Rafa Nadal ha comunicado, a través de la cuenta oficial de la Laver Cup, su renuncia a participar con el equipo Europa en la próxima edición de la competición, que se disputará del 20 al 22 de septiembre en Berlín y que será la última con Bjorn Borg como referencia del equipo azul.
Con esta renuncia, el tenista balear deja entrever que todavía no está en las mejores condiciones para volver a las pistas y que, por tanto, necesitará más tiempo de recuperación. “Esta es una competición por equipos y, para apoyar realmente al equipo ‘Europa’ necesito hacer lo que es mejor para ellos. En este momento hay otros jugadores que pueden ayudar al equipo a conseguir la victoria“, afirma Nadal.
Además de mostrar su “decepción” por no poder acudir, el tenista español ha asegurado que tiene “muchísimos recuerdos maravillosos y emotivos de haber jugado la Laver Cup y tenía muchas ganas de estar con mis compañeros de equipo y con Bjorn en su último año como capitán”.
Para esta edición, la competición ha confirmado la participación de Carlos Alcaraz, Daniil Medvedev, Casper Ruud, Stefanos Tsitsipas y Alexander Zverev para el conjunto europeo, a falta todavía de anunciar un sustituto para el mallorquín.
Por parte del equipo de jugadores del ‘Resto del Mundo‘, liderado por John McEnroe, asistirán Francisco Cerundolo, Taylor Fritz, Thanasi Kokkinakis, Ben Shelton, Alejandro Tabilo y Francis Tiafoe.
Era el fracaso de una vida, la derrota de otra generación inglesa camino de un eterno «Football is coming home (el fútbol está volviendo a casa)» que nunca llega. La presión por ganar y el miedo a perder mezclados en un vestuario incapaz de superar a la débil Eslovaquia, sin fútbol, sin corazón, encomendados a lo divino. Y el milagro fue Jude Bellingham con una chilena ya histórica para forzar la prórroga en el minuto 95, cuando el partido y su país morían en la Eurocopa. Lo inició Schranz en el 25, lo empató Bellingham y lo remató Harry Kane en el tiempo extra. Inglaterra está en cuartos. [Narración y estadísticas (2-1)]
Después de dos semanas de críticas, el seleccionador británico se mantuvo en su línea: la solución para los problemas de Inglaterra fue cambiar al acompañante de Declan Rice en el centro del campo. Empezó el torneo reconvirtiendo a Trent Alexander-Arnold, luego apostó por Conor Gallagher y finalmente, en el escenario de los octavos de final, le dio la oportunidad a Kobbie Mainoo, joven promesa del Manchester United. Como si cambiando una pieza el puzle se fuera a arreglar.
Inglaterra fue, otra vez, pura ansiedad. Fruto de casi 60 años de presión por ganar un gran torneo. El equipo no sabe a lo que juega, no tiene plan. Y sin plan, en el fútbol de 2024, no eres nadie. En la Euro todos lo tienen, incluso Francia y su megaplantilla, centrada más en la defensa que en el ataque pero centrada en algo. Ahí están sus éxitos.
Imprecisiones y amarillas
Ante Eslovaquia, el conjunto británico fue víctima de sus propios miedos y temblores. En cada pase, en cada acción dividida, en cada decisión. Y Eslovaquia lo aprovechó. En el 4, Hancko alcanzó el lateral del área en carrera y no acertó a tirar o pasar, paseándose la pelota por los dominios de Jordan Pickford. Primeros temblores. En el 11, y después de un disparo alto de Trippier tras un buen pase de Bellingham, Haraslin tardó demasiado en definir otra contra y el ex lateral del Atlético salvó el 0-1.
La defensa hacía aguas, con Walker, un muro contra Vinicius en los Madrid-City, incapaz de cuidar su espalda. El partido se llenó de imprecisiones y cuatro amarillas en los primeros 15 minutos. Las dudas resultaron en un 0-1 tan duro como esperado. Una concatenación de errores defensivos que terminaron en el gol de Schranz. Guehi perdió un salto con Kucka, Strelec la bajó delante de Stones, Schranz tiró un desmarque con Walker, fuera de posición, evitando el fuera de juego y batió a Pickford.
El gol hizo daño a Inglaterra, lógico. Ansiosa por todo, no supo reaccionar. Estuvo lenta con balón, para desesperación de la grada. Lo único que le solucionaba alguna acción eran las arrancadas individuales de sus centrocampistas, como Mainoo o Bellingham. Nada más. Pura ansiedad.
Tras el descanso, el equipo cambió un poco. Tuvo algo más de pausa y algo más de fútbol, ya es decir. El gol anulado a Phil Foden en el 49 por fuera de juego fue un mazazo, porque se veían remontando, y la desesperación fue a más.
Strelec, desde el mediocampo, casi sorprende a Pickford, y sólo Mainoo parecía tener la calma para crear jugadas. El resto quería ganar el partido a 40 metros de la portería. En el 63, Gareth Southgate ideó su primer cambio: entró Palmer, salió Trippier y Saka, extremo derecho, pasó a ser carrilero izquierdo. El seleccionador inglés moría con sus estrellas.
