Daniil Medvedev volvió a caer eliminado del Mutua Madrid Open. Pero más allá de la derrota frente a su compatriota Karatsev en dos sets, su partido será recordado por las múltiples quejas y gestos con la grada.
El número 3 del mundo solicitó, en medio del encuentro, la presencia del supervisor para hacerle constar su malestar por tener que disputar el partido en la pista Arantxa Sánchez Vicario. Según el tenista, las dimensiones eran demasiado pequeñas. “Estoy en desventaja. No hay espacio para devolver las bolas”, afirmaba Medvedev, a pesar de que dicha pista es la segunda más grande del torneo.
Gestos a la grada
Pero las protestas del ruso no cesarían ahí. De nuevo el tenista protagonizaría un enfrentamiento con el público que llenaba las gradas. Tras perder un punto, Medvedev estuvo a punto de rematar una bola contra los allí presentes. Lo que provocó los abucheos y silbidos en contra del jugador. Esta reacción no le hizo especial gracia a Medvedev que, realizó varios gestos a la grada y al juez de silla, amenazó con no jugar más.
“Hasta que no se callen (los silbidos), no juego”, manifestaba una y otra vez el tenista ruso en su banquillo. Al final, todo quedó en una amenaza y el jugador regresó a la pista. Este enfrentamiento con la grada no es la primera vez que ocurre, ayer, en su partido contra Shevchenko, también protagonizó varios encontronazos con el público, realizando gestos en los que mandaba callar.
Antes de las semifinales de Wimbledon, Juan Carlos Ferrero deslizaba que su pupilo Carlos Alcaraz ya ha alcanzado el punto de no retorno en el despegue de cualquier leyenda: ahora gana en los días buenos, en los malos y también en los regulares. Dicho y hecho. Ante Daniil Medvedev, este viernes, Alcaraz sólo fue el mejor Alcaraz a ratos y, sin embargo, dominó el marcador para ganar por 6-7(1), 6-3, 6-4 y 6-4 y clasificarse para su segunda final del Grand Slam londinense, la segunda consecutiva, la segunda que le enfrentará al tenista más laureado de todos los tiempos, Novak Djokovic. Un reto histórico.
A sus 21 años, este domingo (15.00 horas, Movistar) el español buscará su cuarto grande, aquel que le igualaría con Manolo Santana, Guillermo Vilas o Jim Courier, con la madurez de los escogidos: ahora ya avanza pase lo que pase. «Sinceramente he tenido partidos mejores. Esta temporada he jugado mejor que hoy varias veces y en este mismo Wimbledon me he visto mejor. Por ejemplo, contra Tommy Paul, en cuartos de final, diría que mi nivel de tenis fue más alto. También influyó el estilo de mi rival, los golpes que me hizo jugar, pero ante Daniil podía haber jugado mejor», reconocía Alcaraz que al mismo tiempo aseguraba que no le preocupaba en exceso: «Voy a la final sintiéndome bien, sé cómo puedo jugar».
Recursos contra Medvedev
En sus palabras había mucha humildad por reconocer los errores cometidos y, al mismo tiempo, un análisis certero de lo ocurrido. Porque, al contrario que el año anterior, Alcaraz apenas necesitó su versión superlativa, aquella que maravilla al tenis mundial desde hace tres años. No fue un éxito fruto de la efectividad, ni tan siquiera de la puntería, fue cosa de la imaginación. Completamente afeitado, en una imagen que no lucía desde hace meses, y acompañado de toda su familia, que se quedará en Londres hasta el domingo, el ahora número tres del mundo requirió de toda su paleta de golpes para desarmar el juego defensivo machacón de Medvedev. Ahora un golpe cortado, ahora una bola alta, un toque allí, otro toque allá y, por supuesto, dejadas, muchas dejadas. Al final, el ruso no pudo más que rendirse.
«Contra Daniil sabía que no podía entrar en intercambios largos, de más de 10 golpes. Tenía que variarle mucho los golpes e intentar acortar los puntos para que no se sintiera cómodo», aseguraba el español que mejoró sobremanera durante el encuentro. En los tres últimos sets fue el dominador que es, el quinto hombre que este siglo encadena finales de Roland Garros y Wimbledon por detrás de Djokovic, Rafa Nadal, Roger Federer y Andy Murray -ahí es nada-, pero el primer set salió torcido.
