Alejandro Blanco, claves y secretos del dirigente eterno: ni Urdangarin ni Rajoy ni Sánchez

Alejandro Blanco, claves y secretos del dirigente eterno: ni Urdangarin ni Rajoy ni Sánchez

Después de una de las duras sesiones de la Corte Suprema de Estados Unidos, que debía decidir si ordenaba la entrega de las grabaciones de Richard Nixon a los investigadores gubernamentales, los periodistas asediaron a preguntas al presidente del órgano, el juez Warren E. Burger. «Digan a sus lectores que miren las páginas de Deportes de los periódicos, porque ahí está lo mejor del ser humano», respondió. En el resto estaba lo peor: la política.

El regate del juez no le impidió hacer su trabajo con deportividad. Había sido nombrado para el cargo por el propio Nixon, pero ante las evidencias, lideró el fallo en su contra, accionó la espoleta del 'caso Watergate' y provocó su dimisión. Alejandro Blanco podría haberse pasado a las páginas de Política, pero dijo "no" dos veces, lo mismo a Mariano Rajoy que a Pedro Sánchez. El "sí" lo habría quemado. El "no" lo ha hecho eterno, a punto de afrontar su sexto mandato al frente del olimpismo español, el último, que concluirá con el ciclo de Los Ángeles. Un cuarto de siglo sin equivocarse de página ni de bando, en el que el Comité Olímpico Español (COE) dejó de ser una sucursal de Viajes Halcón con los cinco aritos, para ser un agente activo del deporte español, aunque pase de puntillas por las competencias de otros. El presidente del COE es un dirigente aupado por dirigentes, los presidentes de federaciones, a los que siempre defiende y defenderá, pero donde realmente se siente a gusto es junto a los deportistas. Lo demás es política del deporte, y cualquier política mancha, aunque te apellides Blanco.

el embrión del 'caso noos'

Rajoy no fue quien escuchó el primer «no». Lo hicieron más arriba, en la Casa Real. De hecho, la candidatura de Blanco fragua en la rebelión contra el derecho de pernada olímpico que pretendía Iñaki Urdangarin. Las denuncias de los presidentes de federaciones frente a la llegada al COE bajo palio que pretendía el entonces marido de la Infanta Cristina fueron el embrión del estallido del 'Caso Noos'. La familia real puso la cruz a Blanco, que, una vez desactivado el 'yernísimo', se enfrentó en las primeras elecciones a Mercedes Coghen, en septiembre de 2005. Coghen contaba con la corriente del olimpismo más aristócrata y oficialista, incluso con la simpatía de Juan Antonio Samaranch Salisachs, hijo del patriarca, al que su padre había dejado una silla en el Comité Olímpico Internacional (COI) en el momento de su adiós. A Blanco, presidente del judo y de la Confederación Española de Federaciones, lo auparon, en cambio, los barones del deporte, entre ellos pesos pesados como Ángel Villar o José María Odriozola. La victoria, por un estrecho margen (101-84 votos), dolió. Lo que vino después, más.

Nada más llegar al puesto, Blanco decidió invitar al COE a David Meca, que unas semanas antes de su elección había logrado el récord en atravesar a nado el Canal de la Mancha. El dirigente recibió una misteriosa llamada desde el Consejo Superior de Deportes (CSD): «Su trabajo es reunir al equipo que va a los Juegos cada cuatro años, no recibir a deportistas». Hizo caso omiso. «Esta es la casa de los deportistas», respondió y responde, hoy, a quien le pregunta. Rafa Nadal fue el último que la pisó para tener una despedida, sólo entre deportistas, como no la pudo tener en Málaga, apenas unos suspiros de madrugada tras su partido final. Estar siempre del lado de deportistas significa riesgos, como cuando defendió a Alberto Contador, positivo por dopaje, o ha tenido que sacar, discretamente, de algún lío a algún campeón al que la noche se le hizo demasiado larga.

Nadal y Blanco, en el COE.

Nadal y Blanco, en el COE.EFE

La hiperactividad de Blanco ha generado más que suspicacias con los secretarios de Estado para el Deporte, desde Jaime Lissavetzky o Miguel Cardenal a José Manuel Rodríguez Uribes, ahora limadas, y es que en el desfiladero de la política del deporte, aparte de las discrepancias, es fácil pisar competencias ajenas. Tampoco ha gustado nunca en el CSD el pensamiento de Blanco, convencido de que el verdadero liderazgo del deporte español debería recaer en el COE, a semblanza del CONI italiano. Una transformación compleja, dado que el modelo español mantiene el brazo del Estado dentro del deporte, a través de las funciones públicas delegadas, el sistema de subvenciones o el control de los procesos electorales, una herencia del Franquismo, de los tiempos de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes, que la democracia no cambió lo suficiente.

La tóxica Federación de fútbol

Las 'guerras púnicas' con el CSD hay que enmarcarlas también en la gran guerra del fútbol. Blanco sabe que es el candidato de las federaciones y eso le ha llevado, puertas afuera, a defender siempre a los presidentes, a la siciliana, incluidos Villar, al que le une la amistad, o Luis Rubiales, al que llamaba «hermano», pero con el que no ha vuelto a hablar desde que, el día antes de la grotesca Asamblea, le dijo por teléfono que debía dimitir. Blanco sabía que, por primera vez, no debía acudir a la Asamblea de los aplausos. Rubiales le borró de su agenda. En numerosas ocasiones, había sido advertido de que debía apartarse de una Federación tóxica. En este último mandato, está en su voluntad mayor equidistancia con la era de Rafael Louzán.

Si el primero lo ganó por un margen estrecho, en los siguientes no hubo rivales, con apoyos del 94% (2017), 93% (2013) y 97% (2017 y 2021). Eso trajo muy pronto las paces, incluso la complicidad, con la Casa Real, una vez repudiado Urdangarín, que llegó a tener 'periodistas-espías' en los medios para calibrar sus opciones de liderar el olimpismo. El dirigente que quiso poner letra al himno español, tuvo buenas relaciones incluso con líderes el 'procés', como Carles Puigdemont, porque España no se entiende deportivamente sin Cataluña.

