Pipi Estrada: “Vivo salvando el día a día, pero llevo 40 años viviendo así y muy orgulloso”

Pipi Estrada: "Vivo salvando el día a día, pero llevo 40 años viviendo así y muy orgulloso"

Resulta extraño tener que presentar a Pipi Estrada (Gijón, 1957). Todo el mundo conoce a Pipi. O a un Pipi. El de las tertulias, los realities, los memes y las portadas de revistas del corazón. El que da el show en los platós y te anima cualquier fiesta. Pero hay otro Pipi. Uno que los jóvenes o quienes no sean aficionados al fútbol tal vez no recuerden. Un Pipi que durante muchos años fue uno de los mejores reporteros radiofónicos de España, el soldado de élite de José María García y una mina de noticias cuando en el periodismo deportivo aún se daban noticias. Un Pipi que ya vivía de noche más que de día, pero siendo una estrella recibía al becario de cualquier medio de la competencia con un “¿en qué te puedo ayudar, pichón?”.

Los dos Pipis conviven hoy en armonía en el Pipi real, que tiene muy clara su situación: “Conozco cada tópico y cada tontería que se dice sobre mí, pero ya me dan igual. Estoy en una fase de mi vida personal en que rechazo a los hipócritas y a los estúpidos, bastante tengo con lo mío. Vivo salvando el día a día, pero es que salvando el día a día llevo 40 años. Y bien orgulloso”.

¿Dónde quedó el periodista deportivo?
El calificativo de periodista deportivo no me gusta. Yo he sido un reportero, que es una cosa que casi ha desaparecido. Estar en la calle, buscar información y vivir con los personajes. Hacía reporterismo de autor en el sentido de que me gustaba alimentarme de la información y manejarla acorde a cómo lo veía yo en cada momento. Tenía una teoría que he llevado a la práctica y no me ha ido mal: a la hora de dar una información siempre valoraba si era una noticia o era una putada. Cuando me he dado cuenta de que era una putada, me la he guardado porque a lo mejor contarlo me hubiera dado a mí un momento de relevancia, pero al protagonista le hubiera jodido la vida. El protagonista nunca eres tú, que es algo que la profesión ha olvidado. El periodista que quiere ser protagonista va por un camino completamente equivocado.

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Pero contar la verdad, aunque pueda doler o molestar, es la base de este oficio.
Sí, pero no todas las verdades importan. El periodista tiene una responsabilidad con lo que ve y con lo que cuenta. No todo lo que interesa es importante. Cuando veía que algo podía perjudicar al protagonista y yo consideraba que se iba lejos de lo que es la información deportiva profesional, me lo callaba aunque supiera que iba a dar mucho que hablar. Tengo mucha noche y he visto cosas a nivel personal que serían portada, pero esas me las llevo para la tumba.
Alguna putada habrás hecho.
Jamás he ido a hacer un daño consciente, pero sin darme cuenta he tenido algún capítulo. Por ejemplo, cuando Figo estaba en el Real Madrid, dije que estaba negociando con el Manchester United y se enfadó muchísimo conmigo, hasta el punto de que mientras estaba calentando antes de un partido contra el Celta, en Balaídos, empezó a insultarme. Yo estaba en la banda para hacer inalámbrico y, mientras estiraba, empezó a gritarme delante de todo el mundo.
¿Y qué hiciste?
Pues responderle. Él me decía: “Eres un hijo de puta”. Y yo: “Me cago en tu puta madre”. Y así estuvimos un buen rato con el resto de la gente alucinando. Los dos estuvimos mal. Figo consideraba que era tendenciosa esa información, pero me lo podía haber dicho de otra forma porque siempre he sido muy flexible y he rectificado si era justo y se me pedía de buenas formas. Pero si te diriges a mí de esa forma… Luego en el aeropuerto nos pegamos.
¿Literalmente?