En busca del milagro
Inglaterra embotelló en su área a Eslovaquia, eso no se le puede negar, pero lo hizo la inercia del partido y la debilidad de su rival, no su fútbol. Southgate acumuló atacantes y situó a Foden en el centro del campo para calibrar balones e intentar sorprender a Dubravka.
Kane remató fuera un saque de falta de Foden y Rice, en el 80, estrelló en el palo un disparo desde fuera del área. Intentos menores para un equipo que buscaba un milagro. Un milagro llamado Bellingham. En el minuto 94, como si el Veltins Arena de Gelsenkirchen fuera el Santiago Bernabéu, Jude se inventó una chilena histórica para salvar a su país. Un saque de banda que peinó Guehi y que la estrella de Inglaterra envió a la red.
Inglaterra, empujada por el gol, aceleró en la prórroga y encontró premio en el 2-1 de Kane en el primer minuto. Otro centro, otro toque de cabeza y gol. Así es el fútbol, un estadio emocional. Los británicos aguantaron el asedio final y están en cuartos.
La grada en el estadio olímpico de Le Bourget era ayer de lo más variopinta. Estaba Carla, que iba con su hija, ambas con los colores de la bandera española dibujados en la cara. «Venimos a animar a Alberto», explicaba la mujer. Estaban también Cristina y un grupo de amigos, que practican todos escalada, e iban cubiertos de banderas nacionales. Forman parte de la tribu.
Luego estaba Amina con otra tropa: una veintena de chavales de entre ocho y 10 años, del centro de ocio de Drancy. Les han llevado a la prueba para que puedan »respirar el espíritu olímpico», decía la maestra. «Es la primera vez que ven una competición olímpica».
Los primeros iban a ver a Alberto Ginés, que quedó ayer en séptimo puesto en la final de escalada de los Juegos de París y no logró obtener una medalla. «Si alguien esperaba muchísimo más de mí y pensaba que podía llegar a ello es que no sabe de escalada, sin querer ofender a nadie», decía el deportista, ya entre bromas, en la zona mixta, tras la competición.
Problemas en el bloque
Ginés no pudo repetir la medalla que había logrado en los Juegos de de Tokio en 2020. El primer ganador del oro olímpico de la historia en esta disciplina tuvo una buena puntuación en dificultad (le dieron 92,1 puntos), pero se quedó fuera del podio. «Hace tres años, después de ganar el oro, ya veíamos complicado el simple hecho de estar aquí, en París», analizó en zona mixta el atleta extremeño, para quien alcanzar la final era «el objetivo principal de la competición».
En la prueba de dificultad, Ginés se quedó a poco de poder completar la pared de 15 metros. Obtuvo una puntuación de 92,1. Sin embargo en la primera parte de la prueba combinada, había obtenido el peor resultado de la jornada, con tan sólo 24,1 puntos. Los atletas trepaban con dificultades por el último bloque. «Es una pena no haber podido hacer una buena ronda de bloque, pero en la cuerda, sí lo he logrado», admitió, tras realizar su prueba en un estadio abarrotado, con mucho apoyo nacional y un gran ambiente.
Para él no fue fácil. Llegó cojo. «Llevo lesionado desde marzo, me infiltro con anestesia para poder competir, pero después duele. La lesión no está muy clara. Tengo ganas de descansar, irme a casa y poder recuperarme de la lesión, porque han sido muchos meses entrenando con dolor en el pie. Ahora ya toca pensar en los Ángeles», subrayó.
Oro para Roberts
La lesión en el pie de la pierna izquierda no le impidió trepar como un mono por las distintas secciones, cada una más complicada de superar. Todos caían en la zona azul, a punto de tocar los 100 puntos, donde las distancias ya obligaban a saltar. Ganó el británico Toby Roberts, aunque el favorito era el japonés Sorato Anraku, que tropezó antes de llegar a la cima. «¡Son como spiderman!», exclamaba entusiasmado uno de los chavales de la excursión de Drancy.
Ginés explicaba que los atletas esperan que se pueda separar esta modalidad, la de bloque, en los próximos Juegos de Los Ángeles. En bloque son cuatro tramos de presas sobre el muro, cada una con más dificultad. Ginés es fuerte en cuerda, pero no en la fase de bloque. «Me parece increíble que puedan trepar hasta ahí arriba», decía Franck, que fue a la prueba aprovechando que vive en Le Bourget.
Cristina explicaba que han venido un grupo de unas 20 personas, la mayoría amigos del español, que hacen escalada con Ginés. «Hemos ido a todas sus pruebas», confesaba con orgullo. Hay ambiente de picnic parisino en este espacio, alejado de las zonas nobles de estos Juegos. Una de las trabajadoras explicaba: «Es de los sitios con mejor ambiente, no hay la competitividad de otras pruebas».