Oporto – Barça (21.00 h.)
El hijo de Fran, traspasado el pasado verano por el Barça al club portugués con opción de recompra, no pasa por su mejor momento
No todas las historias de canteranos que se asoman al primer equipo del Barça tienen un final tan feliz como el que, ahora mismo, se le presume a Lamine Yamal. Algunos rozan el cielo con la punta de los dedos sólo para verse despertados terriblemente pronto del que creían que era el mejor de sus sueños. El joven Nico González, quizás, es el último gran ejemplo de esa otra cara del fútbol. Cuando se estrenó en la élite de la mano de Ronald Koeman, muchos creían ver en el al mejor relevo de Sergio Busquets. A Xavi Hernández, el actual técnico barcelonista, con todo, sus prestaciones nunca han acabado de convencerlo. Por eso, durante la temporada pasada, la 2022-23, jugó como cedido en el Valencia y, este mismo verano, fue traspasado a un Oporto con el que este miércoles los azulgrana se medirán en el estadio de Do Dragao en el que será el segundo partido de ambos conjuntos en la liguilla de la Champions.
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La venta de Nico no estaba inicialmente contemplada. La voluntad de la dirección deportiva era cerrar una nueva cesión, para evitar perder a un jugador al que se le auguraba una gran proyección. La delicada situación económica del club, en cambio, provocó que se cediera finalmente ante la propuesta de un Oporto que pagó 8,5 millones de euros por el traspaso del futbolista. El Barça, eso sí, quiso reservarse tanto un porcentaje de una posible venta como una opción de recompra, cifrada en este caso en 30 millones de euros y ejecutable hasta el 30 de junio de 2025. Su aterrizaje en Portugal era visto por el entorno del jugador como una gran oportunidad para relanzar su carrera. Sobre todo, porque su fichaje estuvo completamente avalado por el actual entrenador de los dragones, un Sergio Conceiçao que, aparentemente, tampoco ha tenido problemas para imponerle un contundente castigo por un error que propició que su equipo cediera finalmente un empate en casa ante el Arouca.
El recuerdo de lo que podría haber sido y su delicada situación actual en el Oporto provocarán que Nico, a buen seguro, viva un agridulce reencuentro con el Barça. Desde su fallo en un marcaje ante el Arouca, no ha vuelto a jugar ni un solo minuto en partido de liga con su equipo. Frente al Estrela Amadora, ni siquiera fue convocado. Acto seguido, en la Champions, en el encuentro en el que el conjunto portugués se impuso a domicilio por 1-3 al Shakhtar Donetsk, sí pudo saltar brevemente al césped. Su condena en el campeonato doméstico, no obstante, sí se mantendría frente al Gil Vicente y al Benfica, dos duelos que tuvo que ver de principio a fin desde el banquillo. El argentino Alan Varela, que aterrizó en el club luso también el pasado verano, en su caso procedente del Boca Juniors, parece estar ganándole por ahora la partida.
A Nico le está tocando vivir la cara amarga de un deporte que, muchas veces, crea y destruye ídolos a velocidad de vértigo. La otra cara de la moneda, en este momento, podría encarnarla precisamente otro joven centrocampista azulgrana: Fermín López. Tras jugar como cedido en el Linares el curso pasado, firmó una más que destacable pretemporada, que incluyó un gran gol ante el Real Madrid en un nuevo clásico en Estados Unidos, y, ahora, está empezando a afianzarse firmemente en los planes de Xavi. Frente al Sevilla, tras saltar al terreno de juego como relevo del lesionado Raphinha, se erigió como uno de los más destacados por sus ganas y su descaro. Una actuación que, a la postre, podría llevarlo incluso a la titularidad en Oporto.