Un mal inicio, un brillante final
Sin más explicación que sus nervios y ese juego de Medvedev, sufrió muchos problemas con su saque -en ese set rondó el 40% de primeros-, se movió de manera dubitativa sobre la pista y falló en los puntos decisivos -dos de ocho en puntos de break-. Que remontara dos roturas en contra y llegara al tie-break supuso un esfuerzo en vano porque en esa muerte súbita todo marchó mal. Pero luego, de repente, ¡buf!, salió el genio de la lámpara.
ANDREJ ISAKOVICAFP
En los primeros instantes del segundo set, Medvedev dio un pasito atrás y Alcaraz se comió la pista entera. Mejorando con su saque -sólo concedió una opción de rotura más en todo el encuentro-, corriendo de lado a lado como un velocista y afinando su acierto -en el primer set cometió 15 errores no forzados, en los otros tres, 20-, empezó a bailar como sólo él sabe bailar. Fue entonces cuando expuso sobre el verde todo su arsenal de recursos, las dejadas, los passing shots e incluso esa locura de globo entre las piernas al que ya parece tan acostumbrado. En el último set, resoplaba Medvedev porque otra vez, como también pasó el año pasado en semifinales, no tenía nada que hacer.
En la previa, golf y familia
«Tengo ganas de jugar la final. Ya sé lo que es estar en esa posición, se cómo lidiar con todo lo que va a pasar hasta saltar a la pista y creo que tengo el nivel para jugar», comentaba el ahora número tres del mundo que rechazaba el papel de favorito pese a haber vencido el año pasado en un partido a cinco sets para la historia y pese a la reciente lesión de rodilla del serbio. Este viernes éste superó al italiano Lorenzo Musetti con la facilidad de sus días más alegres (6-4, 7-6 [3], 6-4). «Supongo que habrá mucha gente que crea que yo tengo más opciones porque Djokovic llegaba con dudas al torneo, pero sí está en la final es porque está recuperado. Él sabe mucho mejor qué es jugar una final de Wimbledon, sabe mucho mejor que yo qué es ganarla, así que está preparado que yo», disimulaba Alcaraz.
Hoy, en la víspera de la final, el español seguramente tampoco entrenará, como ya hizo antes de las semifinales, y se iría a jugar al golf con su equipo al Royal Wimbledon Golf Club. Con sus hermanos pequeños Jaime y Sergio junto a él en Londres tendrá entretenimiento de sobras para alejar la mente del tenis y, si no, podrá distraerse con la previa de la final de la Eurocopa entre España e Inglaterra y con su ya clásica llamada de la suerte con Álvaro Morata. «Espero que sea un gran día para los españoles», deseó Alcaraz en la Central del All England Club y por ello se llevó un abucheo. Si no es un gran día, será uno regular o incluso uno malo, pero ya ha demostrado que igualmente puede hacer historia.
Cada día, antes de ir a la cama, un salto en paracaídas. O un poco de funambulismo sobre el vacío justo al despertarse. O después de comer, en lugar de siesta, puenting. Carlos Alcaraz convive con el riesgo como algo rutinario, el peligro no existe para él. Pese a sus 21 años, se ha acostumbrado a ir por detrás en el marcador, recomponerse, remontar, brillar y finalmente vencer como si ese fuera el camino más fácil e incluso el único posible. En el presente Wimbledon hasta tres veces ha perdido el primer set y, pese a ello, ahí está, en su segunda final consecutiva, que disputará este domingo (15.00 horas) ante el vencedor del duelo entre Novak Djokovic y Lorenzo Musetti.
Ni Frances Tiafoe en tercera ronda ni Tommy Paul en cuartos ni Daniil Medvedev este viernes en semifinales aprovecharon la ventaja inicial por una razón muy sencilla: Alcaraz no se lo permitió. Ante Medvedev, de hecho, después de ese primer set el español no concedió más hasta llevarse el triunfo en dos horas y 55 minutos (6-7 [1], 6-3, 6-4, 6-4).
Puede parecer una anécdota, incluso un demérito, pero en realidad esos primeros sets perdidos subrayan una virtud de Alcaraz. Al contrario de lo que ocurrió en Roland Garros, el ahora número tres del mundo no está dominando cada partido en Wimbledon y en ocasiones incluso ha sido dominado. Por la velocidad del juego sobre hierba, hay más rivales capaces de conseguirlo y su margen de error es más pequeño. Pero nadie ha conseguido enviarle para casa, ni tan siquiera ha estado cerca.
