“Necesitamos piezas nuevas, necesitamos encontrar tres o cuatro décimas si queremos volver a liderar el grupo medio”. Más que un mensaje, Fernando Alonso lanzó una llamada de auxilio a Aston Martin, un equipo perdido en la intrascendencia y con peores prestaciones que Haas y Williams. El octavo puesto en Marina Bay, por tanto, ha de considerarse como un éxito para el bicampeón mundial, que acabó sólo dos segundos por detrás de Carlos Sainz.
“Hemos hecho un buen papel en los dos últimos circuitos, pero eso no puede tapar nuestra falta de prestaciones”, aseguró Alonso tras 100 minutos de lucha sin contra el calor y la humedad. Había gestionado con acierto la degradación de su neumático duro, con el que aguantó las 36 últimas vueltas. Había controlado el sobrecalentamiento de los frenos hasta llevar el coche a la meta.
“Cuatro puntos más de los que merecíamos aquí, porque para nada estamos en esta posición”, añadió en los micrófonos de DAZN. Según los propias estimaciones de Aston Martin, el monoplaza verde ya sólo supera a RB Visa Cash APP, Alpine y Sauber. “En Singapur y en Bakú hemos hecho una buena crono y todo ha salido de cara, pero cuando lleguemos a un circuito convencional, con prestaciones normales, no tendremos el ritmo para coger puntos”, advirtió.
El ‘undercut’ a Hulkenberg
El único consuelo en Singapur para el equipo de Silverstone fue su inmaculada ejecución estratégica. No sólo por el undercut con el que ganaron la posición a Nico Hulkenberg, que había salido por delante en la parrilla, sino por la relativa facilidad con la que Alonso sujetó al piloto de Haas, Sergio Pérez y Franco Colapinto en el último tramo de la carrera. “Siempre pensé que Fernando lo tenía todo bajo control”, comentó Mike Krack, team principal.
“Por prestaciones deberíamos estar en la 15ª o 16ª posición, la que nos toca por prestaciones. Ayer con Nico tras la crono y me decía que ellos son el quinto equipo. Si hablas con Williams, ellos también son el quinto… Lo que es seguro es que nosotros no somos el quinto equipo”, zanjó Alonso. Al menos, esa posición sí parece asegurada en el Mundial de Constructores, donde Aston Martin cuenta con 52 puntos de ventaja sobre RB Visa Cash y 55 sobre Haas.
Otra mala noticia para la escudería británica es la baja forma de Lance Stroll, que acabó por quinta carrera consecutiva fuera del top10. “Es como conducir sobre hielo”, lamentó el canadiense sobre la falta de agarre del AMR24. De los últimos 17 puntos de Aston Martin, el hijo del propietario sólo ha logrado sumar uno.
Justo antes de saltar a la hierba, como cada noche, Niclas Füllkrug se activó con ese gesto tan característico en sus orejas. Algo así como un encendido automático con el que se aísla del ruido exterior y orienta sus cinco sentidos hacia lo único importante. Era el partido más importante de su vida y debía cumplir con la rutina. El delantero alemán, con un remate al palo y un gol anulado, vivió el lado más amargo del fútbol en Wembley.
El empeño de Füllkrug fue también la frustración de Edin Terzic, que no dudó en acercarse a felicitar a Carlo Ancelotti justo antes de que Slavko Vincic decretase el final. La desesperación de la leal hinchada borusser, a la que sólo hubo que reprochar esos abucheos fuera de tono ante Vinicius. El fútbol debería mostrarse menos cruel con Mats Hummels, autor de una final impecable. O con Marco Reus. Once años después de la final ante el Bayern, otra vez en Wembley, el capitán tampoco pudo saldar su deuda con la Champions.
No existían palabras de ánimo para unos futbolistas que habían cumplido lo que su técnico les reclamó en la previa. Arrojo ante el eterno campeón. Lloraba inconsolable Marcel Sabitzer ante las cámaras mientras las banderas amarillas aún flameaban. Si existe forma humana o divina de derribar al Madrid en una final, el Borussia apuró casi todas. Suyo fue el dominio, en lo táctico y anímico, a lo largo de 70 minutos. Pero en esa hora bruja, la que distingue a los grandes equipos de los inmortales, el Real jamás perdona.
Inmovilizar al espontáneo
Deberán volver con orgullo al Westfalenstadion, convencido de que sólo así era posible. Desde el primer minuto, para lo que la afición blanca resultaba casi una rutina, en el fondo del Dortmund se disfrutaba como un acontecimiento extraordinario. Dos horas antes del pitido inicial, cuando aún bullían los madridistas en Borough Market, el fondo alemán ya se teñía de amarillo y negro. La ovación a Jürgen Klopp rivalizó con los abucheos a José Mourinho cuando ambos aparecían por los videomarcadores. El vínculo con el equipo, tan estrecho, llegó al delirio en el momento en que los futbolistas hicieron esperar al árbitro para agradecer el incondicional apoyo.