Nadal, el sucesor perfecto

Blanco coge aviones como otros el metro, duerme cuatro horas, no se pierde una gala de las federaciones y mantiene apartados de su mundo a su mujer, médico, y a sus hijos, altos funcionarios de la Administración. A sus 74 años, sabe que es su último 'round', con la pena del sueño no cumplido de Madrid, porque cree que ha tenido los mejores proyectos para los Juegos. Llegó al cargo tras el intento por 2012, se implicó en el de 2016 y lideró el de 2020. El viejo modelo de votaciones, el del 'lobbysmo', los favores y la corrupción, fue inabordable en un olimpismo donde la influencia de España se acabó con Samaranch padre. El ciclo de Tokio debía marcar su final, pero reconsideró su decisión por la candidatura de Barcelona-Pirineos. De nuevo, una colisión con la política, personificada en Javier Lambán. Madrid deberá esperar a otro tiempo, piensa, pero en el que le queda hay mucho trabajo: presionar por el modelo deportivo nacional que tiene en la cabeza, poner en marcha la Universidad del deporte y pensar en su sucesor. Nadal sonríe.

La última advertencia al Madrid: la voz de Carvajal, el lateral derecho, el timón del centro del campo, el balón parado...

La última advertencia al Madrid: la voz de Carvajal, el lateral derecho, el timón del centro del campo, el balón parado…

Lille, Milán, Liverpool, Athletic, Barcelona dos veces, Espanyol, Betis... Y ahora b. No son sólo nueve derrotas, cinco en Liga, tres en Champions y una en la Supercopa de España en Arabia, son una lista de avisos sobre el nivel del Real Madrid. Vivo en el torneo continental, con los cuartos contra el Arsenal empezando mañana en el Emirates, vivo en la Copa del Rey, cuya final disputa el próximo día 26 ante el Barça, y vivo, aunque menos que el sábado por la mañana, en la Liga, a cuatro puntos de un cuadro azulgrana que el sábado le perdonó la vida empatando contra el Betis.

En números, se podría que decir que el conjunto de Carlo Ancelotti no está mal. Mantiene sus constantes en las tres competiciones cuando encaramos el mes de abril, algo que es una novedad en la historia reciente del Madrid, que por el camino del triplete siendo había dejado alguna batalla de lado. Suma una Supercopa de Europa y una Intercontinental este curso y aguarda el inicio del primer gran Mundial de Clubes una vez se terminen los trofeos tradicionales. Pues eso, «no estamos tan mal», como diría el culé Joan Laporta.

Pero la realidad también es otra: ha estado a un suspiro de llegar a estas alturas de año sin nada en juego. Las moneda de las prórrogas contra Celta y Real Sociedad en Copa y los penaltis contra el Atlético le salieron cara, por lotería y por el talento de una plantilla galáctica que no ha conseguido carburar y encajar todas sus piezas a la perfección desde el inicio de curso.

La lesión de Carvajal fue un palo mental y futbolístico, con la duda de en qué apartado ha influido más. Ancelotti ya le ha pedido que se sume a las concentraciones, como en la última eliminatoria de Champions contra el Atlético, porque necesita su voz, su empuje y sus gritos de vez en cuando. Porque no todo es fútbol.

En el césped, Lucas Vázquez sufre en el lateral derecho. El gallego ha sido titular en ocho de esas nueve derrotas y aunque el desastre ha sido grupal, con errores en diferentes posiciones, se le ha visto más superado que nunca. Una realidad que obligará al italiano a colocar a Valverde en el lateral derecho y a perder al uruguayo en el centro del campo. Y ahí, en ese movimiento, reside ahora la gran duda del once: el centro del campo. ¿Quién manda en el juego del Madrid?

A la ida contra el Arsenal no llegará Dani Ceballos, que se había hecho con el timón del juego en invierno, y Valverde pasará al lateral, por lo que Tchouaméni, Camavinga y Modric se disputarán dos puestos. El croata asume la varita, deseando renovar una temporada más, pero su edad no es sólo un número y se nota en algunos momentos de los encuentros. Y entre Tchouaméni y Camavinga, con virtudes extraordinarias ambos, ninguno ha dado el paso en la creación de juego.

El tercer hombre en esa construcción de la casa blanca podría ser Bellingham, pero en muchos encuentros de la temporada, como ante el Valencia, el inglés ha sido más delantero que centrocampista. Y Ancelotti, amante del 4-3-3 o el 4-4-2, observa ahora que el esquema se convierte en un 4-2-4, roto muchas veces entre atacantes y defensores. Volvemos a algunas palabras del inicio de curso: «Compromiso» o «actitud». Después de caer ante el Valencia, el italiano no recurrió a ellas, insistiendo en que habían merecido ganar, pero la primera parte y el tramo final fueron de suspenso.

Ahí hacen daño sus rivales, especialmente a balón parado, donde la actitud es primordial: el Madrid ya ha concedido cinco goles en saques de esquina en La Liga, récord en los últimos siete años. Y en ataque, se espera la mejor versión de Vinicius, esa que se ha visto a chispazos durante el curso. Los focos de la Champions y de Londres le aguardan para dar un golpe en la mesa.

Los 100 'majors' de Sergio García: "Yo era un 'pipiolín' que disfrutaba de todo"

Los 100 ‘majors’ de Sergio García: “Yo era un ‘pipiolín’ que disfrutaba de todo”

El 27 de agosto de 1995, en el antiguo Club de golf de El Prat, en Barcelona, un niño de Castellón, de apenas 15 años, vapulea a los mejores jugadores amateurs del momento y se convierte en el campeón de Europa más joven de la historia. El suculento premio asociado a aquella victoria era la posibilidad de jugar el Open Británico un año más tarde, de modo que aquel niño, un año más tarde, en 1996, juega su primer major. El próximo jueves, cuando se sitúe en el tee del 1 del Augusta National, aquel niño, hoy hombre, jugará su grande número 100. Aquel niño, hoy hombre, es Sergio García (Borriol, Castellón, 45 años).

Las historias de ese niño, al que por sus pecas y espíritu competitivo apodaban McEnroe en el Club de Campo Mediterráneo, corrían como la pólvora por los campos de golf a mitad de los años 90. Sergio no sólo era un buen jugador de golf. Tenía algo más, y el triunfo en aquel Europeo corroboró todos los indicios.

Pero volvamos a 1996, año de su debut en los grandes. Sergio llegó a Royal Lytham acompañado de sus padres. Pese a los 76 golpes de su primer recorrido se enamoró del torneo más antiguo, y fue un flechazo recíproco, porque el público británico, desde aquel primer día, hizo al español suyo para siempre. «Todo el mundo sabe que el Open Británico es el grande que más me ha gustado. Siempre. De hecho, me encantaría poder ganarlo», recuerda García en conversación con EL MUNDO, dispuesto como está a repasar este centenario de majors que han pasado desde aquel primer Open como amateur hasta el paseo por Magnolia Lane que hará el próximo jueves.

Con el protagonista al otro lado del teléfono, hacemos este nostálgico recorrido. La casualidad ha querido que la conversación tenga lugar en la víspera de su victoria en el LIV de Hong Kong.

