Nadie ha mantenido en pista a Jannik Sinner más de dos horas y 34 minutos en este Abierto de Australia, el tiempo que tardó Karen Khachanov, decimoquinto favorito y semifinalista el pasado año, en seguir el mismo camino que sus predecesores: cayó en tres sets, 6-4, 7-5 y 6-3. El italiano, cuarto cabeza de serie, es el único que ha alcanzado los cuartos sin ceder un parcial. Sufrió Novak Djokovic, arrollador ayer ante Adrian Mannarino, en sus dos primeros partidos, dejándose un parcial en cada uno de ellos, sudó Daniil Medvedev, tercer cabeza de serie y doble finalista del torneo, empujado a los cinco en su debut frente a Emil Ruusuvuori, y hasta Carlos Alcaraz, segundo en la lista, se dejó un desempate ante Lorenzo Sonego en su encuentro de segunda ronda.
Sinner, que ya ha igualado su mejor balance en este Abierto de Australia, camina con la firmeza que demostró en el último tramo de la pasada temporada, donde alcanzó la final de la Copa de Maestros y lideró a su país en la conquista de la Copa Davis. En ese tramo de la temporada, si bien perdió con Djokovic en la disputa directa por el título en Turín, dejó en 21 la secuencia de partidos invictos del serbio al vencerle en la fase de grupos y volvió a derrotarle en la lucha por la Ensaladera. Ambos están llamados a medirse en semifinales.
Más fuerte en todos los frentes
«Normalmente, cuando jugamos suele tratarse de partidos exigentes. Él es un tenista increíble. Intenté estar centrado, también mental y físicamente», comentó Sinner, que tiene ya un 3-1 favorable en el cara a cara contra Khachanov, pero había perdido ante él en su único duelo en un torneo del Grand Slam, cuando cayó en cinco sets en la primera ronda del Abierto de Estados Unidos de 2020.
Poco tiene que ver aquel tenista por hacer y vulnerable en la larga distancia, déficit que le persiguió hasta la pasada edición del torneo neoyorquino, cuando Alexander Zverev le detuvo en octavos tras cinco sets y cuatro horas y 41 minutos de lucha, con el hombre de 22 años más entero físicamente y cargado de autoestima tras el crecimiento experimentad. Le aguarda Andrey Rubev, a quien ha derrotado en tres de sus últimas cuatro disputas. Djokovic jugará contra Taylor Fritz, con 8-0 de su lado. La semifinal entre ambos está casi a punto. Nole, 10 veces campeón del torneo, cuenta con sendas victorias en sus duelos en los grandes. Pero las cosas han cambiado mucho para Sinner. En poco tiempo.
Poco importa que al equipo italiano, defensor del título, vaya a liderarlo Jannik Sinner, el número 1 del mundo, brillante ganador de las ATP Finals, campeón también en el Abierto de Australia y en el US Open. En segundo plano queda también Carlos Alcaraz, poseedor de cuatro grandes, entre ellos Roland Garros y Wimbledon esta misma temporada, y que hace tiempo conquistó el corazón de los aficionados. Igualmente tangencial parece, con todo el respeto para los ocho países que hasta el domingo pelearán por la Copa Davis, el puro desarrollo de una competición que, todo sea dicho, no ha acabado de afinar el tiro desde que adoptó el nuevo formato, que no logra evitar cada año sonoras renuncias, como en esta ocasión la de Alexander Zverev, segundo en el ránking.
La Davis es Nadal.
Desde que el ganador de 22 títulos del Grand Slam decidió que éste sería el último torneo de su dilatada carrera profesional buena parte del interés reside, como es lógico, en su magno protagonista. Ni siquiera importa que su presencia en la cancha no esté garantizada, pues disputó su último partido individual frente a Novak Djokovic el pasado 29 de julio, en los Juegos Olímpicos de París y dos días más tarde se despidió en dobles junto a Alcaraz, con quien comparte equipo por primera vez en esta competición, su Copa Davis, gane quien gane, tenga o no mayor cuota de influencia en el desenlace.
La despedida de Nadal ha otorgado un punto de extraordinario simbolismo a esta edición del torneo, una carga de emotividad que trasciende cualquier otra perspectiva. Roger Federer precipitó su marcha, casi sin previo aviso, en la Laver Cup el 24 de septiembre de 2022, después de 14 meses sin poder jugar por sus recurrentes problemas en la rodilla derecha. Lo hizo recién cumplidos los 41 años. Su némesis, su cordial e implacable adversario, lo hace con 38, con sólo 19 partidos disputados en el curso que fenece, siete de ellos derrotas.
A diferencia del suizo, Nadal ha podido elegir un torneo oficial, también por equipos. No anda lejos Djokovic, quien quedará como el último integrante en activo de la santísima trinidad de este deporte, de sucumbir a las garras del tiempo. A sus 37 años, el balcánico, el más laureado de las tres mayúsculas figuras que han liderado el tenis desde hace más de tres lustros, aún quiere concederse un último recorrido, medir sus fuerzas frente al azote de la nueva generación. Ausente por decisión propia en el reciente torneo de maestros, buscará prolongar su suerte en el Abierto de Australia, donde cuenta con 10 títulos.
