Para muchos, el racismo en el fútbol es un extrañísimo acontecimiento que acaba de nacer en el Metropolitano y ya está tardando la OTAN en desplegarse en ese estadio.
Mi cuñado Ramón no es racista. Ni mi sobrino Pablo. Ni mis hijos. Ni mi amigo Pepe. Ni el que firma. Ni el señor con gafas que se sienta delante en el Metropolitano. Ni el que se sienta detrás, aunque me llene la chepa de pipas. No somos ultras ni na
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