Tres días antes de que España se enfrente a Alemania, durante la Eurocopa, la cúpula del Atlético celebra la puesta de la primera piedra de la Ciudad Deportiva. Uno de sus miembros recibe una llamada: Morata se queda. No es un gag. Las miradas se suceden, no sin incredulidad. Hay razones. Los mismos interlocutores habían escuchado del propio jugador, semanas atrás, su deseo de dejar el fútbol español, hastiado por críticas y pitos insoportables p
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Por inesperado o por extraordinario, la Plaza de Cibeles de Madrid, esta vez teñida de rojo, se abarrotó de gente para acoger un nuevo triunfo de la selección. La cuarta. Muchos de los que ayer agitaban la bandera gritando a sus nuevos ídolos no estaban cuando, hace ya 12 años, Sergio Ramos tenía el honor de presentar al número 23 de aquella selección, Pepe Reina, que antes había hecho lo propio con el resto de jugadores de ese equipo que se hizo leyenda. Pero esta vez fue diferente. Fue la noche de los chavales, de esos que eran muy pequeños entonces, pero que han conectado como nadie con un país ansioso por volver a gritar, con orgullo, "¡Campeones, oé, oé!". Ellos eran la atracción y ellos protagonizaron la fiesta.
Una celebración que empezó horas antes de la llegada de los jugadores, cuando los clásicos como Yo soy español, español, español o el We will rock you de Queen comenzaron a sonar. Ya no pararían. Tampoco lo hizo el calor, que obligó a los presentes a asentarse en los lugares más inhóspitos, árboles incluidos.
Así, sobre las 22.00 horas, llegaron a una plaza que, rodeada de camiones policiales, vehículos blindados y plagada de familias de todas las partes del país y del mundo, esperaba eufórica su llegada: "Venimos desde Huelva solo para ver la celebración. Llevamos cuatro horas de espera para coger un buen sitio. Lo importante es que los chavales lo recuerden y lo pasen bien", decía un padre onubense.
"Respeta a todo el mundo"
También argentinos, que fueron campeones de América en la misma noche del domingo, quisieron acompañar, con la camiseta albiceleste, la histórica celebración. Allí, junto a la diosa griega esperaban las madres, que no dudaron en mostrar su emoción por lo que estaban viviendo. "Estoy muy contenta y orgullosa de lo que Nico ha conseguido. Es un chico que respeta a todo el mundo", dijo María a TVE. Todo un símbolo.
El baile fue un elemento esencial durante toda la noche, con Wally López, Aitana, que acertó con su predicción para la final e Isabel Aaiún, autora de la canción fetiche de esta Euro: Potra salvaje. Porque esta selección demostró ser así, "libre como el principio de una canción". Sin complejos, sin la necesidad de imitar ni ser nadie más que ellos mismos. Tardaron, el procolo obligaba a saludos protocolarios que, quizás, retrasaron más la gran bienvenida de lo esperado, pero un gran escenario decorado con los colores de todos les esperaba para animar la fiesta. Ni siquiera Ibai Llanos, que bromeaba en los momentos previos con Marc Cucurella, se lo quiso perder.
Como en todo acto que se precie, lo primero es presentarse. Y así lo hicieron. Vídeo con todos los goles, móviles en alto para inmortalizar el momento y a saltar. El primero fue Álvaro Morata, el capitán, que con una sonrisa radiante levantaba al cielo de Madrid el trofeo mientras era ovacionado. "Españoles, ¡somos campeones de Europa!", gritó tres veces. "¿Sabéis por qué? Porque habéis creído y lo hemos notado", dijo el delantero rojiblanco. "Ha sido un auténtico orgullo ser el capitán. Os aseguro que siempre me he dejado la vida por intentar conseguir esto". "Tenemos el mejor país del mundo, la mejor comida, los mejores sitios de vacaciones, los mejores trabajadores, somos el mejor país del mundo", terminó.
Justo después, se vistió de ese Pepe Reina que tanto recordábamos, y que el propio Álvaro se encargó de homenajear, para presentar a sus compañeros. Desde David Raya, pasando por Dani Carvajal o por Robin Le Normand que, a pesar de no estar acostumbrado a hablar delante de tanta gente, sí que se atrevió a gritar bien fuerte: "¡Viva España!".
También nos dejó un surtido de apodos, como el "teniente Vivian", con el que parafraseó la canción de La Bamba o el "tiburón" para Ferran Torres. Joselu se arrancó con Luis Miguel, Dani Olmo con Estopa o Grimaldo que vibró con La Falda de Myke Towers. También Álex Remiro, el único que no ha podido jugar en el torneo, se llevó su merecido aplauso. "Gibraltar es español", fue otro de los gritos coreados.
Solo quedaba el míster, Luis de la Fuente, que después de ser manteado por todos los jugadores, también mandó un mensaje al país: "Unidos somos más fuertes". Así fue la noche en la que España celebró, simplemente, ser campeona.
