El ex árbitro de Primera División Joaquín Ramos Marcos ha muerto este fin de semana a los 78 años, según ha informado El Chiringuito de Jugones, programa en el que participó como comentarista.
“Este programa se lo queremos dedicar a alguien muy importante en esta aventura. Empezamos juntos hace 20 años. Le queremos dedicar este Chiringuito a alguien que se nos ha ido este fin de semana: Joaquín Ramos Marcos. Descansa en paz, amigo”, aseguraba Josep Pedrerol nada más comenzar el programa este domingo.
Nacido en Salamanca el 23 de marzo de 1946, amante del fútbol, empezó como jugador en equipos salmantinos, pero por una lesión, cuando militaba en el CD Peñaranda, vio truncada su carrera, lo que no le apartó de este deporte y optó por hacerlo a través del arbitraje.
No paró de progresar hasta que debutó en la máxima categoría un 22 de septiembre de 1979 en un Espanyol-Zaragoza (2-0) disputado en Sarriá y dirigió el 12 de diciembre de 1992, su último encuentro en otro estadio mítico del fútbol español, Atocha, un Real Sociedad-Sevilla (1-0).
Durante su carrera pitó 151 partidos en Primera División, tres finales de la Copa del Rey y también dirigió partidos internacionales en competiciones europeas. Recibió el Trofeo Guruceta al mejor árbitro de la Liga en las campañas 1988-89 y 1989-90.
Después de colgar el silbato dio el salto a la televisión, donde se convirtió en uno de los primeros árbitros en analizar las jugadas polémicas de los partidos de fútbol. Como comentarista participó en los programas El día después, El tercer tiempo, Punto Pelota o El chiringuito.
Hablar de fútbol. De dar valor a las exitosas selecciones nacionales, de crear una escuela de excelencia del colectivo arbitral, de conseguir la igualdad real, de conseguir que los entrenadores cobren sus finiquitos y que los jugadores dejen derechos de formación a los clubes en los traspasos nacionales, de mejorar las relaciones con LaLiga o de que la final del Mundial 2030 tiene que disputarse, sin duda alguna, en España. Eso es lo que quiere Salvador Gomar si es elegido presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) el próximo lunes y en eso va a centrar la campaña que ha arrancado este lunes en Madrid.
"Vengo a ser conciliador. Fuera juicios y judicializaciones", aseguró el candidato, que huye de cualquier sombra de Luis Rubiales ."No sé nada de él desde el 25 de agosto de 2023. Soy Salva Gomar y sólo Salva Gomar. No me lo he encontrado ni de casualidad. Nadie que tenga relación con Rubiales me ha ayudado y de Rubiales eramos todos los territoriales porque él era el presidente. Ese no es le partido, pero si lo es, él eligió a Rocha y él a uno de los candidatos", matizó.
Gomar tiene claras cuáles serán sus dos primeras medidas si es elegido presidente el próximo lunes 19. "La renovación de Luis de La Fuente y las ayudas a los afectados de la DANA de Valencia. Tenemos que pelear y pedir colaboración a FIFA y UEFA para que vuelvan a poder jugar las 20.000 licencias que tenemos en esa zona", advirtió.
Después de un periodo de vaivenes judiciales que han sacudido los cimientos institucionales del fútbol español y han golpeado su imagen, el valenciano propone una mirada reconstructiva que vuelva a centrar a la RFEF y fortalezca a todos los estamentos. Con 25 avales consiguió ser candidato, pero necesita que los 141 asambleistas, que representan a los cuatro estamentos del fútbol, le den mayoritariamente su apoyo frente a las candidaturas de Rafael Louzán -la que mayor número de avales recabó y, por tanto, favorita- y la de Sergio Merchán.
Si lo logra y da la sorpresa, Gomar será la cara visible, pero estará apoyado por una secretaría general y, por primera vez, en un CEO encargado de llevar el día a día de la maquinaria administrativa y de supervisar el departamento de Marketing y Negocio con el objetivo de explotar el tirón de la Selección Nacional. La transparencia, la paridad en los órganos de gobierno y la implatación de protocolos específicos de contratación y de un control económico que evite casos judiciales como Soulé, que acabó con la presidencia de Ángel María Villar, o Brody que investiga la de Luis Rubiales. Además, pretende también acabar con la mala fama de los barones. "Es injusto, porque son los trabajadores del fútbol", advirtió.
