Con seis puntos en el casillero y la clasificación asegurada, Santi Denia decidió revolucionar el once para enfrentarse a Egipto. Era el momento de dar oportunidades y ver a esos jugadores que durante los dos últimos partidos han permanecido ansiosos en el banquillo o incluso, en la reserva como el portero Alejandro Iturbe, Mosquera o el rayista Sergio Camello. En la punta de mira sólo estaba el liderato del grupo después de conseguir la victoria ante República Dominicana, pero jugar con la espalda cubierta, también tiene el peligroso riesgo de caer en la comodidad y el conformismo. Como así sucedió.
Egipto tenía muy claro desde el inicio a qué debía jugar si quería dar un golpe en la mesa. Con una España por momentos cansina en su dominio del balón, donde solo Diego López y Pubill, que estrelló un balón en el palo, ponían algo de picante, el conjunto africano se centró en las transiciones rápidas y en los contraataques para hincarle el diente. No fue necesario ser muy ingenioso. En el minuto 40, IbrahimAdel envió a la escuadra un disparo cruzado desde la frontal del área para convertir un partido a fuego lento en una fría coctelera antes de irse cabizbajos a los vestuarios.
España salió muy cambiada en la segunda parte. Dos cambios, Sergio Gómez y Juanlu, más ritmo de balón y más presión a la defensa egipcia para buscar la remontada. Movimientos necesarios y en parte obligados después de una muy floja primera mitad. Camello fue el primero en intentarlo con un disparo cruzado tras un centro de Bernabé y Fayed, pocos minutos después, tuvo que sacar un disparo en la línea de gol, pero las sensaciones seguían siendo malas.
Egipto no parecía sufrir en exceso defendiendo en su campo ante una España incómoda y sin soluciones. Y todavía quedaba lo peor. En el minuto 62, un error de Pacheco en un pase atrás, le dejó a Adel el segundo en bandeja. Barrios, Fermín y Miranda entraron para intentar maquillar el desastre, pero la cabeza ya estaba en otra parte.
Tanto es así que Iturbe, guardameta del filial del Atlético de Madrid, tuvo que salvar el tercero con una excepcional doble parada en el 73. Nada invitaba a España a soñar ya no con una de esas victorias épicas en los últimos minutos, ni siquiera con un empate que pudiese salvar los muebles y mantener la primera posición del grupo. No era el día. Tampoco esa suerte de que el palo meta algún balón para dentro estuvo del lado de España cuando Camello estrelló un cabezazo tras un magnífico saque de esquina de Sergio Gómez.
Solo un solitario vuelo de Samu Omorodion en el punto de penalti en el minuto 90 logró sacar una pequeña sonrisa a la afición española.
Es cierto que era el partido donde estaba permitido fallar, donde pasar por un resfriado no iba a tener demasiadas consecuencias, pero con Japón como posible rival en la siguiente ronda, esta derrota no invita al optimismo.
Cuando Julen Agirrezabala y Nico Williams nacieron, la gabarra llevaba 18 y 16 años sin pasear a un campeón por la ría de Bilbao. Nadie de su generación ha visto al Athletic alzar la Copa del Rey, cinco veces han llorado que se les escapó y ambos se conjuraron y fueron clave para levantarla 40 años después. Les costó 120 minutos probar de todas las formas posibles cómo batir a un combativo Mallorca que los llevó hasta una tanda de penaltis en la que no fallaron. La gabarra, por fin, volverá al agua el próximo jueves.
Fue Iker Muniain quien recorrió los escalones hasta el palco de La Cartuja para recoger de manos del Rey Felipe el título. A final de la larga fila de autoridades estaba Iribar, con lágrimas en los ojos. Como el mítico guardameta, el capitán navarro sabe lo que ha costado volver a ser campeones. "Una barbaridad, muchas derrotas, muchas lágrimas, muchos momentos amargos. Hoy saboreamos el lado bueno del fútbol. 40 años han pasado para coger la Copa y no soltarla jamás", aventuró.