En el minuto 84, la afición italiana celebró un córner como si fuera un gol, y quizá no haya mejor resumen que ese para explicar lo que fue el partido de anoche. Un España-Italia dominado de principio a fin por España, mucho mejor, más vertical, más atrevida, más divertida, más coral, más todo. A lomos de un futbolista brutal como Nico Williams, la selección de Luis de la Fuente bailó con Italia, hizo con ella lo que quiso y certificó, más allá de lo ajustado del marcador, dos cosas: primero, que jugará los octavos de final y, segundo, que en Alemania hay un señor equipo y se llama España. [Narración y estadísticas (1-0)]
Cuando Vincic, un árbitro terrorífico cuyo único mérito debe ser compartir nacionalidad con el presidente de la UEFA, dispuso el descanso, España había hecho 25 ataques, por cinco de su rival; había disparado nueve veces, por una de su rival (de ellas, cuatro a portería, por ninguna del rival); había dado 299 pases, por 177 del rival... ¡Ah! Y había tenido el balón un 61% por el 39% del rival, pero como el debate de la cansina posesión ha sido superado, quede a título meramente informativo. Cuando Vincic, pues, dispuso el descanso, España había hecho suficientes cosas como para ir ganando el partido, pero su rival, Italia, salió indemne del primer tiempo, que era lo mejor que le podía pasar. La selección, mucho mejor en todas las facetas del juego, más dinámica, más peligrosa, más ambiciosa, se dejó en las manos de Donnarumma y en sus propia ceguera la opción de ponerse por delante.
Aprovechando unas molestias de última hora de Nacho, De la Fuente dio carrete a uno de sus fetiches. Laporte es un futbolista con una jerarquía incuestionable al que solamente su decisión de jugar en una Liga de juguete, con todo lo que ello conlleva, permite cuestionar. El central zurdo es uno de los referentes del vestuario y en tanto que eso, que líder, supone un asidero hasta emocional para el equipo a juicio del entrenador. Quitando eso, el resto fueron los mismos que el sábado, no hace ni una semana, tiraron menos, atacaron menos, pero iban ganando 3-0 al descanso.
Sin noticias de Chiesa y Barella
La primera jugada fue un aclarado para dejar a Nico frente a frente con Di Lorenzo. Le encaró y sacó un centro que, de no haber sido Pedri el cabeceador, hubiera sido gol. Pero el menudo mediapunta remató con la destreza con la que hubiera colgado una lámpara. Ninguna de las suertes le resulta familiar, de modo que, con toda la portería para él, se la puso a Donnarumma en el guante. El portero italiano, con todo, sufrió para sacarla por lo cercano del remate. Los italianos, por cierto, también eran los mismos que le ganaron a Italia. Spalletti, un buen técnico, está construyendo desde el verano pasado un equipo bastante apañado, pero no cuenta con la calidad individual de otras épocas. La baja forma de Chiesa y Barella, probablemente sus dos mejores jugadores, tampoco ayuda.
La segunda jugada fue más de lo mismo. Nico contra Di Lorenzo. Vencedor, Nico. En el otro costado, Lamine Yamal estaba más vigilado, primero por Di Marco, el lateral, pero luego por Barella y Pellegrini, atentísimos a esas ayudas. España intentó probarse otra vez su traje nuevo de equipo vertigionoso, y un balón largo de Unai Simón lo bajó Morata para Pedri, y Pedri para Morata y Morata para Nico, que a medio metro de la portería hizo lo más difícil que podía hacer en su remate de cabeza: echarla fuera.
España veía pasar por delante ya muchas opciones, media docena a la media hora tras un eslalon de Lamine, un disparo desde su casa de Fabián que despejó apuradísimo Dunnarumma y un 'huy' de Morata, algo ofuscado. Veía pasar España esas opciones y observaba un partido raro, con Italia relativamente cómoda pese al acoso y con algún susto cuando Scamacca lograba, fue muy pocas veces, dejar de cara para que corrieran los de fuera. Nada serio. De hecho, lo más serio fue la amarilla a Rodri que le impedirá jugar contra Albania el lunes.
A la vuelta del descanso, Spalleti quitó a Jorginho. El jugador del Arsenal las había pasado canutas con Pedri a su espalda. Entró Cristante, que le dejó un recado a Rodri a modo de saludo y que vio la amarilla. La tuvo Pedri tras otra buenísima jugada de todo el equipo, pero la envió, como Nico en la primera parte, incomprensiblemente fuera.
Prueba de madurez
Llegó el gol, no podía ser de otra manera. Y llegó, tampoco podía ser de otra manera, con Nico otra vez encarando a Di Lorenzo (el lateral del Nápoles va a tener pesadillas con el chico). Su centro no lo atrapó Donnarumma y Calafiori se lo metió en propia puerta. Era una prueba de madurez para el equipo, ya por delante tras haber jugado realmente bien y con un equipo enfrente, Italia, a la que le faltará calidad, pero nunca le sobra coraje (ni algo de suerte). Dio un paso adelante el equipo de Spalletti, no le quedó otra, pero entretanto Pedri no cazó una por muy poco y Nico, quá noche la suya, estrelló un balón en la escuadra.
Agotado Pedri y confuso Yamal, De la Fuente dio entrada a Ferran Torres y Alex Baena, dos que debutaban en el torneo, igual que Ayoze. Dio igual. España no concedió un solo tiro más a Italia. Fueron 20 tiros contra tres. Fueron 57 ataques contra 11. Fue poca posesión (56%). ¿Y? Fue, así como suena, un baile.