La contundencia de los números y la dimensión de la gesta no parecen provocarle siquiera un atisbo de melancolía. Todo lo contrario. Mira al pasado con orgullo, pero sigue muy enfocado en el presente. «Obviamente, cuando ya llegas a los noventa y tantos majors, empiezas a pensarlo. Es un número redondo y bonito. Y sinceramente, tampoco es que muchísima gente haya tenido la posibilidad de conseguir algo así, y españoles aún menos. Es algo que me enorgullece mucho», explica.

¿Es consciente de cuántos jugadores hay en ese club y sus nombres?
[Silencio]. Sólo algunos.

En pocos segundos, un gratificante paseo por la historia del golf ofrece la verdadera dimensión del récord que va a alcanzar García: Sam Snead, Gene Sarazen, Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Gary Player, Tom Watson, Raymond Floyd, Ben Crenshaw, Bernhard Langer, Mark O'Meara, Tom Kite, Fred Couples, Ernie Els, Sandy Lyle, Davis Love III, Nick Faldo, Vijay Singh y Phil Mickelson.

La lista es impresionante y usted va a ser el más joven en conseguirlo, de largo, pues Mickelson le saca casi 10 años.
Es una lista impresionante, ¿no? Te indica un poquito la calidad de jugadores que han conseguido jugar 100 majors o más y, bueno, pues es algo de lo que estar muy orgulloso.
¿Tiene algún recuerdo de ese primer major, hace casi 30 años?
Lo que recuerdo es que era un pipiolito que, obviamente, lo disfrutaba todo mucho. Me acuerdo de estar en Royal Lytham practicando con Seve las rondas de entrenamiento y con José María Olazábal, pero no mucho más.
Sergio García, durante el British Open de 2007.

Sergio García, durante el British Open de 2007.Christian LiewigMUNDO

El año de explosión de Sergio es, sin duda, 1999, tres después de aquel primer grande. Viene de ganar el British Amateur y juega su primer Masters de Augusta, logrando además coronarse como el mejor amateur. La foto es redonda, ya que a su lado posa José María Olazábal con su segunda chaqueta verde. Con 19 años, lleva seis semanas como profesional, es quinto en la Orden de Mérito del circuito Europeo y séptimo en la clasificación para la Ryder Cup. Su irrupción enmudeció al mundo del golf, que nunca antes había visto un prodigio así. Y llega su primer grande como profesional. Sergio García se presenta en el Open Británico de Carnoustie tras ganar en Irlanda y quedar segundo en Escocia. «Duelo de Niños», titula la prensa. García se medirá al número uno, un Tiger Woods que entonces tenía apenas 23 años y venía de ganar cuatro torneos en aquella temporada. Sin embargo, el tiempo infernal y el campo más duro de toda la rotación dieron al joven castellonense el primer baño de realidad. Empezó el torneo con un triple bogey y terminó la primera jornada con 89 golpes, su vuelta más alta jamás firmada en un major, la segunda peor tarjeta de aquel aciago día.

¿Cómo recuerda aquella experiencia?
Esa semana fue un poquito insólita. Fue diferente, no sólo por lo difícil que estaba el campo, sino por las condiciones, el clima, todo. Fue algo dantesco. Yo no fui el único que hizo muchísimos golpes, pero, bueno, por lo menos sí que tuve la fuerza de acabar y de jugar la segunda vuelta. Muchísimos jugadores se retiraron después de la primera. Quería aprender de la experiencia.

Y llegamos a un cálido domingo de agosto de 1999 donde Sergio García paró el tiempo. Lo cambió todo. Los comentaristas americanos se desgañitaban en aquella madrugada española ante una remontada irreal. El todopoderoso Tiger Woods estaba por primera vez contra las cuerdas, y enfrente estaba El Niño, como le bautizaron por su irrupción, coincidente con el fenómeno meteorológico. De aquel domingo quedará una imagen para la historia, con Sergio pegando ese golpe con los ojos cerrados junto al tronco del árbol en el hoyo 16 en un momento en el que todo parecía perdido. Cuando recuperó la visión, salió persiguiendo la bola y saltó de alegría. El mundo entero se hizo un poco garciísta aquella noche. Terminaría segundo, pero toda la prensa internacional coincidió en que Woods tenía un adversario. The Washington Post elogió su «irreverencia» y concluyó su crónica: «Ha ganado el jugador número uno del mundo, acorralado por el adolescente número uno del mundo».

Sergio García en el PGA Championship, en el Medinah Country Club en 1999.

Sergio García en el PGA Championship, en el Medinah Country Club en 1999.MICHAEL S. GREENMUNDO

¿Fue aquel su punto de inflexión?
Es el momento en que se me da a conocer más, sobre todo en Estados Unidos. No sólo porque estuve a punto de ganarle, sino porque pelearlo contra Tiger y todo como ocurrió, pues la verdad es que fue una historia muy bonita. La he disfrutado muchísimo y es la que siempre recuerdo.
¿Marcó de alguna forma ese desenlace el principio de una etapa de relaciones tensas con Tiger Woods?
No. siempre nos hemos llevado bien, fue algo más de los medios de comunicación.
Sergio García, con la chaqueta verde, en el Masters de Augusta de 2018.

Sergio García, con la chaqueta verde, en el Masters de Augusta de 2018.Jamie SquireMUNDO

Era el domingo 22 de julio de 2007. García salía con tres golpes de ventaja para lograr su sueño más perseguido: ganar un major, que además era el Open Británico. El día fue tenso y, pese a las dificultades finales, Sergio llegó al hoyo 72 con opciones de victoria tras ver cómo su rival, el irlandés Padraig Harrington, se había ido dos veces al agua. García sólo necesitaba hacer el par, eso sí, en probablemente el hoyo final más exigente de la historia de los majors, el 18 en Carnoustie. El putt para ese par no llegaba a los tres metros, y García dibujó la caída de izquierda a derecha con sutileza. La bola parecía que iba a terminar dentro del hoyo, pero en el último momento lo esquivó por el borde izquierdo. García agachó la cabeza apoyado en el palo y salió ya derrotado al desempate.

Con la perspectiva del tiempo, ¿fue el momento más doloroso de su carrera?
No, no, en absoluto. Yo creo que fue una semana buenísima. Una semana en la que fue muy bien, en la que me di unas opciones muy buenas de ganar mi primer grande y ganar el British, que es un torneo que a mí siempre me había encantado. Desafortunadamente me quedé muy cerquita. Probablemente a dos centímetros de ganarlo. Lo importante de esa semana es eso, ¿no? Lo bien que jugué, las posibilidades que me di de ganar y, bueno, pues el estar ahí toda la semana es algo que no es fácil. Me siento orgulloso de eso.

