vivía una de aquellas primeras noches de libertad adolescente en las que todo parece posible. Era buen estudiante y mejor tenista, había sido subcampeón de España infantil de clubes formando pareja de dobles con su hermano pequeño, Alex. Bajo una luna clara era imposible pensar que en uno de los últimos giros, un coche asaltaría el carril contrario y se lo llevaría por delante a toda velocidad. "No perdí el conocimiento y en todo momento supe qué pasaba. Tenía 14 años y creía que me iba a morir. Pensaba: 'No me puede pasar esto a mí'. Por eso, unas horas después, cuando me dijeron que me tenían que amputar la pierna izquierda por debajo de la rodilla me pareció lo de menos. La única pena que sentí fue porque no podría jugar a tenis", explica en conversación con EL MUNDO.

Cuenta la leyenda que el bueno era usted, que sin el accidente hubiera llegado incluso más lejos que su hermano Alex.
(Risas) Entiendo el bulo, lo he escuchado varias veces. Como historia es cojonuda, pero no es verdad. El tenis no es sólo técnica o agilidad, también es táctica y cabeza. Álex de pequeño ya era mejor que yo. Yo quería llegar a ser profesional y Álex ya quería ser número uno del mundo. La diferencia es abismal. Él tenía muy claro lo que quería y, mira, se quedó a un partido de conseguirlo.

A sus 52 años, Ivan Corretja es ahora campeón del mundo de tenis adaptado de pie, pero hasta conseguirlo tuvo que pasar mucho tiempo alejado de su deporte favorito. "Después del accidente me fui a estudiar a Estados Unidos, a un high school en Fremont, en Nebraska, y allí ayudé al entrenador del equipo femenino de tenis y me hicieron una prótesis que estaba muy bien para la época, pero cuando volví me di contra un muro. Tenía 17 años, quería seguir haciendo deporte al más alto nivel, quería ir a unos Juegos Paralímpicos, pero todo lo que probé, como la natación y el ciclismo en pista, no se me daba nada bien. Lo mío era el tenis y como no había tenis para amputados, sólo tenis en silla de ruedas, me pasé al pádel, que justo estaba empezando en España. Pasaron muchos años hasta que no volví a jugar al tenis, la verdad. De hecho, llegué a pensar que ya no lo haría", relata y por esa experiencia ahora está en lucha.

Sólo hay tenis en silla de ruedas

Mientras la mayoría de deportes tienen múltiples categorías en los Juegos Paralímpicos, el tenis se ha quedado reducido a su modalidad en silla de ruedas. Hay todo en circuito para tenistas sentados, con Grand Slam y premios cuantiosos, pero nada más. Por ejemplo, los amputados de un brazo no tienen posibilidad de jugar oficialmente porque deberían elegir entre golpear con la raqueta o hacer avanzar la silla. Por eso se creó la Para-Standing Tennis, la asociación internacional de tenis adaptado de pie, con Corretja como presidente. Por eso, últimamente se han llevado a cabo iniciativas como partidos de exhibición en el US Open y el Abierto de Australia, que buscan presionar a la Federación Internacional de Tenis (ITF) para que mueva ficha. Ya hay torneos en varios países, incluso Mundiales y Europeos, con Corretja como dominador de la categoría PS2, para amputados de una pierna, pero falta oficialidad y apoyo económico.

Stefano GuidiMUNDO

¿Nunca pensó en jugar en silla de ruedas?
No, no, no le veía sentido. Si no necesitaba una silla para ir por la calle, tampoco para jugar. Me entristecía no poder jugar al tenis porque me encantaba, adoraba la competición, pero nunca caí en depresión, ni pensé que me habían hundido la vida. Sobrevivir me dio una energía de la hostia. En 1987, unas semanas después del accidente, fui al Campeonato de España infantil por equipos, el trofeo Joan Compta, del que yo había sido subcampeón el año anterior. A la gente le daba mucha pena verme allí, con la pierna amputada, con muletas, pero yo recuerdo mi alegría por ver otra vez jugar a mi hermano Álex, que entonces sí ganó el título. Si ahora peleo por el tenis adaptado de pie no es por mi, para estar 10 años jugando por el mundo, es por los chavales que sufren un accidente o una enfermedad y pueden seguir practicando su deporte favorito.

Ivan Corretja estudió Derecho y Publicidad en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y trabajaba como director de un club de tenis, el Bonasport, cuando su hermano Alex ganó el Masters de 1998 y le pidió ayuda. De repente se convirtió en su representante. Poco después, Joaquim Hernández, le encomendó la carrera de su hijo, Xavi, que acababa de debutar en el Barça de la mano de Louis Van Gaal y así el mediano de los Corretja empezó su carrera como agente. Luego llegarían otros tenistas como Albert Costa y otros deportistas como Gemma Mengual y Toni Elías hasta que hace unos años aceptó la oferta del Bayer Leverkusen para convertirse en su responsable de scouting en España. "En la vida me ha ido bien, nunca he sentido mucha pena por lo que me pasó", finaliza.

