La sentencia de la UE es un golpe al sistema, en el sentido de que señala la posición de dominio de la UEFA y la FIFA, y consecuentemente, la de todo el sistema de organización del deporte, basado en el modelo federativo. No tiene el mismo efecto inm
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Al grito de "¡presenten armas!", el Madrid lo hizo, con Mbappé y Vinicius como fusiles erguidos, preparados. El Atlético, no. Dos disparos y retirada, una peligrosa retirada. La vigilia en la Liga del gran duelo de la Champions, el miércoles en el Metropolitano, deja mejores sensaciones para los blancos que para los rojiblancos, por el estado de sus grandes argumentos ofensivos, resolutivos ante un Rayo tan ambicioso como débil. En el primer 'round' del Bernabéu frente al Atlético, apenas aparecieron. El gol de Mbappé suma en el marcador, en la tabla y en la moral. El de Vinicius, soberbio, la inflama, aunque fuera en el marco de un acto corriente.
Ambos estaban en el once. Como Bellingham, como Rodrygo. Las rotaciones, pocas, la mayoría obligadas y atrás, con una sorpresa: Lunin. Lucas Vázquez aparecía en el lateral derecho, donde es necesario administrar a Valverde, que sólo jugó unos minutos, y Alaba lo hacía en el centro por el griposo Rüdiger. Modric, que siempre toma buenas decisiones, volvía al centro en un buen día de Tchouaméni, más firme que en mucho tiempo. Hay que preguntarse si es por su mejora o por la compañía de la versión croata de Astérix. Guste más o menos, es el lugar de Tchoauméni, no el de su compatriota Camavinga, que tiene en su dinamismo un interesante desorden si es para desordenar al contrario, no a los suyos. Mejor, pues, lejos de lo que Luis Aragonés llamaba "pasillos de seguridad". Cuando saltó al campo, el francés lo hizo un paso por delante, en la zona de los interiores.
Un Rayo al ataque
La propuesta del Rayo, innegociable para Íñigo Pérez, dejaba buenos caladeros al Madrid a la espalda de su adelantada defensa. Los exploró Vinicius, fuera en la conducción, el regate o la asistencia. La que le dio a Mbappé acabó en gol, porque el francés dispara como si utilizara un látigo. El tanto del día, y de muchos días, fue, en cambio, el que el brasileño consiguió a continuación. Vini arrastró al central fuera de su zona a la que regresó para burlar a Ratiu y superar a Batalla, todo sin soltar la pelota.
Sin el lesionado Mumin, al que sus compañeros dieron aliento en sus camisetas, al Rayo le sentaba mejor pisar el campo del Madrid, incluso su área, que el propio. Vini y Mbappé eran demasiado para Lejeune y Aridane, porque el segundo no aporta lo mismo que el ausente. Si además el entrenador manda la línea hacia arriba, hay momentos en los que únicamente se pueden apretar las cuentas del rosario.
Lunin es un portero contrastado, pero cuando se aparece poco en la portería, siempre se pasa un examen, y más si el trabajo es sustituir a un cíclope. En esa tesitura, son clave las primeras acciones, la primera parada. Fueron, al menos extrañas. Una salida penosa del ucraniano pudo costarle el primer gol al Madrid, pero Aridane cabeceó alto cuando tenía toda la portería delante. Cuando detuvo el balón Lunin a disparo de Ratiu, un lateral tremendo en su despliegue, su rechace fue hacia la zona prohibida y Gumbau volvió a disparar. Asencio desvió lo justo. Entre el central y el portero pudieron, asimismo, liarla, en una cesión hacia atrás que encontró a Lunin superado y pudo acabar en la red. También el Madrid se encontraba más preciso del centro del campo en adelante. No es casual que ahí estuvieran los 'titularísimos'.
Las dos caras de Vini
El zapatazo de Pedro Díaz llegó cuando el Rayo había pasado por sus mejores minutos sin frutos, sobre la campana del descanso. La pelota entró claramente después de golpear el larguero. El VAR lo ratificó para hacer el partido largo, sin que el Madrid pudiera cerrarlo. Íñigo Pérez lo entendió, del mismo modo que Ancelotti, que movió el banquillo para guardar el resultado. Todos los que saltaron al campo, menos Brahim, fueron de corte defensivo. Lo dejaron Mbappé y Bellingham, que no tuvo precisamente su día, mientras Vinicius se enredaba y se ganaba una tarjeta.
Por esa senda tiene un problema el brasileño, y tendría muchos en el Metropolitano. Por la de la primera parte, en cambio, será un peligro. Es su perversa dualidad. También la del Madrid, mejor en el homenaje al fallecido médico del Barcelona, Carlos Miñarro, y al colegiado David García, de Segunda federación, que en la parodia de los árbitros.
