El defensa del Barcelona Iñigo Martínez ha protagonizado un tenso incidente con un aficionado, aparentemente menor de edad, a la salida del entrenamiento del equipo. A través de un vídeo que ha corrido como la pólvora en redes sociales, se ve cómo el central se baja de su coche para encararse con el chico. “¡La última vez que me llamas tonto, la última!”, le grita en reiteradas ocasiones.
El chico parece querer replicarle, pero el jugador no le da pie, y repite varias veces el mismo mensaje: “¡Que sea la última vez que me insultas, y tu amigo lo mismo!”, dice, visiblemente enfadado y dirigiéndose a quien está grabando la escena.
Tras unos segundos de mucha tensión, el futbolista deja de señalar con el dedo al chico y se da la vuelta camino de su vehículo, que había dejado abierto en mitad de la calle. “¡Y no vayas de chulo, que me cago en Dios!”, termina diciendo.
Se da la circunstancia que hace unos meses su compañero, Joao Cancelo, se había quejado de un grupo de chavales que siempre están en la salida de los coches de los jugadores del Barcelona: “Sois muy pesados, no podemos estar firmando todos los días”, dijo el portugués.
Cuando Peter Mujuzi, el speaker del Emirates, recite esta noche las alineaciones del Arsenal y del Atlético de Madrid, el nombre de Mikel Merino sonará a todo color como una de las estrellas de este equipo británico con trazas hispanas. Pudo ser diferente si en el verano de 2024, el entonces centrocampista de la Real Sociedad hubiera decidido acompañar a su compañero Robin Le Normand en su trasvase al Metropolitano. No fue una cuestión de dinero, ni de tiempos, ni de entrenadores: fue fútbol, simple y llanamente.
Aquella temporada hubo un sabor agridulce en el Metropolitano. Se cayó ante el Dortmund en cuartos de la Champions y ante el Athletic en semifinales de la Copa del Rey. El tercer puesto en liga, una obligación según el máximo mandatario del club, se lo quedó el Girona. Así, se inició un verano movido en los despachos para renovar una plantilla competitiva, pero que se había quedado vieja. El once que los rojiblancos sacaron ante los alemanes fue el más longevo de la historia del club con una media de más de 31 años.
Andrea Berta, entonces director deportivo de la entidad, se fijó en dos objetivos de la Real Sociedad, un equipo que llevaba años estando en Europa y mostrándose muy competitivo en Liga. Le Normand y Merino entraron en la órbita rojiblanca. El primero antes de que terminara la temporada y el segundo a inicios de verano. Hubo un intento, incluso, de traer a los dos en una especie de pack. Había 70 millones para ambos, pero terminó llegando sólo el central hispanofrancés por 34,5.
"Era una oportunidad única"
Y es que, antes de marcharse a Alemania para jugar la Eurocopa, el Arsenal y el FC Barcelona habían mostrado también su interés por el mediocentro txuri-urdin. España iba pasando rondas y a Merino, que ya había rechazado renovar con la Real y le quedaba un año de contrato, se le preguntaba constantemente por su futuro. "Fue un verano muy movido", respondió el jugador navarro a EL MUNDO. El torneo se lo acabaría llevando la selección, con gran protagonismo suyo.
Merino ya tenía una preferencia en su cabeza, aunque valoraba positivamente el interés de clubes tan importantes. El Arsenal, por su estilo de juego, era el elegido, pero los gunners, enredados en la llegada de Riccardo Calafiori, no terminaban de afrontar su operación mientras que el verano seguía avanzando. "Era una oportunidad única, una experiencia fuera de casa en la Premier y volver aquí era una cosa que siempre quise. Además era jugar para uno de los mejores entrenadores del mundo", contó Merino.
Y fue precisamente Mikel Arteta, con una llamada, quien le garantizó su fichaje, tranquilizó al centrocampista y le permitió disfrutar de sus vacaciones con el futuro encarrilado. "Intentamos transmitirle el rol que iba a tener en el proyecto y explicarle lo que queríamos de él. Así que nosotros felices. Igual que le llamé yo le llamarían otros entrenadores", comentó el técnico.
Merino, con la camiseta del Arsenal, en 2024.ARSENAL
El 27 de agosto se hacía oficial su marcha al Arsenal por 33,5 millones de euros más cinco en variables. Desde su entorno, tenían claro el destino del navarro por cómo es él como futbolista. "Nunca dudó, elige a sus equipos por el estilo que se adapta a sus características, pero también quiso quitarse el mal sabor de boca que le quedó en la Premier tras su experiencia en Newcastle, donde no pudo dar todo lo que quería", cuentan desde su entorno.