Empujado por el destino
Hay algo de destino irremediable en el momento y el lugar elegidos por Nadal. Como reconocía su tío Toni, quien le entrenó desde la infancia hasta 2017, quien aquilató su juego y su carácter, en una entrevista con este periódico, el zurdo confiaba en que una vez más podría darse una nueva oportunidad, como había hecho a lo largo de una trayectoria sembrada de espinas, con momentos que hicieron pensar en que ya no habría vuelta atrás. Su paciencia, su coraje y su determinación le empujaron a seguir intentándolo, con éxitos tan cercanos como el título del Abierto de Australia de 2022, tras levantar dos sets adversos ante Daniil Medvedev, y el de Roland Garros meses después, imponiéndose a Casper Ruud. Pero el tiempo y el desgaste de tantas batallas libradas le acabaron conduciendo a tomar la dolorosa decisión de dejar de ejercer el oficio que ha desempeñado con una pasión inquebrantable.
Ya en 2023 tan sólo pudo disputar cuatro partidos. Fue entonces cuando, consciente de las perennes dificultades, anunció que esta temporada podría ser la última. Seguramente quiso imaginarla de otro modo, aún con combustible para desenvolverse en los grandes escenarios, con Roland Garros, donde sentó cátedra durante 14 años, como la tierra prometida para dejar su aliento postrero. Llegó a París, tras poder rodarse a duras penas en el Conde de Godó y el Masters de Madrid, pero el azar se le tornó esquivo con una primera ronda frente a Zverev. La Caja Mágica le había dispensado la única despedida oficial hasta esa fecha, una vez que anunció que ya no volvería a jugar en la capital. París le dijo adiós en un improvisado homenaje, en el que llegó a dejar la puerta abierta a un eventual regreso.
Nadal y Alcaraz, en la rueda de prensa del lunes.EFE
Volvió a Francia para darse el gusto de disputar sus últimos Juegos Olímpicos. Oro individual en Pekín 2008 y en dobles, en Río 2016, al lado de Marc López, hoy miembro de su equipo, se quedó lejos de optar a las medallas. Se marcha en el torneo que le vio nacer, donde empezó a plasmar todo el catálogo de virtudes que le distinguen. Ningún jugador en activo puede presumir de los registros de Nadal en la Copa Davis. Cinco Ensaladeras, la primera en 2004, con 18 años, la última hasta la fecha en 2019, aún en plena ebullición. 29 victorias en los 30 individuales disputados. Ocho en sus 12 presencias en dobles.
Mientras algunos grandes jugadores se vieron sepultados por la presión de un torneo que entraña un plus de responsabilidad colectiva, él fue de los que supo rentabilizar ese compromiso para alcanzar su máxima expresión, sean cuales fueren las circunstancias. Quién sabe si el destino, a menudo caprichoso, no le habrá reservado un final competitivo acorde a los méritos contraídos.
Como Nadal, Carlos Alcaraz se derrumbaba en la tierra de la Philippe Chatrier tras conseguir su primera victoria en Roland Garros, el tercer grande para el murciano con apenas 21 años. Alexander Zverev había infligido una gran resistencia, pero el acelerón final del tenista del Palmar fue demasiado para el germano.
Tan pronto recuperó fuerzas para levantarse, Alcaraz saltó como un rayo hacia su box, donde sus padres, su entrenador y el resto de su equipo le abrazaban entre lágrimas tras la enorme victoria del murciano. "Te quiero", se despidió su padre tras la vuelta del tenista a pista.
Luego, vuelta a la pista para recoger su primer trofeo de Roland Garros del gran campeón Bjorn Borg, el segundo tenista que más Copas de Mosqueteros ha levantado con seis tras Rafael Nadal y sus 14 entorchados.
Y llegó el momento de recoger la copa, primero con su sonrisa tímida y un pequeño y rápido beso, hasta su sonrisa plena y un gran abrazo antes de que sonaran los acordes del himno de España. Momento histórico para el décimo ganador de este trofeo francés.
Así lo consideraba Zverev, que elogiaba al murciano por su carrera de "tenista histórico" con apenas 21 años. "Felicidades Carlos, tercer Gran Slam con 21 años y en diferentes superficies", elogiaba el germano al vencedor y también tuvo palabras de cariño para su equipo y para el del rival.
Alcaraz devolvía el piropo a Zverev, especialmente su resiliencia tras la terrible lesión que se produjo en la misma pista hace ya dos años y que le tuvo apartado del circuito casi un año. "Estoy seguro de que este torneo te dará la ocasión de ganarlo así como conseguir otros Grand Slams", respondía el murciano.
Vuelta de lesión
El tenista del Palmar quiso recordar el duro camino que sufrieron él y su equipo para llegar en óptimas condiciones al torneo parisino. La lesión del antebrazo no le permitió llegar a Francia entrenando con normalidad, según reveló en su speech de la victoria.
"Todo mi equipo da el corazón no sólo para hacerme mejorar como jugador, también como persona", concedía Alcaraz para luego definirles como miembros de su propia familia.
El jugador también ha agradecido a los participantes del torneo su predisposición a que todo esté perfecto, "pese a las quejas de los jugadores", algo que también dijo Zverev entre risas, y terminó su agradecimiento al público.
"Ha sido un gran viaje desde el primer partido hasta hoy. Me llevo un buen recuerdo vuestro por el gran apoyo que he recibido tanto en los partidos como en los entrenamientos. Para mi es como jugar en casa. Espero volver a veros pronto", concluyó.