Después de esos inicios erráticos, el español siempre ha sabido leer el juego, elevar su ánimo y soltar su brazo para acabar ganando. Las semifinales ante Medvedev de este viernes fueron el más claro ejemplo. Como ocurrió en el último US Open, el ruso apareció en la Central de Wimbledon con la intención de arriesgarlo todo: si le salía bien, perfecto y si no, también. Ante Alcaraz, sabe que su habitual tenis amarrategui no le sirve y muta en el jugador de ataque que raramente es. Pero el plan sólo le funcionó una hora.
Un mal inicio, un despertar genial
En esos primeros juegos, Alcaraz, que apareció completamente afeitado -una imagen que no lucía desde hace meses- y acompañado de su familia al completo, no pareció Alcaraz. Sin más explicación que sus nervios y la táctica de Medvedev, sufrió muchos problemas con su saque -en ese set rondó el 40% de primeros-, se movió de manera dubitativa sobre la pista y falló en los puntos decisivos -dos de ocho en puntos de break-. Que remontara dos roturas en contra y llegara al tie-break supuso un esfuerzo en vano porque en esa muerte súbita todo marchó mal. Pero luego, de repente, ¡buf!, salió el genio de la lámpara.
Medvedev, ante Alcaraz, este viernes.AFP
En los primeros instantes del segundo set, Medvedev dio un pasito atrás y Alcaraz se comió la pista entera. Mejorando con su saque -sólo concedió una opción de rotura más en todo el encuentro-, corriendo de lado a lado como un velocista y afinando su puntería -en el primer set cometió 15 errores no forzados, en los otros tres, 20-, empezó a bailar como sólo él sabe bailar. Entre largos intercambios de derechas, expuso sobre el verde todo su arsenal de recursos, las dejadas, los passing shots e incluso esa locura de globo entre las piernas al que ya parece tan acostumbrado. En el último set, resoplaba Medvedev porque otra vez, como también pasó el año pasado en semifinales, no tenía nada que hacer.
Son ya 11 las victorias consecutivas de Alcaraz ante jugadores españoles. El número dos del mundo no pierde contra ninguno de sus compatriotas desde las semifinales de Indian Wells de 2022, cuando Rafael Nadal hubo de comprometer su físico para desembarazarse de él en un durísimo partido a tres sets. Han transcurrido tan sólo dos años, un tiempo que el murciano ha rentabilizado hasta convertirse en el jugador que hoy es, un doble campeón del Grand Slam que busca en Miami su sexto Masters 1000 y, de paso, ingresar como el primer tenista español capaz de redondear en una misma temporada victorias en Indian Wells y en el torneo que ahora nos ocupa.
En el día de su trigésimoprimer cumpleaños, Roberto Carballés no pudo detener esa secuencia triunfal. Fue en Miami, poco después de aquella derrota ante Nadal, donde Alcaraz consiguió su primer gran título, el despegue de una carrera que vuelve a repuntar tras algunos meses menos brillantes, condicionados por los problemas físicos y por la evolución lógica de un tenista de 20 años. Alcaraz venció por 6-2 y 6-1, en una hora y 25 minutos, clasificándose para la tercera ronda.
Ritmo insoportable
Desde las tres bolas de que dispuso para igualar a uno tras perder su saque en el juego de inicio, Carballés no volvió a contar con opciones de equilibrar un partido dominado con autoridad por su rival, que impuso un ritmo insoportable para el canario, 64º del mundo. Alcaraz desplegó todos sus recursos y, a partir de la holgura con la que dominó, experimentó con distintas variantes de su juego, siempre con acierto y alegría a la hora de aproximarse a la red.
Ausente Novak Djokovic, el jugador de El Palmar es el principal favorito para un triunfo que tratarán de discutirle Jannik Sinner, a quien venció en semifinales de Indian Wells, y Daniil Medvedev, defensor del título, al que superó en la final. Carballés trató de ir con todo a medida que avanzaba el duelo, sin escatimar riesgos, pero volvió a ceder su saque de entrada en el segundo parcial, deslizándose ya de manera irremediable por la pendiente, aunque sin bajar nunca los brazos. Se dio el gusto, al menos, de llevarse un punto con dejada, contradejada y réplica, en el juego que vino a continuación. Leve paréntesis en el festival de su adversario, que reanudó su afinada tarea y espera rival del partido entre Gael Monfils y Jordan Thompson.