El US Open, la prueba definitiva de madurez de Carlos Alcaraz: "Quiero mejorar, estoy preparado"

El US Open, la prueba definitiva de madurez de Carlos Alcaraz: “Quiero mejorar, estoy preparado”

Fue hace una eternidad, exactamente tres años, cuando Carlos Alcaraz descubrió la electricidad de la pista central del US Open y supo que en ningún otro lugar podría disfrutar así. No hay la distinción de Roland Garros, ni mucho menos hay la tradición de Wimbledon. En Flushing Meadows hay diversión, espectáculo, ruido y aquel Alcaraz, con su mayoría de edad recién cumplida, se lo empezó a gozar entonces con una victoria ante Stefanos Tsitsipas y unos cuartos de final de revelación.

Ahora, después de celebrar su primer Grand Slam en el lugar en 2022 y de alcanzar las semifinales en 2023, la situación es muy distinta. Alcaraz ya no es el debutante con hambre que debe gestionar los nervios o el exceso de ilusión; Alcaraz es el ganador de cuatro 'grandes' que debe combatir el cansancio, la presión e incluso la desgana. En el US Open que empieza este lunes, el español está ante su prueba definitiva de madurez.

En segunda ronda del Masters 1000 de Cincinnati, con esa raqueta rota, ya quedó claro el desafío: su 2024 ya es excelente -Roland Garros, Wimbledon y una plata olímpica- y ahora debe buscar entre sus ilusiones para mantener el ánimo. La temporada pasada ya se le hizo larga y eso que llevaba con menos éxitos en la mochila, ¿Y ahora qué?

JAMIE SQUIREGetty Images via AFP

De momento ha encontrado motivación en el ranking. Acabar el año como número uno es muy complicado, debería ganarlo todo de ahora en adelante, pero de eso trata precisamente el deseo. "Uno de mis objetivos es acabar el año como número uno, estoy buscando eso. Debo centrarme en desplegar mi mejor tenis en cada torneo y ascender en el ranking. Quiero mejorar, estoy preparado", comentaba en Estados Unidos, donde ha vivido dos semanas extrañas.

Mallorca y muchos compromisos

Al acabar la final de los Juegos de París ante Novak Djokovic, Alcaraz se marchó a navegar por Mallorca con su hermano mayor Álvaro y amigos como el fisioterapeuta Fran Rubio, pero en pocos días ya se tuvo que poner a preparar la gira norteamericana sobre cemento. Arropado de nuevo por todo su equipo -que no pudo estar en la cita olímpica-, a Cincinnati llegó aún fatigado, como pudo verse, y quedan dudas sobre su estado en el US Open. En Nueva York desde el pasado lunes, ha participado en numerosos actos publicitarios, como un partido de exhibición junto a Djokovic, André Agassi y John McEnroe, eventos de Nike o Babolat o incluso el Kid's Day del torneo en el que celebró un gol como Cristiano Ronaldo, y ha sufrido algún contratiempo en el entrenamiento.

JAMIE SQUIREGetty Images via AFP

El sábado, en su sesión junto al argentino Francisco Cerúndolo, se dobló el tobillo y tuvo que retirarse. El dolor fue momentáneo, apenas hubo hinchazón, pero cualquier susto obliga a la precaución. "El tobillo está bien, no hay problema. Después del mal gesto no me sentía cómodo y por eso no seguí entrenando, pero no es importante", explicó después en rueda de prensa Alcaraz, que tampoco tendrá un camino llano para coger carrerilla.

Debut fácil, cuadro difícil

Sólo su debut, la madrugada del martes al miércoles (no antes de las 01.00 horas, Movistar), se insinúa sencillo. Enfrente estará el australiano Li Tu, de 28 años y con sólo una victoria en el circuito ATP, un tenista que colgó la raqueta de joven para centrarse en su estudios de marketing y volvió añorado después de la pandemia. En el segundo partido de Grand Slam de su vida, enfrentarse a Alcaraz ya será un regalo, cosa que no pasará con los siguientes rivales del español.

Entre sus rivales potenciales en las primeras rondas se advierten el canadiense Denis Shapovalov, el británico Jack Draper o el estadounidense Sebastian Korda, todos ellos capaces, más en pista dura. Luego el reto podría pasar por un cañonero como el polaco Hubert Hurkacz y ya en semifinales, otra vez, el número uno actual, Jannik Sinner.

El raro caso Sinner

La polémica por los positivos del italiano en dos controles antidoping ha enrarecido el ambiente en el vestuario del US Open y, después de despedir a parte de su equipo, tampoco está claro cómo reaccionará el propio jugador sobre la pista. Acostumbrado a la absoluta discreción, en el foco de la polémica no disfruta, aunque sus rivales no hayan hecho sangre. Criticado por tenistas modestos, la mayoría de estrellas del circuito han evitado opinar sobre su caso, como hizo el propio Alcaraz.