Nos tuvo que separar Julio Cendal, el jefe de seguridad del Real Madrid. Nos volvimos a cruzar, la cosa se puso tensa y me fui a por él. Curiosamente, pasado el tiempo, en un viaje con el Real Madrid en Copa de Europa fuimos a la vez a coger la misma revista en el kiosco del aeropuerto y se produjo una situación de complicidad. Vi que la tensión había bajado y por ahí empezamos a reconciliarnos, hasta el punto de que en la pretemporada que se fue del Madrid, me hizo un guiño para que le siguiera sin que el resto de periodistas se dieran cuenta y me dijo que se iba al Milan. Yo di la noticia de su marcha porque él lo quiso. De pegarnos a eso… Desde Milán me mandó su nuevo teléfono y aún nos llevamos de maravilla.
Esas relaciones con los jugadores han desaparecido.
La radio que yo viví ha fallecido. Aquello de quedarte dormido con el pinganillo en la oreja, aquellos carruseles del gol en Las Gaunas… Esa adrenalina radiofónica ya no existe. Ahora es todo más virtual y los personajes están muy lejos. Antes vivías con ellos día a día y cuando cometías una cagada te ponían la cara colorada y tenías que apechugar con tu responsabilidad y con tus errores. Ahora cometes una cagada y no pasa nada porque jamás te vas a cruzar con la víctima, así que todo vale. Yo he sido siempre un obrero de la información, un contador de cosas. Por eso he sido capaz de vivir en el mundo deportivo, en la crónica social y en el colorín. He vivido en todo aquello que me ha salvado la vida para pagar mis cosas. En todos esos mundos hay historias que contar y no me avergüenzo de nada.
¿Aunque haya perjudicado a tu imagen profesional?
¿Sabes qué imagen es la única que me interesa? Ser buena persona y ser honesto. Cuando me hablan del prestigio, me río. ¿Pero qué prestigio? Si aquí no tiene prestigio nadie. Este es un mundo de chupones que actúan en función de lo que les interesa en cada momento. Yo he sido buen tío y, gracias a Dios, eso me ha dado buenos contactos y buenas amistades que, cuando tiro de teléfono, me van contando pipi-pildoritas y yo puedo vivir de esa información. Como te decía antes, ese es mi único objetivo, ir salvando el día.
Con una carrera como la tuya, ¿cómo has vivido siempre al día?
Porque no siempre he tomado buenas decisiones ni he sido cuidadoso. Evidentemente, soy un ser imperfecto y cometo errores. Especialmente a nivel personal, ahí soy el que más la caga, pero voy aprendiendo. Estoy como los niños en el colegio, progreso adecuadamente. Madurar no voy a madurar nunca, porque la madurez es un aburrimiento. Siempre seré un aventurero de la vida y de mi profesión, ese espíritu es lo que me mantiene vivo. La fuerza del comunicador es no ser indiferente. Cuando te conviertes en algo insípido, anodino y lineal la gente ni te toma en serio ni te escucha. Yo soy bravo, pero noble. Lo que está claro que nunca seré es rico [risas].
Ya se te ha hecho tarde.
¿Sabes qué pasa? Que no soy una persona de entrar en los despachos ni de dorarle la píldora a los directores. Tengo lealtad máxima a mis empresas, pero no soy de regalar el oído, no me gusta. Hay periodistas que saben hacerlo y han hecho unas carreras fantásticas sin especial talento. Yo sólo fui jefe una vez: me hicieron redactor jefe de Onda Cero y a los cuatro meses me despidieron. Curiosamente, después de que acabara mi relación sentimental con la mediática.
La mediática es Terelu Campos. ¿No la nombras adrede?
Es que es una persona que ya no me aporta absolutamente nada. La última frase que dijo sobre mí, en este en este periódico, es que yo soy un retrasado. Es una descalificación fea de una persona que dice que no habla de mí pero cuando le preguntan, me insulta. ¿Hablas o no hablas? La coherencia no es un perfume que se quita y se pone en función de lo que te interesa. El caso es que la mediática decidió que no continuara la relación y la mediática era amiga de quien mandaba en Onda Cero, Javier González Ferrari. Rompimos, casualmente me despidieron y me quedé tirado como una colilla. Ahí, al quedarme tirado como una colilla, me ofrecieron Supervivientes y comenzó una etapa nueva en mi vida.
