La selección, con un equilibrio perfecto entre generaciones, supera a Australia (12-10) y buscará el segundo título de su historia ante la sorprendente Países Bajos
Forca, ante Australia, este miércoles.KIYOSHI OTAEFE
Cuatro veteranas, Laura Esther, Maica García, Pili Peña y Anni Espar, que reúnen a las jóvenes y les recuerdan que hubo un tiempo en el que España ni tan siquiera iba a los Juegos Olímpicos, que no conseguía clasificarse, que el waterpolo femenino no existía en el país. Hay anécdotas y más anécdotas de la celebración del primer billete olímpico, en Italia, allá por 2012, cuando la selección tuvo que derrotar a Grecia, entonces campeona mundial. Elena Ruiz, por ejemplo, que sólo tiene 18 años, alucina. Aquello le parece la prehistoria. Por eso unas y otras celebraron de manera distinta la victoria de España este miércoles contra Australia en las semifinales del Mundial de Fukuoka (12-10).
Para las mayores significaba la presencia segura en los Juegos de París 2024. Para las benjaminas, un pasó más, sólo un paso más, en busca de un título ansiado. La selección alcanzó su cuarta final en los últimos seis Mundiales, bendita rutina, y con el billete olímpico en el bolsillo, este viernes -11.00 horas, Teledeporte- buscará el segundo oro de su historia. Esta vez, por primera vez, delante no estará Estados Unidos, bestia negra, protagonista de tantas pesadillas. Después de la eliminación ‘yankee’ en cuartos de final, la selección rival será Países Bajos, el segundo motivo para la ilusión.
El primero es el estado de forma de un grupo que, siempre en las alturas desde aquel 2012, ha tenido mejores y peores torneos, rachas de diferentes signos. Bajo las directrices de Miki Oca, el relevo generacional ha tenido vacíos, pero ya se puede hablar de un equilibrio perfecto. Las veteranas de aquellos inicios saben su papel, normalmente secundario -quizá sólo a excepción de García-, y las jóvenes ya llevan las riendas.
Ante Australia volvió a quedar claro que esta selección es la selección de la propia Ruiz, que anotó cuatro tantos y fue MVP, de Judith Forca, muy certera durante todo el Mundial -de hecho es la máxima goleadora- o de Martina Terré en la portería. España dominó durante todo el encuentro subida a los brazos de Ruiz y Forca y si sufrió fue únicamente en los minutos finales cuando hubo que asegurar la victoria. Ahí apareció Terré, heredera de Laura Ester, de sólo 21 años, y un tanto de Bea Ortiz al contraataque que esfumó la esperanza de Australia.
Mark Walter empieza a consolidarse como el magnate del deporte por antonomasia en Estados Unidos. La firma de la operación más importante en la historia de las franquicias americanas por un monto que rondará los 10.000 millones de dólares le aúpa a ese podio. Con el anuncio de su adquisición de Los Angeles Lakers a la familia Buss, el CEO de TSW Global y Guggenheim Partners, un multimillonario de 65 años de Cedars Rapids, Iowa, pasa a controlar los dos equipos más emblemáticos de la segunda ciudad en importancia del país, junto con Los Angeles Dodgers. Es un hombre respetado y admirado en el sur de California por su gestión y su larga trayectoria con equipos de diversa índole.
Por eso no es extrañar que uno de sus socios en el equipo de béisbol, además de leyenda de los Lakers que se hicieron con cinco anillos de la NBA en los 80, el eterno Magic Johnson, aplaudiera sin ambages el traspaso de poderes. "Su motivación es ganar, la excelencia y hacer todo correctamente. ¡Y pondrá los recursos necesarios para ganar!", escribía el ex jugador en su cuenta de X. "Entiendo por qué Jeanie [Buss] le vendió el equipo a Mark Walter porque son iguales: son competitivos, tienen un gran corazón, les encanta contribuir y ambos prefieren estar entre bastidores. Esto tiene todo el sentido del mundo. ¡Estoy muy, muy, MUY feliz y emocionado por los fans de los Lakers de todo el mundo!".
No es, sin embargo, un hombre especialmente conocido. Pese a la enorme exposición que tienen sus equipos, le gusta volar bajo el radar y mimar su privacidad. Se deja ver poco e interfiere lo justo en las operaciones diarias de sus equipos. Y bien podría haber sacado pecho. Su gestión al frente de los Dodgers le precede, con dos títulos de la MLB en 2020 y 2024. Con su masiva inyección de capital, Walter ha logrado sacar al equipo de la mediocridad y convertirlo en una máquina perfectamente engrasada de ganar títulos y generar millones de dólares.
