En la recogida de las medallas, el presidente de la RFEF se mostró eufórico con las jugadoras y acabó besando a la delantera.
Una de las imágenes que ha dejado la celebración de la victoria de la selección femenina de fútbol en el Mundial ha sido el beso de Luis Rubiales, presidente de la Federación, a Jenni Hermoso, delantera del conjunto nacional. En la recogida de las medallas de campeones, el máximo mandatario del fútbol español se mostró eufórico con las jugadoras, tanto que terminó besando en la boca a la atacante del Pachuca.
“¿Pero qué hago yo? Eh, no me ha gustado“, ha dicho Hermoso en el vestuario, en unas palabras emitidas en directo a través de Instagram. El presidente ha bajado a saludar a la plantilla al vestuario y las ha invitado a un viaje a Ibiza “a la boda de Jenni y Luis“.
Sobre la victoria, Rubiales ha asegurado que “se ha trabajado muy duro y eso que algunos no nos querían dejar”. Y dejo un recado: “Hay que dejar a la gente que haga su trabajo y ese pequeño porcentaje de gente con resentimiento debe aprender que hay que dejar trabajar y que no se puede hablar sin conocimiento”.
Ferran Torres necesita ser feliz en el campo para convertirse en uno de los jugadores españoles más voraces. Con la selección, lo es. Su mutación se hace evidente en partidos como el de Albania que cerró la fase de grupos de la Eurocopa con España como líder de su grupo, con la portería a cero y cinco goles a favor. El último supone para el extremo valenciano empezar a hacer historia.
En los 44 partidos que lleva disputados como internacional ha marcado 20 goles, los mismos que Telmo Zarra. "Es un orgullo, y lo que tengo es hambre de más", aseguraba tras recibir el trofeo al mejor jugador del partido. Apenas lleva tres semanas con la camiseta de España y ya marcó en el amistoso ante Andorra y para derrotar a la correosa Albania aprovechó una asistencia de Dani Olmo para sacar un zurdazo ajustado a la base del poste que, según los datos de la UEFA, fue a una velocidad de 96 kilómetros por hora. El gol de Ferran fue un obús que abre su cuenta en la Eurocopa después de haber marcado sólo once tantos con el Barça en todas las competiciones disputadas esta temporada. "Las cosas me van bien en la selección y siempre he dicho que quiero estar entre los máximos artilleros", admite sin pudor.
¿Qué le pasa a Ferran cuando se pone la camiseta nacional? Ni él mismo lo sabe. Desde que debutó ante Ucrania en la Nations League de 2020, su crecimiento, primero con Luis Enrique y ahora con De la Fuente, sólo lo han frenado las lesiones. "No sé lo que me pasa, pero defender a mi país es especial. Cuando me pongo esta camiseta, siento que juego por mi familia. Por ellos, para mí siempre es especial meter un gol", aseguró.
Ferran entró en la lista de De la Fuente cuando nadie le esperaba. Se perdió por sanción la ventana de marzo y, con el complicado final del Barça, donde apenas jugó y no marcó -sus últimos goles fueron un doblete al Betis en enero-, nadie esperaba que fuera llamado. Pero el seleccionador lo citó. Eso sí, con un papel diferente al que había tenido antes.
Con Nico Williams y Lamine Yamal, las bandas está cubiertas y el valenciano tiene que esperar su oportunidad. Eso es algo que, por el trabajo de De la Fuente, acepta. "El míster nos tiene a todos enchufados. Somos una familia y vamos a ir partido a partido para poder soñar a lo grande", advirtió.
Navas y Grimaldo
Tan implicado como Ferran están Navas y Grimaldo. El lateral sevillano se convirtió ayer en el jugador más veterano de la historia de la selección en jugar una Eurocopa y se pasó el partido con molestias. "Desde el primer minuto he jugado con el pie derecho así, pero he aguantado porque Carvajal tenía una tarjeta amarilla", confesó absolutamente entregado a la causa común.
Si Navas puso centros, cada balón que Grimaldo llevaba al área era un regalo. "Estoy aquí para ayudar en lo que se necesite", advirtió el lateral del Leverkussen, que no se pica con Cucurella porque son muy buenos amigos. "Le ayudo en todo lo que sea necesario, porque nuestro sueño es ganar la Eurocopa. No queremos ese favoritismo que nos están dando, porque la presión no conduce a nada, pero lo que menos estamos dejando son dudas. El equipo es muy maduro", analizó.
Como explicó Vivian, otro debutante en la Eurocopa, nadie se pone techo: "Sabemos a qué aspiramos y vamos a perseguirlo. Ganar te hace seguir ganando y compitiendo mejor". Tampoco Fermín quiere lanzar las campanas al vuelo. "Confiamos mucho en nosotros y no tenemos equipo A y B. Todos somos el mismo equipo", puntualizó el andaluz, que pese a estar aún en la Eurocopa no aparta su mirada de los Juegos de París.
Cuando Julen Agirrezabala y Nico Williams nacieron, la gabarra llevaba 18 y 16 años sin pasear a un campeón por la ría de Bilbao. Nadie de su generación ha visto al Athletic alzar la Copa del Rey, cinco veces han llorado que se les escapó y ambos se conjuraron y fueron clave para levantarla 40 años después. Les costó 120 minutos probar de todas las formas posibles cómo batir a un combativo Mallorca que los llevó hasta una tanda de penaltis en la que no fallaron. La gabarra, por fin, volverá al agua el próximo jueves.