Su relación con el Masters de Augusta siempre se ha movido entre el amor y el odio. En el año 2009 estalló tras finalizar el torneo: «Creo que el campo no es justo y no me gusta. Es una lotería. Que hagan lo que quieran con el campo, yo vengo, juego y me voy, y si no fuera un major, lo borraría de mi calendario». Solo tres días más tarde de esas declaraciones, pediría perdón a los socios del club, y ocho años después tendría un discurso bien diferente con la chaqueta verde de campeón sobre sus hombros.

¿Se esperaba sinceramente que su primer major fuera el Masters de Augusta?
Depende de cuándo me preguntes. Si me preguntas al principio de mi carrera, pues te diría que sí, porque creía que era un campo que se me podía dar muy bien. Luego, obviamente, a medida que han pasado los años hay un poco más de frustración y de que no salgan las cosas. Pero, bueno, al principio sí que lo veía como una posibilidad. Ha habido un poquito de todo.
Durante mucho tiempo se le etiquetó como el mejor jugador del mundo sin un major. ¿Le llegó a generar presión de verdad eso de no haber podido ganar uno hasta el Masters de 2017?
No, para nada. No sé por qué vosotros, la prensa, intentáis mirar todas las cosas muy negativamente. Yo, cuando decían eso, estaba encantado porque decía: 'mira, pues por lo menos me valoran'. Obviamente durante un tiempo no tuve major, lo veía todo el mundo, pero me estaban considerando el mejor jugador sin un grande, así que algo bueno tiene eso. Es mejor que me consideraran el mejor jugador sin un grande que cualquier otra manera, sin ninguna duda.
Elija un momento en un major en toda su carrera.
Sin duda diría que el putt para eagle en el hoyo 15 el domingo en el Masters de 2017. Ese fue un momento increíble que, bueno, siempre me va a poner la piel de gallina.
Verstappen alcanza el 'kodawari'

Verstappen alcanza el ‘kodawari’

Actualizado Domingo, 6 abril 2025 - 21:45

La cultura japonesa ensalza y cultiva un compromiso generacional muy arraigado de búsqueda de la perfección. La máxima expresión de la calidad la llaman kodawari. En una simple palabra se mezclan, pasión, empeño, actitud, propósito, fidelidad con tus principios, orgullo y perfección. Conseguir tu kodawari significa mantener una conducta inquebrantable en la persecución de la excelencia, hasta el más pequeño de los detalles. Este fin de semana, Max Verstappen logró en Suzuka su kodawari particular. Convirtió en una obra de arte perfecta un gran premio que podía haber sido un desastre.

Hasta el veterano samurai Fernando Alonso, detuvo el sábado las entrevistas por un momento y se quedó embobado disfrutando con la vuelta de clasificación que estaba firmando Max. Esa vuelta le sirvió para lograr su primera pole desde el pasado junio. Lo tenía todo en contra. Desde el viernes, su coche había sido inconducible. McLaren, Mercedes y Ferrari seguían siendo más rápidos, así que su única oportunidad era jugarse la piel en una vuelta suicida. Hasta cinco veces dijo que pensó que se estrellaba.

La realidad es que nadie se enteró, porque sólo él es capaz de maquillar tantos defectos. La cámara subjetiva no mostró ni un ápice de tensión o de peligro. El coche simplemente fluía en sus manos. En ninguno de los tres parciales fue el más rápido. Lando Norris y Oscar Piastri se los repartieron, pero no en la misma vuelta. Sólo Verstappen fue capaz de juntar sus mejores tiempos en cada sector en el momento definitivo. Su frenada en la chicane fue una obra de arte. Pisó el pedal 13 metros más tarde que Norris, lo que le hizo entrar 17 km/h más rápido y, a pesar de un pequeño sobreviraje, traccionó mejor que el McLaren y le arrebató la pole por 12 milésimas. Esto es kodawari. Esforzarte de igual modo con los grandes y los pequeños detalles. Esa pincelada le valió la victoria un día después.

Quizá en otro circuito no hubiera podido hacerlo, pero en Suzuka la ventaja de rendimiento de McLaren resultó insuficiente para batirle. En una pista donde, históricamente, adelantar es muy complicado, se juntó todo. No hubo degradación, todo el mundo fue a una única parada, no hubo coches de seguridad, no hubo accidentes... Por no haber, no hubo ni una sola bandera amarilla.

Se justificaba McLaren diciendo que la carrera no les había dado ninguna oportunidad. Sin embargo, esperábamos algo más de ellos, que peleaban dos contra uno. Pararon a Norris en la misma vuelta que Verstappen, no dejaron que Piastri cambiase posición con Norris, cuando el australiano parecía tener mejor ritmo y el inglés fue incapaz de acercarse a Max lo suficiente para disponer del DRS. Lando siempre estuvo a más de un segundo y eso le hizo la vida mucho más fácil a Verstappen que, sin presión, no cometió ni el más mínimo error. Así, después de tres carreras y una sprint race, Max está a un solo punto de Norris en el campeonato. Y lo que aún es más sorprendente, Red Bull es tercero en el Mundial gracias a un solo piloto. El resto han jugado siempre con dos.

Sí, Max sigue estando solo. Degradado Liam Lawson al equipo filial, llegó Yuki Tsunoda. No lo hizo mal el japonés, que estuvo cerca de su nuevo compañero al menos hasta la Q2. Ahí cometió un error y ya no pudo pasar el corte para entrar entre los 10 primeros de la parrilla. Su domingo fue de menos a más, pero no llegó a los puntos. Mientras, Lawson, que salió por delante de él, fue de menos a menos con el RB. ¡Cuánto hace el estado de fortaleza mental en este deporte!

En la batalla de los novatos triunfó Andrea Kimi Antonelli. El italiano volvió a terminar en los puntos tras su mejor clasificación de parrilla y su ritmo fue incluso mejor que el de George Russell, que cruzó la meta justo por delante de él. Brillante actuación también de Isack Hadjar, que logró puntuar al terminar octavo y que volvió a conseguir el segundo mejor resultado para la familia Red Bull.

No se hablará mucho de los españoles en Japón. Ninguno de ellos llegó a los puntos. A Carlos Sainz le penalizó su mala clasificación del sábado y le condenó una posterior sanción de tres posiciones en la parrilla. Salir decimoquinto con un Williams en Suzuka es un harakiri.