"Estoy seguro que están siendo momentos difíciles para él. ¿Qué puedo decir? No sé mucho sobre el caso, sobre cómo fue dentro del equipo, sobre todos los detalles. Pero si han dejado que Jannik juegue será por algo", concluyó el español en un requiebro para esquivar la controversia y centrarse ya en el US Open, su prueba definitiva de madurez.

Un partidillo de fútbol, 'Soledad' de la Oreja de Van Gogh y "una comilona": la receta de la España de balonmano para el bronce

Un partidillo de fútbol, ‘Soledad’ de la Oreja de Van Gogh y “una comilona”: la receta de la España de balonmano para el bronce

Las canciones se cuelan por donde nadie espera y por eso este domingo en las entrañas del estadio Pierre-Mauroy de Lille retumbaban las voces de 16 hombretones cantando sin camiseta y dando botes los siguientes versos: "Oh, soledad, dime si algún día habrá, entre tú y el amor buena amistad, vuelve conmigo a dibujar las olas del mar, dame tu mano una vez más". La Oreja de Van Gogh de Amaia Montero, 'Soledad', nostalgia pop para celebrar un bronce olímpico... ¿Y eso? Nadie explicaba muy bien el motivo, pero al parecer la culpa era de Jorge Maqueda.

La tradición marcaba que cada jugador escogía una canción y ese remix sonaba en el vestuario, pero el lateral de 36 años, charanguero como nadie, se cansó de tanto reguetón y decidió que en estos Juegos de París él sería el DJ. Antes del debut ante Eslovenia su selección musical provocó muchas risas, pero después de la final de consolación, nuevamente ante Eslovenia, todos ya estaban entregados: "Oh, soledad, dime si algún día habrá, entre tú y el amor buena amistad".

Una celebración distinta de aquellos ya acostumbrados a celebraciones. Una celebración distinta tres años después. Como ocurrió en los últimos Juegos de Tokio 2020 -y en Pekín 2008 y en Sidney 2000 y en Atlanta 1996-, España volvió a imponerse en una lucha por el bronce igualadísima que se resolvió en los últimos minutos con un gol de Alex Dujshebaev, un polémico golpe a Aleix Gómez y una parada "fácil" de Gonzalo Pérez de Vargas en el último segundo. "Hemos defendido muy bien esa acción, les hemos obligado a tirar desde la falta y era un lanzamiento bastante asequible. Y luego ya, la celebración, la locura", analizaba el guardameta que no disimulaba su alegría con la medalla al cuello como después de la derrota en semifinales ante Alemania no disimuló su enfado.

"A los que ya estuvimos en Tokio nos costó un poco más digerir la derrota en semifinales porque sabemos lo difícil que es llegar a unos Juegos Olímpicos, pasar la fase de grupos, ganar en cuartos y tener esa oportunidad de jugar por el oro", comentaba Pérez de Vargas, uno de los pocos, poquísimos repetidores, sólo siete: él, Rodrigo Corrales, Alex Dujshebaev, Adrià Figueras, Miguel Sánchez-Migallón, Gómez y Maqueda.

El partidillo que devolvió la risa

Ellos son los que llevaban peor cara después del tropiezo ante Alemania y a los que tuvo que levantar Jordi Ribera. En el día previo a la final de consolación, el seleccionador, un adicto al análisis táctico, a estudiar el balonmano, a editar vídeos, decidió que ese día no habría entrenamiento. Como es lógico, España tenía dos horas reservadas en la pista del Pierre-Mauroy de Lille para prepararse el encuentro ante Eslovenia, pero nadie apareció por allí. En su lugar, Ribera prefirió llevarse a sus pupilos al estadio Lille Métropole, el segundo más grande de la ciudad, al lado de la pequeña Villa Olímpica de Lille, para que jugaran un partidillo de fútbol.

"Teníamos que reírnos otra vez, si algo tiene el equipo es la risa, la alegría", descifraba el entrenador, que añadía: "Para mí también fue más difícil levantarme aquí que en Tokio. Cuando ya lo has vivido una vez, revivirlo es más duro. Además lo tuvimos en nuestras manos. Había que pasar el duelo, el luto, hablar, remontar y divertirse un rato". En la sala de prensa aparecieron los dos, Ribera y Pérez de Vargas, técnico y portero, y al sentarse no se dieron cuenta que los micrófonos ya estaban abiertos. Con alguna crítica a los árbitros, lamentaron el único punto de preocupación entre tanta celebración: "Se lo han cargado, es que se lo cargado".