¿Cómo llevó un contador de historias convertirse él en la historia a partir de la relación con Terelu?
Yo venía de muchos años en la radio. Era una voz conocida y también reconocida, porque estuve durante muchos años en el programa líder de la radio deportiva española con José María García. En esa época, lo que decía García iba a misa. La gente en el bar por la mañana decía: “El Madrid ha fichado a Fulanito”. Y si lo había dicho García era verdad y punto. Nadie dudaba. Con el tiempo me convertí en noticia por accidente. Mi vida es un accidente. De ser un reportero radiofónico, me convierto en una pareja mediática que tiene interés para las revistas del corazón y las televisiones en su parcela de crónica social. Me veía en las revistas sin hacer nada por salir, simplemente porque iba a un acto, nos sacaban una foto y al día siguiente era portada. Yo nunca hice nada por buscar eso.
Pero esa faceta rosa y farandulera acabó devorando al reportero.
Sí, llegó un momento en que la gente pensaba que había perdido mi esencia como informador deportivo. Es mentira, nunca la he perdido. Lo que pasa es que me han cerrado muchas puertas por todo aquello y, entonces, he tenido que abrir otras para seguir comiendo y viviendo. Yo quería seguir haciendo mi trabajo y nunca me avergoncé de llamar a esas puertas y pedir trabajo, pero no me abrían y tuve que hacer otras cosas como ir a los programas tipo Supervivientes o Sálvame. Igual que te puedo contar un fichaje del Madrid, te puedo contar la historia de un personaje del colorín. es el mismo trabajo, pero, claro, me ha tocado aguantar muchos juicios de valor gratuitos.

ANTONIO HEREDIA

¿Se te puso la cruz?
En el periodismo deportivo, totalmente. Cuando salí de Supervivientes, tenía todas las puertas cerradas en esa parcela. Todos me decían que sí, pero luego nadie me quería cerca. Estaba vetado. Pensaban que me había ido al otro lado y no era cierto. La única mano que recibí fue la de Josep Pedrerol, que me llevó a Punto Radio. Fue en 2006 y desde entonces no nos hemos separado. Hemos tenido nuestros altibajos, pero siempre con nobleza. Le debo mucho.
Ahora has vuelto, pero te tuvo castigado sin ir a El chiringuito. ¿Qué hiciste?
Evidentemente, no le han gustado cosas que yo he hecho en momentos puntuales porque soy un impulsivo y me precipito. No le gustó que fuera a Sálvame, decía que si aparecía en un lado, no podía estar en el otro. Intenté convencerle, pero durante un año y pico he estado fuera. Hemos estado alejados profesionalmente, pero nunca personalmente. Le estoy tremendamente agradecido. Josep ha sido un ángel de la guarda como lo fue mi amigo del alma, que en paz descanse, César Alierta.
Él también te dio trabajo.
Lo conocí en los tiempos que era director del Banco Urquijo, fíjate si ha llovido, y ha sido mi gran valedor. Él está al frente de Telefónica cuando compra Canal+ y le digo: “César, estoy jodido, me gustaría trabajar contigo”. Me preguntó qué quería hacer y le dije que quería ser un soldado de su ejército. “¿Qué significa eso?”, me respondió. “Que no quiero ser general., porque como general pierdo las batallas, pero como soldado las gano”. Soy un todoterreno, un tío de la calle, no tengo vocación de jefe porque no sé mandar. Me cuesta y me duele. Soy obediente, soy disciplinado, pero no sirvo para mandar absolutamente a nadie. El caso es que me mandó a reunirme con el consejero delegado de la tele, Pedro García Guillén, y el director de contenidos, Álex Martínez Roig.