Fue Iker Muniain quien recorrió los escalones hasta el palco de La Cartuja para recoger de manos del Rey Felipe el título. A final de la larga fila de autoridades estaba Iribar, con lágrimas en los ojos. Como el mítico guardameta, el capitán navarro sabe lo que ha costado volver a ser campeones. "Una barbaridad, muchas derrotas, muchas lágrimas, muchos momentos amargos. Hoy saboreamos el lado bueno del fútbol. 40 años han pasado para coger la Copa y no soltarla jamás", aventuró.
Buscó Iker a otro veterano, De Marcos, para volver a levantar una Copa que llegó pronto a las manos de Ernesto Valverde. No rehuyó el protagonismo como tampoco se libró del manteo.Técnico siempre comedido, agarró el trofeo, caminó en solitario hacia la grada rojiblanca de La Cartuja y, sin dejar de sonreír dejó la Copa en el punto de penalti desde donde se acababan de proclamar campeones. No tiene comparación con ninguno, Sólo hay que ver cómo estaba el campo lo que significa para esta afición. Al final fue en los penaltis, porque también hemos sufrido", admitió el técnico, que miraba de reojo los lanzamientos pero se alegró de la parada de Agirrezabala. "Ha jugado partidos muy comprometidos antes de esta final, como contra el Atlético o el Barça", destacó Valverde.
No será la que se vio en el césped su única celebración, que tendrá que planear. "Me había negado a pensar cómo celebrarlo y ahora tendré que hacerlo. Cuando estaba en Grecia, después de una final aparecíamos en un bar perdido para comer un gyros (un sandwich con pan de pita) y beber cerveza. Algo así haremos", confesó el entrenador mientras la fiesta seguía en el césped.
Una valla cedió
Celebró el Athletic con su afición tan de cerca que una valla del fondo cedió ante la eufórica cercanía de los jugadores sin que se lamentaran daños y al unísono con su plantilla de campeones abrazada en el área entonaron el Txoria Txoi antes de que Asier Villalibre sacara su mítica trompeta y Unai Simón y Yuri se pasaran un ratito cortando la red donde acabaron los cuatro penaltis pateados por el Athletic.
No llegó a patear Nico Williams, que fue el peligro, el mejor jugador del partido, el talento al que se agarraron los rojiblancos. «No puedo esperar más a subir a la gabarra. Llevamos mucho tiempo persiguiendo esto, desde el parque hasta este estadio. El año pasado fallé dos ocasiones en las semifinales y ahora esto es un sueño. Por mi familia, mi hermano, De Marcos, estoy feliz de haberlo logrado en el club de mi vida».
Ese sueño lo cumplirá el próximo jueves y tendrá un protagonismo especial: "Siempre he sido el hermano de, pero ahora me estoy haciendo mi nombre".
Lo mismo sentía Julen Agirrezabala, otro veinteañero a quien le han contado la historia de cuando fueron los mejores. En este partido fue creciendo hasta atajar las ocasiones del Mallorca, que no fueron muchas pero algunas muy claras, y el penalti de Morlanes que hundió a los de Aguirre con una suerte que muchas veces les salió de cara. Esta vez Dominik Greif no pudo ser el héroe ni llevarse una Copa de regalo de cumpleaños que borrara tres años de calvario de lesiones.
Lo tuvo cerca el Mallorca. Aguirre reconoció más a su equipo que Valverde durante muchos minutos. La Cartuja era rojiblanca y rujía en euskera, pero sus futbolistas estuvieron atenazados por la responsabilidad en toda la primera parte. Les costaba hacer correr a los Williams, que lo peleaban con más corazón que cabeza. Iñaki contra Copete y Lato mientras Nico lograba quebrar a Gio González y Valjent pero no encontraba la portería de Greif.
De la ansiedad se pasó al temblor con el gol de Dani Rodríguez. «Como si jugaras en la plaza» le había dicho al gallego su mujer y por eso no dudó en rematar una pelota escupida por Prados que le ofreció Gio González para que se convirtiera en héroe. Ni Muriqi ni Larin ni Abdón. Aquel chico criado en el Deportivo que en el que llegó del Albacete en el verano de 2018 para jugar en Segunda acercaba al Mallorca a la segunda Copa. Eso pensaba en el palco bufanda al cuello, Rafa Nadal y su entrenador Carlos Moyà. Unas filas más abajo sufría Iríbar viendo a su Athletic tambalearse y a Nico, en un mano a mano escorado contra Greif, estrellar el empate en el exterior de la red antes de que le anularan un tanto por fuera de juego.
En el vestuario, Valverde les leyó todo lo que había apuntado en su libreta y hubo un despertar. Si Larin pudo hacer el segundo, nada evitó que su rival se quedara el balón y que el pequeño de los Williams se echara el escudo a la espalda. Se escapó por la banda izquierda, perdió la pelota ante Gio, peleó la recuperación con Samu Costa y asistió a Oihan Sancet para que batiera la meta mallorquinista. Este regalo le convierte en el tercer jugador más goles ofrece a sus compañeros de toda Europa.
Todo empezaba de nuevo aunque, esta vez con un Athletic que se sacudió la tensión para mandar con descaro, jugar y crear ocasiones, pero sin poder evitar la prórroga que puso nerviosos a todos. Pudo cerrar el partido otra vez Nico, pero los 40 años de sequía acabaron de penalti, un castigo que el Mallorca recuerda que ya sufrió en 1998 en su primera final en Mestalla. Al partido le puso fin el largo abrazo de Valverde y Aguirre.