SAMEER AL-DOUMYAFP

Hablaban del golpe a Aleix Gómez en la penúltima jugada del partido ante Eslovenia. Después del gol decisivo de Dujshebaev (23-21) y un siete metros transformado por Jure Dolenec (23-22), la selección contó con un minuto y 20 segundos para dejar morir el partido, para marcar y subirse al podio y ahí el balón llegó al extremo. Muy escorado, podía marcar. Muy escorado, se lanzó a por ello. Hubo un claro contacto del esloveno Blaz Janc, pero no se pitó nada y todavía hubo que sufrir 20 segundos más. Gómez ya no se levantó. Tendido sobre la pista necesitó ser rescatado por un compañero, el pivote Abel Serdio, que lo cogió en brazos y lo tumbó al lado del banquillo. Incluso cuando Pérez de Vargas hizo la última parada, Gómez siguió inmóvil, dolorido, roto.

Más de una hora después los que salían del vestuario comentaban que ya se encontraban un poco mejor, pero que todavía sentía muchísimo dolor en la pierna izquierda. Al volver a España, este lunes, se realizará pruebas médicas, aunque antes le quedaba la ceremonia de las medallas, la clausura y ya en Madrid "una comilona" que la Federación había prometido al equipo. Allí, en el restaurante que sea, seguramente volverá a sonar el hit: "Oh, soledad, dime si algún día habrá, entre tú y el amor buena amistad".

Y el caballo no quiso saltar: Laura Heredia cierra la lista de desgracias en los Juegos Olímpicos

Actualizado Domingo, 11 agosto 2024 - 12:57

Laura Herediacerraba los ojos y respiraba profundo, muy profundo, mientras su ayudante y hermano, Aleix Heredia, la animaba. "¡Hasta el final, Lau!", le gritaba, pero la final de pentatlón moderno se había acabado para ella. Y lo peor es que no había sido su culpa. En la primera prueba, Dollar us d'Ecly, un caballo de 11 años de la Guardia Republicana, de raza francés de silla, no quiso saltar bajo sus órdenes y arruinó todas sus opciones. En el primer obstáculo frente al palacio de Versalles, Heredia se precipitó, nerviosa, y en el tercer obstáculo ya se vio la descoordinación entre jinete y caballo: un listón se fue al suelo y, a partir de ahí, un desastre. Al quinto obstáculo, Dollar us d'Ecly se frenó en seco y adiós. La española no sumó ninguno de los 300 puntos posibles e incluso se despidió del diploma.

Después se rehízo mínimamente en la esgrima y encaró la natación y la laser run, su punto fuerte, con el único objetivo de no acabar última en la final. Lo logró: fue penúltimo, decimoséptima. En todo caso iba a ser la mejor posición de la historia de una española en el pentatlón moderno porque Heredia era la primera española en unos Juegos.

Quedaba como consuelo que el mal trago no volverá a pasar. La prueba de hípica en el pentatlón moderno siempre ha sido muy criticada en los Juegos por dos motivos: en primer lugar por su aleatoriedad, ya que los equinos se reparten a suertes y no conocen al jinete que los montará -sólo tienen 20 minutos para calentar- y en segundo lugar, y más importante para el Comité Olímpico Internacional (COI), por su elevado coste. Desde hace varias ediciones se intenta eliminar o modificar su presencia y eso finalmente ocurrirá en los Juegos de Los Ángeles 2028. Allí en lugar de hípica el pentatlón moderno comenzará con una especie de carrera de obstáculos a pie, una Spartan Race, todavía por definir. Heredia, de 24 años, podría estar allí y desquitarse de la adversidad que le llevó a cerrar la lista negra de España en los Juegos.

Con la cruel lesión de Carolina Marín en las semifinales del bádminton como imagen inolvidable, también hubo los declives de Mar Molné en el tiro, Jon Rahm en el golf, el 470 en la vela e incluso la selección femenina de fútbol cuando ya tenían la medalla casi asegurada o las derrotas de favoritísimos como la taekwondista Adriana Cerezo, el judoca Niko Shera o la piragüista Antía Jácome.

Balonmano: España emerge del sufrimiento y se cuelga su quinto bronce en unos Juegos

Actualizado Domingo, 11 agosto 2024 - 10:58

Quedará para el recuerdo la imagen del pivote de España, Abel Serdio, con el extremo Aleix Gómez en brazos, llevándolo de la pista al banquillo porque le dolía la pierna, el cuerpo, el alma. Hasta el último esfuerzo tuvo que poner la selección otra vez para llevarse de nuevo su quinto bronce en unos Juegos, el segundo consecutivo.

Como en todos sus partidos en París sufrió, sufrió y sufrió y, al contrario de lo que ocurrió en semifinales, en la final de consolación venció a Eslovenia por 23-22 en otro desenlace de infarto. Al final del encuentro, todos los jugadores se reunían para abrazarse alrededor del portero, Gonzalo Pérez de Vargas, y había felicidad, incluso locura, pero delante del banquillo español quedaba Gómez, inmóvil, como muestra de todo lo que había costado llegar hasta ahí.