Por el tono, intuyo que no fue muy bien.
Sólo me recibieron porque se lo mandaba el jefe. García Guillén me dijo: “Pipi, es que tu imagen no nos conviene vienes de Mujeres y hombres y viceversa”. Le respondí: “Una cosa es la imagen y otra es la esencia. La imagen es la que tú ves, pero la esencia es lo que soy, un profesional bueno y honesto”. Como me mandaba Alierta, se acojonó. En ese momento podía pedirle lo que fuera, pero no lo hice. Me dieron El tercer tiempo, que lo tenían libre, luego me tuvieron unos años haciendo Liga y, curiosamente, ahora que ha fallecido César Alierta ya no me han renovado. Cuando iba con padrino, me bauticé. Sin él, ni agua. Si sigo vivo en esta profesión maravillosa es gracias a Josep Pedrerol.
El Chiringuito es un formato muy criticado dentro del propio periodismo. ¿Por qué crees que sucede?
Envidia, en muchos casos. El Chiringuito es un programa maravilloso que ven incluso a quienes no les gusta el fútbol. Lo ven por la pasión, por la emoción, por la intensidad y por el desarrollo en sí. Josep ha sido muy inteligente y ha sabido lo que la gente quiere sin que le importe lo que digan. Evidentemente, es criticado, pero en esta sociedad critican hasta al Papa Francisco, así que no se iba a librar Pedrerol. Lo indiscutible es que es un programa que no pasa inadvertido, para bien o para mal, y yo digo que para bien. Informa y entretiene. ¿Tú sabes lo que es mantener a gente despierta hasta casi las tres de la mañana? Y no te digo ya a nivel internacional, porque en Latinoamérica es un auténtico pepino. Ojalá siga siendo cuestionado y criticado, porque cuanto más se habla de El Chiringuito, más vida le dan. ¿Sabes lo realmente importante en televisión?
¿El maquillaje?
Que los programas tengan vida. Esto me recuerda a cuando decían que Sálvame es un programa malicioso. Yo mismo llegué a criticarlo cuando estaba fuera y un poco despechado, pero desde dentro te das cuenta de que es un programa vivo, diferente, que tiene llegada. Era un programa defenestrado, al que mucha gente aplicaba adjetivos tremendos y sin embargo tenía vida. Vida y audiencia. La gente ahora lo echa de menos. Hay mucha superioridad moral que sólo esconde frustraciones. El Chiringuito es otro programa vivo y ese don se lo da el comunicador, un animal televisivo que se llama Josep Pedrerol. Y esto no es hacer la pelota, es la realidad. Yo no tengo que hacerle la pelota a una que es mi amiga y con la que ya viajaba hace mil años cuando él estaba en Canal+ y yo en la COPE. Son muchos años para estar ahora con peloteo.
Mucho antes de Pedrerol, fuiste un hombre de José María García.
García me abrió la puerta del periodismo deportivo y yo le respondí llenándole el depósito de gasolina informativa durante más de 20 años, dejándome la piel por esos campos del mundo. Aparte de los partidos con el Madrid, el Atlético y la selección, viví cinco Mundiales, cuatro Eurocopas y dos Juegos Olímpicos. Fui muy feliz. Mira, mi vida es una aventura constante. Desde muy crío he sido muy osado, muy extrovertido, muy valiente y, sobre todo, me ha gustado hacer muchas cosas. He tenido una inquietud tremenda.
De hecho, a Madrid llegaste a mediados de los 70 para estudiar Ingeniería Industrial.
Claro, yo vengo de Gijón, una ciudad industrial, y mi padre era un obrero de Ensidesa, que era la empresa que alimentaba a Asturias. Entonces, la ilusión de mi padre era que su hijo pudiera entrar en la misma fábrica pero con una jerarquía superior. Por eso vine a Madrid a estudiar Industriales, pero en mi casa no había posibles para pagarme los gastos, así que me tuve que buscar la vida para el alquiler y la comida. Me puse a trabajar de disc jockey.
