Sobre el césped del Eden Park de Auckland, en Nueva Zelanda, unos instantes después de que España superara a Suecia y se metiera por primera vez en la final de un Mundial, sucedió una imagen que resume los últimos meses vividos por el seleccionador nacional Jorge Vilda. Luis Rubiales, presidente de la Federación, que lleva en Oceanía desde unos días antes del inicio del torneo, que desayuna, come y cena con toda la expedición todos los días para «hacer grupo» y evitar más problemas, acudió a su espalda y le obligó a levantar los brazos en señal de victoria. Como el coach que salta al cuadrilátero para elevar el puño del boxeador victorioso, Rubiales escenificó su apuesta. Sin él, Vilda no hubiera aguantado en el banquillo de una selección rota, convertida ahora en historia del deporte español.
Un cisma parecido al que provocó la llegada de Vilda a la absoluta hizo tambalear su puesto el verano pasado. Si en 2015 el técnico madrileño, que empezó a entrenar en la Federación al seguir los pasos de su padre Ángel, alcanzó el banquillo nacional tras la dimisión del eterno Quereda después de las protestas de las jugadoras por el fracaso en el Mundial de Canadá, en septiembre de 2022 la llamada «mejor generación femenina de la historia del fútbol español» clamó contra la gestión y la aptitud del cuerpo técnico, ampliando el látigo a una Federación que no dudó en iniciar una guerra mediática.
La publicación por parte de la RFEF de la renuncia de 15 jugadoras porque «la situación afecta a su estado emocional» desembocó en un cruce de declaraciones y filtraciones que convirtió Las Rozas en un polvorín, con aquella doble rueda de prensa, primero de Vilda y luego de las capitanas, como eje central. Ellas pedían «un cambio» en los métodos y admitían «un malestar generalizado» con la gestión del grupo.
En 2015, Quereda dimitió tras 27 años al frente de la selección y después de acusaciones de trato vejatorio. En 2022, Vilda se negó a dar un paso al lado, aguantó el chaparrón y abrazó la confianza de Rubiales, al que votó como presidente en lugar de Larrea en las elecciones de 2018. «Sin Rubiales, yo no estaría aquí», reconoció el míster hace poco. El aviso de la Federación fue claro desde el principio: «Las jugadoras que han renunciado sólo volverán si asumen su error y piden perdón».
De ‘Las 15’ a ‘Las 12’
A partir de ahí comenzaron meses de conversaciones, de mensajes, de intentos de reconciliación, de enfados entre las futbolistas y de tensión mediática, con Vilda siempre en el ojo del huracán. Los amistosos, muchos con victoria, afianzaron su posición y el trabajo en la sombra, unido al deseo de varias futbolistas de jugar un Mundial que parecía ser histórico, hicieron el resto.
El gran punto de inflexión fue la visita de Vilda a las instalaciones de entrenamiento del Barcelona. Una vez pasado el huracán mediático de septiembre y con los ánimos algo más calmados, el seleccionador tanteó allí los deseos de las azulgrana, campeonas de Europa y columna vertebral del conjunto nacional en los últimos años. Sin ellas, España ganó a Estados Unidos en un amistoso y logró un segundo puesto en la Copa de las Naciones por detrás de Australia. Pero su talento era diferencial.
De las 15 que habían renunciado, siete eran del Barça: Patri Guijarro, Mapi León, Ona Batlle, Claudia Pina, Aitana Bonmatí, Mariona Caldentey y Sandra Paños. Tras la reunión con Vilda, sólo Batlle, Caldentey, Bonmatí y Paños cambiaron de opinión y se mostraron disponibles para la convocatoria. Vilda llamó a las tres primeras y dejó en casa a la última, portera titular del conjunto catalán, y en su lugar llamó a Cata Coll, su suplente. El resto, como las otras ocho, se mantuvieron en su postura inicial. No volvió nadie más. «Hay mucho dinero y premios en juego en un Mundial», recuerdan desde el entorno de Las 15, donde admiten que uno de los primeros problemas con Vilda llegó cuando la RFEF prescindió de Toña Is, seleccionadora de la sub’17 que ganó Europeo y Mundial en 2018 y cercana a muchas futbolistas de esta generación. Is fue ascendida al cuerpo técnico de la absoluta y en 2020 se anunció su despido.
Olvidado el motín, durante los últimos meses, la Federación y Vilda, que es también director deportivo de todo el femenino, han aceptado algunas de las peticiones de las jugadoras. Reciben el mismo porcentaje de los ingresos generados que la selección masculina, tienen más comodidades en los vuelos y en los hoteles, y sus familias e hijos (como en el caso de las veteranas Paredes y Andrés) pueden estar con ellas durante las concentraciones. Además, el cuerpo técnico ha crecido: hay más fisioterapeutas y por primera vez se ha incorporado a un nutricionista.
“Está haciendo cosas que nunca había hecho”
«Sin la presión de las jugadoras, esto no hubiera sucedido», reclaman desde el entorno de la plantilla, donde sigue existiendo un extraño runrún. Hay grupos, algo lógico en todos los vestuarios, pero lo sucedido en septiembre sigue coleando. La relación entre Vilda y algunas de las que renunciaron o apoyaron la renuncia no es la mejor. El resto de Las 15, ahora Las 12, guardan silencio en lo bueno y lo malo.
«Jorge está haciendo cosas que nunca había hecho», insisten fuentes consultadas por este periódico. Porque más allá del ámbito personal, lo que es evidente es que Vilda ha ido un paso más allá en lo futbolístico. «Está siendo más valiente», admiten los que mejor conocen el día a día de la selección. Después de la derrota contra Japón, cuando parecía que la expedición se podía romper en dos y las críticas asomaban por todo el océano, el técnico dio la vuelta a su equipo: cambió a la portera, sentó a Misa, guardameta del Real Madrid, y apostó por Cata Coll («algo impensable si estuviera Paños», reconocen), sacó del 11 a Alexia Putellas y realizó otras tres modificaciones más. El resultado: manita a Suiza en octavos de final.
Vilda ha mantenido la misma portería y defensa desde ese partido y ha insistido en Salma como revulsivo, con ese cambio por Alexia que transformó el duelo ante Suecia (aunque enfadó a la dos veces Balón de Oro). «El ambiente al principio era un poco raro, con mucha tensión, pero las victorias unen. Ahora están todas a una», cuentan desde la concentración, donde se valora a Vilda y al psicólogo López Vallejo, clave también en la gestión. «Ya no pierden el tiempo en polémicas porque están a 90 minutos de ser campeonas. Eso es mucho más grande que todo lo demás», insisten en Sídney, sede el domingo de un partido para la historia, motín mediante.