La Real Sociedad arrolló al Dinamo de Kiev gracias a un doblete de Mikel Oyarzabal y otro gol de Sheraldo Becker, que definieron antes del descanso la superioridad donostiarra ante el colista de la Europa League. [Narración y estadísticas (3-0)]
El comienzo del encuentro fue pausado, con dos equipos que no se mostraron desde el principio. Eso sí, no fue un inicio exento de polémica, ya que ni el árbitro ni el VAR vieron penalti de Nayef Aguerd sobre Eduardo Guerrero. Y de posible penalti a penalti claro en la otra mitad sobre Mikel Oyarzabal, quien precisamente lo falló, aunque pudo marcar el rechace.
Con viento de cola, los locales comenzaron a disfrutar cada vez que rondaban el área rival. Sheraldo Becker casi marcó un golazo con un rechace a bocajarro desde fuera del área bien detenido por Georgi Buschan, sin duda, el futbolista visitante más destacado.
Conservar la renta
El delantero surinamés sí encontraría el 2-0 gracias a un disparo que rebotó en la defensa y ante el que nada pudo replicar Buschan. Y pocos minutos después, de nuevo el capitán realista aprovechó un gran pase de Jon Ander Olasagasti para regatear al defensa y batir al portero con la pierna mala.
La segunda parte resultó un bálsamo para una Real que no necesitó de demasiados esfuerzos para conservar su renta. De hecho, la única acción de verdadero peligro llegó en el ecuador, con un gran centro de Becker que conectó Jon Magunazelaia de cabeza y repelió el poste.
El partido no dio para más y finalizó con un 3-0 justo (e incluso corto), que aúpa a los de Imanol Alguacil hasta la 12ª posición, a un solo punto del Top 8. Por su parte, el Dinamo continúa como farolillo rojo, sin puntos tras seis jornadas.
La Real Sociedad claudicó ante la Lazio en el Olímpico, en un partido que se acabó con la expulsión de Aihen Muñoz a la media hora y que finiquitó las opciones de entrar a los octavos de los txuri-urdin, objetivo que certificó con comodidad el líder del torneo. [Narración y estadísticas (3-1)]
La Real no pudo dar una alegría a su afición tras lo acontecido en la víspera. El duelo certificó un viaje negro a Roma de toda la expedición, en la que se esfumaron las opciones de clasificación y que sólo quedará en el recuerdo por la lamentable batalla campal con los 'ultras' del Lazio que se saldó con dos realistas hospitalizados.
La roja de Aihen a la media hora condicionó el partido. Pero los romanos ya se venían mostrando superiores desde el inicio. El equipo de Marco Baroni salió con las ideas claras y sólo cedió un mínimo de esperanza al dejar dos veces hueco a Luka Sucic en la frontal. El croata disparó dos veces con la zurda. La primera rozó en un defensa y fue saque de esquina; la segunda se topó con el palo.
Isaksen, sin piedad
Nada más. El resto fue del Lazio, que se adelantó en el minuto 5 gracias a Mario Gila. El canterano del Real Madrid aprovechó una salida rara de Alex Remiro y un mal despeje de Jon Aramburu. Fue un golpe duro para los donostiarras, que al menos sacaron la cabeza gracias a los errores con los pies de Christos Mandas y una jugada que definió Sheraldo Becker, muy flojo al centro.
Pero la Lazio tuvo las más claras. Brais Mendez mantuvo las esperanzas al sacar bajo palos el remate del Taty Castellanos, tras una jugada rocambolesca en la que Gila definió al palo. El problema fue que Gustav Isaksen se cebó con Aihen. Con dos fintas le sacó del partido en apenas media hora. Sin discusión.
Y ya en superioridad, la Lazio fulminó el partido. Un centro raso por banda izquierda y Mattia Zaccagni no perdonó desde el corazón del área. Otro centro desde el perfil zurdo de Nuno Tavares y testarazo perfecto del Taty, que superó fácil a Martín Zubimendi, posicionado como central ante la emergencia.
El gol del honor
La segunda mitad no tuvo misterio. El cuadro biancoceleste monopolizó la posesión y rubricó su particular monólogo, con un disparo al larguero de Pedro como mejor ocasión. Lo hizo sin demasiado ritmo, consciente de que ya había cumplido su objetivo. Apenas unos intentos estériles de contra de la Real que desembocaron en el tanto de Ander Barrenetxea, cabeceador a puerta vacía tras un mal rechace de Mandas.
La Real apenas tuvo oportunidad de competir. Cuando la tuvo, fue inferior. Ahora deberá ganar al PAOK de Salónica para pasar de ronda.