Unos minutos después, con los reservas -Peter Cikusa y Sergey Hernández- ejerciendo de muletas, Gómez conseguía caminar e ir así a los vestuarios para celebrar con sus compañeros. Su dolor fue decisivo porque pudo costar la prórroga. En toda la segunda parte, España y Eslovenia estuvieron empatadas -del 15-15 al 21-21 nadie tuvo dos goles de ventaja- y cuando parecía que los hombres de Jordi Ribera habían sentenciado llegó la acción polémica.

Aaron FavilaAP

Después de un gol de Alex Dujshebaev (23-21) y un siete metros transformado por Jure Dolenec (23-22), la selección contó con un minuto y 20 segundos para dejar morir el partido, para marcar y subirse al podio y ahí el balón llegó a Gómez. Muy escorado, podía marcar. Muy escorado, se lanzó a por ello. Hubo un claro contacto con el esloveno Blaz Janc, pero no se pitó nada y todavía hubo que sufrir 20 segundos más, 20 más. No marcó Eslovenia, final, gloria. La decimoctava medalla de España en estos Juegos; el balonmano no ha dado oros ni platas, pero pocas veces falla.

Una Eslovenia distinta

Pasan los años y las generaciones y siempre es así, aunque el juego cambie. No hubo mayor muestra de ello, de hecho, que el balonmano del rival este domingo, Eslovenia. País de centrales creativos, como su actual seleccionador, Uros Zorman, y de extremos a toda pastilla, en estos Juegos vivieron del lanzamiento exterior de Dolenec, Jean Bombac, Aleks Vlah, Borut Mackovsek e incluso del polivalente Janc. Era extraño, pero en realidad, para España, mejor. Siempre sufrió ante la selección balcánica porque encontraba en ella un espejo, las mismas virtudes, las mismas debilidades, y este domingo no fue así.

El guión del partido volvía a ser el que era ante Alemania, defensa y contraataque, y así cualquier cosa podía pasar. Durante la primera parte, el conjunto de Ribera dominó como no había dominado prácticamente ningún periodo en esta cita olímpica, pero el marcador no lo mostraba. Una mala racha de siete minutos sin marcar y algunos despistes antes del descanso hicieron que de camino a los vestuarios hubiera igualdad, 12-12, y se avisara de la taquicardia final.

Ayoub Ghadfa y la canción de los Village People, la sorpresa de sus padres y su salto al boxeo profesional: “Aún no he recibido ofertas”

Actualizado Domingo, 11 agosto 2024 - 10:43

Ya de medianoche en París aparecían tres gigantes de nuevo en la Philippe Chatrier para recibir sus medallas. Sonaba el 'Y.M.C.A.' de los Village People y los aficionados bailaban y bailaban y el español Ayoub Ghadfa no bailaba, pero disfrutaba igual. Acompañado del uzbeko Bakhodir Jalolov, quien le ganó en la final, y el francés Djamili-Dini Aboudou, a quien derrotó en semifinales, por fin Ghadfa pudo celebrar la plata conseguida en una semana de ensueño.

Encima del podio saludaba a sus padres, presentes por sorpresas, y lanzaba besos a sus amigos, como Enmanuel Reyes Pla, que le aplaudían desde la parte baja de las gradas junto a su entrenador, Rafa Lozano. Era su gran momento después de la tensión previa ante un Jalolov, que lo intimidó, lo dominó y lo venció.

"Son muchos años de sacrificio, esfuerzo... al final uno siempre quiere el oro, y lo di todo. El esfuerzo fue bueno y en la final no pudo ser, pero estoy muy contento con mi trabajo y por la forma en la que rendí. En el primer asalto, estuve un poco descuidado, fuera de distancia. A medida que avanzaba el tiempo, cogí bien esas manos. Algunas me llegaron, y en otras llegué yo", analizaba Ghadfa, que en efecto en el segundo asalto completó una actuación que no fue premiada por los jueces. Al final sólo uno de ellos le concedió un round y fue en el tercero, al final, cuando todo estaba ya decidido.

John LocherAP

En todo caso, Jalolov, que tenía un club de fans en una de las esquinas de las tribunas, cerca de donde suele estar los entrenadores de los tenistas, le felicitó por su actuación. "El esfuerzo diario, el proceso, todo importa y disfruto de lo que hago, del boxeo, y se disfruta mucho más si consigues una medalla. Esta plata sabe a mucho", comentó el español que ahora espera "hacerse fotos en la Torre Eiffel con El Profeta [Reyes Pla] y celebrar".

Su salto al profesionalismo

Le espera la ceremonia de clausura de los Juegos de París, este domingo por la noche, y el regreso a Madrid, a los entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Después de haber sido subcampeón olímpico en los superpesados es posible que tenga ofertas para pelear como profesional y ahora ambas cosas pueden combinarse -de hecho Jalolov ya sumaba 14 combates- y Ghadfa aseguraba que aún no ha recibido nada.