La UEFA demuestra con unas imágenes que Julián Álvarez tocó el balón con los dos pies para, a continuación, preguntarse si esas acciones, claramente involuntarias por el resbalón del argentino, deberían conducir a la anulación del penalti. Es decir, salva a sus jueces de VAR y de campo, porque aplicaron correctamente el reglamento, y traspasa la polémica a la FIFA. Es el comunicado de la mala conciencia, porque el espíritu de la norma es impedir que el lanzador saque una ventaja que en el caso de Julián Álvarez no se produce de ninguna forma.
La reflexión que pide la UEFA, sin embargo, no debería quedarse en la norma 14 que ahora releen en el Atlético en todas direcciones, sino que habría que ampliarla a todo el sistema del videoarbitraje, porque lo que ocurre hoy con el lanzamiento del penalti ha sucedido ya con las manos y los agarrones en las áreas. Fue Ancelotti quien acuñó el término «penaltito», con acierto. Hombre de fútbol, en el Metropolitano puso la misma cara que todos los españoles cuando un tiro a la portería de Unai Simón fue detenido por la mano de Cucurella durante la Eurocopa. El VAR dijo que no era penalti. No era momento de debatir, sino de levantarse a por las patatas fritas. El Madrid no tiene ninguna responsabilidad en lo sucedido, esta vez beneficiado, otras perjudicado, hecho que ha desatado sus iras. Los cambios que pide, algunos con razón, no tienen que ver sólo con los colegiados en España.
El VAR decidió que debía ser anulado el lanzamiento de Julián Álvarez sin necesidad de consultar al colegiado polaco Marciniak para que interpretara la acción en el monitor. El protocolo dice que en esos casos no es necesario. Una norma que no se interpreta en su contexto, en el caso del fútbol en todo lo que tiene que ver con el juego y las intenciones, puede convertir a quien la toma en un necio. La tecnología, utilizada como una herramienta más, mejora nuestras vidas y puede mejorar el fútbol, por supuesto, pero la sumisión a la tecnología puede convertirnos en idiotas, también en un terreno de juego.
Después de una de las duras sesiones de la Corte Suprema de Estados Unidos, que debía decidir si ordenaba la entrega de las grabaciones de Richard Nixon a los investigadores gubernamentales, los periodistas asediaron a preguntas al presidente del órgano, el juez Warren E. Burger. «Digan a sus lectores que miren las páginas de Deportes de los periódicos, porque ahí está lo mejor del ser humano», respondió. En el resto estaba lo peor: la política.
El regate del juez no le impidió hacer su trabajo con deportividad. Había sido nombrado para el cargo por el propio Nixon, pero ante las evidencias, lideró el fallo en su contra, accionó la espoleta del 'caso Watergate' y provocó su dimisión. Alejandro Blanco podría haberse pasado a las páginas de Política, pero dijo "no" dos veces, lo mismo a Mariano Rajoy que a Pedro Sánchez. El "sí" lo habría quemado. El "no" lo ha hecho eterno, a punto de afrontar su sexto mandato al frente del olimpismo español, el último, que concluirá con el ciclo de Los Ángeles. Un cuarto de siglo sin equivocarse de página ni de bando, en el que el Comité Olímpico Español (COE) dejó de ser una sucursal de Viajes Halcón con los cinco aritos, para ser un agente activo del deporte español, aunque pase de puntillas por las competencias de otros. El presidente del COE es un dirigente aupado por dirigentes, los presidentes de federaciones, a los que siempre defiende y defenderá, pero donde realmente se siente a gusto es junto a los deportistas. Lo demás es política del deporte, y cualquier política mancha, aunque te apellides Blanco.
el embrión del 'caso noos'
Rajoy no fue quien escuchó el primer «no». Lo hicieron más arriba, en la Casa Real. De hecho, la candidatura de Blanco fragua en la rebelión contra el derecho de pernada olímpico que pretendía Iñaki Urdangarin. Las denuncias de los presidentes de federaciones frente a la llegada al COE bajo palio que pretendía el entonces marido de la Infanta Cristina fueron el embrión del estallido del 'Caso Noos'. La familia real puso la cruz a Blanco, que, una vez desactivado el 'yernísimo', se enfrentó en las primeras elecciones a Mercedes Coghen, en septiembre de 2005. Coghen contaba con la corriente del olimpismo más aristócrata y oficialista, incluso con la simpatía de Juan Antonio Samaranch Salisachs, hijo del patriarca, al que su padre había dejado una silla en el Comité Olímpico Internacional (COI) en el momento de su adiós. A Blanco, presidente del judo y de la Confederación Española de Federaciones, lo auparon, en cambio, los barones del deporte, entre ellos pesos pesados como Ángel Villar o José María Odriozola. La victoria, por un estrecho margen (101-84 votos), dolió. Lo que vino después, más.