Y ahí ya se lio.
Yo soy diablo de noche y ángel de día [risas]. El caso fue que mi hermano de la vida se llamaba Gaspar Rosety, con el que estudié en Gijón. Vino a hacer la mili a Madrid, empezó a trabajar en Radio Intercontinental y García lo ficha cuando comienza Antena 3. Pero el que me mete en esto es otro periodista brutal: Jesús Hermida. Lo conocía porque iba a la discoteca donde trabajaba en esos momentos, Piñas, y le gustaba mi música. Iba a dirigir un proyecto dentro de Antena 3 que se llamaba Radio 80 Serie Oro y me propuso ser locutor. Acepté y, como la redacción de Deportes estaba al lado, me pasaba por ahí para estar con Gaspar y me presentó a García. De tanto verme, un día me preguntaron si quería hacer la información del Real Madrid a nivel local. Y así empecé.
Le decías que sí a todo.
Yo era un todoterreno y nunca dije que no a nada. A día de hoy, que tengo más años que la tos, sigo sin decirle no a nada. Empecé a hacer la información del Real Madrid en la vieja Ciudad Deportiva y a García le fui gustando. Como premio, me mandaron al Mundial 86 para cubrir a los rivales de España. De allí salí en nómina de Deportes. ¿Sabes por qué? Porque había encontrado una vocación que desconocía e iba con mi forma de ser y de vivir. No podía soltarla y me la jugué.
¿Qué hiciste?
Le metemos 5-1 a Dinamarca y en España se montó la mundial. García iba a meter al rey Juan Carlos en antena y empecé a pensar cómo podría usar eso a mi favor. Vi que sería fantástico conseguir que Miguel Muñoz, el seleccionador, hablara en directo con el Rey, pero había un problema: la FIFA no te permitía llegar hasta el vestuario. Como era una ratilla, hurté un peto de fotógrafo y le pedí a Agustín Vega, el fotógrafo histórico del As, que me dejara la cámara. Me dijo que no, que tenía que ir a revelar, pero le di tanto la brasa que cedió. Me colé hasta el vestuario disfrazado de fotógrafo y con el micrófono escondido y Muñoz aceptó, pero había otro problema: García ya estaba hablando con el Rey y no sabía nada de todo esto. Había que tener muchos huevos para interrumpir a García y aún más con el Rey. Me la jugué, pero podría haberme despedido en directo. El Rey y Muñoz hablaron y, cuando terminó el programa, García dijo: “Pipi, ¿estás por ahí? A partir de ahora dejas de ser trabajador de Radio 80 para pertenecer a la nómina de Deportes”. Y desconectó.
¿Cómo soportabas las míticas broncas de García?
Al principio, me impresionaba y me acojonaba. Era muy recto, muy exigente, no te daba mucha bola y cuando te decía algo era para echarte la bronca. Aquel García de cuarenta y tantos años era brutal, imponía muchísimo. Cuando recibí las primeras broncas en antena, yo era un tío sin experiencia al que habían dado una oportunidad, así que me callaba y pensaba que iba a durar menos que un pastel en la puerta de un colegio, que me iba a mandar a tomar por culo, pero a él le gustaba mi forma de ser. Era valiente, era osado y siempre tenía suerte. Decía Luis Aragonés que la buena suerte la tienes que buscar y la mala te llega sola, entonces yo me la buscaba y siempre sacaba algo que contar. Fui cogiendo confianza para plantarle cara a García cuando no tenía razón. Debí ser el que más lo hacía.
¿Cómo se lo tomaba?