Por eso las expectativas con los Lakers son mayúsculas. El jueves por la mañana la especulación en Los Angeles era rampante sobre lo que puede significar este viraje para Luka Doncic, Lebron James y compañía. Por dinero no será. Walter ya demostró el poderío de sus arcas al cerrar el fichaje en 2023 de la superestrella japonesa, Shohei Ohtani, por el que pagó 700 millones de dólares por 10 temporadas.
La firma de inversión de la que es presidente ejecutivo, Guggenheim Partners, cuenta con más de 345.000 millones de dólares en activos. Con Walter a la cabeza, controlan una parte minoritaria del Chelsea de la liga inglesa, el equipo Cadillac de la Fórmula 1, el equipo femenino de baloncesto de Los Angeles, las Sparks, la liga profesional de hockey femenino y hasta un torneo de tenis, la Billie Jean King Cup.
Antes de la operación con los Lakers, Walter ya había tratado de hacerse con el control de los Clippers, el otro equipo NBA de la ciudad californiana, aunque la operación no cuajó. El empresario de Iowa unió fuerzas con un club selecto de multimillonarios formado por Oprah Winfrey, David Geffen y Larry Ellison, el dueño de Oracle, pero el equipo se lo acabó quedando Steve Ballmer, presidente ejecutivo de Microsoft de 2000 a 2014.
Más que deporte
El deporte no es su único dominio. Walter, con una fortuna que Bloomberg sitúa alrededor de los 12.000 millones de dólares, tiene un 19% de un conglomerado de compañías del seguros, Group 1001, además de una sociedad con Palantir, la empresa de datos con múltiples contratos con el gobierno de Estados Unidos.
Walter hereda una franquicia que el difunto Jerry Buss fue capaz de dotar de prestigio y glamour. La adquirió en 1979 por 67 millones de dólares y la llevó al siguiente nivel, incorporando a talentos como Magic, Kobe Bryant o Shaquille O'Neal. Esa camada irrepetible se apuntó 11 títulos desde 1980 que ahora espera tener continuidad bajo la tutela de este magnate discreto.
La violencia en los aledaños del fútbol celebra un triste aniversario. Han transcurrido ya 100 años desde que un hincha uruguayo murió en Argentina cuando celebraba el oro de la Celeste en los Juegos de 1924. No hay evidencia documental precisa, pero la mayoría de investigadores considera aquella muerte como la primera. El kilómetro cero de la cultura ultra. Un fenómeno tan vivo, tan despiadado, que se actualiza día a día. Ayer mismo, la policía italiana arrestó a 19 radicales, acusados de «delitos de conspiración criminal, con el agravante del método mafioso, además de extorsión y lesiones». Entre los detenidos figuraban Luca Lucci y Renato Bosetti, jefes de la Curva Sud del Milan y la Curva Norte del Inter. Al capo nerazzurro se le vincula con la N'Drangheta, la organización mafiosa más poderosa del mundo. A Lucci, ya condenado por tráfico de drogas, se le relaciona con Matteo Salvini, vicepresidente del Gobierno de Giorgia Meloni. En mayo de 2023, los lugartenientes de Lucci acudieron a las instalaciones de Milanello en protesta por las derrotas del equipo. «Nos animaron a darlo todo», dijo entonces Stefano Pioli, técnico rossonero.
«Hoy se habla de lo sucedido en el Metropolitano entre Diego Simeone y el Frente Atlético, pero no es raro encontrar a entrenadores y jugadores disculpando algunos comportamientos de los ultras», explica a EL MUNDO James Montague, autor de 1312: Among the Ultras, A Journey With the World's Most Extreme Fans (Ebury Press, 2020), uno de los más celebrados textos sobre la materia. «Cuando estos grupos son poderosos y encuentran un espacio dentro del fútbol, ya sea en Italia, Alemania o Serbia, son un colectivo al que conviene escuchar, te guste o no», añade el británico.
