Rafael Louzán, el bedel que cambió la fontanería política por el control del fútbol español

Rafael Louzán, el bedel que cambió la fontanería política por el control del fútbol español

Nadie como Rafael Louzán Abal (Ribadumia, 1967) sabe lo que ganar elecciones. Da igual que sean municipales, provinciales, a órganos dirección de un partido político o de la mayor institución del fútbol español. El nuevo presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se mueve como pez en el agua porque ha pasado su vida pendiente de las urnas. Ni campaña le ha hecho falta para imponerse por el doble de votos a Salvador Gomar. Algo más veterano al frente de una territorial, el gallego ha echado mano de su habilidad en la fontanería electoral para convencer a la Asamblea de que era el mejor candidato. No le ha vencido ni la sombra de la inhabilitación que le perseguirá, al menos, hasta el mes de febrero.

Louzán ha sabido construirse desde abajo, desde la conserjería del polideportivo municipal de Ribadumia, donde sacó su plaza de bedel-funcionario antes de, en 1995, convertirse en teniente de alcalde de la localidad bajo las siglas del Partido Popular y vicepresidente de la Diputación de Pontevedra. Ala sombra de hombres fuertes que aspiraban a suceder a Manuel Fraga, como Xosé Cuíña, Louzán creció.

En 1998, fue nombrado secretario de organización del PP en la provincia. Dos años después, en 2000, ya lo presidía y formaba parte de la Junta Directiva Nacional. El ascenso político siguió hasta la presidencia de la Diputación, que ejerció durante doce años, de 2003 a 2015.

La red de apoyos que tejió con los alcaldes fue clave entonces. Recuperó alcaldías a fuerza de mociones de censura y tuvo tanto control que hasta se le buscó para garantizar el apoyo de la provincia a Alberto Núñez Feijóo para que fuera el sucesor de Fraga. Y Louzán se lo garantizó aunque fuera a costa de su padrino Cuíña.

Pese a apostar por el candidato ganador, su olfato político le llevó a detectar el ascenso del PSOE, con Abel Caballero en Vigo a la cabeza, y antes de perder la Diputación en 2015 buscó refugio en la Federación Gallega de Fútbol. Gran aficionado y seguidor del Celta, desde la corporación provincial multiplicó la inversión en instalaciones deportivas, especialmente en campos de césped artificial, lo que le había permitido hacer contactos que acabarían por llevarle a la presidencia.

De aquella etapa política arrastra la sombra que empaña su elección al frente de la RFEF. En 2021, un juzgado de Pontevedra lo condenó por fraude y prevaricación al considerar probado que la Diputación en 2013 había pagado 86.311 euros por las obras en el campo de fútbol de la localidad de Moraña que, en su mayoría, ya habían sido ejecutadas por otro contrato de 2011. Louzán recurrió la condena que le exoneró del delito de fraude pero no así del de prevaricación y de la inhabilitación para ejercer cargo público durante siete años.

Tras tres recursos contrarios a Louzán, es ahora el Supremo quien deberá pronunciarse en febrero. Si mantiene la condena y la inhabilitación, el mandato de Louzán apenas habrá durado unos meses. Eso si el Consejo Superior de Deportes (CSD) no denuncia al TAD. Lo hizo con Rubiales y lo hizo con Pedro Rocha, la duda es si lo hará con un presidente recién respaldado con una amplísima mayoría por el fútbol español.

Louzán ya se garantizó que esa denuncia no llegara del presidente del CENAFE, Miguel Galán, con quien alcanzó un acuerdo previo a las elecciones que le allanó el camino para poder ser candidato.

Aparcada la política en 2015 -sus relaciones con el PP gallego se enfriaron- se afianzó en su carrera federativa. En 2017 hizo el Curso Superior Universitario de Gestión Deportiva, organizado por la RFEF, la Universidad Rey Juan Carlos y el CIES, y se presentó a la reelección en la territorial gallega en 2018. No tuvo rival y, pese a la condena, al no ser firme, se mantuvo en el cargo.

Con Luis Rubiales, fue presidente de Tercera RFEF, después de Segunda RFEF y, desde abril, lo era de Primera. La relación con el ex presidente no fue fluida pero tampoco lo contrario. Como a todas las territoriales, Rubiales le cuidó. En 2022, y dentro del Plan Interterritorial para el desarrollo del fútbol español, le inyectó 2,25 millones con los que saldar la deuda bancaria que contrajo para financiar las nuevas sedes de la federación en Pontevedra, A Coruña, Lugo, Santiago y Vigo. Eso saneó las cuentas de Louzán.

El beso de Rubiales a Jenni Hermoso lo calificó de «errores que se cometen en la vida», aunque luego fue uno de los firmantes de la carta de barones territoriales que pidió la dimisión. Con Pedro Rocha en la presidencia, se convirtió en su mano derecha, pero dejando sin aparecer demasiado. El jefe de expedición en la Eurocopa, por ejemplo, fue Alejandro Morales Mansito, presidente de la Federación Interinsular de Fútbol de Tenerife (FIFT). Sólo cuando el TAD confirmó la inhabilitación de extremeño, su figura emergió como presidente in pectore, tratando de conseguir “unidad” en torno a su figura para que hubiera un único candidato. No lo logró, pero sí un apoyo arrollador.

kpd