El Barça necesita despedirse de esta temporada lo antes posible. En Montilivi, un estadio en el que no conocía la derrota hasta ahora, volvió a dejarlo claramente en evidencia. De nada le sirvió inaugurar muy pronto el marcador por medio de Christensen y marcharse con ventaja al descanso gracias a un penalti transformado por Lewandowski después de que Dovbyk, incombustible, pusiera el 1-1 tras el saque de centro del 0-1. Míchel acertó con sus cambios y el Girona no sólo logró una remontada con dos tantos de Portu y uno de Miguel con la que descabalgó a los barcelonistas del segundo puesto, sino que también aseguró su presencia en la Champions y propició el alirón de un Real Madrid que había obtenido previamente la victoria ante el Cádiz. [4-2: Narración y estadísticas]
Los de Xavi necesitaban un triunfo para retrasar al menos un poco lo que parecía ya a todas luces inevitable tras su derrota en el Bernabéu: que la Liga se marchara lo antes posible a las vitrinas de su eterno rival. O, por lo menos, llevarse un empate que, como tenue consolación, les permitiera mantenerse por delante del Girona y poner en gran parte los cimientos para estar en la próxima edición de la Supercopa. Consciente de lo que se jugaba su equipo en Montilivi, el técnico azulgrana renunció a Raphinha de inicio y apostó en cambio por Fermín para apuntalar al máximo su línea medular. Y, a decir verdad, su jugada dio muy pronto frutos tremendamente positivos. Christensen, flotando en la frontal del área cual mediapunta, recogió una medida asistencia de Lamine Yamal para poner el 0-1 en el marcador cuando apenas se habían disputado tres minutos del duelo y colocar a los suyos en buen camino.
La alegría, con todo, les duró muy poco. Al Girona le costó nada y menos volver a colocar la igualada en el luminoso. Prácticamente, nada más sacar de centro, Iván Martín superó la entrada a la desesperada de Araujo dentro para poner un medido centro a la cabeza de Dovbyk con el que el actual Pichichi de la competición anotó el tanto del empate, el número 20 de su cuenta particular en lo que llevamos de Liga. El Barça, lejos de hundirse, logró sobreponerse a la adversidad y tuvo varias opciones para volver a ponerse por delante en el marcador, pero no lo consiguió hasta el añadido del primer tiempo. Lewandowski, transformando con su particular estilo un penalti de Miguel sobre Lamine Yamal que precisó de la intervención del VAR, consiguió que los azulgrana se marcharan al descanso algo aliviados y con ventaja en el luminoso.
En la reanudación, las cosas empezaron pintando también aparentemente bien para los barcelonistas. Hasta tal punto, que incluso tuvieron alguna que otra oportunidad para poner más tierra de por medio. Su falta de acierto para concretar esas oportunidades, otra vez, acabó por costarles muy caro. Carísimo. Míchel, buscando un revulsivo, decidió dar entrada sobre el terreno de juego a un Portu que sería del todo determinante para darle la vuelta al partido. Él mismo, prácticamente en el primer balón que tocó, se encargó de poner otra vez el empate en el marcador de Montilivi. Aprovechando, en este caso, un fallo en un pase arriesgado de Sergi Roberto que Dovbyk acabó por convertir en asistencia para su compañero.
El empate envalentonó a los locales. Hasta tal punto que, apenas un par de minutos después, le dieron la vuelta al marcador. Otra vez, con Portu como uno de los protagonistas, en este caso como asistente. Miguel, quien ya marcó en el 2-4 de Montjuïc, se encargó de mandar el 3-2 al luminoso. El tanto descolocó a un Barça que empezó a tambalearse cual púgil a la espera del golpe definitivo. Y ese golpe definitivo acabaría por llegar en el minuto 74. Portu, cómo no, fue el encargado de sellar definitivamente la remontada con el 4-2, su segundo tanto de la velada, y apuntalar así un triunfo que desató la euforia en Montilivi. El Girona, encaramado al segundo puesto y con la Champions en el bolsillo, es feliz. Al Barça, en cambio, le toca otra vez hacer examen de conciencia.