"Todavía no he recibido ninguna oferta, no he recibido nada, así que, de momento, sigo en amateur. Seguiremos ahí con el equipo dándolo todo. Estamos creciendo y estamos muy orgullosos de todo el equipo, los que estamos aquí y los que no estamos", decía y se marchaba ya de madrugada a celebrar todo lo conseguido con su familia y sus amigos.

Ghadfa cae con toda su ilusión contra el favoritísimo Jalolov y se cuelga la plata

Ghadfa cae con toda su ilusión contra el favoritísimo Jalolov y se cuelga la plata

Cuando entra a la Philippe Chatrier, una pista monumental, quizá la más monumental de todas las pistas de tenis, Ayoub Ghadfa va murmurando. ¿Qué dirá? Parece sobrecogido Alrededor 15.000 personas mirándole a él, sólo a él, delante un ring azul eléctrico y detrás su entrenador, Rafa Lozano, que le azuza, más que tranquilizarle. Está en la final de unos Juegos Olímpicos y debe disfrutarlo con todo. En los entrenamientos todos los deportistas se imaginan en una situación así, pero nadie imagina lo que viene luego.

Ghadfa, prácticamente un novato, un boxeador por instinto, desde hace apenas cuatro años, se encuentra en el cuadrilátero al uzbeko Bakhodir Jalolov, que no sólo fue campeón en los Juegos de Tokio 2020, que también lo será ante él en París. Todo el mundo se lo ha dicho así de claro al español. Durante casi dos décadas, los rivales de Rafa Nadal debieron de sentir algo parecido aquí, pero Nadal no te podía noquear con un derechazo. "Este Jalolov es una bestia", han advertido a Ghadfa. "Es invencible", ha leído en redes sociales. "El oro es imposible", ha escuchado por ahí. Y todas esas voces tenían motivos.

Jalolov, un tipo de más de dos metros, serio de principio a fin, se presenta en Roland Garros sin perder un combate amateur a tres asaltos desde 2017 y ya como profesional acumula un balance de 14 victorias en 14 combates, todas, absolutamente todas por KO. Mirar a las apuestas asustaba antes -la victoria de Jalolov se paga a 1.08-, pero ya en el cuadrilátero mirarle a la cara asusta todavía más. Hay que ser muy duro para hacerlo y eso hace Ghadfa. Con toda la ilusión y esa cara de buen tío tan suya, el español intenta conectar con su derecha en el primer round, pero quien lo hace es su rival con dos rectos con su zurda: se nota la experiencia. La desigualdad queda clara de inicio, los jueces plantan un 5-0, aunque no todavía no se acaba.

Más igualdad, más intercambio

Decían las estadísticas que Jalolov no había perdido un round en todos los Juegos, pero también decían que el rival de Ghadfa en semifinales, el francés Djamili-Dini Aboudou-Moindze, era favorito y muchas otras cosas. Como que un chaval marbellí, hijo de inmigrantes marroquíes, no iba a ser aplaudido en el barrio más pijo de París, el distrito XVI, hogar de ministros, cantantes y arquitectos. Pero casi de medianoche lo es. Y en el segundo round el español lo intenta, lo intenta más que nunca, se expone y golpea a Jalolov.

Hay más igualdad, más intercambio, pero los jueces no lo ven así. Otro 5-0. En el tercer round, un 4-1 como consuelo, ya no habrá nadie en juego. Al final, plata de Ghadfa en los superpesados, un resultado excelente. La decimoséptima medalla de España en estos Juegos Olímpicos y la segunda alegría para la nueva cuadrilla del boxeo español, una cuadrilla de muchos kilos en todos los sentidos.

Jalolov festeja su triunfo en la final.

Jalolov festeja su triunfo en la final.AFP

Hasta estos Juegos, España era un país de pequeños pegadores, como lo fueron Enrique Rodríguez Cal, Faustino Reyes o el propio Rafael Lozano, hoy entrenador. Ahora ya no. En los pesos más grandes, de donde salieron leyendas como Muhammad Ali, Joe Frazier, George Foreman, Wladimir Klitschko o Anthony Joshua, el país tiene a unos amigos capaces de todo. Con Ghadfa, Enmanuel Reyes Pla, bronce hace unos días en los pesados, y Gazi Khalidov, diploma en los Juegos de Tokio.

Los tres comparten vida en Madrid, aficiones, religión -incluso Reyes Pla se ha convertido al islam- y un futuro esplendoroso en el boxeo. Ghadfa, el niño que recibía bullying en el colegio en Marbella, que se apuntó a kickboxing para defenderse, que fue descubierto para el boxeo cuando se mudó a Madrid a estudiar INEF, ya es subcampeón olímpico. Vendrán más cosas.