Tampoco se hablará mucho de Alonso y es una pena porque su carrera fue excepcional. Terminar undécimo no emocionará a nadie, pero hacerlo con un Aston Martin es casi tan difícil como ganar con un Red Bull. Fernando hace, a otra escala, lo mismo que Verstappen. Maquilla los defectos de un coche que lo hace casi todo mal. No es fuerte en ningún terreno. Ni curva rápida, ni media, ni lenta y para colmo también era el más lento en recta. Su compañero, Lance Stroll, último el sábado y último el domingo. A la espera de que lleguen las primeras actualizaciones, la película se parece mucho a la del año pasado. Incluso podríamos decir que es aún peor.

Alex Ovechkin destrona a Wayne Gretzky y bate el récord anotador de la NHL

Alex Ovechkin destrona a Wayne Gretzky y bate el récord anotador de la NHL

A 12 minutos del final del segundo periodo, con los Capitals de Washigton 2-1 abajo en el marcador, el puck llegó al flanco izquierdo, los dominios históricos de Alex Ovechkin. No estaba cerca, no tenía una línea despejada, pero el ruso no dudó, y su disparo paró el tiempo y la historia.


Un tiro limpio, un gol para la posteridad, con el pase de su amigo Tom Wilson para batir, por primera vez en todos sus duelos, a su compatriota Ilya Sorokin, guardameta de los Islanders de Nueva York.


El tanto 885 en una trayectoria legendaria a lo largo de 20 temporadas, después de ser número 1 del draft en 2005 , y frente a 183 porteros diferentes. El gol que rompe todos los récords y destrona, 26 años después, a Wayne Gretzky como el máximo anotador de la NHL y, caprichos del destino, en exactamente el mismo número de partidos: 1487.


"Qué momento para el hockey", dijo al acabar "Qué momento para mi familia, para mí, para mis compañeros, para esta organización. Sinceramente, esto es enorme", añadió dando las gracias a sus compañeros.


En cuanto el disco tocó la red, el equipo entero saltó al hielo y abrazó a la estrella rusa, que cumplidos los 39 logre una proeza, un sueño y deja un símbolo político y geopolítico nada despreciable.


Ovechkin, Ovi, pudo lograr el récord en casa hace unos días, pero prefirió dar una asistencia a un compañero para que lograra un hat trick por primera vez. Pudo batirlo al final del partido en el que empató la marca a 884, con Gretzky en el palco de honor aplaudiendo, pero se negó a hacerlo con atajos.


Su equipo iba arriba en el marcador, y como en el fútbol sala o el balonmano, los rivales se quedaron sin portero buscando la remontada. El ala izquierdo podía haberse quedado en el hielo, podía haber conseguido la proeza en casa ante sus fans, pero negando con la cabeza le dijo al entrenador que así no, que prefería esperar. Unos días después, aunque fuera lejos de casa, el Dios del hockey le recompensó la constancia, tras 14 temporadas marcando 40 o más goles, tres de ellas con más de 35 años cumplidos, y la resistencia, después de volver en plena forma, tras haberse roto una pierna el pasado noviembre.


"Wayne, siempre serás el 'Grande' y tuviste un récord que nadie pensó que se rompería", celebro el comisionado de la NHL, Gary Bettman. "Pero Alex, lo lograste. Ha sido increíble" añadió al poner un vídeo tributo con cameos de figuras como LeBron James, Michael Phelps y Simone Biles.


El ruso ya tenía varios récords de todos los tiempos, como el de la persona que más veces ha tirado a puerta. O la barbaridad de 700 goles y más de 700 asistentes. Conseguido además en una época completamente diferente a la del héroe canadiense, que aprovechó el siglo pasado donde los promedios anotadores y el juego ofensivo eran diferentes.


Ovi ha marcado 65 goles en su mejor temporada, mientras que Gretzky llegó a 87 e incluso 92 en una. Ovechkin sólo tuvo una temporada por debajo de los 30 goles, mientras que el GOST sumó seis en sus últimos siete años.


Y ahora ya tiene todos los alicientes para algo que siempre ha dicho barajar: volver a su Rusia natal para retirarse allí, conseguido ya este este record imposible. La importancia geopolítica de esta proeza deportiva no puede minusvalorase.


Rusia y todo su gobierno llevan mucho tiempo aprovechando el tirón del jugador, simpatizante del presidente Putin y nacionalista. Durante años, su foto de perfil en Instagram fue una en la que parecía abrazado al dictador. Ha hecho campaña por él y cuando le preguntaron, después de la invasión de Ucrania, si seguía respaldándolo, se limitó a decir : "es mi presidente".


Se ha convertido en uno de los héroes de la patria y uno de los mejores instrumentos del poder blando del régimen. La ironía quiso además que haya batido el récord de Gretzky, que a pesar de ser canadiense está provocando otro enorme cisma, ahora que su país natal y Estados Unidos atraviesan su peor fase.


Gretzky es simpatizante de Trump, y está considerado como defensor de esta administración, e incluso visto como traidor por los suyos. Le da igual, hasta el punto de que hace unos días, cuando el ruso empató su récord, apareció en el estadio de los Capitals, acompañado con el director del FBI en el palco de honor

Otro clásico igualado, otra victoria del Madrid: el eterno Llull hace más grande la herida del Barça

Otro clásico igualado, otra victoria del Madrid: el eterno Llull hace más grande la herida del Barça

El Real Madrid se lleva los clásicos casi por pura inercia. En el Palau, con ambos púgiles jugándose la vida estos días en Europa, sin que la tensión por ello se viera aliviada, los blancos se volvieron a imponer y van ocho de carrerilla. Otro duelo igualado hasta el último lanzamiento, otro golpe de frustración para el Barça, otra muesca más en la leyenda de Llull. [89-91: Narración y estadísticas]

Como si al cumplir años y batallas su plenitud se acrecentara, el balear, que ya peina canas en su barba, fue decisivo en su clásico número 65. Se disparó a los 19 puntos, cuatro triples, el último, cuando quedaba minuto y medio, tras rebotar en el aro, "tocar el techo" (ironía de Joan Peñarroya) y acabar entrando. El de después de Dzanan Musa encarriló un triunfo que a punto estuvo de echar por tierra dos fallos en el tiro libre de Deck y un final alocado.

"Están rozando el poste todo el rato", reconoce Mateo, tan seguro de sí mismo últimamente que se permitió no disponer ni de Campazzo ni de Hezonja en la recta de meta. Ahí Andrés Feliz, el otro gran nombre propio de la tarde en el Palau. Como el jueves ante el París, protagonista, valiente. Los alardes de Joel Parra y Brizuela no fueron suficientes para un Barça condenado a sufrir hasta el final para ser cabeza de serie en los playoffs de la ACB (es quinto, a tres victorias del cuarto, Unicaja).