A esta estrategia, precisamente, se viene sumando el fútbol francés gracias a la Instance Nationale du Supportérisme, un grupo de trabajo que incluye, desde 2017, a los Ministerios de Interior y Deportes, la Federación, la Ligue 1, un panel de sociólogos y los representantes de los ultras. «En mi país estos grupos están más estructurados que en España, donde todo parece mucho más espontáneo. Por supuesto, en el Frente Atlético también habrá un núcleo duro, pero no tan organizado como aquí», detalla a este periódico Adrien Verrecchia, uno de los autores de Ultra, mode de vie (La Grinta, 2017), un volumen de 530 páginas que aborda, entre otros episodios, la decisión del PSG de expulsar a Kop de Boulogne y Virage Auteuil, sus dos históricas facciones.
Tendencia «muy difícil de frenar»
La mayoría de estadios de la Ligue 1, creados o actualizados para la Eurocopa 2016, cuentan con las más modernas medidas de seguridad, incluidas cámaras dotadas de un zoom capaz de identificar a quien lanza cualquier objeto. «En España, desgraciadamente, todo se centra en la represión. Y considero que no tiene sentido sancionar a toda una afición por lo que hayan hecho determinadas personas. En el caso del lanzamiento de objetos nunca debemos considerarnos a salvo de una iniciativa individual. Así que, bajo mi punto de vista, no hay ninguna receta milagrosa, ninguna pócima mágica», ratifica Verrecchia.
Según los datos de la Policía Nacional, 305 ultras fueron arrestados durante las dos últimas temporadas en el fútbol español, vinculadas a delitos relacionados con la violencia. Unas cifras preocupantes, aunque por debajo de las de países como Italia. «Desde aquí, lo que sucede en España se ve como algo natural. No bueno, pero normal al fin y al cabo. En mi país sucede con toda normalidad, a pesar de las muchas leyes aprobadas para frenar lo peor del hooliganismo. Pero este fenómeno está ligado a la política y a los clubes, por lo que ahora es muy difícil frenar la tendencia», relata Diego Mariottini, otro experto en las conexiones entre fútbol y sociedad. Desde Ultraviolenza! Storie di sangue del tifo italiano (Bradipolibri, 2004) a su más reciente Dios, patria y muerte. El fútbol en la guerra de los Balcanes (Altamarea, 2021), este escritor ha estudiado las implicaciones de la ultraderecha en los estadios.
«El Frente es conocido por sus vínculos con grupos fascistas de toda Europa. Desde comienzos de los 90, cuando el presidente Jesús Gil se hizo célebre por simpatizar con ellos. En cualquier caso, se trata de un problema general, no español o del Atlético. La fascistización de las gradas se ha subestimado a lo largo de los años y ahora es un gran problema a resolver», completa el autor transalpino.
Ultras del Milan, durante el derbi del domingo en San Siro.AFP
En Argentina, en cambio, el fenómeno de las barras bravas ocupa diferentes coordenadas. Se trata también de grupos organizados mediante una estructura vertical y muy ligados a los clubes, que extendieron sus dominios a otros ámbitos como los sindicatos o los partidos políticos, aumentando su cuota de poder y alcanzando ingresos millonarios. Sin embargo, el perfil ideológico queda más difuso. «En los 80 y 90, los episodios de violencia tenían que ver con enfrentamientos entre barras de clubes rivales, pero a comienzos de siglo, con la prohibición del público visitante, evolucionó hacia peleas entre facciones de la barra del mismo equipo. A diferencia de Europa, en estos choques asoman muchas armas de fuego, lo que aumenta la cifra de muertos», apunta a este diario el sociólogo Nicolás Cabrera.
«Lo sucedido con Simeone y Koke representa otro ejemplo de que los actores del fútbol nunca se hacen cargo de la violencia que ejercen. Hay cero autocrítica. La violencia siempre está en el otro. Los veo más preocupados de llevar el agua a su molino que de construir un fútbol cada vez más tolerante, inclusivo y pacífico», sostiene Cabrera, argentino radicado en Brasil, cuya labor docente se circunscribe al Observatório Social do Futebol, en la Universidade do Estado do Rio de Janeiro.
«el enemigo de mi enemigo...»
Al igual que Verrecchia, Cabrera aboga por un «sistema individual de punición», como el ofrecido por el Programa Tribuna Segura. Toda persona que accede a un estadio argentino debe identificarse con su número de documento, por lo que si cuenta con antecendentes penales o asuntos pendientes con la Justicia, su entrada queda automáticamente invalidada. Y si alguien participa en una pelea, las cámaras recogen su imagen y se le prohíbe asistir a más partidos.