Le dio una época con que no quería entrevistas, que lo bonito era el periodismo narrativo. Muy bien, pero si yo tengo a Vieri que acaba de marcar cuatro goles al Salamanca y el Atleti ha perdido, esa es la voz que hay que oír, diga lo que diga García. Entonces yo me colaba en directo y metía a Vieri mientras García tiraba bolígrafos contra la pared del estudio y se cagaba en mí. Luego sacaba un titular al personaje y José María claudicaba: “Puto Pipi, si es que no puedo con él, que haga lo que le salga de los cojones”. Ese punto de rebeldía siempre lo tuve y se lo decía a García: “Tú lo estás viendo desde un estudio, pero yo lo estoy viendo in situ y sé perfectamente lo que es noticia en este momento”. Le cabreaba, pero sabía que tenía razón, me consentía cosas que a otros no porque me conocía. Sabía que era muy impulsivo y me podía equivocar, pero siempre intentando remar a favor. Y además le llevé cosas muy buenas.
¿Cuál fue tu preferida?
Un día llego al despacho de García y le digo que tengo una noticia espectacular, una bomba. Él estaba con los pies encima de la mesa fumando un puro que era más grande que él, parecía que iba a hacer salto con pértiga: “¿Qué es?”. Le digo que Mijatovic va a fichar por el Madrid y me responde que cómo puedo saber eso si quedan tres meses para acabar la Liga. En la junta directiva de Lorenzo Sanz había un directivo, Vicente Calvillo, que era mi compadre y el padrino de mi hijo Borja. Él había negociado el acuerdo en Valencia, pero no le podía contar eso a García, así que le dije que tendría que confiar en mí. “Chaval, lo voy a decir esta noche y como no se produzca, te corto los cojones”, decidió. Estuve acojonado tres meses y cuando se confirmó la noticia, que fue un revuelo tremendo, no me dijo ni “buen trabajo”. Recordó en antena que lo habíamos adelantado y se fue a casa [risas]. No me molestó, a mí las palmaditas en la espalda no me alimentan.
¿Has dado muchas noticias falsas?
No es que sean falsas, es que en este oficio a veces las cosas cambian totalmente cuando ya están cerradas. Por ejemplo, Mbappé estaba hecho por el Real Madrid y sin embargo no se produjo porque, a veces, ocurren cosas impredecibles: la presión del presidente de la República, el poder de Qatar, la madre por un lado, el Espíritu Santo por otro… Y al final Mbappé se queda en el PSG cuando el Madrid ya tenía preparado todo el evento de la presentación. A veces, lo que está hecho se deshace y te toca asumir las críticas, pero Mbappé estaba tan hecho como Mijatovic, Hay un punto de azar incontrolable para el periodista.

ANTONIO HEREDIA

Fuiste soldado principal en la guerra de García contra De la Morena y la SER. Lo curioso es que eras íntimo amigo de Manolo Lama.
Y me llevaba también muy bien con Paco [González]. García me montaba unos pollos tremendos, le cabreaba muchísimo que fuera su amigo, me prohibía hablar con ellos. En cualquier caso, aquello fue apasionante, parecía un reportero de guerra porque cuando ibas a los partidos no te servía meter a Zidane el segundo si era el personaje del día. Si entraba primero en la SER, aunque hubiera marcado tres goles, García no metía ni a Zidane ni a Dios. Y eso te sonaba a fracaso, te ibas para tu casa cabizbajo, jodido y triste porque habías fallado.Y García no admitía bien los fallos, no podías explicarle que a veces ganabas y otras perdías. Había un general en la COPE y otro en la SER y nosotros éramos soldados que íbamos a la guerra. Lo gracioso es que a los soldados nos obligaban a matarnos y los generales acabaron luego haciendo las paces.
Os hacíais de todo entre vosotros.
De todo, hasta que ya nadie confiaba en nadie. Tuve que utilizar muchas artimañas y la picaresca para ganar. La más sonada es la de Futre el día que se peleó con Gil. Nos plantamos reporteros de las tres radios en su casa y quedamos en que al primero que le dieran paso se quedaba a Futre. Me inventé que García había adelantado el programa y estuve haciendo una entrevista falsa a Paulo para tenerle la línea ocupada hasta que, a la hora de siempre, conectó García. Casi me matan. Normal. Era una situación de tensión constante. Cada vez que me tocaba un partido del Real Madrid estaba deseando que perdiera, porque entonces no interesaba y me liberaba de presión. Pero si ganaba… Nos peleábamos a carreras y codazos por pillar las cabinas telefónicas. Hoy es impensable una situación parecida.