Antía Jácome y el enésimo cuarto puesto de España: “No podía más, no tenía más en mi cuerpo”

Actualizado Sábado, 10 agosto 2024 - 14:54

Por fin, la sonrisa de Antía Jácome. En el hangar de España en el canal de Vaires-sur-Marne ya sólo había miradas al suelo, malas caras, el ánimo hundido hasta que la española empezó a palear. Después de decepciones y hasta hundimientos, 44 segundos para la ilusión. Jácome arrancó entre las mejores y entre las mejores se mantuvo hasta que al final... ¡Casi!

Su cuarto puesto en el C1-200, otro para la delegación española, que ya acumula 17 en estos Juegos Olímpicos de París no era lo esperado, pero a ella le supo a gloria. "No podía haber dado más de mí, la verdad. No tenía más en este cuerpo. Me hubiera gustado subir al podio, pero me voy con un buen sabor de boca", comentaba Jácome, que venía de un desencanto, el sexto puesto junto a María Corbera en el C2-500 y de un ciclo olímpico más que complicado.

Porque Jácome, revelación en los Juegos de Tokio, quinta con sólo 21 años, apuntaba a todo cuando sus entrenadores desde que se mudó de Pontevedra a Sevilla, Marcel y Georgina Glavan, ficharon por China sin avisar y se quedó sola. De camino a París tenía que rehacer su preparación y su vida. Y decidió mudarse nuevamente, esta vez a Mallorca, para empezar a trabajar con Kiko Martín en Lago Esperanza, en Pollença. La siguió su pareja, el también piragüista Pablo Martínez, y su compañera en la canoa, Corbera.

"Tengo que darles las gracias porque no puedo tener un entorno mejor. Cuando me quedé sin entrenador hicieron lo impensable para que yo consiguiese una medalla y no ha podido ser, pero estoy segura de que algún día será", anunciaba Jácome, que reclamaba unos días de vacaciones antes de encarar unos Juegos de Los Ángeles 2028 a los que llegará con 28 años, el mejor momento para conseguir, entonces sí, su medalla olímpica. "He sido quinta y he sido cuarta, ahora me toca dar ese pasito más", proclamaba.

La maldición del balonmano en los Juegos y el cabreo por las paradas de Wolff: “Le hemos metido nosotros en el partido”

Actualizado Viernes, 9 agosto 2024 - 23:47

Una oportunidad y otra y otra y... al acabar las semifinales ante Alemania, los jugadores de España no se podían quitar de la cabeza los últimos tres minutos de partido en los que pudieron marcar y no lo hicieron. La selección volvió a caer en las semifinales de unos Juegos Olímpicos, un muro histórico -ocurrió en 1996, 2000, 2008 y 2020-, y seguramente ésta fue la vez más dolorosa. Incluso si mañana (09.00 horas) se cuelga el bronce en la final de consolación ante Eslovenia, el pivote Javi Rodríguez recordará los dos lanzamientos a bocajarro que tuvo para anotar y estrelló contra el portero germano, Andreas Wolff.

Al acabar el encuentro, Rodríguez, el más joven del grupo, de sólo 22 años, lloraba en el banquillo tapándose el rostro con la toalla blanca mientras sus compañeros se marchaban hundidos a vestuarios. El golpe fue tan importante que esta vez no hubo unión. Cada uno por su lado trataba de superar lo ocurrido, de digerir la rabia, de tranquilizarse.

Era complicado. Más de la mitad del grupo ya sufrió el mismo golpe hace sólo tres años en las semifinales de los Juegos de Tokio y ayer se veía en la final, por fin en la final olímpica, la primera de la historia de España. «Ahora mismo no sé qué decir, no puedo animar a la gente, no puedo hablar. Es bastante jodido sacar palabras de ánimo porque lo hemos tenido en nuestras manos. Hemos tenido oportunidades y no las hemos aprovechado», comentaba Jorge Maqueda justo al acabar el encuentro. «Hemos sido claros dominadores del juego, pero no de la finalización, que al final es lo que te permite ganar el partido», analizaba el seleccionador, Jordi Ribera, en una zona mixta en la que se mezclaban los sentimientos. Hubo disgustos y hubo enfados.

El recuerdo distinto de Tokio

Pese al mérito en las paradas de Wolff, el portero alemán, algunos señalaban que faltó más paciencia y más puntería en los lanzamientos. «Wolff es un gran portero, pero le hemos metido nosotros en el partido con tiros mal seleccionados. Es más culpa nuestra que mérito suyo. Era una oportunidad única que no hemos sabido aprovechar. Duele más porque sabemos que no es un equipo superior a nosotros», aseguraba Gonzalo Pérez de Vargas con cierta razón.

