El PGA Tour, el circuito Europeo y la Liga saudí de golf han anunciado este martes un acuerdo de unión para formar una única entidad comercial con el fin de unificar el golf en el ámbito internacional.
La fusión entre los tres organismos creará “una nueva entidad con fines de lucro y de propiedad colectiva para garantizar que todas las partes interesadas se beneficien de un modelo que ofrezca la máxima emoción y competición entre los mejores jugadores del juego”.
Este inesperado movimiento ha terminado con meses de enfrentamiento abierto y choque frontal entre el PGA Tour y el LIV Golf, una iniciativa respaldada por Arabia Saudí y que aspiraba a organizar un circuito que rivalice en calidad y prestigio con el tour con base en Estados Unidos.
La renuncia de jugadores del máximo nivel al PGA Tour en favor del LIV Golf con premios económicos mucho más suculentos abrió una grieta enorme en el mundo de golf que ahora parece cerrarse.
“Después de dos años de perturbaciones y distracción, éste es un día histórico para el deporte que todos conocemos y amamos”, ha afirmado el representante del PGA Tour, Jay Monahan. También ha sostenido que este acuerdo muestra que todos “están comprometidos” con garantizar el futuro del golf.
Por su parte, Yasir Al-Rumayyan, el gobernador del PIF, ha asegurado que es “un día muy emocionante” para el mundo del golf. “Estamos comprometidos a unificar, promover y hacer crecer el golf en todo el mundo ofreciendo el producto de más alta calidad a millones de fans de toda la vida mientras cultivamos nuevos fans. No cabe duda de que el modelo del LIV ha sido positivamente transformador para el golf. Creemos que hay oportunidades para que este deporte evolucione mientras mantiene su tradición e historia”, ha añadido.
Arrancaba Manuel Guijarro con sus 1,78 metros y delante tenía a tres gigantes, tres tipos imponentes de dos metros, el neerlandés Nick Smidt, el belga Christian Iguacel y el británico Efekemo Okoro, pero le daba igual. Esto no va de lanzar a canasta ni a portería; esto va de correr. Y para correr no hace falta ser el más alto, únicamente hay que ser el más rápido. Markel Fernández le había entregado el relevo en cuarta posición, pero Guijarro, sin cuerpo para imponerse, se abría hasta la calle 3, volaba y empezaba la remontada.
En la tercera posta, su compañero Óscar Husillos ya defendía la tercera plaza y en el último tramo Bernat Erta maniobraba para ganar otro puesto sobre la misma meta. Su prodigioso golpe de cuello acabó por superar al belga Jonathan Sacoor, vigente campeón del mundo indoor de esto, que se equivocó por culpa de su confianza. Al final, este domingo, España se llevó la plata del relevo 4x400 sólo por detrás de Países Bajos y por delante de potencias como Bélgica, Gran Bretaña o Francia.
Como ya pasó el sábado con Paula Sevilla, la velocidad volvió a dar una alegría insospechada. El relevo largo español tuvo hace unos años una época de esplendor cuando el mejor momento de Husillos su unió a esa supernova llamada Bruno Hortelano y al oficio de Lucas Búa o Samuel García. El equipo disputó la final del Mundial de Londres 2017 y se quedó a un suspiro del oro en el Europeo de Berlín 2018. Pero luego se deshizo por varias razones. En este Europeo indoor, además, el cansancio de Iñaki Canal, su mejor hombre, le había restado opciones al podio. Pero el empuje de Fernández, el pundonor de Guijarro, la experiencia de Husillos y la fe de Erta llevaron a la plata.
Fue la cuarta y última medalla de España en un Europeo indoor ideal para conseguir más. Por ser año post-olímpico y por la cercanía del Mundial indoor de Nanjing, en China, en muchos casos la gloria estaba más barata que de costumbre. La selección, además, había centrado sus esfuerzos en la cita así que la sensación de decepción era inevitable. Con el oro de Ana Peleteiro en el triple salto, la plata del relevo 4x400 y los bronces de Sevilla en los 400 metros y Lester Lescay en la longitud, España acabó en noveno puesto del medallero, lejos de sus aspiraciones. Dentro de dos años, en 2027, el Europeo indoor se celebrará en Valencia y los números tendrán que ser mejores.