Gomar tiene propuestas para convencer a todos los estamentos. También a las 14 territoriales que no le dieron su apoyo, a las que propone devolver el 1% de los ingresos de las licencias que iban a la RFEF y ayudas económicas "para la adquisición de sedes sociales e infraestructuras deportivas". Además, crearía un comité formado por todos los presidentes para la "designación de sedes y partidos" de las diferentes selecciones nacionales de todas las modalidades (fútbol, fútbol sala y fútbol playa). Además, plantea devolver el prestigio perdido a los campeonatos de selecciones autonómicas, algo que algunas federaciones llevan reclamando.
A los entrenadores, poco contentos con el Comité Nacional y que son 16 en la Asamblea, les propone firmar un convenio con LaLiga para que todos tengan asegurado o afianzado el cobro a final de temporada, algo que ahora no ocurre porque los clubes, sobre todo cuando despiden a un técnico, alargan los pagos hasta tener que acudir a los tribunales.
Nada propone Gomar respecto a que la RFEF comparta el control sobre la formación y las licencias, algo que sí parece haber pactado su rival Louzán con el presidente del CENAFE, Miguel Galán, que pese a su intención de denunciar ante el TAD la imposibilidad de que el gallego sea candidato al estar pendiente de una inhabilitación por condena judicial, no ha acudido a los tribunales esperando que la nueva RFEF reconozca la titulación del Centro Nacional de Formación de Entrenadores.
Para los árbitros, se creará una escuela de excelencia y un Área de Arbitraje, que contará con un presidente distinto "en nombre y rango" al del Comité Técnico de Árbitros. Eso sí, no pone en duda el trabajo de Medina Cantalejo, cuya figura lleva tiempo en cuestión. "Es un gran profesional, ha abierto mucho el arbitraje y es una persona importante en la RFEF", explicó.
Los audios del VAR se seguirán haciendo públicos pero, como ocurrió en el Mundial Femenino de Australia, serán los propios colegiados quienes explicarán al público su decisión tras recurrir al VAR mientras se exhibe en el videomarcador el motivo del chequeo. Se trata de "humanizar" a los colegiados. Además, la RFEF creará un fondo de pensiones y otro de retirada para colegiados de competiciones no profesionales.
En cuanto a los futbolistas, Gomar tiene que ganarse el disputado voto de 32 futbolistas, más cuatro de fútbol sala y de la AFE, que no dio su aval a ninguno de los candidatos. Por eso propone recuperar el partido a beneficio del sindicato o la creación de otro fondo de retirada para jugadores de categorías no profesionales. Para él, recuperar la relación con la AFE y LaLiga es fundamental. "No es que sumemos, es que multiplicamos", advirtió. Con David Aganzo, presidente de la asociación de futbolistas, tiene previsto reunirse en breve.
Los clubes son 56 (50 fútbol, 5 fútbol sala y otro más de fútbol playa) y el foco se pone en los no profesionales, que son competencia única de la RFEF. Su candidatura propone crear derechos de formación nacionales como mecanismo de solidaridad, de manera que, como ocurre con los traspasos internacionales, los clubes formadores cobren un pellizco de cada movimiento de los futbolistas que han criado.
Otro de los puntos relevantes es la comercialización de los derechos de televisión, muy controvertida en los últimos años, que no ha dado el rendimiento esperado desde la creación de la Primer RFEF. Además, en esta competición, se pretende establecer un control económico y financiero similar al creado por LaLiga, de manera que el salto en caso de ascenso sea menor.
En cuanto a competiciones, la Supercopa de España masculina, que reporta más de 20 millones de euros anuales, se mantendrá tal cual, salvo en el reparto económico a los participantes, sobre el que se propone una revisión. "Romper el contrato hasta el 2029, supondría un quebranto. Hay que pensar en los adelantos que ha supuesto. Quiero que se juegue en España si podemos generar los mismos ingresos", aseguró.
Fútbol Femenino y Mundial
Si de algo puede hacer gala Salvador Gomar es de haber apostado por el fútbol femenino en la Comunidad Valenciana a través de la Liga Valenta, exclusivamente femenina, que ha potenciado el fútbol femenino de cantera. En su asalto a la RFEF también está entre sus prioridades con un proyecto estratégico que exporte ese modelo por todo el territorio nacional y aplicará la discriminación positiva para llegar a la igualdad real, empezando por una vicepresidencia y al menos el 40% de mujeres en los órganos de Gobierno. En cuanto a competiciones, se abrirá la Copa de la Reina a todos los clubes y la Supercopa dejará de ser "una competición clandestina". A eso añade que la igualdad entre las selecciones masculina y femenina, incluido recursos y premios, será una realidad.