Mantienen también que nunca tuvo "miedo" en recalar en un conjunto británico con grandes estilistas en el medio campo como Martin Odegaard o Declan Rice, que había llegado el año antes por 120 millones de euros. Y que su verdadero riesgo lo corrió cuando abandonó un Osasuna recién ascendido para ir al Borussia Dortmund en 2016, donde Thomas Tuchel, actual seleccionador británico, apenas le utilizó y cuando lo hizo fue ejerciendo de central. Jugó algo más en la cesión al Newcastle la temporada siguiente bajo las órdenes de Rafa Benítez, pero nunca llegó a ser titular indiscutible y de ahí su mal sabor de boca.
Dualidad en los banquillos
Elegir el Arsenal pues no fue una dicotomía entre entrenadores: Mikel Arteta - Diego Simeone, puesto que el navarro ya había jugado bajo otros técnicos de renombre. Sino que el jugador quería un equipo que fuera más ofensivo que defensivo. Así, pasó de ser un defensa testimonial de amarillo y un mediocentro top de blanquiazul a delantero centro provisional del conjunto británico aprovechando la gran plaga de lesiones que tuvo el Arsenal en ataque el curso pasado. "Eso da una idea de la polivalencia del jugador", explican desde su entorno.
Mientras, el español está feliz en Londres "como buen norteño" dedicado al deporte al 100%. "Vive por y para el fútbol", cuentan quienes le conocen, pese a que esta temporada no está siendo tan indiscutible como la anterior. Tampoco lo es el otro jugador que hizo el camino contrario desde la capital británica. Conor Gallagher aterrizó en el Atlético del Chelsea por 40 millones de euros tras el no de Merino y su rendimiento ha sido irregular desde su llegada al Metropolitano, sin llegar a asentarse nunca en el once inicial de Simeone. Encima, las llegadas de Cardoso, Nico y Almada complican aún más su presencia en el once.
Es imposible no sentir empatía con el resiliente pueblo escocés, que desconoce el verdadero significado de la palabra verano. «Its a dreich day outside». Se trata de expresión local que viene a significar que ahí fuera hace un día miserable. Es la frase perfecta para la tercera jornada del Open Championship, un infierno bajo la lluvia donde Jon Rahm se mantuvo a flote como pudo. El día podría haber terminado de una forma muy diferente si el putt hubiera funcionado, pero el ganador de dos grandes deja para los últimos 18 hoyos una posible remontada de seis golpes que pueda cambiar el curso de la historia y darle al golf español una ansiada victoria en The Open, que llegaría 36 años después (el último, claro, fue Severiano Ballesteros en la edición de 1988).
Pasadas las dos y media de la tarde, el numeroso público español se concentró en torno al primer hoyo. Gritos de «vamos» o «aupas» acompañaron al de Barrika en su salida. El tropiezo llegó demasiado pronto. Fue en el hoyo dos, tras un golpe agresivo con el hierro nueve y tres putts, pero la recuperación fue instantánea con un zambombazo desde el tee del hoyo 3 de 360 yardas, que culminaba con su único birdie del día. A partir de entonces, se serenó el juego del español, pero no hubo remate. Fueron muchas las oportunidades de birdie, que se iban frustrando ante la desesperación del jugador del LIV Golf. «No he metido nada, ni un putt en toda la semana, es difícil ganar un torneo así, a ver si mañana toca», decía al final de la durísima jornada a los medios.
La lluvia iba en aumento, pero sin apenas viento. Royal Troon se convirtió en un molesto paseo con oportunidades de birdie, sobre todo en los nueve primeros hoyos. Los segundos nueve, directamente, fue como entrar en Mordor. El viento (en contra) y la lluvia fueron en aumento, y la segunda parte del recorrido se transformó en un test brutal.
Consistencia
Ante la ausencia de esos birdies, Rahmbo tuvo que tirar de consistencia, y un solo tropiezo en los segundos nueve hoyos, en el 12, acompañado de ocho pares, no deja un mal sabor de boca. El +1 en el día, dos sobre par en el acumulado, dejó al jugador español a seis golpes de la cabeza del torneo, en manos ahora del estadounidense Horschel, que con un -2 ayer se colocó líder.
Ante la pregunta de si tiene posibilidades de victoria hoy, en la última ronda, Rahm no dejó pasar ni un nanosegundo: «Sí, claro», afirmó con una contundencia llamativa, y el de Barrika apostilló: «Vamos a ver cómo terminan, hay que jugar bien y y tener algo de suerte, pero en un deporte como este no se puede descartar absolutamente nada, claro que no». No será fácil la gesta, pero tampoco es imposible, y más en este campo y estas condiciones meteorológicas, que pueden variar la suerte de cualquier jugador en cualquier momento. Jon Rahm tendrá que recuperar seis golpes y pasar por delante de 14 jugadores.