¿Te costó tu amistad con Lama?
No. No fue aquello. Mi relación con Manolo durante muchos años fue de hermandad. Íbamos a las batallas en contra, pero nos respetábamos, nos admirábamos y nos queríamos. Durante muchos años después seguimos compartiendo miles de kilómetros, de partidos y de charlas, vivimos muchas cosas juntos y con mucha intensidad, pero con el tiempo se enfrió la relación y en estos momentos nos vemos de pascuas a Ramos y ya la relación está mucho más fría. Deseo lo mejor a Manolo y a todos los que están en las distintas emisoras, pero ya no escucho la radio, no me aportan nada.
¿Te ha defraudado mucha gente?
Sí, me he llevado chascos muy grandes con personas que pensaba que me iban a ayudar en un momento en que lo necesitaba y no lo hicieron. Es el caso de Paco González y Manolo Lama, con los que he tenido una relación de amistad verdadera durante muchos años. Les pedí ayuda y no sólo no me echaron una mano, sino que tampoco tuvieron el detalle de mandarme un mensaje diciendo: “Mira, pichón, no hemos podido hacerlo”. Aunque fuera mentira y ni lo hayas intentado, pero al menos engáñame y manda ese mensaje cálido que yo esperaba de gente con la que he tenido una relación estupenda. Ahí me siento un poco decepcionado, pero en la vida cada uno tiene sus razones y al final seguimos vivos. No pasa nada.
Hablemos de la noche.
Para mí la noche ha sido el jarabe del día, he sido muy noctámbulo y creo que en la otra vida he sido un búho y por eso tengo esa pasión nocturna. Ahora ya casi no salgo porque mi novia no me deja. Con mi historial no se fía y es lógico. Andreína se mosquea si salgo, así que me quedo en casa y estoy más perdido que Tarzán en Nueva York. Durante muchos, muchos años he vivido la noche con toda la intensidad. Llegué a ser pequeño accionista de discotecas, apenas con un 7 o un 8 por ciento, pero eso a mí me bastaba para despistar y decir en mi casa que tenía que ir a vigilar el negocio. La noche ha sido mi vida.
Eso te ha creado una imagen que desmientes: aseguras que ni bebes ni has probado las drogas. ¿En serio?
La noche la he disfrutado al mil por mil bebiendo agua, así que la gente cree que soy pastillero. La gente tiene un concepto de mí absurdo, cree que soy un drogadicto cuando soy antidrogas y antialcohol radical. ¿Sabes por qué no pruebo el alcohol? Porque la persona que ha sido mi referente de vida, que no me dejó fincas ni nada material pero me dio mis valores, es mi padre y me lo robó el alcohol. Mi padre era alcohólico y murió alcohólico con un cáncer hepático tremendo a los 57 años. Yo tenía 21 años y desde ese día el alcohol es mi enemigo. Cada vez que veo el alcohol, veo al asesino de mi padre y con el asesino de tu padre no quieres nada. Lo único que hice fue fumar, pero lo dejé con 10 años.
¿Diez?
Sí. Estaba con mis amigos en el barrio de Gijón fumando un Celtas y, de repente, me giro y veo a mi padre. Recuerdo su frase como si fuera hoy: “¿Tú crees que me puedes hacer esto a mí?”. Me quedé mirando, se me cayó el cigarro de la mano, me cogió de un brazo y con el otro me estuvo dando una paliza durante los 70 metros que había hasta mi casa. Estuve una semana sin poderme sentar de lo que me picaba el culo. Ha sido la paliza más rentable que me han dado en mi vida. No volví a fumar nunca más.
