En plena ceremonia del podio, como ocurrió en Arabia Saudí con Fernando Alonso, imágenes y más imágenes y más imágenes. Una nueva polémica. Max Verstappen, el ganador de la carrera en Australia, el líder del Mundial, estaba mal colocado en la segunda resalida, la última, la que tuvo lugar a sólo dos vueltas del final. Las fotografías de los aficionados en Albert Park lo demostraban, las repeticiones televisivas lo corroboraban, pero los comisarios de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) no lo investigaban. ¿Por qué?
Durante unos minutos, la posibilidad de una sanción fue barajada. Con cinco segundos de penalización, el vigente campeón caería hasta la octava posición, Lewis Hamilton se proclamaría vencedor y Alonso ascendería al segundo puesto. Pero rápidamente se descartó la opción de un castigo. Y curiosamente lo hizo público la escudería más interesada, Mercedes.
Según desveló el jefe del equipo inglés, Toto Wolff, antes que acabara la carrera preguntaron a la FIA por esa extraña posición de Verstappen, los comisarios estudiaron las pruebas y descartaron que se hubiera salido del reglamento. Las ruedas del Red Bull pisaban la línea blanca delantera y eso salvaba al holandés. Sólo hubiera sido penalizado si su monoplaza hubiera estado unos centímetros más adelante, es decir, fuera de la línea blanca.
La decisión parece sensata, pero sorprendió a propios y extraños por los precedentes. En Bahréin Esteban Ocon fue sancionado por estar ligeramente colocado a la izquierda. En Arabia Saudí le ocurrió exactamente lo mismo a Alonso. Ninguno de los dos tomó ventaja de su posición, pero ambos se llevaron una pena de cinco segundos.
Hasta este domingo en Australia, la línea amarilla que se suele pintar al lado de cada cajetín de salida se suponía la referencia. Ahí, a esa altura, deben parar los pilotos y si lo hacen más adelante se exponen a un castigo. Pero a partir de ahora, con el lugar de Verstappen en el circuito de Albert Park, todos los participantes intentarán apurar posicionando sus monoplazas sobre las líneas blancas, unos centímetros más allá de la histórica línea amarilla.
Después de la pandemia tres investigadores de la italiana Universidad de Trento, Mauro Caselli, Paolo Falco y Gianpiero Mattera, entendieron que era un momento único para responder a una pregunta imposible: ¿Cómo afecta el racismo al rendimiento de los futbolistas negros? Por primera vez podían comparar partidos de una misma temporada con público y sin público y adivinar si jugaban mejor en estadios llenos o vacíos. Agruparon todas las estadísticas de la temporada 2019-2020 de la Serie A presentes en la base de Opta, añadieron datos propios -la dificultad de los partidos, por ejemplo- y gracias al algoritmo Alvin482 crearon un índice objetivo para analizar sus actuaciones. La conclusión fue clarísima: sin aficionados mirando, aplaudiendo o insultado, los jugadores italianos mantenían su nivel, los de origen europeo jugaban ligeramente peor (0.036 puntos menos), los sudamericanos mejoraban tímidamente (0.012 puntos más) y los jugadores procedentes de África realmente brillaban (0.153 puntos más).
«El descubrimiento es chocante porque hemos analizado las actuaciones de futbolistas que son los mejores en su profesión y que cuentan con un alto reconocimiento social y económico. Pese a ello, es evidente que el racismo disminuye su rendimiento», finalizaba su trabajo titulado Cuando los estadios callaron publicado en 2021.
El racismo en los estadios españoles es un problema social, un problema cultural e incluso un problema económico, pero también es un problema deportivo. Como señaló el estudio de los investigadores de la Universidad de Trento y corroboran los expertos, Vinicius, Lamine Yamal, Iñaki y Nico Williams o Memphis están en desventaja competitiva por el simple hecho de ser negros. «Es una losa que deben llevar encima. Un jugador blanco no carga con ese peso. Muchas veces olvidamos que los futbolistas son personas y que este tipo de insultos pueden suponer un martirio. En la mayoría de casos ya han sufrido discriminación de pequeños, vienen de entornos desfavorecidos, y en el mejor momento de sus vidas, triunfando a varios niveles, se encuentran que tienen que seguir conviviendo con lo mismo», analiza Juan Carlos Álvarez Campillo, psicólogo deportivo que ha trabajado con la selección española o el Sevilla.
RFEF/Pablo GarcíaRFEF/EFE
Según su experiencia, son muchos los jugadores que viven con ese hándicap y sólo superan sus desventajas quienes lo encaran. «Tienen toda la razón, el racismo es intolerable, las autoridades deben tomar medidas, pero los futbolistas deben trabajar para que no les afecte. Recuerdo que me decía el ex delantero Michu que, en sus mejores partidos, no escuchaba nada, que era como si el público estuviera en silencio. Ese es el estado de concentración al que hay que aspirar a través de ejercicios, como visualizaciones, prepararte para esos insultos», expone Álvarez Campillo, que asegura que el ideal es estar concentrado en el campo y denunciarlo fuera, pero que es complicado compaginarlo.
Ser campeón y activista
El pasado martes, en la rueda de prensa previa al España-Brasil disputado en el Bernabéu, Vinicius habló del racismo sufrido y advirtió que se había planteado dejar el fútbol. Ese fue el titular, la frase más destacada, pero antes incluso de romper a llorar, dejó una clara reflexión en ese sentido, reconociendo la desventaja futbolística que afronta. «Voy a los partidos con la cabeza centrada en jugar, en hacer lo mejor para mi equipo y no siempre es posible. Me tengo que concentrar mucho, todos los días», aceptó mientras anunciaba que no daría un paso atrás y seguiría encabezando la causa contra la discriminación.
«A nivel social es una excelente noticia que un futbolista lidere una causa como la lucha contra el racismo, pero no así en busca del máximo rendimiento deportivo. Es muy difícil manejar un asunto así y estar totalmente concentrado. A nivel psicológico hablamos mucho de las ideas que hacen que funciones mejor, de los pensamientos que te ayudan, lo que llamamos ideas potenciadoras. Esto sería lo contrario», añade David Peris, presidente de la Federación Española de Psicología del Deporte, que termina con una reflexión: «El futbolista normalmente se deshumaniza y la rivalidad deportiva sirve como argumento para cualquier cosa. Si cobra mucho no puede sufrir. Si es el contrario se le puede insultar. Pero esa hostilidad no tiene por qué tolerarse más, esos comportamientos deben desaparecer de las gradas»