Nada pudo objetarse a la combatividad del Dortmund. Si Sabitzer ni siquiera titubeó para inmovilizar al tercer espontáneo que había invadido el césped, lo demás vendría de añadidura. El Madrid había localizado el flanco débil en torno a Ian Maatsen, que sufría las acometidas de Dani Carvajal y Fede Valverde, pero el Dortmund casi siempre supo competir. Incluso pese a un Nico Schlotterbeck más atribulado que de costumbre. Al joven central quisieron tranquilizarlo antes de que se ganara una ridícula amarilla por protestas.
Superada la media hora, Davide Ancelotti tuvo que sujetar a su padre por la manga, porque el Madrid no podía tolerar tantos minutos a merced del rival. Justo antes del descanso, Gregor Kobel quiso entrar en calor con todo tipo de estiramientos. El Madrid, perdido en la presión, romo en la zona de tres cuartos, no había asomado por sus dominios.
En busca de respuestas
El entusiasmo del fondo germano se redoblaría en los instantes previos a la reanudación. Primero, con una pancarta con el lema Auf geht's Dortmund. Kampfen und siegen (Vamos, Dortmund. A luchar y ganar). De inmediato, no menos de dos docenas de bengalas emponzoñaron el ambiente. Cumplido el minuto 50, los suplentes de Ancelotti, que ni habían calentado al inicio junto al resto, saltaron a la banda. Luka Modric, siempre atento de reojo, parecía particularmente inquieto.
Fue llamativa la desesperación de Ancelotti, braceando como nunca en el área técnica y girándose hacia el banquillo en busca de respuestas. Su larga charla con Davide en el ecuador presagiaba algo, aunque el primer cambio llevaría la rúbrica de Terzic. El último hurra de Reus para infortunio del inspiradísimo Karim Adeyemi.
Había llegado el momento en que el Madrid inclina la historia sólo con el escudo. Füllkrug, que se había batido con bravura frente a Nacho, desatendió sus obligaciones en el primer palo ante Carvajal. El primer clavo en el ataúd del Dortmund, que ya no levantaría cabeza. El éxtasis había cambiado de fondo. En el blanco reclamaron aModric. Se contaban, exactamente, 86.212 espectadores en Wembley. Y hubo que esperar al minuto 85 para disfrutar del croata. Una vez más mereció la pena.
Han pasado 70 carreras juntos en Ferrari y el pulso entre Carlos Sainz y Charles Leclerc no puede estar más igualado. Desde aquel ya lejano GP de Bahrein 2021, los pilotos de la Scuderia han sumado tres victorias y 19 podios cada uno. Sin embargo, el momento actual privilegia al madrileño, el hombre más en forma del momento -con permiso de Max Verstappen- capaz de abrochar ayer un tercer puesto de gran mérito en Suzuka. Este rotundo arranque de Mundial, con pleno de podios en tres carreras, coloca a Sainz como la pieza más cotizada del mercado.
Para saber más
El GP de Japón evidenció lo cómodo que se siente Carlos al volante del SF-24 y la facilidad con la que extrae todo su potencial incluso en situaciones adversas. El momento más delicado llegó ayer durante su relevo con los neumáticos medios usados con los que rodó entre las vueltas 16 y 36. Ferrari había decidido dividir la estrategia (dos paradas con Sainz y una con Leclerc) y ahí aparecieron algunas dudas, porque el madrileño sabía del esfuerzo que le supondrían los adelantamientos. Para preparar la maniobra en la curva 1, la zona más habitual en Suzuka, debía dar en el clavo en la chicane de entrada a meta. Así que una vez colocado el neumático duro, se aplicó a ello con estricta disciplina.
Durante esas últimas 17 vueltas, Sainz evidenció un ritmo muy competitivo y fue superando con holgura a Lewis Hamilton (vuelta 38), Lando Norris (vuelta 44) y Leclerc (vuelta 46). Aunque esa velocidad no bastase para dar caza a Sergio Pérez, lo cierto es que sus cronos oscilaron entre 1:33.841 y 1:35.293. De hecho, en ocho de esos 17 giros fue incluso más rápido que Verstappen, cuyos neumáticos eran sólo dos vueltas más viejos.