Nada más llegar al puesto, Blanco decidió invitar al COE a David Meca, que unas semanas antes de su elección había logrado el récord en atravesar a nado el Canal de la Mancha. El dirigente recibió una misteriosa llamada desde el Consejo Superior de Deportes (CSD): «Su trabajo es reunir al equipo que va a los Juegos cada cuatro años, no recibir a deportistas». Hizo caso omiso. «Esta es la casa de los deportistas», respondió y responde, hoy, a quien le pregunta. Rafa Nadal fue el último que la pisó para tener una despedida, sólo entre deportistas, como no la pudo tener en Málaga, apenas unos suspiros de madrugada tras su partido final. Estar siempre del lado de deportistas significa riesgos, como cuando defendió a Alberto Contador, positivo por dopaje, o ha tenido que sacar, discretamente, de algún lío a algún campeón al que la noche se le hizo demasiado larga.
Nadal y Blanco, en el COE.EFE
La hiperactividad de Blanco ha generado más que suspicacias con los secretarios de Estado para el Deporte, desde Jaime Lissavetzky o Miguel Cardenal a José Manuel Rodríguez Uribes, ahora limadas, y es que en el desfiladero de la política del deporte, aparte de las discrepancias, es fácil pisar competencias ajenas. Tampoco ha gustado nunca en el CSD el pensamiento de Blanco, convencido de que el verdadero liderazgo del deporte español debería recaer en el COE, a semblanza del CONI italiano. Una transformación compleja, dado que el modelo español mantiene el brazo del Estado dentro del deporte, a través de las funciones públicas delegadas, el sistema de subvenciones o el control de los procesos electorales, una herencia del Franquismo, de los tiempos de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes, que la democracia no cambió lo suficiente.
La tóxica Federación de fútbol
Las 'guerras púnicas' con el CSD hay que enmarcarlas también en la gran guerra del fútbol. Blanco sabe que es el candidato de las federaciones y eso le ha llevado, puertas afuera, a defender siempre a los presidentes, a la siciliana, incluidos Villar, al que le une la amistad, o Luis Rubiales, al que llamaba «hermano», pero con el que no ha vuelto a hablar desde que, el día antes de la grotesca Asamblea, le dijo por teléfono que debía dimitir. Blanco sabía que, por primera vez, no debía acudir a la Asamblea de los aplausos. Rubiales le borró de su agenda. En numerosas ocasiones, había sido advertido de que debía apartarse de una Federación tóxica. En este último mandato, está en su voluntad mayor equidistancia con la era de Rafael Louzán.
Si el primero lo ganó por un margen estrecho, en los siguientes no hubo rivales, con apoyos del 94% (2017), 93% (2013) y 97% (2017 y 2021). Eso trajo muy pronto las paces, incluso la complicidad, con la Casa Real, una vez repudiado Urdangarín, que llegó a tener 'periodistas-espías' en los medios para calibrar sus opciones de liderar el olimpismo. El dirigente que quiso poner letra al himno español, tuvo buenas relaciones incluso con líderes el 'procés', como Carles Puigdemont, porque España no se entiende deportivamente sin Cataluña.
Nadal, el sucesor perfecto
Blanco coge aviones como otros el metro, duerme cuatro horas, no se pierde una gala de las federaciones y mantiene apartados de su mundo a su mujer, médico, y a sus hijos, altos funcionarios de la Administración. A sus 74 años, sabe que es su último 'round', con la pena del sueño no cumplido de Madrid, porque cree que ha tenido los mejores proyectos para los Juegos. Llegó al cargo tras el intento por 2012, se implicó en el de 2016 y lideró el de 2020. El viejo modelo de votaciones, el del 'lobbysmo', los favores y la corrupción, fue inabordable en un olimpismo donde la influencia de España se acabó con Samaranch padre. El ciclo de Tokio debía marcar su final, pero reconsideró su decisión por la candidatura de Barcelona-Pirineos. De nuevo, una colisión con la política, personificada en Javier Lambán. Madrid deberá esperar a otro tiempo, piensa, pero en el que le queda hay mucho trabajo: presionar por el modelo deportivo nacional que tiene en la cabeza, poner en marcha la Universidad del deporte y pensar en su sucesor. Nadal sonríe.