El mayor reto de la nueva presidencia será la organización del Mundial 2030 que se celebrará en España, Marruecos y Portugal. Para Gomar es innegociable que la final se celebre en España y, para ello, España debe retomar la colaboración estrecha con FIFA y UEFA para recuperar el prestigio y el nivel de influencia perdido en el último año y medio en los que se han sucedido los escándalos.
A lo que también se compromete es a no perpetuarse y firmar que no tendrá más de tres mandatos: "No tengo problema en limitarlo a título individual", ha concluído.
"Ya sé que os gusta buscar culpables. No te voy a permitir que me pongas ahí". La zona mixta fue complicada en el Stade Vélodrome de Marsella. La sorprendente y contundente derrota de la selección femenina contra Brasil en las semifinales de los Juegos Olímpicos dolió en el ambiente. La actual campeona del mundo claudicó ante un combinado aparentemente inferior, incapaces Montse Tomé y sus futbolistas de darle la vuelta a un duelo que se puso en contra demasiado pronto. "Ahora es jodido, pero en unas horas hay que darle la vuelta porque tenemos que ir a por el bronce", avisaba Irene Paredes, capitana sustituida en el minuto 51 del encuentro y autora también de la primera frase de este texto.
España es la campeona del mundo, tiene a las futbolistas que se pasan el Balón de Oro de una mano a otra durante las últimas temporadas y es ha sido un conjunto superior a cualquier otro durante toda la temporada. Y esto es, hay que decirlo, una derrota difícil de digerir y que conlleva críticas, porque ese es el precio del éxito y del talento. Brasil, que no pasó de fase de grupos en el último Mundial, arrolló a la contra a las españolas y aprovechó sus errores.
Tomé apostó por un once sin Alexia Putellas, lejos de su mejor forma física, y entregó su ataque a las jóvenes Salma y Navarro junto a Jenni Hermoso y Mariona. En el centro del campo, ni Guijarro ni Putellas. La capitana del Barça no entró al campo hasta el minuto 77, cuando España ya perdía 3-0 en una debacle inesperada.
"Estábamos bien jugando por dentro. Alexia ha aportado al equipo, otros días les ha tocado a otras jugadoras entrar desde el banquillo. Lo he dicho muchas veces, la gran suerte que tenemos es tener tanta competitividad en el equipo. Ellas se muestran competitivas siendo titulares o entrando desde el banquillo", explicó Montse Tomé.
Una de las grandes quejas del equipo español se centró en las pérdidas de tiempo del conjunto brasileño. "Es desesperante que continuamente durante el campeonato veamos que se pierde tanto tiempo. No favorece el espectáculo. A nosotras, como a los demás equipos, nos perjudica y tenemos que jugar honesto, limpio, y el fútbol es continuidad", aseguró Tomé.
"Frustra jugar contra unas reglas poco deportivas, perdieron tiempo y fingieron lesiones... Pero lo que está en nuestra mano es jugar al fútbol y hacer las cosas bien", dijo Paredes.
España no fue el equipo brillante, fluido y vertical que demostró ser en el Mundial y en los parones internacionales de la temporada. Dominó la posesión rozando el 70%, pero apenas realizó un disparo más que las brasileñas. Y falló. Y lo pagó. Las lágrimas de Cata Coll lo explicaban todo. "Primero de todo quiero pedir perdón. Creo que no he estado a la altura del equipo. A veces se está arriba y otras abajo. Tengo que pedir perdón a mis compañeras, hoy se me ha cerrado todo. No ha sido mi día, pero queda otro partido importante e intentaremos conseguir el bronce y ojalá sea así", reflexionó la portera balear.
En el minuto 5, un error de Coll en un despeje provocó el primer gol de Brasil, anotado en propia puerta, en el rechace, por Irene Paredes. España ya no se pudo levantar: "Hoy dormiremos poco. Será un día duro, pero España está aquí, España sigue e iremos a por ese bronce. Que nadie dude que lucharemos por ello", advirtió.
"Estamos jodidas. Nos vais a criticar, va a caer todo lo que queráis... pero vamos a ir a por el bronce. Este equipo se merece un respeto y un crédito", aseguró Mariona en la Cadena Cope.