Un clásico no entiende de entreguerras ni de cansancio. Cara a cara, relucen las cuentas pendientes. Antes del salto inicial ya estaba Justin Anderson tanteando la solidez mental de Usman Garuba. El Palau vibraba con las ganas de acabar con la inercia, las siete derrotas seguidas ante el eterno rival. Aunque bien temprano Llull, sorprendentemente titular (casi nunca lo es), dejó claro que el Madrid no estaba por la labor: enhebró ocho puntos consecutivos para las primeras ventajas visitantes.

Pero el Barça se ha entregado al coraje en una temporada plagada de contratiempos. En la previa, el último, la espantada del canterano Dame Sarr para disputar el Nike Hoop Summit, inexplicable cuando estaba teniendo minutos y protagonismo ante las ausencias en la dirección azulgrana. Compensó el intenso arranque de su rival con una buena ración de Kevin Punter, con dureza en el rebote y hasta con la aparición de otro canterano, Raúl Villar. Resultó una primera mitad igualada y competida, con Musa anotando fácil en sus penetraciones y sin demasiado rastro de Hezonja.

Regresó de vestuarios el Madrid más centrado. Campazzo tomando la responsabilidad, pese a algunas contestaciones espectaculares de Satoransky. Creció su ventaja a la máxima (50-59) a medida que se elevaba la tensión, con un pique de gigantes entre Tavares y Fall. Lo supo aprovechar el Barça para no descolgarse, con un 9-0 sólo interrumpido por la segunda estupidez de su pívot francés, que había visto una técnica antes y cabeceó un balón después para ser expulsado.

Y fue volver a empezar, porque Ibaka se engrandeció en la pintura y Musa cerró el tercer acto con un triple sobre la bocina para dar otro impulso a los blancos.

Pero la igualdad era la tónica. El Barça se sintió más pleno sin 'cinco' en cancha, con Brizuela y Punter desequilibrando. Andrés Feliz lograba canastas coast to coast para frotarse los ojos. Punto arriba, punto abajo, Brizuela y Parra contra Llull y Musa, como un duelo en el lejano Oeste. El triple asombroso del balear tocando el aro y otro del bosnio tras el enésimo rebote ofensivo de Tavares iban a decantar la balanza para el líder de la ACB, que ya suma 14 triunfos seguidos en liga (no pierde desde el 22 de diciembre, en Valencia) y que, desde la final de Copa, es, definitivamente, otro equipo.

Intento de agresión de Luis Pérez a Latasa en el banquillo del Valladolid durante el duelo contra el Getafe

Intento de agresión de Luis Pérez a Latasa en el banquillo del Valladolid durante el duelo contra el Getafe

Actualizado Domingo, 6 abril 2025 - 20:32

En medio del partido que enfrentaba al Real Valladolid y al Getafe, en el que los madrileños dominaban por 0-3 en el marcador, el defensa pucelano Luis Pérez ha intentado agredir a Juanmi Latasa en el banquillo justo cuando el delantero acababa de ser sustituido.

Sin saber qué es lo que provocó la reacción del futbolista, Pérez se lanzó a intentar dar un puñetado a Latasa, que ni se inmutó. Cömert, sentado entre ambos, tuvo que mediar y parar al defensa para que el capítulo no pasara a mayores.

Tras el encontronazo, el agresor ha decidido abandonar el banquillo y ha puesto rumbo a los vestuarios. Antes había manifestado sus quejas a otros compañeros que estaban en el lugar de los suplentes en el estadio de Pucela. Ambos momentos han sido recogidos por las cámaras de DAZN, cadena que retransmitía el encuentro.

El partido ha terminado con derrota de los vallisoletanos por 0-4 después de que un jugador, Mario Martín, fuera expulsado al filo del descanso. Este resultado perjudica aún más los intereses de un equipo que ocupa el farolillo rojo de la tabla y tiene pie y medio en el descenso a la segunda categoría.

Los pucelanos tienen la salvación a 16 puntos cuando quedan 24 en juego. De los últimos cinco encuentros, el equipo blanquivioleta ha perdido cuatro y sólo ha podido empatar uno.

La multa a Carlos Sainz por llegar tarde, el eterno 'pit-stop' de Aston Martin y otros hechos inexplicables en Suzuka

La multa a Carlos Sainz por llegar tarde, el eterno ‘pit-stop’ de Aston Martin y otros hechos inexplicables en Suzuka

Las últimas horas de McLaren en Suzuka transcurrieron en un clima de cierto nerviosismo, a la espera del resultado de las inspecciones en el coche de Lando Norris. La FIA midió al milímetro cada elemento de los alerones del MCL39 antes de dar su visto bueno, por lo que el británico conservó sus 18 puntos, con los que se mantiene líder, con sólo uno de ventaja sobre Max Verstappen. Sin embargo, el clima en la escudería de Woking distaba mucho de lo que se espera en un líder del Mundial. Andrea Stella, como director de equipo, trataba de ofrecer argumentos para justificar el pit-stop de Norris y explicaba la decisión de mantener a Oscar Piastri por detrás del británico. "Debemos ser un poco cautelosos al juzgar superficialmente", lanzó sobre lo sucedido en el tramo decisivo. Desde luego, los planes de McLaren resultaron como poco discutibles, aunque no tan inexplicables como otros sucesos del GP de Japón.

De 60.000 a 20.000 euros

A las 13:42 horas, los pilotos estaban convocados en la parrilla para escuchar el himno japonés. Bajo los acordes de la banda de la Fuerza Aérea, ante la mirada de la princesa Akiko, representante de la familia imperial, todos debían lucir únicamente sus monos y cascos de carrera. Así lo establece el riguroso protocolo de la FIA y así se comunica a los 20 protagonistas, que el viernes, precisamente, abordaron este tema durante su reunión semanal. Algunos se habían quejado sobre las molestias que implica esta ceremonia, incrustada en el único momento propicio para acudir al baño. Las prisas, esta vez, jugaron una mala pasada a Carlos Sainz, que recibió 20.000 euros de multa por llegar tarde.

El madrileño, nombrado hace sólo tres meses director de la Asociación de Pilotos (GPDA), arrastraba unas molestias estomacales, según confirmó ante los comisarios el doctor Messina. A tenor de los argumentos de la FIA, Sainz debería darse por satisfecho, porque no le aplicaron la cantidad habitual para estas infracciones (60.000 euros). Asimismo, la mitad del castigo impuesto (10.000 euros) queda en el aire durante los próximos 12 meses, siempre y cuando cumpla con los horarios. Según el escrito de los comisarios "mostrar respeto por el himno nacional" supone "una gran prioridad" para el órgano presidido por Mohammed ben Sulayem.

