Desde un «lugar muy oscuro» a la luz del Príncipe Felipe, de las tinieblas ya enterradas a una ovación tan sentida que brillan los ojos de Ricky Rubio, su media sonrisa que es la sonrisa plena de España entera, la complicidad de sus compañeros. Seis meses y medio después, allá donde lo dejó, con el rojo de la selección, volvió el base a la plenitud del bote del balón, atrás las nubes negras, «como un rookie». [75-79: Narración y estadísticas]
Un 22 de febrero para ser recordado. El día de Ricky. No lo pudo celebró España con revancha ante Letonia, una de esas victorias que hubiera sido espina sacadas, pues aún escuece lo sucedido en Yakarta, el adiós mundialista antes de tiempo tras la derrota ante los tiradores letales de Luca Banchi. Ese torneo marcado desde antes de empezar, cuando de un hotel de Madrid salía Ricky para poner un punto que ahora es ya aparte en su carrera, para cuidar de su salud mental con la valentía de los que no ocultan sus problemas.
Con todos los focos encima, desde el calentamiento en solitario, sus rutinas recobradas, llamaba la atención el rictus serio, la concentración absoluta de Ricky. Era encontrarse con aquello que lleva haciendo desde antes de ser niño, con 14 en la ACB, con 17 en una final olímpica y con 19 ganando una Euroliga. Y así. Desde abril no jugaba un partido oficial y desde agosto de 2021 no vestía la camiseta de la selección, en Saitama, cuando le hizo 38 puntos a EEUU en los cuartos de los Juegos.
A España y a Ricky les costó fluir. Fue una primera parte completamente atenazada, a remolque del ímpetu letón, de ese juego vertiginoso y agresivo que impone Banchi, el que sorprendió al todos en el último mundial (quintos), aunque esta vez le faltasen Smits, Zagars y Davis Bertans. Pese al triple inicial de Juancho, la selección chocaba con el gigante Cavars, que dominaba la zona e influía en casi todo. Para colmo, Joel Parra se torció el tobillo izquierdoy no volvió. El descaro de Brizuela espabiló algo a los de Sergio Scariolo, pero tres triples consecutivos de los visitantes (dos de Timma) pusieron una máxima alarmante (22-34).
Ricky falló sus tres primeros lanzamientos, pero pronto empezó a encontrarse a sí mismo con lo que mejor supo hacer siempre, hacer felices a los demás. Especial conexión con Pradilla, al que dejó dos pases toreros para que machacara solo el aro. Su estreno anotador fueron dos tiros libres, en el arreón con el que España se arrimó a Letonia antes del descanso (37-40).
Pero la vuelta fue un volver a empezar, otra vez la caraja, la desesperación de Scariolo. Estaba ya claro Ricky aún no ha recuperado el tacto, aunque seguía llenando los bolsillos de Pradilla. Fue con Alberto Díaz en pista cuando al fin brilló la defensa, la intensidad. La selección estaba a tiempo, aunque cuando pudo empatar Brizuela erró dos tiros libres. Pero el escolta del Barça era el hombre: se redimió con dos canastas, pura electricidad, y España empató justo en el final del tercer acto (57-57). Al poco, con un tiro libre de Sebas Saiz, se había consumado la remontada.
Pero España había remado demasiado y a Letonia le quedaban ases en la manga. Volvieron a estirar la cuerda con sus rebotes ofensivos, armas de destrucción masiva, segundas oportunidades que arruinaban cada buena acción defensiva de los locales. Y aunque Ricky volvió a la pista con toda la intención de celebrar su retorno con una gesta, no fue suficiente.
El del Masnou asumió la responsabilidad pese a sus errores previos, anotó la primera canasta, más tiros libres y un triple que encendió el Príncipe Felipe. Nueve de sus 11 puntos en la recta de meta para morir en la orilla, porque antes un triple de Lomasz había sido mortal. En ese abismo de remontada desesperada, el propio Ricky erró dos tiros libres que enterraron cualquier opción de triunfo de España. Aunque, por una vez, el resultado en el Príncipe Felipe era lo de menos. Ricky ha vuelto, España sonríe.