El 15 de junio de 1988, tres días después de la derrota de Holanda ante la URSS (0-1), el diario De Telegraaf publicaba, bajo el título Una camiseta extraña, un suelto en su cuarta página, inserto en la sección de sociedad, que arrancaba así: "Los futbolistas son muy supersticiosos, ¿verdad? Bueno, entonces ya sé por qué perdimos contra los rusos: nuestras camisetas no estaban a la altura. Un débil color naranja con cuadros y rayas blancas. Las llaman 'alambre de pollo' y 'mierda de pollo'. (...) En los años 50, Abe Lenstra y Faas Wilkes jugaban con un naranja nítido, pantalones blancos y medias azules. Johan Cruyff y los suyos, con una camiseta naranja, pantalones negros y medias naranjas. ¡Y ahora esto!" Apenas 10 días más tarde, poco antes de saltar al césped para disputar la final de la Eurocopa, Ruud Gullit aún miraba con recelo la equipación de Adidas. Y no era el único. La mayor parte del vestuario compartía la opinión de su capitán. John van' t Schip, extremo derecho del Ajax, lo había dejado claro ante la prensa: "Parecemos peces dorados. Pero mientras sigamos ganando, la mantendremos".
En realidad, ni uno de los futbolistas de la Oranje dudaba de la victoria en el Olímpico de Múnich. Sería la revancha ante los soviéticos, sus verdugos en el debut. El viernes, víspera de la final, la expedición al completo, encabezada por Rinus Michels, había acudido a un concierto de Whitney Houston. La charla previa del seleccionador, según confesaría años más tarde el propio Gullit, resultó más bien una súplica: "Necesitaba tener la mente en otra cosa, pero ahora que estamos aquí, por favor, mantened la concentración y ganad el partido". No fue el éxito del fútbol total, ni de la Naranja Mecánica. Holanda conquistó la Eurocopa de 1988 gracias a la voluntad y la determinación. Lo hizo con la camiseta que sus estrellas detestaban. La que les habían proporcionado desde la odiada Alemania. La joya de la geometría que hoy ocupa un lugar de honor en la historia del diseño futbolístico.
Ina Franzmann apenas sabía nada de balones cuando en 1984 fichó por Adidas como asistente de diseño. Su formación y su bagaje profesional previo se remitían a la alta costura. Sin embargo, pronto empezó a cautivar a los altos mandos de Herzogenaurach, atrapados por entonces en uno de los momentos más críticos para la compañía. Mientras Horst Dassler se debatía entre llevarse o no la producción a Extremo Oriente, Nike y Reebok ganaban posiciones. Y mientras Hummel presentaba en el Mundial de 1986 la camiseta de Dinamarca, la primera con un estampado gráfico completo, los creadores de Dassler seguían instalados en el conservadurismo. Quizá por eso fue el mismo Horst quien dio la orden de que la camiseta de Alemania para la Euro'88 incorporase, por vez primera, los colores de la bandera.
La influencia del tenis
Aquel encargo pasó de inmediato a manos de Franzmann. Su departamento apenas contaba con cuatro personas, pero también asumiría la petición holandesa. "Manejábamos distintas opciones y pensamos en qué selección encajarían", explicó Jürgen Rank, por entonces un aprendiz, hoy jefe de diseño en Adidas. Para Holanda quedaría la detonación de motivos geométricos, técnicamente bautizados Ipswich Template, en honor al club de la Premier League, uno de los 29 equipos que aquel año se animaron con ella. También la URSS, aunque en los dos duelos directos frente a los campeones vistiese otra versión en blanco bañada de clasicismo. "Si hoy asumes una decisión tan extrema, la gente enloquecería en las redes sociales" sostenía Rank.
En aquella época, Franzmann y su equipo trabajaban a mano, sin ninguna ayuda de ordenadores. Se trataba de una labor artesanal, pero con bastante libertad creativa y una evidente influencia del tenis. Porque Adidas nunca hubiese apostado por los rombos en la camiseta de Bélgica para la Eurocopa 1984 de no ser por el precedente de Ivan Lendl, que los lucía por cada Grand Slam desde 1982. De igual modo, los motivos abstractos de Stefan Edberg y Steffi Graff también terminarían llegando al césped unos años después.
El 9 de abril de 1987, unas semanas después de su 51º cumpleaños, la repentina muerte de Horst Dassler sumió a Adidas en el desamparo. Para comprender la influencia del patrón baste enumerar a quienes acompañaron a su viuda durante las exequias: Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, y Sepp Blatter, secretario general de la FIFA. Según los cálculos de Barbara Smit, autora de Hermanos de Sangre (LID, 2007), entre 1987 y 1992 la firma del trébol tuvo que despedir a casi la mitad de su plantilla (de 11.000 a 6.400 empleados). Durante ese mismo periodo, el catálogo de productos se redujo en más de un 60%. El nombramiento del joven René Jäggi como sucesor tampoco iba a aliviar la situación.