Al contrario de otros equipos en estos Juegos, como Egipto, rival en cuartos de final, Alemania no impuso su juego por encima de España, pero igualmente dominó el marcador. Hasta dos veces el equipo de Ribera estuvo muy por debajo (10-6 en el minuto 18 y 19-16 en el minuto 42) y hasta dos veces tuvo que remontar. Su virtud: la defensa y los contraataques. La virtud de Alemania: sus lanzadores, especialmente Renars Uscins, el hombre que eliminó a Francia.

Contra ellos había que poner el pecho, todo el cuerpo, el alma detrás y delante dejar que hicieran Ian Tarrafeta o Agustín Casado. El plan funcionaba y el único obstáculo para la victoria era Wolff. Antes incluso de sus paradas salvadoras a Javi Rodríguez, el portero alemán ya llevaba una racha asombrosa y así acabó: detuvo 22 de los 45 lanzamientos que recibió, entre ellos el único siete metros que hubo a favor de España. Aleix Gómez, con un 100% en el torneo hasta entonces, contabilizó su primer fallo.

SAMEER AL-DOUMYAFP

«Estamos fastidiados, pero habrá que hacer borrón y cuenta nueva. Las fuerzas las sacaremos de dónde sea, pero costará, costará», reconocía Maqueda que sabía que la situación era muy diferente a la vivida hace tres años. Entonces en el Gimnasio Nacional Yoyogi de Tokio hubo una conjura entre veteranos y jóvenes: para algunos, como Raúl Entrerríos, Julen Aguinagalde o Viran Morros, el bronce suponía una fabulosa despedida y para los otros, como el propio Pérez de Vargas o Alex Dujshebaev, su primera medalla olímpica. Las semifinales, ante Dinamarca, también habían sido muy distintas, con pocas opciones de victoria. Ahora los que ya estuvieron en Tokio querían más y de ahí el enojo.

«Lo más rápido que podamos habrá que levantar la cabeza y pensar que todavía podemos ganar el bronce», aseguraba Pérez de Vargas antes de meterse en el vestuario, donde ahí sí, había que recuperar la piña y empezar a rehacerse para mañana marcharse de los Juegos con un bronce, otro maldito bronce, el quinto, aunque perdure el recuerdo por los goles perdidos.

Balonmano: España se estrella contra el muro de siempre en los Juegos y jugará por el bronce

Actualizado Viernes, 9 agosto 2024 - 18:36

Siempre en las semifinales, una pesadilla: siempre que España roza la gloria en los Juegos pierde antes de la final. Ocurrió en Atlanta 1996, en Sidney 2000, en Pekín 2008, en Tokio 2020 y este viernes en París 2024. Esta vez fue Alemania (25-24) la culpable, una selección que tenía las virtudes y los defectos que mejor le encajaban a España. Con la épica como rutina, la selección que dirige Jordi Ribera estuvo a punto de volver a remontar, de volver a sobrevivir, de resurgir como venía haciendo durante todo el torneo, pero no pudo ser. En los últimos ataques desaprovechó sus oportunidades y se estrelló contra su muro histórico.

Justo al acabar el encuentro lloraban los más jóvenes, quienes nunca habían vivido tan desagradable experiencia, mientras los alemanes se abrazaban a su portero, Andreas Wolff, héroe absoluto. Si España vivió del trabajo colectivo, del sudor en defensa y de los contraataques, Alemania vivió de su guardameta. En trance desde el primer minuto hasta el último -hizo 22 paradas de 45 lanzamientos-, Wolff frenó los últimos cuatro lanzamientos de la selección para desesperación de todos, especialmente del pivote Javi Rodríguez. Él era uno de los afectados: se sentía culpable. Él era uno de los más afectados: se veía en la final.

Porque España la tuvo en la mano. Después de todo el partido por detrás en el marcador, se presentó en el tramo decisivo con ventaja (23-24, min. 56) y no la supo aprovechar. Hasta dos veces Rodríguez se estrelló contra Wolff entonces y los lanzadores alemanes no perdonaron. Un gol de Juri Knorr a falta de dos minutos desequilibró el duelo y ya no hubo más. La selección se jugará el bronce, el quinto de su historia, contra el perdedor del duelo entre Dinamarca y Eslovenia. En principio los daneses son muy favoritos, pero no se puede descartar la sorpresa.

En todo caso, el trabajo del equipo de Ribera será rehacerse, como viene haciendo todos los Juegos. De la fase de grupos salieron con una remontada ante Croacia, de los cuartos se salvaron con otra ante Egipto y este viernes contra Alemania iban por el mismo camino. Hasta dos veces la selección estuvo muy por debajo (10-6 en el minuto 18 y 19-16 en el minuto 42) y hasta dos veces se rehízo a base de esfuerzo atrás. El conjunto germano lo fiaba todo a sus lanzadores, especialmente en la segunda parte a Renars Uscins, el hombre que eliminó a Francia, y contra ellos había que poner el pecho, todo el cuerpo, el alma. Lo hicieron mientras Ian Tarrafeta y Agustín Casado peleaban también delante, pero todo se truncó al final.