Vas a hundir el mito de aquel mensaje viral que apareció en Punto Pelota: “Pipi, paga la coca. Primer aviso”.
En su momento, eso me agobió porque se hizo viral y yo no entendía nada. Pedrerol dijo que Pipi iba a dar una gran noticia y yo, para seguir el juego, hacía teatro cuando me enfocaban: me frotaba las manos, resoplaba… Estaba sumando a favor de la historia para que la gente estuviese en tensión ante lo que iba a contar. No debo ser muy buen actor porque la gente empezó a pensar que estaba colocado, alguien mandó ese mensaje y se coló en pantalla. Cogió tanto recorrido que vivía agobiado. Hasta que un día un amigo me dijo: “Coge esa Coca Cola, tapa la parte que pone ‘cola’ y saca un billete”. Me hizo una foto, la subí a Twitter y fíjate si este es un país de gilipollas que, de repente, me subió la cuenta 25.000 seguidores. Eso sí, se acabó el problema. Así que nada, yo he salido como Romario, sólo porque me divierte, sin beber ni drogarme. Nada de vicio.
Hombre, Pipi, a ver…
[Risas] Bueno, tengo un vicio, pero el sexo no sé si es un vicio o un ocio. Yo diría que es un ocio porque es apostar por la vida, ¿no? En este tema, tengo la filosofía de Julio Iglesias. He tenido la oportunidad de vivir la noche en el mejor momento de este país todavía llamado España, que han sido los años 80 y 90, suma los viajes con el Madrid, los países del Este… Digamos que he sido un auténtico profesional que ha apostado por la vida y he ido a favor de la naturaleza, pues eso es el sexo. Y ya que estaba, lo he disfrutado muchísimo. Además he disfrutado de todos los colores y de todas las maneras, menos una cosa. No he probado varón y no lo he hecho por una razón muy sencilla: por miedo a que me guste y me suicide por haber desperdiciado tantos años. Me he quedado con la duda.
Salías con los futbolistas, ¿cuántas exclusivas te has callado?
Infinitas. He vivido los momentos de máxima efervescencia, cuando aún no había móviles con cámara y los jugadores del Madrid salían mucho de discotecas, tanto la Quinta del Ferrari como Los Galácticos. ¡He vivido la época del gordito! Estuve en el primer cumpleaños de Ronaldo Nazario, al segundo estaba invitado pero la mediática me prohibió ir, y pensé que estaba en Marte. Veía gente haciendo de todo por las escaleras, una fiesta sin sentido, me parecían marcianos. El problema no es contarlo, el problema es cómo contarlo porque no existen palabras. Le dije un día a Ronaldo: “Tío, eres mi ídolo porque haces las cosas que los demás sueñan”. Y se descojonaba. Luego he tenido mucha complicidad con David Beckham.
Daba la impresión de ser un tipo moderadamente serio.
Porque era británico, pero he disfrutado momentos históricos con él en el Buddha. He sido un poco su guardaespaldas, le protegí de cierta gente que quería aprovecharse y le aconsejaba cómo actuar. David Beckham era un objeto sexual, un tío guapo de relevancia mundial que llamaba la atención allí donde iba y tenía un morbo fuera de lo común. Estabas con él en la discoteca y en las miradas de las mujeres se dibujaba el deseo. No le hacía falta hablar, le bastaba un gesto para tener premio. Y yo allí de notario sabiendo que no lo podía contar porque era una putada. Él, Guti, Raúl, Pedja Mijatovic, Suker, Roberto Carlos… He vivido en el centro neurálgico de la movida. Mis ojos han visto y mi lengua no ha hablado porque, al fin y al cabo, a todos nos gusta disfrutar de la vida.
¿Ese es tu resumen?
Exacto. Vamos a disfrutar, vamos a ser buenas personas y que cada uno apechugue con las consecuencias. Yo lo he hecho, lo volvería a hacer y pienso seguir haciéndolo. No voy a envejecer nunca, pichón.

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