El nuevo proyecto podría ser anunciado el miércoles en Nyon, donde hay prevista una rueda de prensa de Luis Rubiales y Fernando Gomes.
El presidente de la RFEF, Luis Rubiales.EFE
La candidatura conjunta de España y Portugal para acoger el Mundial de Fútbol de 2030 tendría un socio inesperado: Ucrania, según desvela The Times, que indica que el país, actualmente en guerra con Rusia, se encargaría de acoger uno de los grupos. Desde la RFEF no desmienten la información del diario británico.
El prestigioso periódico apunta que esta idea cuenta con el apoyo del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, y por los gobiernos de los dos países ibéricos en una propuesta que “aprovecha la idea de que el fútbol puede restaurar la esperanza y la paz”.
Esta nueva asociación podría ser anunciada oficialmente este miércoles en Nyon (Suiza), sede de la UEFA, cuando la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y la Federación Portuguesa de Fútbol (FPF) tienen previsto dar una rueda de prensa para “actualizar información” sobre esta candidatura, con la presencia de sus respectivos presidentes, Luis Rubiales y Fernando Gomes.
Candidaturas conjuntas
The Times indica que aunque se necesitarían garantías de seguridad en Ucrania, se espera que para la celebración de esta Copa del Mundo, dentro de ocho años, la invasión rusa habrá acabado y el país habrá comenzado su reconstrucción.
Ucrania ya coorganizó en 2012 con Polonia, un país fronterizo, la Eurocopa que conquistó precisamente la selección española, y después de que la Copa del Mundo se celebre este año en Qatar y en 2026 en Estados Unidos, México y Canadá, tiene muchos visos para regresar a Europa.
De momento, además del proyecto ibérico, se ha hecho oficial el de Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile, que quieren traer para Sudamérica la cita aprovechando los 100 años de su primera edición en suelo uruguayo, mientras que hay otra posibilidad de otra candidatura conjunta entre Grecia, Egipto y Arabia Saudí.
El himno sonó atronador, pero la escena fue un guirigay al que el Rey asistió impasible, como siempre, desde el palco. Recién llegado del funeral de Papa Francisco en Roma, estuvo acompañado por la vicepresidenta María Jesús Montero, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno y la ministra de Deporte, Pilar Alegría. Junto a ellos, en la primera línea, el presidente de la Federación, Rafael Louzán, en su primer gran acto institucional.
La megafonía no pudo evitar que la final arrancase con una sonora pitada desde la mitad del estadio poblada por los seguidores azulgrana. Además, en el minuto 17 y 14 segundos, desde el fondo sur de La Cartuja llegó el grito "In, Inde, Independencia". Otro episodio que alteraba la normalidad en el palco, con Felipe VI y Louzán como protagonistas.
Desde la elección de Louzán, el pasado diciembre, la Copa ha deparado cambios. El principal es que ambos clubes sabían que el campeón se llevaría el trofeo a casa para siempre, no sólo por una temporada. Hasta ahora había que ganar tres ediciones para poder lucir la Copa original en las vitrinas. «Es lo lógico que el ganador se la lleve. En el fútbol la evolución es necesaria», reconocía Louzán en los minutos previos al inicio de una final que puede que sea la última en La Cartuja.
Han sido seis ediciones consecutivas con Sevilla como sede, pero ahora la RFEF va a abrir la subasta para que otras ciudades puedan pujar por ser sede. «Vamos a dar la oportunidad a todos los que tengan interés y se presenten, pero tanto la Junta como el Ayuntamiento de Sevilla y la Diputación, que forman el patronato de La Cartuja, ya me han manifestado su interés en que la Copa continúe aquí», reconoció el presidente de la RFEF. Durante seis años han abonado un canon de 1,2 millones de euros y ahora han eliminado la pista de atletismo y ampliado la capacidad hasta los 70.000 espectadores para ser el tercer estadio de España en aforo.
La competencia del Metropolitano
Como contrincante tendrá a Madrid, que quiere que al menos la próxima edición de la final de esta competición se celebre en el estadio Metropolitano. La capital no es sede de una final desde 2018, si bien la había acogido durante tres temporadas consecutivas.
Todos quieren ser sede de la fiesta del fútbol español porque supone llenar de color los estadios y la ciudad durante todo un fin de semana. Y es que, en esta edición, antes de retarse en la acicalada Cartuja, más futbolera que nunca y presidida por dos grandes pancartas que rezaban «¡Hala Madrid!... y nada más» y «125 anys d'història», las dos aficiones lo hicieron en las calles de Sevilla, con terrazas llenas animadas por la temperatura veraniega, pero también algún incidente.