Nos espera un torneo loco donde sólo nueve jugadores terminaron bajo el par del campo. El sudafricano Thriston Lawrence y el norteamericano Sam Burns aprovecharon las mejores condiciones de la mañana para terminar con las mejores rondas de la semana, 65 golpes, que directamente les llevó a la tercera posición con -3, empatados con Russel Henley, Justin Rose y la revelación del torneo, el ingles numero 272 del mundo Daniel Brown, que llegó como líder al ultimo hoyo del día y termino con un doble bogey. Bajo par también concluyeron Xander Schauffele (-3), el número uno del mundo y firme candidato a la victoria hoy Scottie Scheffler (-2), y el líder tras los primeros 36 hoyos, Shane Lowry (-1) que con +6 sufrió mucho más de lo que estaba previsto. El norteamericano Billy Horschel es el inesperado líder en solitario con -4, después de terminar con 69 golpes.
Georgia es orgullo, descaro y pegada. Necesitaron eliminar a Grecia, campeón de Europa, en una repesca y, siendo una cenicienta debutante, derrotó a otro campeón, Portugal, para seguir viva en los octavos de final. Tuvieron las ideas claras y el fútbol suficiente para ganarse la clasificación cuando nadie lo esperaba, generando dudas en una de las favoritas, invicta desde la llegada de Roberto Martínez al duelo del Gelsenkirchen.
Los grandes jugadores aparecen cuando se les necesita. Estaba recostada Georgia en el acierto de Mikautadze y del gigante Mamardashvili, pero Kvaratskhelia afloró también en el momento justo, como si tener enfrente a su ídolo, Cristiano, le hubiera espoleado. Podía escribir la historia, lo tenía en sus manos y no estaba dispuesto a desaprovecharlo. Les había avisado Sagnol de que enfrente tendría una Portugal diferente, la unidad B a la que su seleccionador quería premiar pero en la que mantuvo a su astro en busca del gol que le lleve a los anales de la Eurocopa, una vez más.
El plan se torció en dos minutos, los que tardó Antonio Silva en cometer el primer error. Con la parsimonia que caracteriza a la selección lusa, quiso jugar el balón atrás y Mikautadze, listo, se lo robó para lanzárselo al espacio a Kvaratskhelia, un movimiento letal que desnudó a toda la defensa. A máximas revoluciones, encaró a Diogo Costa para batirlo con un disparo cruzado que pasó entre sus piernas. Nadie en el AufSchalke dudó de que esa carrera iba a acabar en otro gol para la historia de Georgia.
Portugal tiene los deberes hechos hasta octavos, pero le tocaba reaccionar. No valía sólo con pedir perdón, había que demostrar. Poco a poco fue encerrando a los cruzados georgianos en su campo y, a unos metros de la medialuna de la frontal, nació su primera ocasión en forma de falta que Cristiano quiso lanzar. Con su clásica estampa de piernas separadas y profunda respiración, lanzó un obús que desvió Mamardashvili. Sabía el guardameta valencianista que seguir en la Eurocopa está en sus guantes.
Se volcaba Portugal, pero la disciplina y la solidaridad parecía multiplicar a los georgianos, que no daban un segundo para pensar, un ritmo ante el que los hombres de Martínez se atascan. Palinha no estaba dando el equilibrio necesario ni Joao Neves podía coger el mando para hacer volar a Neto y Conceiçao. Sólo Joao Félix, por primera vez titular, inventó algo, como el mejor tiro desde dentro del área. Desde lejos lo intentó el propio Palinha y forzó algún córner que volvió a obligar al portero georgiano a despejar, con el peligro de que, como ocurrió, el rechazo lo pudiera cazar el ala del Oporto para mandarlo, esta vez, al lateral de la red.
Andaba Portugal enredada y, en apariencia, Georgia cómoda y siendo capaz de acelerarse a la carrera. Aún así, Gvelesiani evitó el gol de Cristiano evitando que rematara a bocajarro en el pico del área pequeña por el palo corto de Mamardashvili.
Pese al acoso, los georgianos buscando cómo estirarse contras que dañaban, y mucho, a Portugal. Empezaba a desesperarse Cristiano sin contacto con la pelota y reclamó a voz en grito un penalti que el colegiado suizo no vio. Al vestuario se fue con esa jugada en la cabeza, protestando a todos, y con el resquemor de la derrota.
Volvieron los portugueses al campo con más ímpetu y a punto estuvieron de empatar en un mal despeje de un córner que caramboleó entre defensas y que no pudo embocar Ronaldo. Se iba arriba Portugal y Georgia respondía igual, corriendo hacia el área. Eso hizo Kakabadze, al que trabó Antonio Silva, pero el VAR no avisó al árbitro hasta que, en un correcalles, Mamardashvili voló para salvar un remate de Dalot. No hubiera valido porque, el suizo Schärer fue al monitor para señalar el punto de penalti. No falló Mikautadze para apuntar el sueño y colocar su nombre entre los a seguir de cerca en el torneo.
Podía insistir Portugal y lo hizo de manera continua desde todos los puntos del área que se puedan imaginar. Pero Georgia tenía anocha a Mamardashvili y defendía con tres millones de jugadores, todo el país.