Por inesperado o por extraordinario, la Plaza de Cibeles de Madrid, esta vez teñida de rojo, se abarrotó de gente para acoger un nuevo triunfo de la selección. La cuarta. Muchos de los que ayer agitaban la bandera gritando a sus nuevos ídolos no estaban cuando, hace ya 12 años, Sergio Ramos tenía el honor de presentar al número 23 de aquella selección, Pepe Reina, que antes había hecho lo propio con el resto de jugadores de ese equipo que se hizo leyenda. Pero esta vez fue diferente. Fue la noche de los chavales, de esos que eran muy pequeños entonces, pero que han conectado como nadie con un país ansioso por volver a gritar, con orgullo, "¡Campeones, oé, oé!". Ellos eran la atracción y ellos protagonizaron la fiesta.
Una celebración que empezó horas antes de la llegada de los jugadores, cuando los clásicos como Yo soy español, español, español o el We will rock you de Queen comenzaron a sonar. Ya no pararían. Tampoco lo hizo el calor, que obligó a los presentes a asentarse en los lugares más inhóspitos, árboles incluidos.
Así, sobre las 22.00 horas, llegaron a una plaza que, rodeada de camiones policiales, vehículos blindados y plagada de familias de todas las partes del país y del mundo, esperaba eufórica su llegada: "Venimos desde Huelva solo para ver la celebración. Llevamos cuatro horas de espera para coger un buen sitio. Lo importante es que los chavales lo recuerden y lo pasen bien", decía un padre onubense.
"Respeta a todo el mundo"
También argentinos, que fueron campeones de América en la misma noche del domingo, quisieron acompañar, con la camiseta albiceleste, la histórica celebración. Allí, junto a la diosa griega esperaban las madres, que no dudaron en mostrar su emoción por lo que estaban viviendo. "Estoy muy contenta y orgullosa de lo que Nico ha conseguido. Es un chico que respeta a todo el mundo", dijo María a TVE. Todo un símbolo.
El baile fue un elemento esencial durante toda la noche, con Wally López, Aitana, que acertó con su predicción para la final e Isabel Aaiún, autora de la canción fetiche de esta Euro: Potra salvaje. Porque esta selección demostró ser así, "libre como el principio de una canción". Sin complejos, sin la necesidad de imitar ni ser nadie más que ellos mismos. Tardaron, el procolo obligaba a saludos protocolarios que, quizás, retrasaron más la gran bienvenida de lo esperado, pero un gran escenario decorado con los colores de todos les esperaba para animar la fiesta. Ni siquiera Ibai Llanos, que bromeaba en los momentos previos con Marc Cucurella, se lo quiso perder.
Vista general de la Plaza de Cibeles, el lunes.EFE
Como en todo acto que se precie, lo primero es presentarse. Y así lo hicieron. Vídeo con todos los goles, móviles en alto para inmortalizar el momento y a saltar. El primero fue Álvaro Morata, el capitán, que con una sonrisa radiante levantaba al cielo de Madrid el trofeo mientras era ovacionado. "Españoles, ¡somos campeones de Europa!", gritó tres veces. "¿Sabéis por qué? Porque habéis creído y lo hemos notado", dijo el delantero rojiblanco. "Ha sido un auténtico orgullo ser el capitán. Os aseguro que siempre me he dejado la vida por intentar conseguir esto". "Tenemos el mejor país del mundo, la mejor comida, los mejores sitios de vacaciones, los mejores trabajadores, somos el mejor país del mundo", terminó.
Justo después, se vistió de ese Pepe Reina que tanto recordábamos, y que el propio Álvaro se encargó de homenajear, para presentar a sus compañeros. Desde David Raya, pasando por Dani Carvajal o por Robin Le Normand que, a pesar de no estar acostumbrado a hablar delante de tanta gente, sí que se atrevió a gritar bien fuerte: "¡Viva España!".
También nos dejó un surtido de apodos, como el "teniente Vivian", con el que parafraseó la canción de La Bamba o el "tiburón" para Ferran Torres. Joselu se arrancó con Luis Miguel, Dani Olmo con Estopa o Grimaldo que vibró con La Falda de Myke Towers. También Álex Remiro, el único que no ha podido jugar en el torneo, se llevó su merecido aplauso. "Gibraltar es español", fue otro de los gritos coreados.
Solo quedaba el míster, Luis de la Fuente, que después de ser manteado por todos los jugadores, también mandó un mensaje al país: "Unidos somos más fuertes". Así fue la noche en la que España celebró, simplemente, ser campeona.