Buscó Iker a otro veterano, De Marcos, para volver a levantar una Copa que llegó pronto a las manos de Ernesto Valverde. No rehuyó el protagonismo como tampoco se libró del manteo.Técnico siempre comedido, agarró el trofeo, caminó en solitario hacia la grada rojiblanca de La Cartuja y, sin dejar de sonreír dejó la Copa en el punto de penalti desde donde se acababan de proclamar campeones. No tiene comparación con ninguno, Sólo hay que ver cómo estaba el campo lo que significa para esta afición. Al final fue en los penaltis, porque también hemos sufrido", admitió el técnico, que miraba de reojo los lanzamientos pero se alegró de la parada de Agirrezabala. "Ha jugado partidos muy comprometidos antes de esta final, como contra el Atlético o el Barça", destacó Valverde.
No será la que se vio en el césped su única celebración, que tendrá que planear. "Me había negado a pensar cómo celebrarlo y ahora tendré que hacerlo. Cuando estaba en Grecia, después de una final aparecíamos en un bar perdido para comer un gyros (un sandwich con pan de pita) y beber cerveza. Algo así haremos", confesó el entrenador mientras la fiesta seguía en el césped.
Una valla cedió
Celebró el Athletic con su afición tan de cerca que una valla del fondo cedió ante la eufórica cercanía de los jugadores sin que se lamentaran daños y al unísono con su plantilla de campeones abrazada en el área entonaron el Txoria Txoi antes de que Asier Villalibre sacara su mítica trompeta y Unai Simón y Yuri se pasaran un ratito cortando la red donde acabaron los cuatro penaltis pateados por el Athletic.
No llegó a patear Nico Williams, que fue el peligro, el mejor jugador del partido, el talento al que se agarraron los rojiblancos. «No puedo esperar más a subir a la gabarra. Llevamos mucho tiempo persiguiendo esto, desde el parque hasta este estadio. El año pasado fallé dos ocasiones en las semifinales y ahora esto es un sueño. Por mi familia, mi hermano, De Marcos, estoy feliz de haberlo logrado en el club de mi vida».
Ese sueño lo cumplirá el próximo jueves y tendrá un protagonismo especial: "Siempre he sido el hermano de, pero ahora me estoy haciendo mi nombre".
Lo mismo sentía Julen Agirrezabala, otro veinteañero a quien le han contado la historia de cuando fueron los mejores. En este partido fue creciendo hasta atajar las ocasiones del Mallorca, que no fueron muchas pero algunas muy claras, y el penalti de Morlanes que hundió a los de Aguirre con una suerte que muchas veces les salió de cara. Esta vez Dominik Greif no pudo ser el héroe ni llevarse una Copa de regalo de cumpleaños que borrara tres años de calvario de lesiones.
Lo tuvo cerca el Mallorca. Aguirre reconoció más a su equipo que Valverde durante muchos minutos. La Cartuja era rojiblanca y rujía en euskera, pero sus futbolistas estuvieron atenazados por la responsabilidad en toda la primera parte. Les costaba hacer correr a los Williams, que lo peleaban con más corazón que cabeza. Iñaki contra Copete y Lato mientras Nico lograba quebrar a Gio González y Valjent pero no encontraba la portería de Greif.
De la ansiedad se pasó al temblor con el gol de Dani Rodríguez. «Como si jugaras en la plaza» le había dicho al gallego su mujer y por eso no dudó en rematar una pelota escupida por Prados que le ofreció Gio González para que se convirtiera en héroe. Ni Muriqi ni Larin ni Abdón. Aquel chico criado en el Deportivo que en el que llegó del Albacete en el verano de 2018 para jugar en Segunda acercaba al Mallorca a la segunda Copa. Eso pensaba en el palco bufanda al cuello, Rafa Nadal y su entrenador Carlos Moyà. Unas filas más abajo sufría Iríbar viendo a su Athletic tambalearse y a Nico, en un mano a mano escorado contra Greif, estrellar el empate en el exterior de la red antes de que le anularan un tanto por fuera de juego.
En el vestuario, Valverde les leyó todo lo que había apuntado en su libreta y hubo un despertar. Si Larin pudo hacer el segundo, nada evitó que su rival se quedara el balón y que el pequeño de los Williams se echara el escudo a la espalda. Se escapó por la banda izquierda, perdió la pelota ante Gio, peleó la recuperación con Samu Costa y asistió a Oihan Sancet para que batiera la meta mallorquinista. Este regalo le convierte en el tercer jugador más goles ofrece a sus compañeros de toda Europa.