Recortar la mitad ante Red Bull
Asimismo, los 20,8 segundos que cedió en la meta ante Mad Max representan la mitad de lo entregado por Leclerc, cuarto hace seis meses sobre ese mismo asfalto (43,9 segundos). De hecho, Ferrari mejoró su paso por vuelta en 1,74 segundos respecto a 2023, un registro sólo inferior al de Aston Martin (1,86).
Según explicó el propio Carlos, las densas nubes que fueron poblando el cielo durante el tramo final bajaron los niveles de degradación de los neumáticos, el punto flaco de Ferrari hasta hace muy poco. La mejora en esa gestión se plasmó asimismo en Leclerc, cuyo eficiencia a la hora de cuidar las gomas le hizo perder tan sólo cinco centésimas por vuelta. Mientras, los Red Bull se dejaban 12 centésimas de promedio y Lewis Hamilton, 14. Durante su relevo con los medios, que pudo estirar durante 25 giros, el monegasco adelantó sin miramientos a los McLaren, Fernando Alonso y Hamilton.
Y es que el gran éxito ayer del team principal, Frédéric Vasseur, fue esa doble estrategia bien trabajada, con la que sus coches ejecutaron la carrera. "En lugar de mirar todo el tiempo por los retrovisores, ahora puedo compensar con la estrategia y luego adelantar, que es algo que el año pasado nunca estaba sobre la mesa", valoró Sainz. Durante la pretemporada, todos en Maranello hubieran firmado estos 21 puntos de déficit respecto a Red Bull después de cuatro carreras.
28 centésimas sobre Leclerc
También Sainz se habría sentido feliz con su situación actual, un pico de forma que le sitúa en el radar de Mercedes, Aston Martin y Red Bull. A los 29 años, en su plenitud física y técnica, Carlos no sólo sabe que merece la pena arriesgar en estas 20 últimas citas con Ferrari, sino que también los éxitos subirán aún más su caché. Ayer, su ritmo de carrera fue 28 centésimas más rápido que el de Leclerc. Y si su repertorio no fuese amplio, durante este arranque también ha dominado a su compañero (2-1) en las clasificaciones de los sábados, la gran especialidad del monegasco. De hecho, el único lamento que se le escucha es esa oportunidad perdida en Jeddah por culpa de la apendicitis.
"Queremos pelear un poco más arriba, pero si seguimos empujando así, estoy seguro de que dispondremos de más oportunidades", zanjó ayer Carlos tras la ceremonia del podio. El regreso a la fábrica para analizar los datos supone ahora el primer paso hacia el GP de China. Y en un horizonte aún lejano deben aparecer ese par de actualizaciones aerodinámicas con las que aproximarse, de un modo más consistente, a Red Bull.
El estado de gracia de Sainz contrasta con los problemas que viene arrastrando Lewis Hamilton, el hombre que ocupará su asiento a partir de 2025. Una semana más, el heptacampeón rindió por debajo de sus posibilidades, con una languidez descorazonadora, especialmente durante los dos stints con la goma dura. Sus habituales críticas a los ingenieros a propósito de la estrategia, sólo disminuyeron en el tramo final, cuando sí supo adaptarse mejor que Russell al neumático medio. En cualquier caso, Sir Lewis completó la peor de sus 14 participaciones en Suzuka, un noveno puesto. De momento, al igual que en 2023, va perdiendo ante Russell tanto los sábados (1-3) como los domingos (0-3).
Hubo escenas muy similares a las del GP de Brasil 2003, cerrado con aquel brutal accidente de Fernando Alonso, tercero en el podio. Una vorágine de desconcierto, un asfalto deslizante como el cristal y una serie de controvertidas decisiones de la FIA. En el GP de Sao Paulo 2024 se mezclaron de nuevo esos ingredientes para mayor gloria de Max Verstappen, que al fin acabó con su mala racha. 10 carreras sin victoria se antojaban demasiadas para el próximo campeón del mundo, que destrozó la moral de Lando Norris en Interlagos. Con 86 puntos en disputa ahora cuenta con 62 de ventaja.
Desde el GP de Japón 2005, con aquella remontada de Kimi Raikkonen, ningún piloto subía a lo más alto del podio tras partir decimoséptimo. Ese fue el nuevo registro de Verstappen para la historia de la F1. Norris, autor de varios disparates sobre el asfalto empapado, pasó de la pole a la sexta posición en la meta. Tras casi dos horas y media apretando los dientes, el tricampeón enseñó al aspirante cómo se gana un título, vuelta rápida incluida (1:20.472).
