Mundial 2022 Qatar
La falta de organización hizo que los jugadores argentinos acabaran sobrevolando la ciudad en helicóptero.
La masiva fiesta para celebrar el título mundial de Argentina dejó varias decenas de heridos y detenidos en la celebración que congregó este martes en las calles de Buenos Aires a cinco millones de personas y que acabó con los jugadores de la albiceleste sobrevolando la capital en helicóptero ante la imposibilidad de continuar su recorrido en el autobús descapotable.
El diario La Nación reportó a las 17:00 (hora argentina) que había 31 heridos (16 trasladados a hospitales) y nueve detenidos. Sin embargo, con el paso de las horas el nivel de violencia fue aumentando según informa Clarín. Al final de la celebración, una veintena de bomberos y policías resultaron heridos al intentar desalojar el Obelisco. Los hinchas se enfrentaron a los cuerpos de seguridad a pedradas y botellazos y al menos 14 fueron detenidos.
La selección albiceleste y el cuerpo técnico iniciaron durante el mediodía (hora local) el recorrido de celebración en una caravana para compartir el título con los hinchas. Lionel Messi sonreía en el asiento trasero de un autobús descapotable, hombro con hombro con Rodrigo De Paul y Ángel Di María. En su regazo, un viajero, botella de plástico de refresco cortada al medio y con sus bordes fundidos y suavizados por un mechero. Dentro del viajero, alcohol, velozmente agotado en el final de un viaje muy largo que se había iniciado en la madrugada del lunes en Doha y terminaría, en la tarde del martes, con la selección argentina de fútbol en pleno sobrevolando Buenos Aires en helicópteros.
No había otra manera. El fervor popular en la fiesta más gigantesca de la historia argentina hizo inviable el recorrido del bus por las calles de la ciudad. Con 16 millones de habitantes, Buenos Aires es uno de los 20 conglomerados urbanos más grandes del mundo, y de esos 16, se calcula que cinco millones salieron a las calles en el mayor festejo popular que se haya dado nunca tras la conquista de una Copa del Mundo. En un martes declarado festivo en el último momento, no había espacio para que el bus avanzara en su recorrido desde Ezeiza hasta el centro de Buenos Aires, distante unos 37 kilómetros.
“¡Messi es todo para mí, todo!”, gritaba una joven en medio de la Avenida 9 de Julio, en cuyo centro se yerguen los 67 metros del Obelisco, el sitio de mayor concentración en el día y donde la selección debía ser especialmente celebrada. “¡Me tatúo todo de Messi, todo!”, gritaba una amiga de la primera, imbuida por el espíritu de alegría desenfrenada que se instaló en Argentina en los últimos días, toda una novedad y una liberación para un país que vive de crisis en crisis.
Falta de organización
La fiesta argentina tuvo características únicas, porque fue prácticamente autogestionada y con escasa intervención de los poderes públicos. Bastó que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) anunciara tras la victoria ante Francia que se celebraría en las calles de Buenos Aires el martes, para que la gente se autoconvocara. Y como el gobierno nacional (peronista) y el de la ciudad de Buenos Aires (opositor) prácticamente no se hablan, nadie se ocupó de pensar en recorridos, vallados y un esquema para el festejo. Un plan que, de haber existido, quizás tampoco hubiera funcionado: la fuerza de la gente fue avasallante, ellos eran este martes los dueños del espacio público.
“No nos dejan llegar a saludar a toda la gente que estaba en el Obelisco, los mismos organismos de Seguridad que nos escoltaban, no nos permiten avanzar”, criticó Claudio Tapia, presidente de la AFA, en redes sociales, al anunciar el final abrupto de una caravana que casi no existió. La crítica estaba dirigida a la Policía Federal, que depende del gobierno nacional, con el que la AFA mantiene una mala relación.
Esa tensión se había advertido en las horas previas, en febriles gestiones para que Messi y el resto del equipo visitaran la Casa Rosada. Los jugadores se negaron en todo momento a verse con el presidente Alberto Fernández, todo un contraste con lo sucedido hace 36 años, tras el título de México 86, entre Diego Maradona y Raúl Alfonsín.
En medio de semejante caos organizativo, dos hombres hombre se arrojaron desde un puente con la intención de aterrizar en el bus de la selección cuando este pasaba por debajo, uno consiguió su objetivo y otro cayó al vacío. Además, otra persona murió al caer desde un tejado.