El deporte de resistencia ha cambiado su imagen: del sudor y el sufrimiento a la elegancia y el postureo. “Ha llegado un nuevo público: el empresario que antes practicaba golf, vela o tenis ahora corre y va en bici”
«Ye, ye», canta Rihanna al arrancar su show durante el descanso de la SuperBowl y cuando se abre el plano revela un secreto: calza unas zapatillas técnicas Salomon que cuestan 295 euros. ¿Cómo? Es la llegada del lujo al deporte de resistencia, un fenómeno inesperado, una tendencia creciente. Corredores y ciclistas eran antes sufridores que vestían cualquier cosa, una camiseta vieja, un pantalón desgastado: la imagen no era importante, el coste era moderado. Ya no es así.
Hoy muchos de los aficionados que cada domingo inundan las carreteras, los parques y las montañas de toda España van elegantes, casi de pasarela y pagan por ello. Zapatillas a casi 400 euros, culottes a 300 euros, maillots a 200 euros o calcetines a 50 euros: salir a hacer deporte con un look de 1.000 euros no es ahora nada raro. ¿Qué ha pasado?
«Se ha ampliado el rango de practicantes. Antes el ciclismo y el atletismo no tenían ese mercado de lujo, pero en la última década ha entrado un nuevo público, un público con mayor capacidad económica, un público que busca productos de alta gama, con la última tecnología, marcas de prestigio. Por simplificar, digamos que el empresario que antes practicaba golf, vela o tenis, ahora también corre y va en bici», comenta José Luis Arce, analista de productos para revistas como Bike o Ciclismo a fondo. Marcas como Rapha, Pas Normal Studios, Maap o NDLSS han creado un nueva manera de ir en bici que tiene más relación con la alta costura que con el rendimiento.
«¿Es eso negativo? Creo que no. Es muy interesante para la industria e incluso enriquecedor para el ciclismo. Alrededor del deporte se ha creado la llamada cultura ciclista, con sus cafeterías especializadas, por ejemplo, que ha cambiado la percepción de lo que es pedalear. Ahora puede ser simplemente ocio, ya no es todo agonía. Y todo eso también ha ayudado, como punto muy positivo, al crecimiento del ciclismo femenino», examina Arce, que también subraya la llegada de las bicicletas eléctricas como parte del fenómeno.
«Si es caro o no es caro ya es otro debate. ¿Por qué comprarte una camisa cara si hay camisas más económicas en el supermercado?», cuestiona con una referencia exacta. Cuando en verano de 2018 Balenciaga puso de moda ir por la calle vestido de ciclista e influencers como Rita Ora, Kendall Jenner y Emily Ratajkwoski se apuntaron al trend, muchas marcas de moda, de Paul Smith a Christopher Raeburn, empezaron a crear colecciones ciclistas exclusivas y auparon los precios. Luego la pandemia, el boom ciclista del desconfinamiento y la falta de existencias provocaron una inflación que todavía no se ha estabilizado.
«Pero la base sigue ahí, eso también hay que decirlo. Hay más productos premium, pero también venden muchísimo en tiendas como Decathlon, que cada vez tienen una mejor oferta. No hay que gastarse un dineral para ir en bicicleta, aunque haya quien se lo gaste», concluye Arce sobre un camino que otro deporte de resistencia sigue en paralelo: el atletismo.
Más tecnología, más caro
Con marcas acostumbradas a crear artículos premium para su sección de calle -Adidas ha colaborado con Gucci, Balenciaga o Ivy Park, sin ir más lejos-, la explosión del running hace una década cambió el público objetivo del deporte para siempre y poco a poco éste se internó en el lujo de abajo arriba, es decir, empezando por las zapatillas. La incorporación de placas de fibra de carbono por parte de Nike creó una revolución tecnológica que ha escalado hasta el extremo. Ahora ya hay zapatillas con placa, con todo tipo de gomas de amortiguación, con cierre rápido de BOA, con telas ultraligeras…
De los 100 euros de tope que se barajaban hace poco, a los 300 euros actuales, con marcas como Speedland o Norda, que se van hasta los 400. «El atletismo es un poco diferente al ciclismo porque el aumento de precios siempre se ha relacionado con el rendimiento. No sé si cambiará, pero el téxtil no tiene tanto peso, generalmente sigue valiendo llevar la camiseta que te regalaron en una carrera. Eso sí, en las zapatillas de alta gama hay bastante demanda», expone Juan González, freelance, probador de material para diversos medios y presentador del podcast El laboratorio de Juan.
«Las empresas se han lanzado a una carrera tecnológica muy importante y la ganancia está ahí, en los récords del maratón, eso es indudable. Otra cosa es si todos los corredores populares pueden sacar partido a unas zapatillas de 300 euros», expone González que, a la vez, subraya el paso dado por marcas técnicas. En invierno de 2017, casi al mismo tiempo que las pasarelas se llenaban de leggins ciclistas, se pusieron de moda los plumones, las parkas y las zapatillas de senderismo que antes sólo usaban para ir a la montaña -la tendencia gorpcore- y empresas como Salomon, The North Face o Columbia reaccionaron.
También a través de colaboraciones crearon ropa exclusiva para quienes querían lucirse por la calle -o en el descanso de una Superbowl- y poco a poco intentan llevar esa tendencia a las carreras. Aunque los corredores todavía no han respondido como lo han hecho los ciclistas, en la última UTMB, Katie Schide, la ganadora, vestía un conjunto pintado por el artista Fernando Elvira. «Queda ahí un mercado por explorar», finaliza González. De los tiempos del sudor y el sufrimiento a los tiempos de la elegancia y el postureo: el asalto del ciclismo y el atletismo al lujo.