McLaren no pudo asomar siquiera a un podio completado por Esteban Ocon y Pierre Gasly. Un éxito sin precedentes para Alpine, que se lleva 33 puntos en una carrera, cuando en las 20 anteriores apenas sumó 16. El riesgo de su estrategia, retrasando al máximo la entrada a boxes, se tradujo en bingo para Oliver Oakes, su flamante team principal. También para Verstappen, beneficiario de esa misma bandera roja. El jaque mate de Mad Max.
"La espalda me duele mucho"
Lástima que a la épica de Interlagos no pudieran sumarse Carlos Sainz y Fernando Alonso. Tras su triunfo del pasado domingo en México, el madrileño se marchó de vacío, tras un accidente en la vuelta 40. Tampoco hubo razones para la sonrisa del asturiano, penúltimo de los 15 supervivientes. "Voy a acabar por nuestros mecánicos, que han hecho un trabajo increíble. Pero la espalda me duele mucho. El rebote del coche no es normal", subrayó el bicampeón por radio.
El desgobierno de la FIA se hizo palpable desde antes incluso de arrancar. Cuando Lance Stroll, camino de Descida do Lago, sufrió un trompo inadmisible para el que encontró un remedio aún más absurdo. Atrapado en la grava, la baja del canadiense se sumaba a la de Alex Albon, para quien Williams no pudo recuperar el coche dañado en la qualy. Los mecánicos de Ferrari también disponían de poco más de dos horas, así que bastante hicieron para que Carlos Sainz saliera desde el pit-lane.
El caos al que nos referíamos se concretó cuando los comisarios mostraron la señal de salida abortada. Norris, desde la pole, se puso en marcha sin la pertinente luz verde, mientras otros, como Valtteri Bottas o Max Verstappen, seguían en sus posiciones. «Aquí se han infringido todo tipo de procedimientos», le dijeron por radio al líder del Mundial. Los pilotos no sabían si iniciar otra vuelta de formación o mantenerse en la salida abortada. Para redondear el delirio, el incidente de Norris iba a resolverse una vez terminada la carrera.
Tras 17 minutos de espera, dio comienzo una carrera a 69 vueltas, dos menos de las programadas. Nada más apagarse el semáforo, el habitual error de Norris, incapaz de contener a Russell, que un minuto antes se había quejado de la fría temperatura de sus frenos. Por entonces no llovía, pero sólo los elegidos mantenían el rumbo sobre un asfalto tan deslizante. Verstappen, por ejemplo, ganó cinco posiciones en la primera vuelta. Unos metros más adelante, Sergio Pérez hizo un trompo que le dejaba como farolillo rojo.
De esa dualidad palmaria también sabían en Mercedes. El liderato de Russell, a un paso no demasiado rápido, contrastaba con los padecimientos de Lewis Hamilton. "La conducción es realmente mala. El coche rebota mucho", lamentaba el heptacampeón, que en las horas previas había disfrutado al volante del McLaren MP4/5B de Ayrton Senna. Una de las afrentas que hubo de soportar fue verse sin recursos ante un novato como Oliver Bearman, que ha sustituido a Kevin Magnussen.
Los colores de Haas volvieron a hacerse notar en la vuelta 28, cuando Nico Hulkenberg patinó de mala manera en la curva 1, desencadenando el virtual safety car. Un momento de singular importancia, acrecentado además por la lluvia, que multiplicó su intensidad. Norris aprovechó la tesitura para adelantar a Russell bajo una cortina de agua.
En un domingo tan delicado, Liam Lawson era uno de los hombres a seguir. Si el neozelandés había cumplido cediendo el paso ante Verstappen, cuando llovió de verdad volvió a recurrir a sus peculiares astucias frente a Hamilton y Oscar Piastri. Mientras tanto, una bandera negra frustraba cualquier opción de Hulkenberg. Justo castigo al modo en que sacó el coche de la curva 1, gracias al empujón de un par de comisarios.
Aún no se había cumplido el ecuador de la prueba cuando Franco Colapinto chocó violentamente contra las protecciones la última curva. La gota que colmaba el vaso de la FIA, que ordenó de inmediato la bandera roja. Por entonces, Esteban Ocon, Verstappen y Pierre Gasly, los únicos que no habían completado un pit-stop, rodaban en cabeza. Todos se apresuraron a bajar del coche en busca de cobijo, implorando por que amainase la lluvia.
Tras 20 minutos de espera, la salida lanzada iba a dejar impactantes estampas. La visibilidad era muy precaria, claro, pero Norris cometió otro error de cálculo, que le condenó a muchos metros por fuera. Verstappen esperó su momento para devorar a Ocon y Sainz acabó contra las protecciones de la curva 8. Otro safety car para ese último tercio de carrera, convertido en mero trámite para Verstappen.