Todo empezaba de nuevo aunque, esta vez con un Athletic que se sacudió la tensión para mandar con descaro, jugar y crear ocasiones, pero sin poder evitar la prórroga que puso nerviosos a todos. Pudo cerrar el partido otra vez Nico, pero los 40 años de sequía acabaron de penalti, un castigo que el Mallorca recuerda que ya sufrió en 1998 en su primera final en Mestalla. Al partido le puso fin el largo abrazo de Valverde y Aguirre.
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ABRAHAM P. ROMERO
@AbrahamRomero_
Actualizado Sábado,
9
diciembre
2023
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20:26Ancelotti, que fue contundente hace una semana asegurando que Kepa...
Luz, mucha luz en la Ciudad de la Luz, luz en la pista de vóley playa instalada a los pies de la Torre Eiffel y, al mismo tiempo, también oscuridad, la más negra, cruda y desagradable oscuridad. El próximo domingo, Stevan Van de Velde, un jugador holandés de voleibol sobre arena, vivirá su debut olímpico en un escenario único y sólo cinco días después se cumplirán 10 años del atroz delito que cometió.
El 3 de agosto de 2014, cuando tenía 19 años, voló de su casa en La Haya a Milton Keynes, en Reino Unido, para encontrarse con una niña de 12 años que había conocido en Facebook, invitarla a beber hasta que perdiera el conocimiento y violarla repetidas veces en los alrededores de un lago Furzton. "Antes de venir a nuestro país entrenabas para representar a Países Bajos en los Juegos Olímpicos. Ahora tus sueños se han acabado", sentenció el juez Francis Sheridan del juzgado de Aylesbury, en Inglaterra, cuando en 2016 le condenó a cuatro años de cárcel. Pero no estaba en lo cierto. En absoluto.
Su regreso en 2018
Van de Velde se declaró culpable de tres cargos, entre ellos, abuso sexual a una menor, pero al mismo tiempo reclamó el traslado a una cárcel de su país, donde se ajustó su pena y en poco más de un año ya era libre. En 2018, de hecho, ya disputó el Europeo y a final de temporada llegó a colgarse un bronce en la Copa del Mundo. Pese a la violación, volvía a estar bajo los focos. Oscuridad en la luz.
Con su anterior pareja de juego, Christiaan Varenhorst, no consiguió billete para los Juegos de Tokio, pero hace unos meses con su compañero actual, Matthew Immers, logró plaza para París y su historial delictivo ya saltó a los titulares, especialmente a los de los tabloides británicos. ¿Debía ser excluido por el Comité Olímpico Internacional (COI) o directamente apartado por su país? Ni una cosa ni la otra. Ni el COI puede hacerlo ni Países Bajos quiere hacerlo.
"Van de Velde ha demostrado ser un profesional y un ser humano ejemplar. No ha habido motivos para dudar de él desde su regreso", comentaba Michel Evaraert, director general de la Federación Neerlandesa de vóley y añadía: "Ahora cuando él se mira al espejo ve a un hombre maduro y feliz, casado y padre de un niño hermoso". El Comité Olímpico de Países Bajos también ha ratificado que permitirá que compita, aunque no se hospedará en la Villa para evitar las críticas de deportistas de su propio país y no acudirá ni a entrevistas ni a ruedas de prensa. Algunos medios británicos apuntaban que se había contratado seguridad especial para Van de Velde, pero el COI niega esa máxima.
"Ya no puedo hacer nada al respecto"
El jugador, que durante su juicio aseguró que él no era "un depredador sexual", pidió perdón hace unos años, cuando volvió a la competición internacional, y desde entonces no ha vuelto a hacer ninguna aparición pública. "Cometí un grave error, nadie lo puede negar. Ya no puedo hacer nada al respecto", dijo Van de Velde en 2018 en una entrevista concedida al ente público holandés NOS: "No puedo revertir mis actos, así que tengo que soportar las consecuencias".
Las instituciones holandesas ya han lamentado que el delito de Van de Velde se haya hecho noticia en todo el mundo y temen que genere protestas de asociaciones ajenas al deporte como la inglesa National Society for the Prevention of Cruelty to Children (NSPCC), que ya ha pedido su exclusión. A favor de la discreción, sólo las escasas opciones de medalla de Van de Velde, un outsider en el circuito del vóley playa. Pero tanta oscuridad resultará llamativa en el que será, durante unos días, el lugar más luminoso de la tierra.