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Roddy Campbell, director de márketing, descubrió en los libros de cuentas que Adidas seguía entregando un millón de marcos anuales al seleccionador Franz Beckenbauer. Y que la principal obsesión de la cúpula directiva era convencer a los dos únicos clubes de la Bundesliga que aún no habían sucumbido a sus encantos. Por no mencionar los pagos regulares a uno de los hijos de Samaranch, sin que mediase ningún tipo de relación comercial entre las partes. Sobre este delicadísimo contexto se entiende mejor la relevancia de Franzmann en la historia de Adidas. Sin la explosión de su fabulosa creatividad en 1988, el gigante nunca habría mirado de igual modo hacia el futuro.
Desde el momento en que Marco van Basten giró su tobillo derecho, casi de espaldas a puerta, para conectar aquella fabulosa volea ante Rinat Dasaev (2-0), el Ipswich Template holandés se convirtió en referencia y fuente de inspiración. Un Santo Grial para los coleccionistas, fascinados por la combinación entre su majestuosa simetría y el impacto de los tonos naranja. En 2021, un experto en la materia llegó a identificar hasta seis ediciones diferentes, distribuidas en países tan remotos como Argentina, Irlanda, Japón, Alemania o Yugoslavia. Sus precios en el mercado oscilan entre 300 y 3.000 euros.
"Devolvednos nuestras bicicletas"
Su halo mítico se mantiene ajeno a las reticencias de los campeones, que veían en ella simples escamas. Pero es que aquella plantilla, más allá de la creatividad, fluidez y versatilidad de su juego, rara vez cumplió con lo que de ella se esperaba. "El mejor partido que jugamos, el del debut, lo perdimos. Nuestra peor actuación fue la final, pero ganamos, simplemente porque convertimos nuestras ocasiones. Los soviéticos jugaron algo mejor, así que era algo del destino que alzáramos el trofeo", declaró Gullit. La estampa de Hans van Breukelen apretando las clavijas a Igor Belanov antes de pararle un penalti dejó claro el carácter del equipo.
Holanda se manejaba muy bien en los otros registros del fútbol. Y contaba, para qué negarlo, con algún muerto en el armario. Van Basten, por ejemplo, meditó muy seriamente abandonar la concentración tras su primera suplencia, en favor de John Bosman; Van Breukelen se hizo famoso por su "¡Ojalá te mueras!" a Lothar Matthäus durante la turbulenta semifinal ante la RFA, donde Ronald Koeman tampoco dudaría en limpiarse el culo con la camiseta de Olaf Thon. Tras el 1-2 en Hamburgo, la euforia era tal que Gullit solicitó permiso a Michels para organizar una fiesta, a la que invitaron incluso a los periodistas. No sólo se trataba de la revancha por el Mundial de 1974. Era un clima de exaltación patriótica que amenazaba con echar abajo los pólderes.
"Los sobrios, sensatos, tranquilos y prudentes holandeses se volvieron completamente locos de alegría. Nueve millones organizaron la mayor fiesta que se había visto en el país desde la Liberación", escribe David Winner en Brilliant Orange: The Neurotic Genius of Football (Bloomsbury, 2001). Los más de 50.000 hinchas que invadieron Múnich para disfrutar de la final en directo gritaron hasta enronquecer: "¡Devolvednos nuestras bicicletas!" Era su peculiar desquite, cuatro décadas postergado, ante el terror nazi.
"Fue la equipación más fea de toda mi carrera"
Ruud Gullit
Tras aquellos cinco partidos, Holanda jamás volvió a lucir su fantasía en poliéster y algodón naranja. Durante la clasificación para el Mundial de Italia regresaría a un tono plano y sin ostentaciones. En cambio, Alemania sí dio continuidad al diseño de Franzmann. Y sobre su mítico estampado pudo bordarse la tercera estrella de campeona en el Olímpico de Roma. Todo gracias a una intermediación al más alto nivel. "Teníamos muchas ideas más, pero ninguna tan buena. Poco antes de que acabara la Eurocopa nos reunimos con Beckenbauer, quien propuso continuar con ella hasta el Mundial", relató la diseñadora.
A Michels, apodado El General, le traía al fresco la revolucionaria Ipswich. A Gullit, su capitán, más bien todo lo contrario. "Significa mucho para mí, porque nos ayudó a ganar el título, pero fue la equipación más fea de toda mi carrera", confesó en 2018 durante un evento organizado por Classic Football Shirts. Parecía como si en la memoria del Balón de Oro de 1987 aún perviviesen aquellos funestos presagios en De Telegraaf. "Estas camisetas de moda saldrán a la venta después del campeonato. Me parece bien, siempre y cuando nuestros futbolistas vuelvan a jugar con la patriótica naranja y azul. Quizá entonces ganen de nuevo".