"¡A construir, a construir!", reclamaba Pol Pla a sus compañeros en el descanso de los cuartos de final de la Serie Mundial de Rugby Seven que se ha disputado este fin de semana en Australia. España ya batía por 17-0 a Uruguay y en la segunda mitad amplió el marcador hasta el 38-0 definitivo. Se colaba con autoridad en semifinales y certificaba lo que viene construyendo desde hace años: su conversión en uno de los conjuntos más peligrosos de las Series Mundiales, la competición más exigente de la modalidad olímpica.
La temporada pasada la selección masculina de rugby a siete no logró la permanencia entre la élite internacional hasta el último torneo, el que se disputó en Madrid. Al comienzo de esta, desde el entorno del equipo se marcaba como objetivo consolidarse entre los ocho primeros del mundo y, de ese modo, sortear las traicioneras eliminatorias de promoción.
A día de hoy, ese desafío parece quedarse corto. El conjunto que dirige Paco Hernández dio la campanada con la plata en el torneo de Dubai, fue cuarto en Ciudad del Cabo y ha sido tercero este fin de semana en Perth. Ahora mismo, es la única selección que se ha colado en las semifinales de los tres torneos y lidera la clasificación general con 48 puntos, los mismos que Fiyi y Argentina. El rugby español, donde nunca había estado.
El salto adelante del equipo se cimenta en un ataque que sabe conservar muy bien el oval y lo mueve sin descanso hasta romper la línea y secundar al portador con nuevos apoyos. En paralelo, la defensa acosa y acorrala al rival.
En Australia la selección masculina se impuso a Gran Bretaña (12-7) y a Irlanda (21-5) y cayó ante Francia en la fase de grupos (7-21). En cuartos, España ha vencido a Uruguay (38-0), en semifinales ha sido superada por claridad por Argentina (5-40) -inapelable campeona del torneo- y se rehecho para ganar el bronce (14-7), sufriendo hasta la última jugada, a Sudáfrica.
En la base de esta construcción se sitúa la concentración permanente del plantel, que tiene su base habitual en Rincón de la Victoria, Málaga. Allí ha aumentado las horas de preparación conjunta, tanto técnica como táctica, y ha dado otra vuelta de tuerca a la preparación física. Los españoles plantan cara en el cuerpo a cuerpo al resto de los equipos. Imponen su intensidad. Este mismo fin de semana, en cuartos de final, hicieron un ensayo decisivo a Uruguay cuando el tiempo añadido ya marcaba cuatro minutos por encima de los siete del primer tiempo.
Alejandro Laforga, en el partido por el bronce contra SudáfricaRichard WainwrightEfe
A las Series Mundiales les quedan otras tres citas en Vancouver, Hong Kong y Singapur. En la séptima y última serie, que se jugará en Los Ángeles, los ocho primeros clasificados hasta entonces lucharán por el título absoluto de la temporada y los cuatro últimos, por la permanencia.
A este último escenario se ve abocada, por el contrario, la selección femenina, duodécima y última de la clasificación general, con sólo 5 puntos, 17 por debajo de la salvación. En Perth, las jugadoras de María Ribera han sido undécimas tras ganar a Irlanda (24-12) el último encuentro. Antes habían caído ante Francia (5-33), Australia (0-43) y China (0-14) en la fase de grupos; y contra Gran Bretaña (5-21) en las eliminatorias. En total, una última plaza y dos penúltimas en tres torneos.
Las Leonas de seven tienen jugadoras que desbordan en ataque y colectivamente han avanzado en la retención del balón, pero les falta contundencia en el choque y en el placaje. Pueden trabajar, y trabajar bien, minutos para anotar y luego conceder un ensayo en la primera carrera del rival.
El grupo, con sede en Madrid, continúa incorporando jugadoras jóvenes para darles experiencia en la alta competición. Al igual que los chicos, la selección femenina se salvó la pasada temporada en la eliminatoria de promoción. En la presente, le está costando mucho despegar. Recuperar buenas sensaciones y empezar a ganar a sus rivales directos parecen ahora mismo los primeros pasos para reconstruirse.