El hambre de Endrick ha puesto el primer pie del Madrid hacia la final de la Copa del Rey, que se celebrará en La Cartuja el 26 de abril. El tanto del brasileño empujo a los blancos en rotación ante una Real Sociedad intensa, que asedió por momentos a Lunin y deberá buscar la heroica el 1 de abril en Chamartín. [Narración y estadísticas (0-1)]
Después de varios partidos en el fondo del armario, Ancelotti le puso el traje de titular a Güler y Endrick, olvidados durante las últimas semanas por la importancia del playoff de Champions contra el City y el buen estado de forma del ataque. Y el Madrid, que tiene la Copa en la tercera posición de prioridades de la temporada, respiró con ellos. Especialmente gracias al brasileño, con ganas de comerse el mundo.
La Real Sociedad arrancó pasional, empujada por las bengalas de la previa, que tiñeron de rojo el antiguo Anoeta. El cuadro de Imanol, irregular durante el curso, buscó al Madrid desde el minuto 1, planteó una presión alta para buscar el error inicial y casi lo consigue en el minuto tres. Kubo se plantó ante Lunin tras un error de Camavinga y una pared con Oyarzabal, pero el ucraniano despejó a córner.
Los gritos contra Asencio
El paso de los minutos despertó a los blancos y asentó su plan. Camavinga y Ceballos en el doble pivote, Bellingham liberado, Arda en derecha y Vinicius en izquierda. El Madrid no quiso balones largos, como en otras ocasiones, sino que llamó a la Real a presionarle para salir del agobio en varios toques buscando el espacio libre en el centro del campo. Así llegó el 0-1.
Endrick bajó a recibir y cedió para Vinicius antes de dibujar un desmarque directo a portería. Potente, vertical. El balón se detuvo en los pies de Bellingham, que esperó la carrera del delantero para ponerle un milimétrico balón a la espalda de los centrales. Endrick controló, aprovechó las dudas de Remiro en la salida y definió con el exterior de forma sensacional.
Su hambre de minutos, de goles y de gloria ponía al Madrid camino de la final de La Cartuja, pero la Real, y menos en San Sebastián, no se iba a rendir. Los txuri-urdin enfocaron sus opciones en el lado derecho de la defensa madridista, con Asencio en lugar de Lucas, sufriendo el canterano ante Barrenetxea, que le superó en varias ocasiones para amenazar a Lunin y le sacó una amarilla que provocó el cambio de Asencio en el descanso. Justo después de que la grada le cantara «Asencio, muérete» y obligara a Sánchez Martínez a parar el duelo y aplicar el protocolo contra el racismo, la intolerancia y la xenofobia.
Ceballos, sobre la hierba, tras su lesión en el tramo final.EFE
Antes, Lunin había sacado varios disparos de Brais, Barrenetxea y Oyarzabal y Remiro había evitado el 0-2 de Vinicius tras un contragolpe de Bellingham antes de que el partido entrara en el terreno de las interrupciones y la tensión.
Tras el descanso, Ancelotti retiró a Asencio, lastrado por la amarilla, y dio entrada a Lucas. No cambió demasiado el Madrid, pero el partido creció en tensión y ocasiones. Se rompió. La Real dio un paso adelante en ataque y cambió de banda, insistiendo ahora en el lado de Fran García, con Kubo y Brais buscándole una y otra vez. Ahí tuvo sus mejores opciones, pero Lunin se hizo gigante.
En el 49, el ucraniano salvó un remate a bocajarro de Oyarzabal y se estiró en el rechace para evitar el gol de Kubo. En el otro lado del campo, Endrick envió un misil al larguero cuando en el banquillo del Madrid ya cantaba el gol.
Vinicius, sin acierto
El brasileño volvió a ganar espacio con un desmarque que sorprendió a la defensa de la Real y Vinicius le encontró en largo, pero el palo desvió el disparo. Fue la gran carta de presentación del joven atacante, un gol y un travesaño, para convencer a un Ancelotti al que le ha costado darle minutos.
El Madrid tuvo 10 minutos de espacios a la contra en los que Vinicius pudo sentenciar, pero no estuvo asentado el día en el que estrenaba brazalete de capitán. Tampoco Lucas, que envió el balón alto tras un zigzagueo en el área.
El perdón de los blancos pellizcó a la Real a partir del minuto 60. Los de Imanol se volcaron contra Lunin, pero les faltó punch, como a Oyarzabal, que tardó en definir tras un error de Fran García y permitió la llegada de Tchouaméni, sacando una nota alta como central. Bellingham perdonó en el otro área y Ceballos, clave este año, se rompió, dejando la gran mala noticia del Madrid en la ida de San Sebastián.