Los 2.000 efectivos policiales que velaron por la seguridad en la capital hispalense tuvieron que hacerse muy presentes durante la mañana en el centro de Sevilla. Intervinieron para dispersar a un grupo de radicales del Barça con material pirotécnico y bengalas y en varias peleas en otros puntos de la zona monumental que se saldaron con cinco detenidos, tres de ellos identificados como seguidores culés y uno madridista. Otro aficionado blanco acabó herido con la nariz rota.
La Copa del Rey llega, de manos de un SkySurfer en La Cartuja.AFP
La fiesta blanca, además de en la fan zone junto al estadio, estuvo en la Alameda de Hércules, punto de concentración del madridismo que fue llegando a la ciudad a cuentagotas para teñir de blanco el fondo norte de La Cartuja rivalizando con el azulgrana que pobló la grada sur. Sonaron los himnos de los dos equipos, coreados por unos y silbados por los rivales.
Pero el momento estelar fue cuando el estadio se apagó para recibir el trofeo, que llegó al centro del campo desde el aire en una tabla voladora antes de que, un joven aficionado del Athletic, el último campeón, la depositó en el centro del campo. Un láser dibujó las alineaciones sobre el césped y, de nuevo, el joven athletizale escoltado por un chaval del Barça y una joven del Real Madrid, la condujo hasta la bocana del túnel del vestuarios para que presidera la salida de los dos equipos. Se desplegaron entonces las pancartas en los fondos. El Madrid con su lema «Hasta el final, vamos Real» y el Barça recordando que, con 31 títulos, es «el Rey de Copas».
El conductor acusado por el atropello mortal de la ciclista Estela Domínguez el pasado 9 de febrero en Salamanca, B.G.H., ha sido condenado a 5.400 euros de multa y 18 meses sin carné de conducir, según la sentencia a la que ha accedido Europa Press.
De este modo, el juez le ha impuesto la pena máxima prevista para el delito leve de homicidio por imprudencia menos grave, solicitada por la Fiscalía y por la acusación particular: 18 meses de multa a razón de 10 euros diarios (5.400 euros), privación del derecho a conducir vehículos de motor durante 18 meses. Además, ha sido condenado también a pagar las costas judiciales.
Antes del juicio, que se celebró el pasado viernes 7 de mayo, los padres de la joven fallecida ya habían sido indemnizados por el seguro con 218.500 euros.
Los hechos tuvieron lugar en el polígono de Los Villares, cerca de la capital salmantina, cuando B.G.H. atropelló a Estela Domíguez cuando ésta regresaba de su entrenamiento.
El Ministerio Fiscal, durante sus conclusiones en el juicio, aseguró que "se dan todos los requisitos de delito imprudente", aunque no consideraba "dolosa ni intencional" la actuación del conductor denunciado.
Igualmente, la Fiscal consideró durante el juicio probada la "distracción" del conductor en el momento del atropello, y aseguró que fue una actuación negligente "no haber reducido la velocidad en esas condiciones y no llevar el cristal limpio", ya que el conductor del camión frecuentaba esa zona.
Por otro lado, tanto Fiscal como Acusación coincidieron en señalar durante la vista que la conducta de Estela Domínguez en el momento del accidente era la adecuada y llevaba la luz de posición encendida.
Por tanto, añadieron que estaba acreditado que "no es el deslumbramiento la causa del accidente, sino no reducir la velocidad como aconsejan las normas de tráfico y es igualmente una infracción grave no llevar el parabrisas del vehículo limpio".
El ahora condenado, aseguró durante el juicio que el lugar del accidente "es un punto negro de conducción", que no vio "nada" y solamente escuchó un "ruido metálico", por lo que pensó que se le había caído alguna pieza utilizada en la reparación del camión que en ese momento estaba probando.
Por esta razón no paró en el momento del atropello, llegó al taller de su hijo y solo volvió al lugar del accidente para comprobar que no se le había caído ninguna pieza.
Tras el juicio, Juan Carlos Domínguez, padre de la fallecida y ex ciclista profesional, aseguró en declaraciones recogidas por Europa Press que la intención de la familia era "seguir peleando por el abandono del lugar, por lo que podamos hacer, porque Estela nunca lo habría dejado así y no lo haremos".
Domínguez quería que el juicio sirviera para "sacar la verdad" y se siente frustrado por que no haya sido así: "Siempre he dicho que hay 600 metros de una recta en la que tuvo que estar viendo a Estela durante muchos segundos, y eso desgraciadamente no se lo hemos podido decir, y no se ha hablado de ello y los testigos que iban detrás es allí donde la vieron".
Otra historia
JAVIER SÁNCHEZ
@javisanchez
Actualizado Jueves,
11
mayo
2023
-
14:18La hija del mítico Paquito Fernández-Ochoa acaba el Marathon de Sables pese...