La ya penúltima victoria de Paula Badosa acaeció el pasado 5 de julio en la primera ronda de Wimbledon, ante Alison Riske. Todo lo que ha venido después, hasta el triunfo de este lunes contra Taylor Townsend, 73ª, en su estreno en esta edición del Abierto de Australia, ha sido un continuo penar como consecuencia de la fractura por estrés en la zona dorsal que sufrió en el WTA 1000 de Roma y le impidió completar su siguiente encuentro en el All England Club, contra Marta Kostyuk. «Mi cabeza se pregunta si voy a estar algún día al 100%», comentó la española tras su encuentro ante Townsend, a la espera de la cita con Anastasia Pavlyuchenkova, a quien nunca ha visto al otro lado de la red.
Firme, contundente, Badosa dejó nueve saques directos y 23 golpes ganadores en un encuentro cómodo, definido en 58 minutos, que le permitió resarcirse pronto del tropiezo ante Bernarda Pera en la primera ronda, en la que fue su reaparición en el circuito tras sumarse a finales del pasado curso al equipo español en la Billie Jean King Cup, donde finalmente no jugó partido alguno.
Desplomada hasta el puesto 100 del ránking, tras llegar a alcanzar el número 2 en abril de 2022, Badosa, de 26 años, busca una estabilidad que, por distintas razones, la más evidente y cercana sus serios problemas físicos, no ha logrado desde su irrupción como campeona júnior de Roland Garros allá por 2015.
Ausente el pasado año por lesión, juega por quinta vez en Melbourne, donde tiene los octavos de final de 2022 como mayor logro. Observada con el lógico interés por sus indiscutibles cualidades, figura, no obstante, como la cuarta española en el escalafón, por detrás de Sara Sorribes, 52ª, superada ayer por Alina Korneeva, Cristina Bucsa, 56ª, que jugó la pasada madrugada, Rebeka Masarova, 91ª, quien venció a Aliaksandra Sasnovich.