De regreso a nuestro continente, una de las lecciones que nos dejó la pasada Eurocopa de Alemania, fue ese fluido intercambio de la cultura ultra. La violencia entretejida por sus correligionarios. «Se trata de una red internacional basada en valores culturales o políticos compartidos. Pero el factor más importante es saber quién ejerce como antagonista, dado que aquí rige una ley: el enemigo de mi enemigo es mi amigo», ilustra Montague, antes de regalar otro ejemplo. Si el Frente Atlético se relaciona con radicales de la Roma se debe, en gran parte, a que Ultra Sur mantiene cierta amistad con los del Lazio. «A menudo es más importante contra quién estás que a quién apoyas», zanja.
«La cultura ultra no es conocida en España por sus grandes tifos o espectáculos pirotécnicos, aunque sí refleja las ideas de una parte de la comunidad. En el caso del Frente Atlético, la extrema derecha. Los ultras españoles son, en gran medida, una mezcla de la estética italiana y la política de su país», concluye Montague. Según su citado libro, el fenómeno ultra se afianzó por primera vez en Italia a finales de la década de 1960 y desde allí se fue extendiendo por Europa. Esa cultura llegó a España tras la muerte del dictador, con una influencia muy marcada por los aficionados ingleses e italianos presentes en el Mundial de 1982. Aquel mal sueño de hace cuatro décadas vuelve hoy a aterrorizarnos.
Carlos Alcaraz deja de sonreír, de repente todo le sale mal, y parece que el cielo caerá sobre su cabeza o, como mínimo, que será eliminado. Cuando eso pasa, el análisis siempre es el mismo: ha desconectado, se ha despistado. Tan joven, tan explosivo, tan genial, todavía le cuesta estar dos, tres o cuatro horas a su máximo nivel. Pero, en realidad, algunos de sus malos ratos guardan otras razones. Este lunes, en su debut en el Open de Australia ante el kazajo Aleksandr Shevchenko se pudo ver el mejor ejemplo. Venció por 6-1, 7-5 y 6-1 con suficiencia, en apenas una hora y 55 minutos, pero en el segundo set tuvo una crisis que casi le cuesta un sobreesfuerzo, incluso un problema más grave.
En un abrir y cerrar de ojos su tenis desapareció, sus piernas se frenaron, se multiplicaron los errores y Shevchenko le ganó cuatro juegos consecutivos. ¿Qué pasó? Una doble falta. Después de todo un invierno experimentando con su saque, su primer error le llevó a unos minutos de preocupación, de centrarse en su golpe, hasta de bloqueo y eso le afectó en el marcador.
Hasta ese instante había sido un ciclón sobre la pista Margaret Court, muy fresco, muy rápido, muy agresivo -especialmente en el resto-, muy contundente, pero ahí llegaron las dudas. Hasta sumó un par de dobles faltas más. Fue un cuarto de hora para el olvido. Y, para su suerte, ahí se quedó. Cuando Shevchenko sacaba para llevarse el periodo (3-5 arriba), el español recuperó la compostura y se abalanzó sobre el triunfo.
Una derecha más potente
Hasta el miércoles, cuando se enfrentará en segunda ronda al japonés Yoshihito Nishioka, Alcaraz tendrá tiempo para analizar lo ocurrido en ese bajón y, en general, para estudiar los virtudes y defectos de su nuevo servicio. Ante Shevchenko aún no se observaron grandes avances.
Si bien su gesto parecía menos forzado, más natural, y por eso quizá menos lesivo, la velocidad de su golpeo no aumentó y su acierto quedó lejos de lo esperado. En ese segundo set incluso estuvo por debajo del 50% de primeros saques, un dato a mejorar. Después de su primer partido del año, le sobra tiempo para hacerlo, aún inmerso en el laboratorio junto a su entrenador, Juan Carlos Ferrero.
Porque si su servicio dejó interrogantes, no lo hizo su derecha. Más allá de sus genialidades habituales con las voleas y con las dejadas, Alcaraz sumó más potencia a su drive como el resultado del trabajo físico realizado en pretemporada -su camiseta sin mangas probaba un mayor desarrollo muscular- y del aumento de peso en su raqueta Babolat. En el horizonte, este Grand Slam, esta temporada, toda su carrera, está Jannik Sinner y para vencerle necesita armarse de más. Lo está haciendo, aunque la adaptación a algunos cambios pueda costar un tiempo.