"Bearman ya se ha ido"

Las dificultades de Fernando Alonso al volante del AMR25 quedaron patentes a través de sus mensajes de radio. "El coche rebota antes de la curva 8, de la curva 13 y de la última chicane", advirtió el asturiano, que ya había depositado sus únicas esperanzas en la aparición de la lluvia. "En las curvas de baja velocidad perdimos todo el agarre de los neumáticos, así que tengo subviraje y he perdido tracción antes salir a la recta", lamentaba el bicampeón.

Alonso, durante su único 'pit-stop' en el GP de Japón.

Alonso, durante su único 'pit-stop' en el GP de Japón.ASTON MARTIN

Sin embargo, su mensaje más afilado llegó tras el pit-stop en la vuelta 24, cuando sus mecánicos se demoraron algo más de cinco segundos antes de montar los neumáticos duros. Más del doble que la mejor parada del domingo, organizada para Lewis Hamilton en Ferrari (2,18 segundos). En total, el paso por boxes de Alonso se cifró en 25,6 segundos, un tiempo sólo inferior al de Pierre Gasly (26,0). Nada más salir a pista, cuando su ingeniero le advirtió de que saldría por detrás de Oliver Bearman, Fernando replicó sarcásticamente: "Sí, Bearman ya se ha ido". Con un timing mejor, la pelea por el noveno y el décimo puesto frente al piloto de Haas y Alex Albon no habría resultado imposible.

Tsunoda, piloto del día

En una carrera sin safety car, ni una sola bandera amarilla, Yuki Tsunoda cruzó la meta a 58,4 segundos del vencedor. De hecho, su ritmo por vuelta resultó nueve décimas más lento que el de Max Verstappen, la mayor diferencia entre compañeros de toda la parrilla. En su debut con Red Bull, el japonés acabó decimosegundo, tras ganar dos puestos respecto a la salida. De ese modo igualaba el resultado de Liam Lawson en Shanghai, donde el neozelandés había partido último. Con todos estos datos sobre la mesa, Tsunoda fue elegido piloto del día por los aficionados.

El ídolo local recibió el 23,9% de los votos, el mayor porcentaje en lo que va de año, por delante de Lando Norris en Australia (20,7%) y Andrea Kimi Antonelli en China (20,7%). "Estoy contento en cuanto a mi rendimiento, pero si me atengo al resultado es bastante difícil, especialmente en la carrera de casa, porque quería terminar en los puntos", admitió el ex piloto de Racing Bulls. A lo largo de los últimos 11 grandes premios, el balance de puntos entre Verstappen y sus tres compañeros (Sergio Pérez, Lawson y Tsunoda) resulta aterrador: 175-9.

El espejismo de Hamilton

Entre las vueltas 22 y 29, Lewis Hamilton disfrutó de un momento de placer pasajero en Suzuka. El británico supo exprimir la vida útil de sus neumáticos duros para trepar hasta la segunda posición, justo por detrás de Andrea Kimi Antonelli, su sustituto en Mercedes. A los 18 años, siete meses y 11 días, el italiano se convertía en el piloto más joven en liderar una carrera y en abrochar una vuelta rápida (1:30.965). Cuando el espejismo se esfumó y ambos pasaron por boxes, el golpe de realidad resultó aún más duro para Hamilton.

Hamilton, al volante del SF25, el domingo en Suzuka.

Hamilton, al volante del SF25, el domingo en Suzuka.AFP

"Agradecería mucho que me dieras información sobre dónde voy lento", espetó el heptacampeón por radio. Al otro lado, Riccardo Adami, su ingeniero pista, citó las curvas 8, 9, 13 y 14, pero ello no iba a tranquilizar a Sir Lewis, que requería de más precisiones. "Una décimas en las curvas 8 y 9", detalló el hombre que ya guio los pasos de Sebastian Vettel y Carlos Sainz. Lo más preocupante para Hamilton es que nunca encontró sensaciones tras el alerón trasero de Antonelli. De hecho, su ritmo promedio por vuelta (1:32.947) fue apenas una décima más rápido que el de Isack Hadjar (1:33.048) el rookie de Racing Bulls.

A la espera de Bahrein, un escenario tradicionalmente favorable para Ferrari, los más optimistas en el garaje de Fred Vasseur salieron con un dato bajo el brazo. Si en 2024, Sainz acabó tercero en Suzuka a más de 20 segundos de Verstappen, este domingo Charles Leclerc cedió apenas 16 segundos antes de terminar cuarto.

Aranceles futbolísticos

Aranceles futbolísticos

Actualizado Domingo, 6 abril 2025 - 18:39

Tropezar y no caer es adelantar camino, reza un dicho. El Barça tropezó, pero no cayó. El Madrid tropezó y se desplomó de bruces. El Barça se acerca aún más al título. Lo lograría legítimamente como equipo, sobre el césped iluminado y a la vista de todos. Pero no como club, en la penumbra moral de los altos despachos rendidos a una entidad posicionada de forma oficial con el catalanismo «ista»: victimista, populista, racista, independentista y chantajista.

Ningún club que no sea el Barça sobreviviría a la éticamente imprescriptible pestilencia de Negreira; a los sucesivos timos de las «palancas»; a las toscas artimañas contables; a los retorcidos chanchullos de la remodelación del Camp Nou; a la desenmascarada desvergüenza del asunto de los palcos VIP; a las orondas trapisondas de un presidente falaz.

A ningún club que no sea el Barça se le hubiera autorizado la inscripción de Dani Olmo (y, bueno, sí, también la de Pau Víctor, del que, pobre, no existe una sola foto abrazado por un exultante Laporta). Y ningún club que no sea el Barça hubiese recibido la confirmación de la licencia de Dani (y, bueno, sí, también la de Pau) por parte del Consejo Superior de Deportes (CSD). O sea, del Gobierno. Trump impone desde Washington aranceles, que son básicamente eso, impuestos, al mundo. Y Puigdemont, desde Waterloo, sólo a España, donde el arancel deriva en tributo.

A fin de ofrecer coartada legal a una resolución puramente política, el CSD ha adoptado su decisión en base a unas retorcidas interpretaciones procedimentales de unos jeroglíficos normativos que desorientan y confunden. Un texto enrevesado, alusivo a enmarañadas competencias administrativas y reglamentarias. Un tocho débilmente argumentado en el derecho de los futbolistas a ejercer su profesión. No, argüimos, si con ello se beneficia al infractor que los contrata.

No afirmaríamos tajantemente que la competición queda adulterada por la presencia metida con calzador de un solo futbolista (y, bueno, sí, de dos). Dani Olmo es un excelente jugador, demasiado frágil tal vez. No sobra en la plantilla. Pero si faltase, no se le añoraría. El Barcelona puede prescindir de él sin debilitarse. Lo que se adultera, lo que se esquiva y burla es el Fair Play financiero. Unas auténticas Tablas de la Ley económicas de nuestro fútbol, por todos suscritas y acatadas.

Para Fair Play, al menos en teoría, el de Almeida, fervoroso «colchonero», encargando a otro Dani, Carvajal, un «merengue», el pregón de San Isidro. Quizás homenajeándole en su condición de capitán, lesionado de gravedad y en una edad ya difícil, del equipo más representativo de la capital en el mundo. Acaso también premiándole por su desplante a Sánchez. Todo en España está politizado. Pero, política aparte, Carvajal es el único madrileño del Madrid (nacido, en puridad, en Leganés) y uno de los escasos españoles de la plantilla. Una paradoja que a nadie sorprende ni incomoda en estos tiempos, en este fútbol y, sobre todo, en ese club.

Para compensar, que el pregón de 2026 lo pronuncie Koke. Y, además, rodeado de Llorente, Barrios y Riquelme. Cuatro «gatos», en el sentido castizo de la expresión.

El Atlético no deja de creer y aprovecha el tropezón de los titanes

El Atlético no deja de creer y aprovecha el tropezón de los titanes

Vienes de un marzo negro, de una depresión de resultados preocupante y atisbas el domingo con los periódicos informando de un tropiezo de los colosos. Estás lejos, pero quién sabe... Es imposible, pero y si... Tienes que ganar todo y ellos perder bastante, pero quizás...

Toda época oscura tiene final. Tras semanas de lluvia, siempre sale el sol. La luz es Barrios. Hay que sentir para seguir creyendo. Y el canterano lo hizo, y con él, el Atlético, que remontó el gol de Agoumé con un tanto de penalti del de siempre y la fe del número 8. [Narración y estadísticas, 1-2]

Quiere creer y soñar el Sevilla. Poco importan las dos últimas y dolorosas derrotas, que su temporada en casa sea floja, por decirlo educadamente, y que la planificación deportiva sea cuestionada día sí, día también, por la grada del Pizjuán. De hecho, uno de sus fichajes más cuestionados, Lucien Agoumé, quiso transmutarse en Toni Kroos, ahora que estamos en cuaresma, y cuando despertaba el partido metió un putt con el interior desde el borde del área para batir a Oblak. Quedaba un mundo, pero la declaración de intenciones no era mala.

El Atlético, por su parte, empezó vago, con una presión desordenada y un bloque medio, como sin saber si morder o esperar. Un sueño para un Sevilla que tiene una identidad extraña este año, más largo que compacto y con querencia por el juego directo. Jugadas de cuatro pases y gracias. En una de esas, Ejuke desbordó a Molina para ponerla en el corazón del área pequeña, Oblak y Le Normand salvaron el segundo antes de los primeros 20 minutos.

Entonces llegó uno de los errores, habituales este curso, que impiden que el Sevilla aspire a mayores hazañas. Un balón que no iba a ningún lado en el área, Badé decidió perseguirlo como un búfalo hasta que arrolló a Gallagher. Penalti incuestionable y esta vez, pese a la historia interminable del doble toque, lo pateó Julián y lo introdujo en la portería de Nyland. El partido empezaba de nuevo con media hora menos.

Julián celebra su tanto.

Julián celebra su tanto.Jose Manuel VidalEFE

Sevilla y Atlético son espejos en esta fase de la temporada. Jugando a destellos, acodados en sus mejores jugadores y con poco control del juego. Uno de esos destellos lo protagonizó Lukebakio, la estrella sevillista, la única esta temporada, puso un pase medido a Akor que lo estrelló ante un atento Oblak. Lo dicho, poco fútbol y muchas oportunidades. Las defensas, especialmente la rojiblanca, apáticas. Aunque Badé, a veces, no sabía qué portería guardaba.

Simeone apremió a sus pupilos que terminaron apretando al final de la primera parte. Tras 45 minutos en tercera, decidieron jugar en sexta los cinco del descuento. A estas alturas de liga ya no te puedes permitir tirar una parte a la basura y menos tras la mala experiencia ante el Espanyol. Aún así, si Gallagher hubiera resuelto mejor una contra tres para uno, el Atlético se habría ido uno arriba en el marcador. Inmerecido, sí, pero a falta de ocho jornadas hay que ganar por lo civil o por lo criminal.

Sacó Simeone a Molina en el descanso, cuya primera parte no iba a pasar a la historia, y la segunda comenzó parecida al inicio del encuentro, intensidad sevillista y ocasión de Akor, bien resuelta por Lenglet y luego otra de Kike Salas. Ambas provocadas por errores de Griezmann en salida. Cada vez se explican menos los minutos que el Cholo concede al francés. Una cosa es respetar la historia, que la tiene e inmejorable, y otra que sea intocable en un maratón de partidos ya complicado para un veinteañero, imposible para un veterano.

Oblak recoge objetos del césped.

Oblak recoge objetos del césped.Jose Manuel VidalEFE

Lo retiró en el minuto 55 por Sorloth y también saltó al terreno de juego Koke, ausente el último mes. El equipo creció en intensidad, pero el partido se interrumpió por una protesta contra la directiva por parte de la grada Gol Norte. Soto Grado detuvo la contienda cinco minutos tras la caída de decenas de objetos.

Lanzamiento de objetos

Tardó un tiempo el Atlético en recalentarse tras el parón y aprovechó la electricidad de Riquelme, que salió por un invisible Giuliano, para volver a empujar hacia la portería de Nyland. Precisamente, podría haber desnivelado el marcador el canterano rojiblanco si Gallagher hubiera puesto bien el pase atrás. Estaba solo en el punto de penalti. El Cholo vio el momento y quiso prolongarlo con Lemar, más toque y profundidad que el inglés al que sustituyó, pero casi lo lamenta después de que Badé, tras un córner, por poco adelantara a un Sevilla que ya se centraba más en aguantar que en atacar.

El Atlético, pese al cansancio, pese a la depresión, nunca dejó de creer y tuvo que ser un canterano, el que tiene marcado el escudo en el pecho, el que aprovechó el tropiezo de los titanes en el descuento. Barrios puso la izquierda tras un gran eslalon y Nyland solo pudo mejorar la foto. A tres del Real Madrid y a siete del Barça, Imposible... o casi.